PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 8 - Número 2184 ~
Miércoles 6 de Noviembre de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
La magnitud de tu próximo paso no importa demasiado. Lo
que realmente importa es la dirección. Para dar vuelta tu vida, primero debes
dar vuelta tu foco. Para moverte en dirección a tus metas, primero debes estar
mirando hacia ellas. Tan sólo un pequeño paso en la dirección correcta sigue
siendo un paso al fin y al cabo. Un único y pequeño pensamiento positivo tiene
la fuerza de alejarte de años de acciones negativas.
Cada instante es una elección. Y a cada instante puedes
decidir orientar tu vida en una dirección determinada, concreta y positiva. No
necesitas dar grandes zancadas, porque con pasos pequeñitos llegarás al mismo
lugar y con exactamente la misma certeza. Tan sólo asegúrate de que cada
pensamiento, cada acción, cada sentimiento, por más insignificantes que puedan
parecer, apunten allí donde deseas llegar.
Mantén una determinada dirección y, no importa qué otras cosas
puedan ocurrir, siempre estarás avanzando. Mantente enfocado en dirección a tus
sueños y cada nuevo día te acercará a ellos.
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, caminaba con Jesús mucha gente, y
volviéndose les dijo: «Si alguno viene donde mí y no odia a su padre, a su
madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su
propia vida, no puede ser discípulo mío. El que no lleve su cruz y venga en pos
de mí, no puede ser discípulo mío.
»Porque ¿quién de vosotros, que quiere edificar una
torre, no se sienta primero a calcular los gastos, y ver si tiene para
acabarla? No sea que, habiendo puesto los cimientos y no pudiendo terminar,
todos los que lo vean se pongan a burlarse de él, diciendo: ‘Este comenzó a
edificar y no pudo terminar’. O ¿qué rey, que sale a enfrentarse contra otro
rey, no se sienta antes y delibera si con diez mil puede salir al paso del que
viene contra él con veinte mil? Y si no, cuando está todavía lejos, envía una
embajada para pedir condiciones de paz. Pues, de igual manera, cualquiera de
vosotros que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío».
(Lc 14,25-33)
Comentario
Hoy contemplamos a Jesús en camino hacia Jerusalén. Allí
entregará su vida para la salvación del mundo. «En aquel tiempo, caminaba con
Jesús mucha gente» (Lc 14,25): los discípulos, al andar con Jesús que les
precede, deben aprender a ser hombres nuevos. Ésta es la finalidad de las
instrucciones que el Señor expone y propone a quienes le siguen en su ascensión
a la “Ciudad de la paz”.
Discípulo significa “seguidor”. Seguir las huellas del
Maestro, ser como Él, pensar como Él, vivir como Él... El discípulo convive con
el Maestro y le acompaña. El Señor enseña con hechos y palabras. Han visto
claramente la actitud de Cristo entre el Absoluto y lo relativo. Han oído de su
boca muchas veces que Dios es el primer valor de la existencia. Han admirado la
relación entre Jesús y el Padre celestial. Han visto la dignidad y la confianza
con la que oraba al Padre. Han admirado su pobreza radical.
Hoy el Señor nos habla en términos claros. El auténtico
discípulo ha de amar con todo su corazón y toda su alma a nuestro Señor
Jesucristo, por encima de todo vínculo, incluso del más íntimo: «Si alguno
viene donde mí y no odia (…) hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío»
(Lc 14,26-27). Él ocupa el primer lugar en la vida del seguidor. Dice san
Agustín: «Respondamos al padre y a la madre: ‘Yo os amo en Cristo, no en lugar
de Cristo’». El seguimiento precede incluso al amor por la propia vida. Seguir
a Jesús, al fin y al cabo, comporta abrazar la cruz. Sin cruz no hay discípulo.
La llamada evangélica exhorta a la prudencia, es decir, a
la virtud que dirige la actuación adecuada. Quien quiere construir una torre
debe calcular si podrá afrontar el presupuesto. El rey que ha de combatir
decide si va a la guerra o pide la paz después de considerar el número de
soldados de que dispone. Quien quiere ser discípulo del Señor ha de renunciar a
todos sus bienes. ¡La renuncia será la mejor apuesta!
Rev. D. Joan GUITERAS i Vilanova (Barcelona, España)
Santoral Católico:
San Severo
Mártir
Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net
¡Buenos días!
