martes, 12 de noviembre de 2013

Pequeñas Semillitas 2190

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 8 - Número 2190 ~ Martes 12 de Noviembre de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Vive cada día en plenitud. Aprovecha al máximo cada hora, cada día y cada época de tu vida. Así podrás mirar al futuro con confianza y al pasado sin tristeza. Sé tú mismo. Pero sé lo mejor de ti mismo. Ten valor para ser diferente y seguir tu propio camino. Y no tengas miedo de ser feliz. Goza de lo bello. Ama con toda tu alma y tu corazón. Cree que te aman aquellas personas a quienes tú amas. Olvídate de lo que hayas hecho por tus amigos y recuerda lo que ellos hayan hecho por ti. No repares en lo que el mundo te debe, fíjate en lo que tú le debes al mundo.
Cuando te enfrentes a una decisión, tómala tan sabiamente como te sea posible. Luego olvídala. El momento de la certeza absoluta nunca llega. Y sobre todo, recuerda que Dios ayuda a quienes se ayudan a sí mismos. Obra como si todo dependiera de ti y ora como si todo dependiera de Dios.

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, el Señor dijo: «¿Quién de vosotros tiene un siervo arando o pastoreando y, cuando regresa del campo, le dice: ‘Pasa al momento y ponte a la mesa?’. ¿No le dirá más bien: ‘Prepárame algo para cenar, y cíñete para servirme hasta que haya comido y bebido, y después comerás y beberás tú?’. ¿Acaso tiene que agradecer al siervo porque hizo lo que le fue mandado? De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: ‘Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer’».
(Lc 17,7-10)

Comentario
Hoy, la atención del Evangelio no se dirige a la actitud del amo, sino a la de los siervos. Jesús invita a sus apóstoles, mediante el ejemplo de una parábola a considerar la actitud de servicio: el siervo tiene que cumplir su deber sin esperar recompensa: «¿Acaso tiene que agradecer al siervo porque hizo lo que le fue mandado?» (Lc 17,9). No obstante, ésta no es la última lección del Maestro acerca del servicio. Jesús dirá más adelante a sus discípulos: «En adelante, ya no os llamaré siervos, porque el siervo no conoce lo que hace su señor. Desde ahora os llamo amigos, porque os he dado a conocer todo lo que he oído a mi Padre» (Jn 15,15). Los amigos no pasan cuentas. Si los siervos tienen que cumplir con su deber, mucho más los apóstoles de Jesús, sus amigos, debemos cumplir la misión encomendada por Dios, sabiendo que nuestro trabajo no merece recompensa alguna, porque lo hacemos gozosamente y porque todo cuanto tenemos y somos es un don de Dios.
Para el creyente todo es signo, para el que ama todo es don. Trabajar para el Reino de Dios es ya nuestra recompensa; por eso, no debemos decir con tristeza ni desgana: «Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer» (Lc 17,10), sino con la alegría de aquel que ha sido llamado a transmitir el Evangelio.
En estos días tenemos presente también la fiesta de un gran santo, de un gran amigo de Jesús, muy popular en Cataluña, san Martín de Tours, que dedicó su vida al servicio del Evangelio de Cristo. De él escribió Sulpicio Severo: «Hombre extraordinario, que no fue doblegado por el trabajo ni vencido por la misma muerte, no tuvo preferencia por ninguna de las dos partes, ¡no temió a la muerte, no rechazó la vida! Levantados sus ojos y sus manos hacia el cielo, su espíritu invicto no dejaba de orar». En la oración, en el diálogo con el Amigo, hallamos, efectivamente, el secreto y la fuerza de nuestro servicio.
Rev. D. Jaume AYMAR i Ragolta (Badalona, Barcelona, España)

Santoral Católico:
San Josafat Kunsevich
Obispo y Mártir 
Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net    

¡Buenos días!

Sócrates y la amistad

Los amigos son escasos. Los puedes contar con los dedos de la mano y siempre te sobrarán dedos. Por eso tal vez no tengas muchos, pero los que tienes siempre serán suficientes para llenar tu alma. Un amigo es como la perla evangélica que, cuando la encuentras, vas y vendes todo, con tal de poseerla.

Construía Sócrates una pequeña casa, en las afueras de Atenas, cuando algunas personas le preguntaron para qué serviría esa minúscula habitación. Él contestó que era para sus amigos. Admirados le replicaron que ahí no cabría casi nadie y entonces, con su ya tradicional y fina ironía, respondió: —¡Qué diera yo por poder llenarla!

