PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 8 - Número 2199 ~ Jueves
21 de Noviembre de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
La aceleración y el cambio son dos constantes del mundo
actual y piden mucha flexibilidad y apertura. Muchos datos sirven para
entenderlo y los mejores están en el sorprendente espacio de la comunicación.
El científico Isaac Asimov sintetiza en pocas palabras
los avances vertiginosos con esta anotación: “La reina Isabel la católica tardó
cinco meses en recibir noticias sobre el viaje de Cristóbal Colón… Pasaron dos
semanas para que en Europa se enteraran del asesinato de Abraham Lincoln allá
por 1865… Y el mundo tardó solamente un segundo para saber que Neil Armstrong
estaba pisando la luna en 1969”.
Ojo, hoy el mundo vuela aún más rápido, y con él vuelan
sus hijos, querido padre de familia. Por eso esté alerta y comuníquese bien con
ellos. Que no lo deje el tren de la historia. (G. Gallo)
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús, al acercarse a Jerusalén y ver la
ciudad, lloró por ella, diciendo: «¡Si también tú conocieras en este día el
mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos. Porque vendrán días
sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te
apretarán por todas partes, y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos
que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has
conocido el tiempo de tu visita».
(Lc 19,41-44)
Comentario
Hoy, la imagen que nos presenta el Evangelio es la de un Jesús
que «lloró» (Lc 19,41) por la suerte de la ciudad escogida, que no ha
reconocido la presencia de su Salvador. Conociendo las noticias que se han dado
en los últimos tiempos, nos resultaría fácil aplicar esta lamentación a la
ciudad que es —a la vez— santa y fuente de divisiones.
Pero mirando más allá, podemos identificar esta Jerusalén
con el pueblo escogido, que es la Iglesia, y —por extensión— con el mundo en el
que ésta ha de llevar a término su misión. Si así lo hacemos, nos encontraremos
con una comunidad que, aunque ha alcanzado cimas altísimas en el campo de la
tecnología y de la ciencia, gime y llora, porque vive rodeada por el egoísmo de
sus miembros, porque ha levantado a su alrededor los muros de la violencia y
del desorden moral, porque lanza por los suelos a sus hijos, arrastrándolos con
las cadenas de un individualismo deshumanizante. En definitiva, lo que nos
encontraremos es un pueblo que no ha sabido reconocer el Dios que la visitaba
(cf. Lc 19,44).
Sin embargo, nosotros los cristianos, no podemos
quedarnos en la pura lamentación, no hemos de ser profetas de desventuras, sino
hombres de esperanza. Conocemos el final de la historia, sabemos que Cristo ha
hecho caer los muros y ha roto las cadenas: las lágrimas que derrama en este
Evangelio prefiguran la sangre con la cual nos ha salvado.
De hecho, Jesús está presente en su Iglesia,
especialmente a través de aquellos más necesitados. Hemos de advertir esta
presencia para entender la ternura que Cristo tiene por nosotros: es tan
excelso su amor, nos dice san Ambrosio, que Él se ha hecho pequeño y humilde
para que lleguemos a ser grandes; Él se ha dejado atar entre pañales como un
niño para que nosotros seamos liberados de los lazos del pecado; Él se ha
dejado clavar en la cruz para que nosotros seamos contados entre las estrellas
del cielo... Por eso, hemos de dar gracias a Dios, y descubrir presente en
medio de nosotros a aquel que nos visita y nos redime.
Rev. D. Blas RUIZ i López (Ascó, Tarragona, España)
Santoral Católico:
Presentación de la Virgen
María
Oración: Oh Dios, que quisiste que en este día fuese
presentada en el templo la Santísima Virgen María, morada del Espíritu Santo:
suplicámoste por su intercesión nos concedas merecer ser presentados en el
templo de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net
¡Buenos días!
Oración de agradecimiento
Recuerda este
mensaje de María, Reina de la Paz: “Mi querido hijo: ora para que tu vida esté
llena de una gozosa acción de gracias que brote desde tu corazón, como un río
de alegría. Da incesantemente gracias a Dios por todo lo que posees, por cada pequeño
don que Dios te concede. De esa forma, la bendición gozosa de Dios descenderá
siempre sobre tu vida”.
Gracias, Dios mío. No quiero olvidar tus
beneficios. Quisiera que mi interior se llenara de gratitud para cantarte.
Gracias, Señor, ante todo por la vida. Gracias por todos los días de mi existencia.
