PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 8 - Número 2182 ~ Lunes 4
de Noviembre de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
Es fácil notar que las palabras “miseria” y
“misericordia” son de la misma familia. La palabra “misericordia” está formada por
la palabra “miseria” y la palabra latina “cor”, que significa “corazón”.
Precisamente la misericordia consiste en
mirar la miseria con el corazón.
¡Así es la mirada de Dios! Nada retrata mejor a Dios que
su infinita misericordia. Ninguna miseria humana es más grande que la
misericordia de Dios. Si recordamos el Evangelio de ayer Jesús nos dice “Baja
pronto de tus dudas, de tus miedos, de tus indecisiones. Quiero alojarme en tu
corazón, porque el Hijo del hombre vino a buscar y salvar lo que estaba perdido”.
Señor, yo soy pecador como Zaqueo, pero no te busco tanto
como él. ¡Mírame también a mí! Necesito experimentar tu misericordia y sentirme
perdonado.
“El Domingo”
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús dijo también a aquel hombre
principal de los fariseos que le había invitado: «Cuando des una comida o una
cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus
vecinos ricos; no sea que ellos te inviten a su vez, y tengas ya tu recompensa.
Cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los
ciegos; y serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te
recompensará en la resurrección de los justos».
(Lc 14,12-14)
Comentario
Hoy, el Señor nos enseña el verdadero sentido de la generosidad
cristiana: el darse a los demás. «Cuando des una comida o una cena, no llames a
tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no
sea que ellos te inviten a su vez, y tengas ya tu recompensa» (Lc 14,12).
El cristiano se mueve en el mundo como una persona
corriente; pero el fundamento del trato con sus semejantes no puede ser ni la
recompensa humana ni la vanagloria; debe buscar ante todo la gloria de Dios,
sin pretender otra recompensa que la del Cielo. «Al contrario, cuando des un
banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y
serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te recompensará en la
resurrección de los justos» (Lc 14,13-14).
El Señor nos invita a darnos incondicionalmente a todos
los hombres, movidos solamente por amor a Dios y al prójimo por el Señor. «Si
prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También
los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente» (Lc
6,34).
Esto es así porque el Señor nos ayuda a entender que si
nos damos generosamente, sin esperar nada a cambio, Dios nos pagará con una
gran recompensa y nos hará sus hijos predilectos. Por esto, Jesús nos dice:
«Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada
a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo» (Lc
6,35).
Pidamos a la Virgen la generosidad de saber huir de
cualquier tendencia al egoísmo, como su Hijo. «Egoísta. —Tú, siempre a “lo
tuyo”. —Pareces incapaz de sentir la fraternidad de Cristo: en los demás, no
ves hermanos; ves peldaños (...)» (San Josemaría).
Fr. Austin Chukwuemeka IHEKWEME (Ikenanzizi, Nigeria)
Santoral Católico:
San Carlos Borromeo
Cardenal Arzobispo de Milán
Memoria de san Carlos Borromeo, obispo, que nombrado
cardenal por su tío materno, el papa Pío IV, y elegido obispo de Milán, fue en
esta sede un verdadero pastor fiel, preocupado por las necesidades de la
Iglesia de su tiempo, y para la formación del clero convocó sínodos y erigió
seminarios, visitó muchas veces toda su diócesis con el fin de fomentar las
costumbres cristianas y dio muchas normas para bien de los fieles. Pasó a la
patria celeste en la fecha de ayer (1584)
Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net
¡Buenos días!
Pregunta importante
Toda persona es
importante, y merece tu respeto y el mío. Alguien escribió que el sonido más
dulce y querido para cualquiera de nosotros es el propio nombre y apellido. Ahí
tienes un camino para llegar al corazón de los demás. Pon atención a recordar
los nombres. Lee ahora la anécdota de este día. Es una historia real. Pienso
que la aprovecharás para el resto de tu vida.
