miércoles, 27 de noviembre de 2013

Pequeñas Semillitas 2205

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 8 - Número 2205 ~ Miércoles 27 de Noviembre de 2013
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Señor… En muchas ocasiones he sentido tu presencia de manera sobrenatural en mi vida. Pero hoy ha llegado un momento de soledad y desesperación. Miro a los cielos y no te veo. Clamo a Ti y no me respondes.  Entonces pienso, ¿me escuchará?, ¿qué está pasando?
Hay tormentas en mi vida. Siento que mi vida se desvanece, quedo sin fuerzas. En un momento recuerdo las palabras de Jesús: "Él estará con nosotros todos los días hasta el fin del mundo". Y aunque no te vea, entiendo que Tú estás aquí. Reconozco tu espíritu. Me buscas, me ayudas para adorarte en espíritu y en verdad. Sé, que cuando actúo mal conmigo mismo, mi familia, mi prójimo, te hago daño.
Sólo Tú eres fiel. Clamo desde lo profundo de mi corazón para que no me dejes, y tu mano y tu misericordia me sostengan día tras día.
Gracias Jesús por la vida, por cada día, por conocerte, por las pruebas y luchas, por la disciplina, porque todo me ayuda a crecer más en ti. ¡Te amo Jesús!
Firmado: Tu hijo, a quien salvaste.

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y cárceles y llevándoos ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá para que deis testimonio. Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y seréis odiados de todos por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».
(Lc 21,12-19)

Comentario
Hoy ponemos atención en esta sentencia breve e incisiva de nuestro Señor, que se clava en el alma, y al herirla nos hace pensar: ¿por qué es tan importante la perseverancia?; ¿por qué Jesús hace depender la salvación del ejercicio de esta virtud?
Porque no es el discípulo más que el Maestro —«seréis odiados de todos por causa de mi nombre» (Lc 21,17)—, y si el Señor fue signo de contradicción, necesariamente lo seremos sus discípulos. El Reino de Dios lo arrebatarán los que se hacen violencia, los que luchan contra los enemigos del alma, los que pelean con bravura esa “bellísima guerra de paz y de amor”, como le gustaba decir a san Josemaría Escrivá, en que consiste la vida cristiana. No hay rosas sin espinas, y no es el camino hacia el Cielo un sendero sin dificultades. De ahí que sin la virtud cardinal de la fortaleza nuestras buenas intenciones terminarían siendo estériles. Y la perseverancia forma parte de la fortaleza. Nos empuja, en concreto, a tener las fuerzas suficientes para sobrellevar con alegría las contradicciones.
La perseverancia en grado sumo se da en la cruz. Por eso la perseverancia confiere libertad al otorgar la posesión de sí mismo mediante el amor. La promesa de Cristo es indefectible: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas» (Lc 21,19), y esto es así porque lo que nos salva es la Cruz. Es la fuerza del amor lo que nos da a cada uno la paciente y gozosa aceptación de la Voluntad de Dios, cuando ésta —como sucede en la Cruz— contraría en un primer momento a nuestra pobre voluntad humana.
Sólo en un primer momento, porque después se libera la desbordante energía de la perseverancia que nos lleva a comprender la difícil ciencia de la cruz. Por eso, la perseverancia engendra paciencia, que va mucho más allá de la simple resignación. Más aún, nada tiene que ver con actitudes estoicas. La paciencia contribuye decisivamente a entender que la Cruz, mucho antes que dolor, es esencialmente amor.
Quien entendió mejor que nadie esta verdad salvadora, nuestra Madre del Cielo, nos ayudará también a nosotros a comprenderla.
Rvdo. D. Manuel COCIÑA Abella (Madrid, España)

Santoral Católico:
Ntra. Sra. de la Medalla Milagrosa
Advocación Mariana
Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net    

¡Buenos días!

Acepta en paz los contratiempos

Cuántas pequeñas contrariedades pasan cada día que pueden desestabilizarte, ponerte de mal humor, amenazando oscurecer toda tu jornada. Hoy te ofrezco una oración muy buena del P. Víctor Fernández para disponerte a sobrellevar con paciencia estos incidentes y no dejarte envolver en su negatividad.