Gracias por las personas que me amaron y que fueron amables conmigo alguna vez.
Gracias porque me has alimentado, me has acompañado, me has ofrecido tu
consuelo y tu amistad. Gracias porque soy tu hijo. Gracias porque puedo hacer
el bien, porque siempre puedo volver a empezar. Gracias por el aire que
respiro, por la música, por la tierra, por los árboles, por las calles. Gracias
a ti, mi Señor amado, porque todo lo bueno viene de ti. Amén. (P. Víctor
Fernández).
San Pablo
exhortaba a los cristianos de Colosas a “vivir dando gracias a Dios”.
Ejercítate y verás que te ayuda a vivir la relación con Dios de una forma
concreta y existencial, descubriendo con gozo los dones que te regala a cada
paso. Es una oración que ensancha el corazón y descansa la mente. Acostúmbrate
a practicarla.
Padre Natalio
Mes de María
Día quince (21/NOV)
De la ayuda que debemos al
prójimo
CONSIDERACIÓN.
La Santísima Virgen se nos aparece como un admirable tipo de bondad y caridad:
Ella es la salvación de los desgraciados, salud de los enfermos, refugio de los
pecadores; nosotros mezclamos su nombre a todos nuestros dolores; cuando sufrimos,
vamos a Ella y cuando somos desgraciados, buscamos un asilo en su maternal
protección, puesto que es compasiva y nos ama.
¡Si pudiéramos imitarla en las relaciones con nuestro
prójimo! El género humano es una gran familia de la cual Dios es el Padre y
basta que nos apartemos de ese punto del amor al prójimo sin preguntarnos de
qué modo debemos probárselo.
El Divino Maestro se ha encargado de indicarnos el
carácter especial: “Vosotros lo amaréis –dice- como a vosotros mismos”. Es
decir, que debemos amarle y procurarle, en cuanto podamos, el bien que deseamos
para nuestra propia persona. Y sin embargo ¡ay! el egoísmo reina sobre la
tierra y lo encontramos aún en los cristianos. Se busca el interés propio, todo
se refiere a uno mismo, sin inquietarse por los otros. Somos insensibles a las
penas de los demás, sino no nos tocan personalmente.
Dios ha querido la desigualdad en las condiciones humanas.
Hay entre nosotros ricos y pobres, todos hijos de Dios y hermanos en Nuestro
Señor. Los que poseen bienes terrenales, deben ayudar a aquellos que están en
la miseria. La limosna es un gran deber, que olvidamos demasiado fácilmente. El
ejercicio de la caridad, es siempre fácil a los verdaderos cristianos. “Si
tenéis mucho, dad mucho; si tenéis poco, dad poco, porque es el corazón quien
da precio a las cosas”, añade San Ambrosio. El Señor, recompensando esta bella
virtud de la caridad, mirará menos el valor del don, que la pureza de la intención.
Que en todas las cosas, esta palabra de la Escritura:
“Haz al prójimo lo que deseas que te sea hecho” sea la regla de nuestra
conducta, para con nuestros semejantes.
EJEMPLO. Cuando
San Luis abandonó la Palestina para volver a Francia, se embarcó en una nave que
chocó contra unas rocas, con tanta violencia, que perdió tres toesas de la quilla.
Se instó al Monarca a descender, para trasbordar. San Luis, rehusó diciendo:
“Estos que se hallan aquí aman tanto sus vidas, como yo amo la mía; si yo
descendiera, ellos descenderían también y no encontrando un buque para
recibirlos, quedarían expuestos a mil peligros. Me gustaría más, poner en manos
de Dios mi vida, la de la reina y de mis hijos, que causar tan gran daño a tan
valerosas personas.
PLEGARIA DE SAN
GERMÁN. ¡Oh María! tened piedad de mí. Vos, la Madre de mi Dios, que tenéis
tanto amor para los humanos, concededme todo esto que te pido. Vos, que sois
nuestra defensa y nuestra alegría, hacedme digo de gozar en vuestra presencia,
de esa felicidad que gozáis en el cielo. Así sea.
RESOLUCIÓN. No
haré a mi prójimo, aquello que no desearía, me hiciesen a mí mismo.
JACULATORIA. María,
Auxilio de los cristianos, rogad por nosotros.
Fuente: www.santisimavirgen.com.ar
La frase de hoy
"Mi espejo ha de ser María.
Puesto que soy su hija,
debo parecerme a Ella
y así me pareceré a Jesús"
Santa Teresa de los Andes
Nuevo video
Hay un nuevo video subido a este blog.
