PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 8 - Número 2180 ~ Sábado
2 de Noviembre de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
Hoy es el día que dedicamos a recordar en su conjunto a
todos los fieles difuntos. La tradición de rezar por los muertos se remonta a
los primeros tiempos del cristianismo, en donde ya se honraba su recuerdo y se
ofrecían oraciones y sacrificios por ellos.
Cuando una persona muere ya no es capaz de hacer nada
para ganar el cielo; sin embargo, los vivos sí podemos ofrecer nuestras obras
para que el difunto alcance la salvación. Con las buenas obras y la oración se
puede ayudar a los seres queridos a conseguir el perdón y la purificación de
sus pecados para poder participar de la gloria de Dios. A estas oraciones se
les llama sufragios. El mejor sufragio es ofrecer la Santa Misa por los
difuntos.
San Agustín nos ha dejado un pensamiento que lo dice
todo: "Una flor sobre su tumba se marchita, una lágrima sobre su
recuerdo se evapora. Una oración por su alma, la recibe Dios"
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Cuando los soldados llegaron al lugar llamado Calvario,
crucificaron allí a Jesús y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la
izquierda. Uno de los malhechores colgados le insultaba: «¿No eres tú el
Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!». Pero el otro le respondió diciendo:
«¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón,
porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha
hecho». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino». Jesús le
dijo: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso».
(Lc 23,33.39-43)
Comentario
Hoy, el Evangelio evoca el hecho más fundamental del
cristiano: la muerte y resurrección de Jesús. Hagamos nuestra, hoy, la plegaria
del Buen Ladrón: «Jesús, acuérdate de mí» (Lc 23,42). «La Iglesia no ruega por
los santos como ruega por los difuntos, que duermen en el Señor, sino que se
encomienda a las oraciones de aquéllos y ruega por éstos», decía san Agustín en
un Sermón. Una vez al año, por lo menos, los cristianos nos preguntamos sobre
el sentido de nuestra vida y sobre el sentido de nuestra muerte y resurrección.
Es el día de la conmemoración de los fieles difuntos, de la que san Agustín nos
ha mostrado su distinción respecto a la fiesta de Todos los Santos.
Los sufrimientos de la Humanidad son los mismos que los
de la Iglesia y, sin duda, tienen en común que todo sufrimiento humano es de
algún modo privación de vida. Por eso, la muerte de un ser querido nos produce
un dolor tan indescriptible que ni tan sólo la fe puede aliviarlo. Así, los
hombres siempre han querido honrar a los difuntos. La memoria, en efecto, es un
modo de hacer que los ausentes estén presentes, de perpetuar su vida. Pero sus
mecanismos psicológicos y sociales amortiguan los recuerdos con el tiempo. Y si
eso puede humanamente llevar a la angustia, cristianamente, gracias a la
resurrección, tenemos paz. La ventaja de creer en ella es que nos permite
confiar en que, a pesar del olvido, volveremos a encontrarlos en la otra vida.
Una segunda ventaja de creer es que, al recordar a los
difuntos, oramos por ellos. Lo hacemos desde nuestro interior, en la intimidad
con Dios, y cada vez que oramos juntos, en la Eucaristía, no estamos solos ante
el misterio de la muerte y de la vida, sino que lo compartimos como miembros
del Cuerpo de Cristo. Más aún: al ver la cruz, suspendida entre el cielo y la
tierra, sabemos que se establece una comunión entre nosotros y nuestros
difuntos. Por eso, san Francisco proclamó agradecido: «Alabado seas, mi Señor,
por nuestra hermana, la muerte corporal».
Fra. Agustí BOADAS Llavat OFM (Barcelona, España)
Santoral Católico:
Los fieles difuntos
Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net
¡Buenos días!
Vidas ejemplares
Ayer celebramos
en un solo día a todos los santos del Cielo. Te hago una propuesta que puede
significar mucho para ti: ¿por qué no te propones leer al menos la vida de un
santo por año? Con esta variante: si no eres aficionado a la lectura, proponte
ver al menos en DVD la película de un santo/a: ellos han imitado a Jesús
siguiendo con amor sus ejemplos de vida.
Son entretenidas, interesantes y, con
frecuencia, impresionantes, porque son historias verdaderas de vidas humanas
extraordinarias. Mueven a la admiración por el testimonio de una vida santa.
