lunes, 25 de noviembre de 2013

Pequeñas Semillitas 2203

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 8 - Número 2203 ~ Lunes 25 de Noviembre de 2013
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
¿Qué podemos esperar de un rey coronado en el Calvario? ¿Qué podemos esperar de este Rey reducido a la impotencia, crucificado, burlado y ultrajado?
En este ciclo C, la fiesta de Cristo Rey se celebra en el Calvario, para que sus discípulos centremos nuestra atención en el poder salvador de la cruz. ¿Cómo se expresa este poder? Humildad, mansedumbre, perdón, servicio, aceptación de la voluntad del Padre, entrega total.
Desde la cruz, a través de los valores que implica, Cristo ofrece su reino de justicia, amor y paz.
Sobre todo en la cruz, Cristo resplandece como Rey del perdón. Desde la cruz, pedirá: “¡Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen!”. Y en el episodio del “buen” ladrón (hay que decir: del ladrón que se hace bueno) es signo del ofrecimiento sin límites del perdón: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”. ¡Qué obra maestra de la gracia de Dios es la conversión de este malhechor, a quien la tradición ha llamado Dimas! ¡Qué ejemplo para todos!
También yo, Señor, en medio de mis angustias y de mis pecados, quiero pedirte que me atraigas a ti, porque reconozco que estoy hecho para ti y que mi felicidad consiste en estar contigo, siempre contigo… Amén. “El Domingo”

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, alzando la mirada, Jesús vio a unos ricos que echaban sus donativos en el arca del Tesoro; vio también a una viuda pobre que echaba allí dos moneditas, y dijo: «De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos. Porque todos éstos han echado como donativo de lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir».
(Lc 21,1-4)

Comentario
Hoy, como casi siempre, las cosas pequeñas pasan desapercibidas: limosnas pequeñas, sacrificios pequeños, oraciones pequeñas (jaculatorias); pero lo que aparece como pequeño y sin importancia muchas veces constituye la urdimbre y también el acabado de las obras maestras: tanto de las grandes obras de arte como de la obra máxima de la santidad personal.
Por el hecho de pasar desapercibidas esas cosas pequeñas, su rectitud de intención está garantizada: no buscamos con ellas el reconocimiento de los demás ni la gloria humana. Sólo Dios las descubrirá en nuestro corazón, como sólo Jesús se percató de la generosidad de la viuda. Es más que seguro que la pobre mujer no hizo anunciar su gesto con un toque de trompetas, y hasta es posible que pasara bastante vergüenza y se sintiera ridícula ante la mirada de los ricos, que echaban grandes donativos en el cepillo del templo y hacían alarde de ello. Sin embargo, su generosidad, que le llevó a sacar fuerzas de flaqueza en medio de su indigencia, mereció el elogio del Señor, que ve el corazón de las personas: «De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos. Porque todos éstos han echado como donativo de lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir» (Lc 21,3-4).
La generosidad de la viuda pobre es una buena lección para nosotros, los discípulos de Cristo. Podemos dar muchas cosas, como los ricos «que echaban sus donativos en el arca del Tesoro» (Lc 21,1), pero nada de eso tendrá valor si solamente damos “de lo que nos sobra”, sin amor y sin espíritu de generosidad, sin ofrecernos a nosotros mismos. Dice san Agustín: «Ellos ponían sus miradas en las grandes ofrendas de los ricos, alabándolos por ello. Aunque luego vieron a la viuda, ¿cuántos vieron aquellas dos monedas?... Ella echó todo lo que poseía. Mucho tenía, pues tenía a Dios en su corazón. Es más tener a Dios en el alma que oro en el arca». Bien cierto: si somos generosos con Dios, Él lo será más con nosotros.
Rev. D. Àngel Eugeni PÉREZ i Sánchez (Barcelona, España)

Santoral Católico:
Santa Catalina de Alejandría
Mártir
Santa Catalina, mártir, que, según la tradición, fue una virgen de Alejandría dotada tanto de agudo ingenio y sabiduría como de fortaleza de ánimo. Su cuerpo se venera piadosamente en el célebre monasterio del monte Sinaí (s. inc.)

Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net    

¡Buenos días!

Hoy… cada día

“Viviré este día como si fuese el último día de mi vida. No perderé ni un momento siquiera en lamentarme por las desgracias del ayer, las derrotas del ayer, los sufrimientos del ayer. Olvidándome del ayer, no pensaré tampoco en el mañana. ¿Debo preocuparme de situaciones que quizá nunca contemple? ¡No! El mañana yace sepultado con el ayer, y no pensaré más en él” (sigue).