Aquel año, durante el segundo semestre en la
escuela, nuestro profesor nos tomó un examen sorpresa. Yo era un estudiante
consciente y leí rápidamente todas las preguntas, hasta que leí la última:
¿Cuál es el nombre de la mujer que limpia la escuela? Seguramente esto será
algún tipo de broma, pensé. Yo había visto muchas veces a la mujer que limpiaba
la escuela. Era alta, cabello oscuro,
como de cincuenta años, pero, ¿cómo iba
yo a saber su nombre? Entregué mi
examen, dejando la última pregunta en
blanco. Antes de que terminara la clase, alguien le preguntó al profesor si la
última pregunta contaría para la nota del examen. Evidentemente, dijo el
profesor. En sus carreras ustedes
conocerán muchas personas. Todas son importantes. Ellos merecen su atención y
cuidado, aunque solo les sonrían y digan ¡Hola! Yo nunca olvidé esa lección.
También aprendí que su nombre era Elena.
Había un señor
que en las fiestas recibía a los invitados y les preguntaba su nombre. Al final
del banquete repetía nombre y apellido de los cien o más comensales. Un aplauso
interminable ovacionaba a este prodigio de retentiva, Harry Lorrayne, autor de
“Cómo desarrollar una supermemoria”. Algo puedes hacer para mejorar tu memoria.
Vale la pena intentarlo.
Padre Natalio
Historias:
La conversión de John Wayne
John Wayne y su nieto sacerdote
El 11 de junio de 1979 murió el legendario John Wayne,
una de las más grandes estrellas de Hollywood. A los pocos días, se supo que
había abrazado el catolicismo en su lecho de muerte. Muchos quisieron
desautorizar esa noticia, y la duda permaneció durante algunos años. Tiempo
después, cuando las aguas volvieron a su cauce, dos personas muy cercanas al
actor contaron lo sucedido: su nieto, el sacerdote Matthew Muñoz, y su hijo, el
también actor Patrick Wayne.
El sacerdote, que vive actualmente en California, recordó
que la primera esposa del actor –y su abuela- Josefina Wayne Sáez, fue el
principal instrumento que Dios utilizó para evangelizar a la estrella del cine.
De origen dominicano, Josefina “tuvo una maravillosa influencia sobre la vida
de mi abuelo, y lo introdujo en el mundo católico”.
John Wayne se casó con Josefina Sáez en el año 1933.
Tuvieron cuatro hijos; la menor de ellos, Melinda, es la madre del Padre Muñoz.
John se divorció de Josefina años más tarde. Por su fe católica, la joven
decidió no volver a casarse hasta la muerte de su ex marido, por cuya
conversión rezó siempre a Dios.
Fr. Matthew Muñoz tenía 14 años cuando su abuelo murió de
cáncer. Siempre recuerda que Wayne tuvo un gran aprecio por las enseñanzas
cristianas. “Desde temprana edad, mi abuelo tuvo un gran sentido de lo que era
moralmente correcto. Se crió en un mundo regido por principios cristianos y una
especie de ‘fe bíblica’ que, creo, tuvo un fuerte impacto sobre él”. También
recuerda que “pasado el tiempo, mi abuelo fue involucrándose en la recaudación
de fondos para los pobres y para las labores sociales de la Iglesia que
organizaba siempre mi abuela, y después de un tiempo, notó que la visión
caricaturesca que le habían infundido sobre los católicos no se correspondía
con la realidad”.
De hecho, sus siete hijos y sus 21 nietos fueron
bautizados en la Iglesia católica. Y su amistad con el director católico John
Ford, que le lanzó a la fama con la película “La diligencia” (1939) se notó con
el paso del tiempo.
Según explica el sacerdote, en la conversión de Wayne
jugó también un papel clave el Arzobispo de Panamá, Mons. Tomas Clavel, con
quien compartía una estrecha amistad. Fue él quien “fue formando, poco a poco,
conversación a conversación, a mi abuelo, hasta que un día le dijo: ‘De
acuerdo, estoy preparado’. Deseaba ser bautizado y convertirse en católico”.
Para nosotros “fue maravilloso verle alcanzar la Fe y dejar ese testimonio a
nuestra familia”.
Sin embargo, el conocido actor no se atrevía a dar el
paso. Intuía el revuelo que se podría formar en Hollywood. Y decidió esperar.
Se definía “católico cardíaco”, porque lo era ya en su corazón, pero se veía
incapaz de dar el paso. Más de una vez afirmó su deseo de “convertirme el día
antes de morir”. Y eso fue exactamente lo que sucedió.