Animan a imitar sus ejemplos, presentándolos accesibles también al lector. Nos
revelan la presencia de Dios, de su amor y de su poder en la vida de hermanos
nuestros. Leer la vida de un santo suele ser tanto o más eficaz que unos buenos
ejercicios espirituales. Además, crean una comunión de sentimientos entre el
santo y su admirador, que fortalecen las buenas decisiones. Te interpelan y te
ves urgido a preguntarte como San Agustín: “Si éste y aquél lo pudieron, ¿por
qué yo no lo podré también?”
Entre los santos
hay personas de todas las profesiones, tareas y situaciones humanas. Hay sabios
doctores y mendigos analfabetos, hay débiles mujeres y valientes soldados, hay
reyes y labriegos, hay personas siempre fieles a Dios y pecadores que, desde
sus vicios, se elevaron a gran santidad. Es enriquecedor y alentador conocer a Cristo en sus santos.
Padre Natalio
Tema del día:
La muerte: otro amanecer
Al enfrentar la pérdida de alguien a quien amamos,
nuestro corazón llora en medio de su soledad, y no se consuela con simples
palabras. Nuestro corazón nos dice que hemos sido creados para vivir, no para
morir. Hemos sido creados para expresar vida, cada vez más. Cuando alguien
falla en esto, nos preguntamos: ¿Por qué?
Para entender el significado de la muerte, debemos
comprender primero el significado de la vida. Al contemplar la vida, vemos que
todas las cosas cambian, pero aunque cambian, ninguna perece.
Si esto es cierto en el mundo de las cosas, ¡cuánto más
cierto será en el mundo de la mente! El alma está hecha de una sustancia que le
es propia, no menos permanente por ser inmaterial, ni menos real por ser
invisible. No podemos medirla con un calibrador o pesarla en una balanza ni
tocarla con los dedos o verla con los ojos. Pero está ahí, sustancial, real.
Cambia, pero no perece.
La vida no comienza con el nacimiento ni termina con la
muerte. La vida es un proceso y progreso eternos. Esta forma visible, esta voz
audible, este agregado de órganos, esta red de ideas —somos más que eso. Éstas
son las circunstancias visibles. Somos expresión del espíritu de vida.
La eternidad no es una alternación de vida y muerte. Sólo
hay vida. La verdad es que no podemos morir. La vida es energía. La vida es
expresión. No puede cesar porque es eterna. Podemos cambiar de forma y
desaparecer de vista, pero no podemos dejar de ser. Nunca podemos dejar de ser,
ni siquiera por un momento. No podemos estar separados de la vida ni ser menos
que ella.
Hay una unidad más allá de las unidades de tiempo y lugar
y aun de pensamiento; una unidad que nos une como un solo ente, del mismo modo
en que todas las olas son un solo mar y todas las islas una tierra. ¿No nos une
el amor a nuestros amigos aunque ellos estén en el otro extremo de la tierra?
Del mismo modo, aquellos que amamos pueden pasar más allá del alcance de
nuestras manos, pero no del alcance de nuestros corazones.
Lo que hay exactamente al otro lado de la muerte, no lo
sabemos. Pero podemos estar seguros de que es vida. La vida está del otro lado
de la muerte como lo está de este lado.
La muerte es una puerta a través de la cual pasamos de
una habitación a otra. Es la pausa entre dos notas en una sinfonía inconclusa.
Es una página que pasamos, para entrar en un nuevo capítulo del libro de la
vida.
James Dillet Freeman
Palabras del Papa Francisco
“Hay santos de cada día, los santos ‘ocultos’, una
especie de ‘clase media de la santidad’, de la que todos pueden formar parte…
En diversas partes del mundo hay también quien sufre, como Pedro y los
apóstoles, a causa del Evangelio; hay quien entrega su propia vida por
permanecer fiel a Cristo, con un testimonio marcado con el precio de su sangre”
Papa Francisco
Poesía
'No me digas adiós'
No me digas adiós, sino hasta luego
Dios determinó que en el cielo estoy mejor.
No me digas adiós, sino hasta luego
Tuve que partir a un lugar donde no voy a sufrir.
No me digas adiós, sino hasta luego
No te preocupes más por mí
Porque donde estoy espero por ti.
No me digas adiós sino hasta luego
No tengas miedo de morir
No tengas miedo
Y aunque tenga que alejarme
Será por solo un momento
Porque yo estaré esperándote en el cielo.