El lobo harto y la oveja
La sinceridad es
una virtud exigente, ya que puedes faltar a la verdad de distintas y sutiles
maneras. Por ejemplo, con la simulación, que es mentir con los hechos, o con la
hipocresía pasando por lo que no se es, o con jactancias atribuyéndose uno excelencias
que no posee, o con adulaciones cuando se engaña para sacar algún provecho de
los otros.
Un lobo harto de comer y ya sin hambre, vio a
una oveja tendida en el suelo. Dándose cuenta que se había desplomado
simplemente de terror, se le acercó, y tranquilizándola le prometió dejarla ir
si le decía tres verdades. Le dijo entonces la oveja que la primera es que
preferiría no haberlo encontrado; la segunda, que como ya lo encontró, hubiera
querido encontrarlo ciego; y por tercera verdad le dijo:—¡Ojalá, todos los
lobos malvados, murieran de mala muerte, ya que, sin haber recibido mal alguno
de nosotras, nos dan una guerra cruel! Reconoció el lobo la realidad de
aquellas verdades y dejó marchar a la oveja. Esopo.
La grandeza de la
oveja de la fábula, está en su valentía para no adular al lobo con mentiras, en
una situación de vida o muerte. Así como también resalta la honestidad del lobo
que sostuvo su promesa, a pesar de que la aterrorizada oveja le cantó verdades
en la cara. Que construyas cada día tu vida sobre una conducta sincera, leal,
honesta.
Padre Natalio
Tema del día:
Caminos de conversión
Muchos caminos llevan al encuentro con Cristo en su
Iglesia. Tantos que resulta difícil enumerarlos. ¿Por qué? Porque el Señor
llama a sus hijos de mil maneras, porque cada persona encuentra el hilo central
de su vida desde esa acción maravillosa de la gracia en los corazones.
Unos llegan porque buscaron razones para su ateísmo y
otros porque querían entender una religión que tenía a sus espaldas 2000 años
de historia. Unos porque hicieron una carrera científica y otros porque
emprendieron estudios humanísticos. Unos porque encontraron el amor de su vida
en un creyente y otros porque nunca encontraron con quién compartir el pan de
cada día. Unos porque discutieron un día sí y otro también con un católico
convencido, y otros simplemente porque vieron cómo la caridad lleva a darlo
todo por los más necesitados.
Como un punto hacia el que confluyen mil rayos, la
conversión acerca los corazones entre sí al unirlos a Cristo. Desde un
accidente o un encuentro afortunado, tras un día de calor o a causa del frío,
después de una noche en vela o gracias a un sueño enigmático, con la compañía
de un amigo bueno o desde reflexiones en solitario.
El resultado de todos es el mismo: encontrarse con el
Amigo, el Salvador, el Maestro bueno, el Mesías. Un encuentro que alegra el
alma, que da sentido a la vida, que tiñe de colores nuevos el cielo que a todos
nos arropa, que hace perder el miedo a la muerte con la esperanza de la vida
eterna.
Sí, hay tantos caminos que llevan a esa gran meta de la
conversión. Desde la misma se rompen las fronteras que separan naciones
enfrentadas, se pierden los contornos que dividen a las clases sociales, se
destruyen los muros levantados por odios y miedos irracionales.
Entonces empezamos a ser "hijos de Dios por la fe en
Cristo Jesús. En efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de
Cristo: ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya
que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si sois de Cristo, ya sois
descendencia de Abraham, herederos según la Promesa" (Ga 3,26 29).
¿Cuál ha sido mi camino? ¿Cuál es el tuyo, hermano que
sonríes a mi lado? ¿Cuál será el que recorra quien hoy busca lejos de la Iglesia
y mañana empezará a estar a nuestro lado? Dios tiene una fantasía sin límites,
porque no quiere que nadie se pierda, sino que desea que todos podamos
participar un día en la gran fiesta de la Pascua eterna.
Autor: P. Fernando Pascual LC / Fuente: Catholic.net /
Imagen: Google
La frase de hoy
“En los peligros, en las angustias, en las dudas,
piensa en María, invoca a María.
No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu
corazón...
No te descaminarás si la sigues,
no desesperarás si le ruegas,
no te perderás si en Ella piensas...”
San Bernardo
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa
Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas,
catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la
unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro
Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por la
Paz en el mundo, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos
especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos
políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de
las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los
jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y
religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por la señora Amalia, de 83 años de edad, de las Tunas, Cuba, que por una caída
accidental se ha fracturado el hombro en tres partes, siendo además diabética.