Cada día hagamos algo de lo que podamos sentirnos orgullosos al día siguiente. Cada día, pensemos que es el primero, para vivirlo con sorpresa; y el último, para aprovecharlo como nuestra última oportunidad. Cada día, busquemos nuestra felicidad haciendo más feliz a alguien que está a nuestro lado. Sembremos una semilla de cuyos frutos podamos vivir mañana. Renovemos nuestro corazón de tal manera que no quede amargura alguna para el día que vendrá. Y no guardemos nuestras sonrisas de hoy para mañana. Sólo podremos sonreír mañana, si hemos sonreído hoy.

“Este día es todo lo que tengo, y estas horas son ahora mi eternidad. Saludo este amanecer con gozo, como un preso a quien se le conmuta la sentencia de muerte. Elevo mis brazos con gratitud por el don inapreciable de un nuevo día. Trataré con ternura y afecto cada hora porque sé que no retornará jamás. Haré de este día el mejor día de mi vida”, (Og Mandino). Tienes hoy a la vista un material precioso para reflexionar. Aprovéchalo. Y toma tus decisiones.
Padre Natalio

Mes de María
Día diecinueve (25/NOV)
Del pecado
CONSIDERACIÓN. María fue pura e inmaculada desde su Concepción y el blanco vestido de su inocencia, no fue jamás manchado por la más pequeña falta.
¡Ay! no puede decirse lo mismo de nosotros y sin embargo, sabemos que el pecado es el más grande de los males, que el hombre debe temer, puesto que lo separa de Dios y da muerte a su alma. Ofendemos a Dios, violamos su ley y no pensamos en el mal tan grande que nos hacemos a nosotros mismos.
Sin embargo, la fe nos enseña que inmediatamente después de nuestra muerte, seremos juzgados por Dios. Nuestra conducta será puesta en vista de la ley divina, según las obligaciones impuestas a nuestro estado. Nuestras palabras, nuestras acciones, serán pesadas rigurosamente y nuestra felicidad o desgracia dependerá, para la eternidad, de la sentencia que será pronunciada. Ninguna potencia celeste o humana podrá cambiarla. Este pensamiento hace temblar, que no sea pues estéril para nosotros; es tiempo aún de volver a nuestro juez favorable; huyamos, detestemos el pecado y, como los santos, prefiramos todos los males, porque el sufrimiento pasa, pero lo que sigue a la iniquidad, permanece eternamente.
Blanca de Castilla, que amaba tiernamente a su hijo, le decía a menudo: “Hijo, me afligiría menos veros morir que veros caer en un solo pecado mortal”; haciéndole así, comprender que la vida del alma es infinitamente superior a la del cuerpo.

EJEMPLO. El emperador de Constantinopla, herético, habiendo sido irritado violentamente por San Juan Crisóstomo, un día que éste le reprochaba sus faltas, dijo a sus cortesanos: “Quisiera vengarme de este obispo”.
Cuatro o cinco dieron su parecer. El primero dijo: “Enviadle tan lejos, en destierro, que lo veáis jamás”. El segundo: “Confiscadle todos sus bienes”. El tercero: “Arrojadle a una prisión, cargado de hierros”. El cuarto: “¿No sois el amo? Hacedle perecer y libraos de él, por la muerte”. Un quinto, más inteligente: “Vosotros todos, os equivocáis; éstos no son medios de castigarlo; si le desterrarais, el mundo entero sería su patria; si le quitarais los bienes, le quitaríais a los pobres y no a él; si le arrojarais a un calabozo, besaría sus hierros y se estimaría feliz; si le condenarais a muerte, le abriríais el cielo. Príncipe, ¿queréis vengaros? forzadle a cometer un pecado. Lo conozco, este hombre no teme más que al pecado en este mundo.”
¡Pudiera decirse siempre de nosotros, que no tememos más que al pecado!

PLEGARIA DE SAN ALFONSO DE LIGORIO. ¡Oh Virgen afligida! ¡Oh alma grande en virtud como en dolor! ¡Oh Madre mía! ¡Tened piedad de mí, que no he amado a Dios y que le he ofendido tanto! ¡Oh María, Vos consoláis a todo el mundo, quered también pues, ser mi consuelo! Así sea.

RESOLUCIÓN. Velaré atentamente sobre mí mismo, a fin de evitar el ofender a Dios.

JACULATORIA. María, Madre sin mancha, rogad por nosotros.

La frase de hoy

“En el cielo nos quedaremos gratamente sorprendidos
 al conocer todo lo que María Auxiliadora
 ha hecho por nosotros en la tierra…
En todos los peligros invoquen a María,
y les aseguro que serán librados…
Para obtener una gracia especial,
la jaculatoria más eficaz es ésta:
María Auxiliadora, ruega por nosotros" 
San Juan Bosco


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Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por la Paz en el mundo, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por Gabriel, de Bariloche, Argentina, por su fe y la de su pareja, por su casamiento y por la educación de sus hijos en la fe. 