Señor, acepto que hoy no sea un día perfecto, ya he aprendido que esta tierra todavía no es el cielo. Sólo te pido que mi vida no sea inútil, que lo que yo viva hoy sirva para algo. No pretendo que todo sea fascinante en este día, y quiero regalarte con amor todo pequeño cansancio, sufrimiento, contratiempo o dificultad que deba soportar. Te ofrezco, Señor amado, todo lo que me pueda desagradar en esta jornada, te lo entrego con amor, así como tú te entregaste entero, hasta el fin, en la cruz. Dame mucha paciencia, Señor mío, para poder responder al mal con el bien, para no entrar en una espiral de violencia, para aceptar con calma todo lo que me perturbe en mi relación con los demás. Te lo entrego todo a ti. Recíbelo, Señor.

Una persona te falla a una cita sin avisar, una comunicación que no puedes hacer porque nadie atiende el teléfono, la comida es insuficiente y no de tu gusto, etc. son situaciones que requieren ecuanimidad, calma y buen humor para permanecer imperturbable. Puedes fortalecer tu decisión repitiendo: “Señor, ayúdame a mantenerme hoy sereno y tranquilo”. 
Padre Natalio

Mes de María
Día veintiuno (27/NOV)
De la expiación
CONSIDERACIÓN. El sacramento de la penitencia, borra nuestros pecados, pero no nos perdona enteramente la falta en que hemos incurrido al cometerlos. La penitencia que el sacerdote nos impone, no nos hace cumplir sino una débil parte de nuestra deuda hacia la justicia divina. Es necesario que expiemos nuestras iniquidades. Nuestra vida no es más que una sucesión de penas de todo género. Unas veces, el sufrimiento físico nos oprime y quiebra; otras, el dolor nos hiere en lo que más amamos.
Toda nuestra existencia, puede compararse a una penosa y peligrosa travesía sobre un mar agitado. Tenemos también, además de esos grandes dolores, el soportar con paciencia las penas y fatigas cotidianas; ese trabajo que a veces nos pesa y nos cuesta; esos fastidios, esas contrariedades, esas decepciones que no podemos evitar.
Para el alma que no sabe elevarse hacia Dios, todo esto, está perdido; no recoge ningún fruto y no sufre menos. No seamos tan insensatos para proceder en esta forma. Consideremos a la Santísima Virgen: Ella no había pecado absolutamente y sin embargo, su vida transcurrió en el sufrimiento y la prueba. Siempre se mostró dulce y resignada, aceptando la voluntad de Dios, sin reproche.
A ejemplo de nuestra Madre del Cielo, sirvámonos de lo que es penoso a nuestra naturaleza, para adquirir una felicidad que nos hará pronto olvidar nuestras penas y que durará eternamente.

EJEMPLO. Santa Margarita, reina de Escocia, era todavía muy niña, cuando su hermana mayor le explicó que el crucifijo es la imagen de Jesús, muerto por los hombres, en medio de los suplicios de la cruz.
La niña, emocionada por estas palabras, exclamó en un santo transporte: “Mi adorable Salvador, desde este momento, yo deseo perteneceros, toda entera”.
En efecto, la meditación de los sufrimientos de Jesús fue, en adelante, la única ocupación de su corazón, el alimento y sostén de su piedad que iba siempre aumentando. De Jesús crucificado sacó esa paciencia y dulzura que ganaron el corazón del rey Malcolm, su esposo. Naturalmente irascible y colérico, este príncipe se volvió afable y virtuoso, gracias a la feliz influencia de Margarita.
La santa reina de Escocia consagró su vida entera a obras de misericordia. Estaba ya próxima a entregar su alma a Dios, cuando le llevaron la noticia de la muerte del rey, ocurrida en la guerra. Besó entonces el crucifijo que tenía en sus manos y aceptando esa dura prueba con admirable resignación, la ofreció al Señor en expiación de sus faltas; después se durmió en el Señor, con la calma y la paz que da la conformidad a la voluntad de Dios.

PLEGARIA DE SAN BUENAVENTURA. ¡Oh mi Soberana, que habéis recibido tan crueles heridas sobre el Calvario! herid nuestros corazones, renovad en nosotros vuestra dolorosa pasión y la de vuestro divino Hijo, unid nuestros corazones a vuestro Corazón herido, a fin de que participen de las mismas heridas. Así sea.

RESOLUCIÓN. Ofreceré al buen Dios los sufrimientos y molestias de cada día, en expiación de mis faltas.

JACULATORIA. María, salud de los enfermos, rogad por nosotros.

La frase de hoy

“¡Oh María sin pecado concebida!,
rogad por nosotros que recurrimos a Vos”


Nuevo video y artículo

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"Juan Pablo II inolvidable"
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Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por la Paz en el mundo, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por la solución de los problemas familiares y económicos de Raúl A. L., de Argentina. Que la Santísima Virgen lo sostenga y Jesús le conceda las gracias que él y su familia necesitan.