“Un amigo no es un hermano de sangre, sino del corazón. Por eso un hermano puede ser tu amigo, pero un amigo siempre será tu hermano. Un amigo siempre estará ahí, aun cuando no lo necesites. A un amigo lo necesitas porque lo quieres; no lo quieres porque lo necesitas. Con tus conocidos hablas, con tus amigos te comunicas. Un conocido te oye, un amigo te escucha, y lo más importante es que no te escucha con sus oídos, sino con su corazón”. Dios te conceda el tesoro de uno o más amigos.
Padre Natalio

Mes de María
Día sexto (12/NOV)
¿Cómo debemos servir a Dios?
CONSIDERACIÓN. Dios es nuestro Rey, nosotros somos sus súbditos: Él es nuestro amo, decíamos ayer y nosotros sus servidores. No basta reconocerlo, es necesario probar cómo nos estimamos felices de estar bajo su imperio y dominación. Él podría exigir de nosotros grandes servicios, austeras penitencias, vivos sufrimientos, nuestra vida misma, como lo ha hecho con los mártires. Se muestra con nosotros menos riguroso; lo que quiere, es que cumplamos por Él, todos los actos comunes que llenan cada uno de nuestros días, que nos santifiquemos por el cumplimiento de los deberes de nuestro estado.
Ofrecerlo todo, aceptar todo de su mano, no buscar nada más que su voluntad, que su buen placer; ésta es la ruta que debe seguir el cristiano, imitando así los ejemplos admirables de nuestra Madre del Cielo, quien ha rogado, trabajado, conversado con sus semejantes, reparado sus fuerzas, tomando alimentos y reposo, pero estos actos tan comunes y ordinarios, Ella los ha elevado y hecho nobles, cumpliéndolos siempre para agradar al Señor.

EJEMPLO. Veamos, cómo la piadosa Armelia Nicolás, tenía continuamente a Dios en su mente: “Desde la mañana a la noche, dice, no tenía otro objeto más que su pensamiento. “Desde mi despertar, me arrojaba en brazos del Salvador, como un niño en los de su padre, me levantaba para servirle y trabajar, según su agrado. A menudo no tenía tiempo para recitar una corta oración, en todo el día, pero mi corazón se hallaba satisfecho de trabajar para Dios como cuando oraba, porque había aprendido que todo lo que se hace por su amor, es una verdadera oración. Vistiéndome, pensaba estar siempre en su adorable presencia y me gustaba considerar que era su amor quien me proveía de qué vestirme. Tomando alimentos, me parecía que cada trozo me era presentado por su Divina Providencia y que Él mismo cuidaba de alimentarme. Cuando los hombres me perseguían con sus palabras y malos tratamientos y el demonio con sus tentaciones y vanos artificios, me dirigía en seguida a Dios que no dejaba de consolarme nunca”.

PLEGARIA DE SAN BERNARDO. ¡Oh María! Con justicia todas las criaturas os invocan, porque en Vos y para Vos, la mano del Todopoderoso, ha como creado de nuevo lo que se había creado. Recibid, pues, lo poco que yo tengo para ofrecer a Dios. Ofreceos Vos misma, a fin de que no sea rehusado. Así sea.

RESOLUCIÓN. Me esforzaré en cumplir cada una de mis acciones, de modo de agradar a Dios.

JACULATORIA. ¡Oh María! modelo de los cristianos, rogad por nosotros.

Palabras del Papa Francisco

“Jesús es la puerta que conduce a la salvación.
Es una puerta abierta para todos.
Dejemos entrar a Jesús en nuestra vida,
saliendo de nuestros egoísmos, indiferencias y aislamientos”
Papa Francisco

Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por la Paz en el mundo, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por la salud de Marcelo (“Lito”), argentino que vive en México, a quien han diagnosticado cirrosis nutricional, rogando al Señor en su infinita bondad derrame sus bendiciones sobre él para que le dé alivio y fuerzas para sobrellevar esta enfermedad y que la Santísima Virgen lo ponga bajo la protección de su manto.