Su hijo Patrick, que actuó con él en varias películas
(entre ellas, “Centauros del desierto”, 1956), recuerda lo que sucedió el
último día de la vida de su padre:
“Cuando estaba muriéndose en el hospital todavía no había
sido bautizado. (…) Los últimos diez días los pasó en coma. El sábado por la
noche, dos días antes de morir, salió del coma cuando mis hermanos Michael,
Toni y Aissa estaban presentes. En el rato que estuvo despierto dijo otra vez
que quería convertirse, pero al poco tiempo entró de nuevo en coma. El lunes,
yo estaba con él y vi que se estaba poniendo peor. Sonó el teléfono. Era el
capellán católico que quería pasar a verlo. Colgué. Aunque mi papá estaba
todavía dormido, le dije sin esperar respuesta: "Papá, el capellán quiere
verte". Entonces le oí decir: "Okay." Me quedé atónito, pero
llamé al capellán, que apareció en menos de media hora. Con él todavía dormido,
le dije: "Papá, el capellán está aquí", y otra vez dijo:
"Okay". Entonces se despertó. Abandoné el cuarto durante unos minutos.
Desde fuera pude oír el murmullo de su conversación. Cuando el capellán salió,
me dijo que mi papá había sido bautizado. Esa misma tarde falleció”.
En una entrevista concedida a la prensa, Fr. Matthew
Muñoz contaba: “Cuando éramos pequeños íbamos a su casa y sencillamente
pasábamos el rato con el abuelo, jugábamos y nos divertíamos. Una imagen muy
diferente de la que tenía la mayoría de la gente de él”.
Fuente: Catolicidad
La frase de hoy
“Recuerda que cuando abandones la tierra
no podrás llevar contigo nada de lo que has recibido,
solamente lo que has dado:
un corazón enriquecido por el servicio honesto,
el amor, el sacrificio y el valor”
San Francisco de Asis
Mensaje de María Reina de la
Paz
Mensaje de María Reina de la Paz del 2 de noviembre de
2013
“Queridos hijos, de nuevo los invito maternalmente a
amar. Oren, sin cesar, por el don del amor; a amar Su Padre Celestial sobre
todas las cosas. Cuando lo aman a Él, se aman ustedes mismos y a su prójimo.
Eso no se puede separar. El Padre Celestial está en cada persona, ama a cada
uno y llama a cada uno por su propio nombre. Hijos míos, por eso, a través de
la oración, escuchen la voluntad del Padre Celestial, hablen con Él,
establezcan una relación personal con el Padre, que hará aún más profunda la
relación con ustedes mismos, la comunidad de mis hijos, mis apóstoles. Como
Madre deseo, que por medio de la oración hacia el Padre Celestial, se pongan
por encima de las vanidades terrenales que son estériles, y que ayuden a los demás,
para que poco a poco conozcan y se acerquen al Padre Celestial. Hijos míos,
oren, oren, oren por el don del amor, porque el amor es Mi Hijo. Oren por sus
pastores, para que tengan siempre amor por ustedes, como Mi Hijo lo ha tenido y
lo ha demostrado dando Su Vida por la salvación de ustedes. ¡Les agradezco!”
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa
Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas,
catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la
unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro
Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por la
Paz en el mundo, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos
especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos
políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de
las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los
jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y
religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por el niño Rafael Santiago P. V., de Costa Rica, al que han diagnosticado
epilepsia, por lo que rogamos a Jesús lo toque con su mano sanadora y repare su
salud.
Pedimos oración por la salud física, emocional y espiritual de Elsa, de Buenos Aires, Argentina. Que Jesús, conocedor de sus necesidades, la sostenga día a día.