Para verlo tienes que ir al final de la página.
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa
Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas
y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los
cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo
son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por la Paz en el mundo, por
nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las
enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de
libertad en muchos países del mundo, por la unión de las familias, la fidelidad
de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento;
por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas
Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por Eduardo, de Bolivia, afectado de cáncer de médula ósea, tratado con quimioterapia y ahora con diagnóstico de leucemia. Le pedimos a la Virgen de Lourdes, de la que es muy devoto, que lo ayude, lo fortalezca, e interceda ante Jesús para su curación. Acompañamos también a la familia con nuestras plegarias.
Pedimos oración por Eduardo, de Bolivia, afectado de cáncer de médula ósea, tratado con quimioterapia y ahora con diagnóstico de leucemia. Le pedimos a la Virgen de Lourdes, de la que es muy devoto, que lo ayude, lo fortalezca, e interceda ante Jesús para su curación. Acompañamos también a la familia con nuestras plegarias.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por
nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
“Intimidad Divina”
El amor
incontenible
“El amor de Cristo nos apremia” (2 Cr 5, 14), exclama San
Pablo, que fue vencido por él y experimentó lo duro que es cocear contra el
aguijón (He 26, 14). Cuando el amor divino se apodera del hombre, genera en él
un dinamismo más acosante cada vez que le induce continuamente a buscar nuevos
medios de agradar a Dios, para atestiguarle su fidelidad y trabajar para su
gloria. Esto acaece tanto en la vida activa como en la contemplativa: los
activos, a impulsos del amor, se hacen más generosos cada vez y se gastan en
las obras externas; y los contemplativos, en las interiores de la oración y de
la mortificación escondida. En unos y otros se actúan las mismas leyes: el amor
nunca está ocioso. Un amor tan fuerte y poderoso es don del Espíritu Santo, que
inflama en él al alma a medida que la purifica; es don, pero requiere siempre
la colaboración del hombre.
“Esta fuerza tiene el amor si es perfecto, que olvidamos
nuestro contento por contentar a quien amamos”, de modo que “tan alegremente
tomemos lo sabroso como la amargo, entendiendo que lo quiere Su Majestad”. Un
amor semejante no puede ser fruto de la naturaleza humana tan flaca y tan
hostil al sacrificio; sólo Dios lo infunde progresivamente en quienes aceptan
ser purificados por él. Es la llama viva encendida por el Espíritu Santo y que
tanto más invade las almas cuanto más dispuestas las encuentra, esto es, libres
de todo lo que es contrario al amor. Cuando todas las resistencias han sido
vencidas y las escorias eliminadas, el amor llamea incontenible y confiere a la
criatura una fuerza de gigante; la llama del amor “la hace salir fuera de sí y
renovar toda y pasar a una nueva manera de ser”. Es un modo tan nuevo que,
mientras antes temía el padecer, ahora lo ama y lo abraza con fortaleza.
Ninguna criatura en el mundo fue invadida y marcada por
el amor divino como la Virgen, ninguna ha amado más que ella a Dios o ha sido
fuerte en padecer por él. Hela al pie de la cruz: es madre y asiste
voluntariamente al atroz suplicio de su Hijo; ve hundirse los clavos en sus
carnes, oye los golpes sordos del martillo, ve cómo la cabeza coronada de
espinas busca en vano un descanso en el duro leño, ve alzarse la cruz y al Hijo
colgar entre el cielo y la tierra, desfigurado por el dolor, sin el menor
alivio. Tiene el corazón traspasado y, sin embargo, repite su fiat con la misma resolución con que lo
pronunció al anuncio gozoso de su maternidad, y encuentra en su amor valor para
ofrecer a su Hijo amado por la salvación de sus torturadores. Al pie de la
cruz, cerca de María, a la que el amor y el dolor hicieron Reina de los
mártires, se comprende la fuerza del amor.
¡Oh grandeza de
Dios! ¡Y cómo mostráis vuestro poder en dar osadía a una hormiga! ¡Y cómo,
Señor mío, no queda por Vos el no hacer grandes obras los que os aman, sino por
nuestra cobardía y pusilanimidad! Como nunca nos determinamos, sino llenos de mil
temores y prudencias humanas, así Dios mío, no obráis vos vuestras maravillas y
grandezas. ¿Quién más amigo de dar si tuviese a quien, ni de recibir servicios
a su costa? (Fundaciones 2, 7)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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