Hoy será operada. Que la Santísima Virgen la proteja y la asista a fin de que
pueda superar con bien este problema.
Pedimos oración por dos hermanas de Costa Rica: por la
salud de Teresita, que lo necesita;
y por el emprendimiento de negocio que abrió Inés, para que todo salga muy bien.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por
nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
“Intimidad Divina”
Lo que hemos
contemplado
“¿No soy yo apóstol? ¿Acaso no he visto ya a Jesús, Señor
nuestro?” (1 Cr 9, 1). San Pablo reivindica su título de apóstol indicando su
fundamento: ¡También él ha visto al Señor! La admisión de Matías en el colegio
apostólico se guió por un criterio semejante: escoger un testigo ocular de la
vida de Jesús, que pudiese hablar por experiencia directa, porque “había
visto”. Aunque en sentido más amplio, nadie puede ser verdadero apóstol si no
está en situación de testimoniar a Cristo a base de un conocimiento y de una
experiencia personal que en cierto modo le haya permitido “ver al Señor”. No se
piense en visiones o comunicaciones extraordinarias, como sucedió con Pablo en
el camino de Damasco; pero es indispensable ese conocimiento íntimo de Cristo
que se funda en la fe y en amor que se dan en la contemplación… El apóstol debe
hallar tiempo para estar a diario, como María, a los pies del Maestro
escuchando su palabra.
Cuando afirma el Concilio que los sacerdotes deben subir
“a una mayor santidad” mediante los cuidados, las tribulaciones y hasta los
peligros del apostolado, les indica el camino: “alimentando y fomentando su
acción en la abundancia de la contemplación” (LG 41). Para que la contemplación
no sea una palabra vacía o un sinónimo de ilusiones fantásticas, se precisa
empeñarse fielmente en la oración personal. Si la celebración de la eucaristía
y los otros sacramentos son la cumbre de la comunión con Dios, pues lo hacen
particularmente presente al cristiano, es necesario que esa comunión sea vivida
conscientemente.
El apóstol deseoso de conocer al Señor y sediento de
intimidad con él, no se deja envolver por la actividad, sino que la ordena de
modo que pueda dedicar cada día un tiempo suficiente a la oración personal,
recordando el aviso de Jesús: “te afanas y preocupas por muchas cosas; sola una
es necesaria” (Lc 10, 41). La esencial, la única cosa necesaria para sí y para
los otros es la comunión íntima con Dios, sin la cual es imposible una
auténtica comunión de caridad con los hermanos y sin la cual las obras
apostólicas se reducen a pura actividad humana. Es cierto que en virtud de la
ordenación sagrada, el sacerdote, aunque no tenga una vida espiritual intensa y
aun esté privado de la gracia santificante, administra válidamente los
sacramentos; pero es también cierto que su palabra, su ejemplo y su actividad
personales tendrán bien poco influjo y eficacia. De todos modos, aun
comunicando la gracia a los demás, el ejercicio de por sí tan santo del
ministerio, no le santificará a él. Se impone, pues, a todo apóstol la
necesidad de ser hombre de oración de modo que llegue a la “abundancia de la
contemplación para consuelo de toda la Iglesia de Dios” (LG 41).
Oh Jesús, tú
quieres que el corazón de tu sacerdote esté lleno de amor, como quieres que su
mente esté resplandeciente de verdad y de doctrina. Oh Jesús, dame el amor a
ti; un amor ardiente, vibrante y abierto a todas las efusiones de mística
intimidad que hacen tan atrayente el ejercicio de la piedad sacerdotal, de la
oración… a la cual poderse abandonar es delicia y manjar sabroso y sólido del
espíritu; es fuente perenne de ánimo, de consuelo en las dificultades, a veces
en las asperezas de la vida y del ministerio sacerdotal y pastoral. Dame el
amor a la santa Iglesia y a las almas, en especial a las que han sido confiadas
a mis cuidados y a mis más sagradas responsabilidades: almas pertenecientes a
todos los estratos sociales; pero con particular interés y solicitud, las almas
de los pecadores, de los pobres de toda suerte… levando a todo ese conjunto de
relaciones la inspiración de la caridad evangélica. (Beato Juan XXIII,
Discursos, mensajes, coloquios.)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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