Pedimos oración por Beatriz, de Resistencia, Argentina, operada de un cáncer agresivo en su vientre. Que el Señor Misericordioso la ayude a superar esta enfermedad y María la fortalezca en sus momentos de debilidad.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

 “Intimidad Divina”

La llevaré al desierto

Lamentándose de la nación judía que se había desviado de su fe primitiva, decía Dios por boca del profeta Oseas: “la llevaré al desierto y hablaré a su corazón” (2, 26). El desierto ha sido el lugar privilegiado de la alianza de Dios con Israel. Allí, después de haberlo librado de la esclavitud egipcia, el Señor le había hecho vagar cuarenta años separado de todo otro pueblo, sin patria, sin morada, sin camino en un ambiente que por su soledad y desasimiento, era el más a propósito para purificar y robustecer su fe, para educarlo en el culto y amor del único Dios y para prepararlo a entrar en la tierra prometida… Para encontrarlo al Señor, tiene que resolverse el hombre a realizar su éxodo a través del desierto; o sea, tiene que salir de todo lo que le ata a la tierra y más aún de todo lo que le liga a sí mismo, a su amor propio, a su egoísmo, a su mediocridad; tiene que internarse en una amarga soledad interior, adonde no llega ni el consuelo de los hombres ni el de Dios, y perseverar allí secundando la acción de la gracia, que quiere liberarlo, purificarlo y disponerlo al encuentro íntimo con Dios.

Como para Israel el primer paso hacia el encuentro con Dios en el desierto fue la liberación de la esclavitud de Egipto, así la primera etapa para internarse en el desierto de la purificación del espíritu es siempre la de una completa liberación de la esclavitud del pecado. Hasta el que se ha ejercitado largo tiempo en la vida espiritual la necesita, porque “todavía se quedan en el espíritu las manchas del hombre viejo, aunque a él no se le parece, ni las echa de ver”. El mismo San Pablo, tan favorecido de Dios, no dejaba de advertir en sí los residuos de la concupiscencia, fuente de desarmonía y lucha profunda: “querer el bien lo tengo a mi alcance, pero no el hacerlo, puesto que no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero… Pues me complazco en la ley de Dios según el hombre interior, pero advierto otra ley en mis miembros que lucha contra la ley de mi razón… ¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte?” (Rm 7 18-19; 22-24).

Sólo Dios puede realizar esa obra de liberación y de liberación integral del corazón humano, como sólo él, con el poder de su brazo, consiguió librar a su pueblo de la esclavitud de los Faraones. Dios interviene haciendo el vacío o desierto en torno a la criatura elegida que quiere él conducir a una comunión más intensa consigo. Esto se verifica a través de las vicisitudes de la vida más o menos comunes a todos los hombres: duelos, separaciones, fracasos, incomprensiones o enfermedades, a las que dios añade su aparente pero angustioso abandono. Bajo el golpe de las dificultades exteriores y de la desolación interior siente el hombre reverdecer en sí, de manera insospechada, los movimientos desordenados de las pasiones que creía ya tenerlos vencidos: impaciencia, irascibilidad, repugnancia al bien y además, cansancio extremado en la oración. Entonces se da cuente que está muy lejos todavía de haber sujetado la carne al espíritu, y grita con San Pablo; “¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte?” De este modo, poco a poco, se va desnudando de todo sentimiento de autosuficiencia y adquiriendo una humildad profunda… Dios no deja de asistirlo con su gracia, porque esas dolorosas pruebas purificadoras no son para muerte, sino para vida.

“Estáis muertos, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios”… ¿Qué significa esto sino que el alma que aspira a vivir en intimidad contigo, oh mi Dios, en la fortaleza inexpugnable del santo recogimiento, debe permanecer espiritualmente separada, desprendida y alejada de todas las cosas… Muero todos los días. Me empequeñezco y renuncia a mí misma cada día para que tú, oh Cristo, crezcas y seas exaltado en mí. Permanezco humilde en el fondo de mi pobreza. Contemplo mi nada, mi miseria, mi impotencia. Me reconozco incapaz de progresar y perseverar… Me resigno ante la realidad de mi miseria y, reconociendo mi pobreza, la presento ante la misericordia de mi divino Maestro… Pongo la felicidad de mi alma –en cuanto a la voluntad y no a la sensibilidad– en todo cuanto puede inmolarme, destruirme y empequeñecerme, pues quiero dejar en ella sitio libre para ti… No deseo vivir ya mi propia vida. Sólo anhelo ser transformada en ti, para al contemplarme, pueda reconocer en mi la imagen de su “Hijo muy amado en quien tiene todas sus complacencias” (Isabel de la Trinidad)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D. 
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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