PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 8 - Número 2202 ~ Domingo
24 de Noviembre de 2013
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
- FINAL DEL AÑO DE LA FE -
Alabado sea
Jesucristo…
Según el relato de Lucas, Jesús ha agonizado en medio de
las burlas y desprecios de quienes lo rodean. Nadie parece haber entendido su
vida. Nadie parece haber captado su entrega a los que sufren ni su perdón a los
culpables. Nadie ha visto en su rostro la mirada compasiva de Dios. Nadie
parece ahora intuir en aquella muerte misterio alguno.
Las autoridades religiosas se burlan de él con gestos
despectivos: ha pretendido salvar a otros; que se salve ahora a sí mismo. Si es
el Mesías de Dios, el “Elegido” por él, ya vendrá Dios en su defensa. También
los soldados se suman a las burlas. Ellos no creen en ningún Enviado de Dios.
Se ríen del letrero que Pilatos ha mandado colocar en la cruz: “Este es el rey
de los judíos”. Es absurdo que alguien pueda reinar sin poder. Que demuestre su
fuerza salvándose a sí mismo.
Jesús permanece callado. De pronto, en medio de tantas
burlas y desprecios, una sorprendente invocación: “Jesús, acuérdate de mí
cuando llegues a tu reino”. No es un discípulo ni un seguidor de Jesús. Es uno
de los dos delincuentes crucificados junto a él. Lucas lo propone como un
ejemplo admirable de fe en el Crucificado. Este hombre, a punto de morir
ajusticiado, sabe que Jesús es un hombre inocente, que no ha hecho más que bien
a todos. Intuye en su vida un misterio que a él se le escapa, pero está
convencido de que Jesús no va a ser derrotado por la muerte. De su corazón nace
una súplica. Solo pide a Jesús que no lo olvide: algo podrá hacer por él.
Jesús le responde de inmediato: “Hoy estarás conmigo en el
paraíso”. Ahora están los dos unidos en la angustia y la impotencia,
pero Jesús lo acoge como compañero inseparable. Morirán crucificados, pero
entrarán juntos en el misterio de Dios.
En medio de la sociedad descreída de nuestros días, no
pocos viven desconcertados. No saben si creen o no creen. Casi sin saberlo,
llevan en su corazón una fe pequeña y frágil. A veces, sin saber por qué ni
cómo, agobiados por el peso de la vida, invocan a Jesús a su manera. “Jesús, acuérdate de mí” y Jesús los
escucha: “Tú estarás siempre conmigo”. Dios tiene sus caminos para
encontrarse con cada persona y no siempre pasan por donde le indican los
teólogos. Lo decisivo es tener un corazón que escucha la propia conciencia.
José Antonio Pagola
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, los magistrados hacían muecas a Jesús
diciendo: «A otros salvó; que se salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios,
el Elegido». También los soldados se burlaban de Él y, acercándose, le ofrecían
vinagre y le decían: «Si tú eres el Rey de los judíos, ¡sálvate!». Había encima
de él una inscripción: «Éste es el Rey de los judíos».
Uno de los malhechores colgados le insultaba: «¿No eres
tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!». Pero el otro le respondió
diciendo: «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros
con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste
nada malo ha hecho». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu
Reino». Jesús le dijo: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso».
(Lc 23,35-43)
Comentario
Hoy, el Evangelio nos hace elevar los ojos hacia la cruz
donde Cristo agoniza en el Calvario. Ahí vemos al Buen Pastor que da la vida
por las ovejas. Y, encima de todo hay un letrero en el que se lee: «Éste es el
Rey de los judíos» (Lc 23,38). Este que sufre horrorosamente y que está tan
desfigurado en su rostro, ¿es el Rey? ¿Es posible? Lo comprende perfectamente
el buen ladrón, uno de los dos ajusticiados a un lado y otro de Jesús. Le dice
con fe suplicante: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino» (Lc
23,42). La respuesta de Jesús es consoladora y cierta: «Yo te aseguro: hoy
estarás conmigo en el Paraíso» (Lc 23,43).
Sí, confesemos que Jesús es Rey. “Rey” con mayúscula.
Nadie estará nunca a la altura de su realeza. El Reino de Jesús no es de este
mundo. Es un Reino en el que se entra por la conversión cristiana. Un Reino de
verdad y de vida, Reino de santidad y de gracia, Reino de justicia, de amor y
de paz. Un Reino que sale de la Sangre y el agua que brotaron del costado de
Jesucristo.