Pedimos oración por Gabriela T., de ciudad de México que está siendo estudiada por un cuadro de inmunodepresión. Que el Señor la ayude para que todo salga bien.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Oración por la Patria
Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. Nos sentimos heridos y agobiados. Precisamos tu alivio y fortaleza. Queremos ser nación, una nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común. Danos la valentía de la libertad de los hijos de Dios para amar a todos sin excluir a nadie, privilegiando a los pobres y perdonando a los que nos ofenden, aborreciendo el odio y construyendo la paz. Concédenos la sabiduría del diálogo y la alegría de la esperanza que no defrauda. Tú nos convocas. Aquí estamos, Señor, cercanos a María, que desde Luján nos dice: ¡Argentina! ¡Canta y camina! Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.

 “Intimidad Divina”

El Señor es mi pastor

El ángel del Señor se apareció a Elías, abatido por las continuas persecuciones y agotado por la larga caminata en el desierto, para confortarlo. “Levántate y come”, le dijo por dos veces, y por dos veces halló el profeta junto a sí una hogaza y agua; restaurado con ese alimento, reemprendió el camino, y “caminó durante cuarenta días y cuarenta noches hasta el monte de Dios, el Horeb” (1 Re 19, 8). Nunca permite Dios que le falte su ayuda al hombre que va en su busca. El agua vivificante de la gracia y el pan vivo de la Eucaristía son su sostén cotidiano, mucho más fortificante y prodigioso que el ofrecido a Elías… Sólo una fe profunda permite comprender el gran valor de estos medios ordinarios de la gracia. Sólo la criatura purificada tiene el sentido de su inmensa riqueza y canta convencida: “El Señor es mi pastor, nada me falta… Me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas” (Sl 22).

Como la esposa de los Cantares, la criatura purificada, se siente fuertemente atraída por la belleza de Dios, y sólo espera un gesto para correr a él. Dice San Juan de la Cruz: “Si el alma busca a Dios, mucho más la busca su Amado a ella; y, si ella le envía a él, sus amorosos deseos…, él a ella le envía el olor de sus ungüentos, con que la atrae y hace correr hacia él”. Se establece como una porfía: cuanto más la criatura ansía unirse a Dios, más la atrae Dios a sí con “sus divinas inspiraciones y toques”. Estos no son otra cosa que los dones del Espíritu Santo que actúan en el alma para facilitarle el camino. Esta entonces se mueve hacia Dios no tanto por iniciativa personal, cuanto dejándose asir y guiar por el impulso del Espíritu. “Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios” (Rm 8, 14). Hijos no sólo porque han recibido el bautismo, sino porque han dejado a la gracia bautismal madurar en toda su plenitud, plenitud que implica el desarrollo perfecto de las virtudes infusas y de los dones del Espíritu Santo.

Sólo así puede la criatura ser transformada toda por la gracia y, por ello, penetrada de la vida divina, modelada por el Espíritu Santo a imagen del Hijo Único de Dios y, como hija verdadera, introducida en la “comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo” (1 Jn 1, 3). Esta es la vida mística que se encuentra en la línea del desarrollo normal de la gracia y por eso se ofrece a todos los creyentes. Es vida mística porque en ella la iniciativa y el estilo divinos predominan sobre los humanos y la criatura saca de ella una verdadera experiencia de Dios; de su trascendencia e inmanencia, de su presencia en el alma y de la unión con él por la caridad. Es la comunión con Dios vivida no sólo por el hecho de estar en gracia –dato esencial y fundamental–, sino también por la experiencia que se deriva del amor. Estas son las inmensas riquezas ofrecidas a las criaturas que saben darse a Dios con generosidad.

¡Oh alimento sin sabor! ¡Oh sabor sin gusto! ¡Oh manjar de amor del que se alimentan los ángeles, los santos y los hombres! ¡Oh manjar beatífico, el que te gusta no sabe qué bien sea ése! ¡Oh verdadero manjar que satisfaces nuestro apetito, tú apagas todo otro apetito! El que gusta de este manjar se considera bienaventurado, estando todavía en esta vida, en la que tú, oh Dios, no muestras sino una pequeñísima gotita. Si mostrases un poquito más, el hombre moriría por ese amor tan sutil y penetrante, y el espíritu se inflamaría tanto que el débil cuerpo quedaría consumido. ¡Oh amor celeste, oh amor divino, yo quedo vencida y dominada. (Santa Catalina de Génova)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D. 
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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