Samuel Hernández
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa
Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas,
catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la
unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro
Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por la
Paz en el mundo, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos
especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos
políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de
las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los
jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y
religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por Fabiola,
de Costa Rica, que está embarazada de tres meses y tiene que realizarse una
ecografía dentro de unos días porque aparentemente el feto no tiene el tamaño
que debería de acuerdo a la edad gestacional. Que la Santísima Virgen, Madre de
Jesús y Madre nuestra, proteja este embarazo.
Pedimos oración por la salud de las siguientes personas
de la provincia de Buenos Aires, Argentina: Dora, Gastón, Perpetua, y por el niño Nahuel. Que Dios Misericordioso atienda las necesidades de cada uno
de ellos.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por
nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
"Pequeñas
Semillitas" por e-mail
Si lo deseas puedes recibir todos los días "Pequeñas Semillitas" por
correo, más el agregado de un powerpoint. Las suscripciones son gratis y solo
tienes que solicitarlas escribiendo a Rocío
(moderadora de los grupos) a: peque.semillitas.3@gmail.com con el título: “Suscripción a Pequeñas
Semillitas”.
“Intimidad Divina”
Los fieles
difuntos
Ayer la Iglesia peregrina en la tierra celebraba la
gloria de la Iglesia celestial invocando la intercesión de los Santos y hoy se
reúne en oración para hacer sufragios por sus hijos que, “ya difuntos, se
purifican” (LG 49). Mientras dure el tiempo, la Iglesia constará de tres
estados: los bienaventurados que gozan ya de la visión de Dios, los difuntos
necesitados de purificación todavía no admitidos a ella, y los “viadores” que soportan
las pruebas de la vida presente. Entre unos y otros hay una separación
profunda, que, no obstante, no impide su unión espiritual, “pues todos los que
son de Cristo… constituyen una misma Iglesia y mutuamente se unen en él. La
unión de los viadores con los hermanos que se durmieron en la paz de Cristo, de
ninguna manera se interrumpe, antes bien… se robustece con la comunicación de
bienes espirituales” (ib.)
La Liturgia del día pone el acento sobre la fe y la
esperanza en la vida eterna, sólidamente fundadas en la Revelación. Es
significativo el trozo del libro de la Sabiduría (3, 1-6. 9): “Las almas de los
justos están en las manos de Dios y no les alcanzará tormento alguno. Creyeron
los insensatos que habían muerto; tuvieron por quebranto su salida de este
mundo, y su partida de entre nosotros por completa destrucción; pero ellos
están en la paz”. Para quienes han creído en Dios y le han servido, la muerte
no es un salto en la nada, sino en los brazos de Dios; es el encuentro personal
con él, para “permanecer junto a él en el amor” y en la alegría de su amistad.
El cristiano auténtico no teme, por eso, la muerte. Antes, considerando que
mientras vivimos aquí abajo “vivimos lejos del Señor”, repite con San Pablo:
“Preferimos salir de este cuerpo para vivir con el Señor” (2 Cr 5, 6-8). No se
trata de exaltar la muerte sino de verla como realmente es en el plan de Dios:
el natalicio para la vida eterna.
Esta visión serena y optimista de la muerte se basa sobre
la fe en Cristo y sobre la pertenencia a él: “Esta es la voluntad del que me ha
enviado: que no pierda a ninguno de los que él me ha dado, sino que los
resucite el último día” (Jn 6, 39). Todos los hombres han sido dados a Cristo,
y él los ha pagado al precio de su sangre. Si aceptan su pertenencia a él y la
viven con la fe y con las obras según el Evangelio, pueden estar seguros de que
serán contados entre los “suyos” y, como a tales, nadie podrá arrancarlos de su
mano, ni siquiera la muerte. “Ya vivamos, ya muramos, del Señor somos”. Somos
del Señor porque nos ha redimido e incorporado a sí, porque vivimos en él y
para él mediante la gracia y el amor; si somos suyos en la vida, lo
continuaremos siendo en la muerte. Cristo, Señor de la vida, vendrá a ser el
Señor de nuestra muerte, que él absorberá en la suya transformándola en vida
eterna.
Señor y Dios, no se
puede desear para los otros más de lo que se desea para sí mismo. Por eso te
suplico: no me separes después de la muerte de aquellos que he amado tan
tiernamente en la tierra. Haz, Señor, te lo suplico, que donde esté yo se
encuentren los otros conmigo, para que allá arriba pueda gozarme de su
presencia dado que en la tierra me vi tan presto privado de ellos. Te imploro,
Dios soberano, acojas pronto a estos hijos amados en el seno de la vida. En
lugar de su vida terrena tan breve, concédeles poseer la felicidad eterna. (San
Ambrosio)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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