El Reino de Dios fue un tema primordial en la predicación
del Señor. No cesaba de invitar a todos a entrar en él. Un día, en el Sermón de
la montaña, proclamó bienaventurados a los pobres en el espíritu, porque ellos
son los que poseerán el Reino.
Orígenes, comentando la sentencia de Jesús «El Reino de
Dios ya está entre vosotros» (Lc 17,21), explica que quien suplica que el Reino
de Dios venga, lo pide rectamente de aquel Reino de Dios que tiene dentro de
él, para que nazca, fructifique y madure. Añade que «el Reino de Dios que hay
dentro de nosotros, si avanzamos continuamente, llegará a su plenitud cuando se
haya cumplido aquello que dice el Apóstol: que Cristo, una vez sometidos
quienes le son enemigos, pondrá el Reino en manos de Dios el Padre, y así Dios
será todo en todos». El escritor exhorta a que digamos siempre «Sea santificado
tu nombre, venga a nosotros tu Reino».
Vivamos ya ahora el Reino con la santidad, y demos
testimonio de él con la caridad que autentifica a la fe y a la esperanza.
Rev. D. Joan GUITERAS i Vilanova (Barcelona, España)
Santoral Católico:
Cristo Rey del Universo
Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net
¡Buenos días!
Cultiva la paciencia
Las buenas
relaciones humanas en el hogar y fuera del hogar necesitan un clima de
aceptación mutua, de comprensión y compasión, y en especial de paciencia. Es
una faceta del amor. San Pablo en el magnífico himno al amor en 1ª Corintios
13, dice que “el amor es paciente”. La paciencia es difícil. Aquí tienes una
anécdota para motivarte a cultivar esta indispensable virtud.
Había un muchacho que tenía muy mal carácter.
Su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera la
paciencia, debería clavar un clavo detrás de la puerta. El primer día, el
muchacho clavó 37 clavos detrás de la puerta. Y a medida que aprendía a
controlar su genio, añadía cada vez menos clavos en la puerta. Descubría que era
más fácil controlar sus arrebatos que fijar clavos en la puerta. Llegó el día
en que pudo controlar su carácter durante
todo el día. Entonces el padre, le sugirió
que retirara un clavo cada día que lograra controlar su carácter. Los días
pasaron y el joven pudo finalmente anunciar a su padre que no quedaban más
clavos en la puerta. Su padre lo felicitó, lo tomó de la mano y lo llevó hasta
la puerta. Le dijo: "Has trabajado duro, hijo mío, pero mira todos esos
hoyos en la puerta. Nunca más será la misma. Cada vez que tu pierdes la
paciencia, dejas cicatrices como las que aquí ves".
¿No has
comprobado que una palabra dura dicha en un acceso de ira te trajo semanas de
amargura? Un refrán tibetano afirma: “la paciencia en un momento de enojo te
evitará cien días de dolor”. Por la mañana pídele al Señor toda la paciencia
que necesites. Dile “Concédeme hoy fortaleza, paciencia y serenidad. Que nada
ni nadie me perturbe”. Que así sea.
Padre Natalio
Mes de María
Día dieciocho (24/NOV)
La Providencia no nos abandona
jamás
CONSIDERACIÓN.
No basta aceptar el lugar social, en el cual gustó el Señor colocarnos; es necesario
también evitar abandonarnos al descorazonamiento, cuando nos llega el
sufrimiento y la prueba. Dios es nuestro Creador y Padre; no solamente nos ha
sacado Él de la nada, sino que vela por nosotros, durante los días de nuestro
destierro, aquí abajo. ¿Por qué, pues, dejarnos llevar a la turbación e
inquietud? ¿No hemos tenido pruebas de la bondad del Señor y podemos dudar de
su amor?
Nosotros no conocemos el porvenir y ¿quién sabe si las
cosas que deseamos con ardor, no serían una verdadera desgracia? Dejemos, pues,
hacer al buen Dios, y abandonémonos completamente en sus manos.
Veamos cuál ha sido el proceder de la Santísima Virgen en
los momentos de prueba, por los cuales quiso el Señor hacerla pasar. Ella ve a
su Hijo bienamado, amenazado por el rey Herodes y llena de confianza en la
bondad divina, toma con calma el camino a Egipto. Lo pierde en el templo, pero
sin descorazonarse ruega al Señor que se lo devuelva. Así debemos proceder
nosotros, recurriendo a Dios por la oración y no dejándonos llevar jamás a la
desesperación.
“Poned vuestra confianza en el Señor, dice San Agustín, y
abandonaos enteramente a la Providencia, ella no cesa de protegeros”.