Pedimos oración por la salud física, emocional y espiritual de Elsa, de Buenos Aires, Argentina. Que Jesús, conocedor de sus necesidades, la sostenga día a día.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por
nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
“Intimidad Divina”
Yo he vencido al
mundo
Pablo, encadenado por el Evangelio y atribulado por las
condiciones de la cristiandad, escribía: “conforme a lo que aguardo y espero,
en modo alguno seré confundido; antes bien, ahora, como siempre, Cristo será
glorificado en mi cuerpo, por mi vida o por mi muerte” (Fl 1, 20). Todo apóstol
necesita de esta esperanza inquebrantable, arraigada en Cristo, el cual, a
despecho de todas las impugnaciones del mal, triunfará y salvará a los hombres
mediante la entrega y los sacrificios, la vida y la muerte de sus testigos. “En
el mundo tendréis tribulación -tiene dicho Jesús-; pero ¡ánimo!: yo he vencido
al mundo” (Jn 16, 33); y para que los apóstoles no se sintiesen solos en la
hora de la prueba, les aseguró: “Sabed que yo estoy con vosotros todos los días
hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). Sobre todo en los momentos oscuros, cuando
el horizonte no ofrece ni una ráfaga de luz, cuando el enemigo triunfa, los
amigos se retiran y no se vislumbra posibilidad de éxito, el apóstol necesita
contar con el triunfo incontrovertible de Cristo y con su presencia y
asistencia continua, aunque oculta e incomprensible.
También Jesús conoció las contradicciones y fracasos:
cuando terminado su discurso en la sinagoga, los nazaretanos indignados “lo
llevaron a una altura escarpada… para despeñarlo” (Lc 4, 29); cuando, hasta por
dos veces, los judíos escandalizados de sus palabras, “agarraron piedras para
apedrearlo” (Jn 10, 31); cuando los fariseos conspiraban contra él para
condenarlo a muerte; cuando lo traicionó Judas, lo abandonaron los suyos y él,
juguete de la soldadesca fue flagelado, coronado de espinas, vestido como rey
de burla, abofeteado, escupido; cuando fue pospuesto a Barrabás; cuando fue
arrastrado al Calvario entre dos ladrones y crucificado en medio de ellos.
Humanamente hablando, se puede decir que el apostolado de Jesús terminó en un
clamoroso fracaso: muriendo como un malhechor. Todo esto ha de estar bien
grabado en la mente del apóstol, para que no se escandalice cuando le acaezca
algo semejante: “Si a mí me persiguieron, también os perseguirán a vosotros”
(Jn 15, 20).
A través de las persecuciones, las humillaciones y los
fracasos, aprende el apóstol a no confiar en sus fuerzas, a convencerse de su
insuficiencia y de la insuficiencia de todos los medios humanos y, por ello, a
poner en Dios solo su esperanza. Aprende a trabajar únicamente por amor de Dios,
sin buscar el consuelo del éxito, a prescindir de la opinión de los hombres y a
obrar independientemente de su aprobación o desaprobación, atendiendo sólo al
juicio de Dios. Las tribulaciones que halla en la actividad apostólica
constituyen su noche oscura, comparable a la de los contemplativos; noche
dolorosa, pero preciosísima, porque está ordenada a purificarle de todos los
vestigios de amor propio, vanidad y asimiento a las criaturas o a su aprecio.
Si la acepta bien, esta noche le conducirá a una pureza interior mayor cada vez
y, por ello, a una comunión con Dios más profunda y a un apostolado más
fecundo. Debe, pues, permanecer firme en la esperanza y, a pesar de todo, estar
seguro del éxito tanto en la salvación de las almas a él confiadas como en su
propia santificación.
¡Oh pasión de
Cristo a la luz de la interminable eternidad!... Oh Jesús Crucificado, haz, haz
que la vida que me quede todavía por vivir aquí abajo sea siempre vivificada al
pie de tu cruz, regada con tu preciosísima sangre y por las lágrimas
amarguísimas de la Dolorosa, madre tuya y madre mía… Delante de ti, oh Señor,
soy pecador y polvo. Vivo por tu misericordia, a la que debo todo y de la que
todo lo espero; a ti me someto hasta en el dejarme transformar todo por tus
dolores y sufrimientos, en completo abandono de absoluta obediencia y
conformidad con tu voluntad. Ahora más que nunca, y mientras viva y en todas
las cosas, obediencia y paz. Te pido la disponibilidad completa a vivir y a
morir, como San Pedro y como San Pablo, y a recibirlo todo, hasta cadenas,
sufrimientos, anatema y martirio, por la santa Iglesia y por todas las almas
redimidas por ti. Siento la gravedad de mi compromiso y tiemblo, pues me
conozco débil y deleznable. Me confío a ti, Cristo crucificado, y a tu Madre, y
miro a la eternidad. (Beato Juan XXIII, Diario del alma)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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