Pedimos oración por Carlos Jesús, 14 años, de México, operado de su ojo bueno por desprendimiento de retina. Que Jesús Misericordioso lo ayude a recuperar plenamente su visión y lo acompañe en su vocación ya manifestada de ser sacerdote. 

Pedimos oración por Mariela T., de México, sometida a cirugía de urgencia por una caída con fractura de un brazo. Que la Virgen de Guadalupe la proteja y su salud se recupere en plenitud.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

“Intimidad Divina”

Mi lote es Dios

“De ti recuerdo tu cariño juvenil, el amor de tu noviazgo; aquel seguirme tú por el desierto, por la tierra no sembrada” (Jr 2, 2). Así hablaba el Señor a Israel y así habla a la criatura que por su amor ha afrontado el camino áspero del desierto, aceptando seguirle en la soledad, en la primación de todo consuelo terreno y en el perfecto desasimiento de todo y de sí misma. Dios, que no deja sin recompensa un vaso de agua dado en su nombre (Mt 10, 42), paga de modo maravilloso a quien por amor suyo se ha sujetado a tantas asperezas… Dios que en la eternidad es lote definitivo y beatificante de los elegidos, quiere comenzar a serlo aquí abajo para los que le son plenamente fieles. El “sí” perfecto con que el hombre ha entregado a Dios su voluntad, poniéndola completamente a disposición del querer divino, no es aún suficiente para dominar del todo la sensibilidad; ésta, por culpa del desorden causado en ella por el pecado original, intenta escapar al gobierno del espíritu y, por ende al de la voluntad divina.

“El que se une al Señor, se hace un solo espíritu con él” (1 Cr 6, 17). Esta unión profunda, especie de compenetración entre al alma y Dios, se realiza en su grado máximo en el matrimonio espiritual. El matrimonio –dice San Juan de la Cruz– es mucho más sin comparación que el desposorio espiritual, porque es una transformación total en el Amado, en que se entregan ambas las partes por total posesión de la una a la otra. Mientras en el desposorio la transformación en Dios afectaba sólo a la voluntad, en el matrimonio se extiende a las otras potencias. Esto depende de una donación más perfecta de Dios a la criatura y de la criatura a Dios. Dios se da a la criatura como principio motor no sólo de su voluntad, sino de todo su ser, tomando la dirección de toda su vida e inspirándolas en cada uno de sus actos. Es el fruto de un influjo más intenso de los dones del Espíritu Santo, que redunda en todas las facultades del hombre, hasta en la parte sensible, la cual queda así completamente sujeta al espíitu.

La criatura, entonces, posee a su Dios, no sólo como a quien mora en ella, sino como a quien la vivifica, la mueve y la gobierna; como a su principio de vida, su sostén, su fuerza y su todo. “Vivo, pero no yo, sino que es Cristo quien vive en mí”, repite con San Pablo (Gl 2, 20). Siente que su vida es mucho más vida de Dios que propia; pues como Dios se ha dado toda a ella, así ella, en virtud de esa singular plenitud del don divino, puede darse toda a él; el don perfecto de la voluntad es completado por el don de todo el ser, magníficamente armonizado por la abundante actuación de los dones del Espíritu Santo. Por esta entrega total de sí al Amado, la criatura transfiere, por así decirlo, su vida en Dios viviendo más en él que en sí misma, “más donde ama que en el cuerpo donde anima”. Experimenta en sentido pleno el dicho del Apóstol: “Si vivimos, para el Señor vivimos, y si morimos, para el Señor morimos. Así que, ya vivamos, ya muramos, del Señor somos” (Rm 14, 8). Vive únicamente para Dios; es totalmente suya y vive en él; su vida está toda inmersa, perdida, “escondida con Cristo en Dios” (Cl 3, 3).

Grande es, Esposo mío, esta merced [de la unión con Vos], sabroso convite, precioso vino me dais, que sola una gota me hace olvidar de todo lo criado y salir de las criaturas y de mí, para no querer ya los contentos y regalos que hasta aquí quería mi sensualidad. Grande es éste; no la merecí yo… No tiene comparación, a mi parecer, ni se puede merecer un regalo tan regalado de nuestro Señor, una unión tan unida, un amor tan dado a entender y a gustar, con las bajezas de las cosas del mundo. (Conceptos del amor de Dios)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D. 
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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