EJEMPLO. San
Vicente de Paúl mostraba, en la dulzura de sus palabras y la severidad de su rostro,
que se hallaba preparado siempre para los diversos accidentes de la vida. No
olvidaba su gran máxima: “Nada sucede en el mundo, más que por orden de la
divina Providencia”. Se había arrojado en sus brazos y abandonado enteramente. Un
obispo, admirándose de que nada era suficiente para turbarlo nunca, decía:
-“El señor Vicente es siempre el señor Vicente”.
El santo, sabiendo que se quería suscitar procesos para
apoderarse de los bienes de muchas de sus casas, tenía la costumbre de
responder a los que le hablaban de los medios empleados para conseguir despojarle:
“No me ocurrirá sino lo que plazca al Señor. Él, es el amo de todos mis bienes,
que Él disponga de ellos como guste”.
ORACIÓN DE SAN
PEDRO DAMIÁN. ¡Oh Santa Virgen, Madre abnegada! Dios Todopoderoso, os ha
hecho la depositaria de su poder y de sus gracias; derramad sobre nosotros la abundancia;
todo es posible, puesto que intercedéis por nosotros. Más sois poderosa, más
sois misericordiosa. Así sea.
RESOLUCIÓN. Me
abandonaré a la voluntad de Dios y reposaré, en Él, del cuidado de mi porvenir.
JACULATORIA. María,
Virgen clemente, rogad por nosotros.
Fuente: www.santisimavirgen.com.ar
Finaliza el Año de la Fe
Hoy domingo 24 de noviembre, solemnidad de Jesucristo,
Rey del Universo, se produce la clausura del Año de la Fe, convocado por
Benedicto XVI en 2012, con la carta Porta fidei, la puerta de la fe, para toda
la Iglesia universal. Dentro de este año hemos vivido en la Iglesia la renuncia
del Papa Benedicto y la elección del
Papa Francisco, que tanto interés está suscitando.
Termina el Año de la Fe, pero no así el compromiso de la
fe. Es más, si nuestras comunidades cristianas han comprendido el alcance de
esta propuesta de los papas Benedicto y Francisco, ahora hemos de estar más abiertos a vivir las exigencias de
nuestra condición de cristianos.
Al terminar el Año de la Fe seamos, pues, una “Iglesia
confesante y misionera”; es decir, una comunidad de bautizados que da gracias
gozosamente por el don de la fe, del bautismo y de los demás sacramentos; que
profesa humildemente y agradecidamente el Credo, el símbolo de la fe, y que procura
dar testimonio de Jesús y de su Evangelio con obras y con palabras.
Y también, como consecuencia, la Iglesia es un hogar de
espiritualidad abierto a cuantos buscan y se cuestionan sobre los misterios de
la existencia, sobre el “océano de interrogantes”, que, como ha dicho
recientemente uno de nuestros filósofos, es la vida humana. No nos sentimos
como una comunidad de puros o de selectos, sino de hombres y mujeres que
caminan con sus contemporáneos, procurando que haya “una gran fraternidad”,
como quiere el Papa Francisco.
Mons. Josep Ángel Saiz Meneses
Palabras del Beato Juan Pablo
II
“María es la Virgen que escucha:
escucha con toda la profundidad de su naturaleza humana.
Ella, la llena de gracia,
también es capaz de comprender a fondo
y acoger con docilidad la palabra del mensaje divino”
Beato Juan Pablo II
Nuevo video
Hay un nuevo video subido a este blog.
Para verlo tienes que ir al final de la página.
Nunca olvidemos agradecer
Alguna vez leí que en el cielo hay dos oficinas
diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la
tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí
los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la
cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por
las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque
prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para
dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas"
pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la
segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como
respuesta a nuestros pedidos de oración.
Desde Colombia, nuestro amigo John Fredy G. M. expresa su agradecimiento a Dios omnipotente
porque el día 8 de octubre pasado fue operado y el diagnóstico fue “carcinoma
vesical de alto grado” y en la actualidad está sometido a tratamientos y
evoluciona favorablemente, motivo por el cual nuestro amigo agradece al Altísimo como así también a la intercesión de Santa Laura Montoya. Nos sumamos
en la plegaria de agradecimiento.
Escribe Blanca G. para decirnos que hace mucho tiempo nos
mandó a pedir oraciones por su papá Trinidad,
de Texas, gravemente enfermo de cáncer y con muy pocas esperanzas según los
médicos… y a través de tantas oraciones hechas con fe, Dios lo ha sanado. Demos
gracias a Dios.
Escribe Sophia desde El Salvador, para hacernos saber que
tres meses atrás pidió oraciones por su hermano Julio V., que vive en Texas (USA) que había sufrido un accidente
cerebro vascular con secuelas graves. Hoy quiere agradecer a Dios, a la
Santísima Virgen y a todos los que rezaron pues, luego de un largo y duro
tratamiento, Julio se ha recuperado muchísimo y ya está trabajando de nuevo.
Desde Costa Rica recibimos una nota de Irene que pide
expresar el agradecimiento a Dios por tres personas de su país por las que
oportunamente hemos rezado y que son: Wendolyn,
que resultó absuelta en el juicio que tuvo que afrontar; Nuria A., que ha conseguido un trabajo; y Fabiola M. que está muy bien con su embarazo.
“Intimidad Divina”
Solemnidad de
Cristo Rey
El año litúrgico se cierra con la fiesta de Cristo Rey,
celebración global de su misterio de grandeza y de amor infinito. El argumento
es introducido por la primera lectura (2 Sm 5, 1-3) con el recuerdo de la
unción de David para rey y pastor de Israel, figura profética de Cristo, rey y
pastor de todos los pueblos. Luego se desarrolla en la segunda lectura (Cl 1,
12-20), donde San Pablo ensalza la realeza de Cristo y pasa revista a sus
títulos más expresivos. Cristo es rey porque tiene la primacía absoluta delante
de Dios y delante de los hombres, en el orden de la creación y en el de la
redención… Toda la creación le pertenece, él es a la vez Rey que la rige y
Sacerdote que la consagra y ofrece al Padre para su gloria. Pero como la
creación ha sido contaminada por el pecado, Cristo que la ha redimido al precio
de su sangre, es también Salvador de ella. Los hombres salvados por él
constituyen el Reino de la Iglesia, de la que él es Cabeza, Esposo, Pastor y
Señor.
Por otra parte, por su encarnación, es también hermano de
los hombres y por su pasión y muerte es “el primogénito de entre los muertos”
(ib. 18), que un día resucitarán con él, “primicia” de los resucitados. En
verdad Cristo “es el primero en todo” y en él el hombre lo encuentra todo: la
vida, “la redención, el perdón de los pecados” (ib. 14). Brota así espontáneo
el himno de reconocimiento a Dios Padre que en su Hijo ha querido crear y restaurar
todas las cosas y dar a los hombres vida y salvación: “Demos gracias a Dios
Padre, … que nos ha sacado del dominio de las tinieblas y nos ha trasladado al
reino de su Hijo querido” (ib. 12-13).
Esta liberación y este traslado están documentados al
vivo en el Evangelio de hoy (Lc 23, 35-43) con el episodio conmovedor del buen
ladrón. Jesús está en la cruz; sobre su cabeza cuelga, como escarnio y condena,
el título de su realeza: “Este es el Rey de los Judíos”. Los jefes y los
soldados se burlan de él… Hasta uno de los malhechores colgados al lado, le
injuria; el otro, en cambio, movido de temor de Dios, le defiende: “Lo nuestro
es justo porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha
faltado en nada”; y dirigiéndose a Jesús, dice: “Acuérdate de mí cuando llegues
a tu reino” (ib. 41-42). Es un ladrón, pero cree en Dios y le teme, se confiesa
culpable y acepta el castigo de sus delitos. La fe le ilumina y, primero entre
todos, reconoce la realeza de Jesús, escarnecida y rechazada por los sacerdotes
y jefes del pueblo; y la reconoce no delante de Cristo glorioso, sino ante un
Cristo humillado y moribundo en el patíbulo. Su fe es premiada: “Te lo aseguro:
hoy estarás conmigo en el paraíso” (ib. 43). De este modo Cristo desde la cruz
atrae a sí a los hombres; es el buen pastor que salva la oveja perdida, el
padre que acoge al hijo pródigo, el Rey que establece su reino con el poder del
amor y a precio de su sangre. El que cree y confía en él, podrá escuchar: “Hoy
estarás conmigo en el paraíso”.
Gracias siempre y
en todo lugar a ti, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno: porque
consagraste Sacerdote eterno y Rey del Universo a tu Único Hijo, nuestro Señor
Jesucristo, ungiéndolo con óleo de alegría, para que ofreciéndose a sí mismo,
como víctima perfecta y pacificadora en el altar de la cruz consumara el
misterio de la redención humana; y sometiendo a su poder la creación entera,
entregara a tu majestad infinita un reino eterno y universal: el reino de la
santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz. (Misal Romano)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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