PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 8 - Número 2064 ~
Miércoles 19 de Junio de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
Hay quienes no tienen miedo de asumir compromisos en su
entorno social. Pero hay otros que adoptan como norma de su vida el "no te
metas", egoísta y estéril. Una cosa es meterse y otra muy distinta
"entrometerse". Está muy bien que no te entrometas en la vida de los
demás, déjales su libertad personal y reconoce el derecho que ellos tienen de
decidir sobre su vida. Pero métete con ellos en el sentido de comprometerte, de
preocuparte por su bien, por sus problemas, por sus necesidades. No te aísles
dentro de ti mismo, no límites tu preocupación solamente a ti o a los tuyos.
Convéncete que, de una o de otra forma, todos los seres humanos son tuyos.
Despreocuparse del hermano es despreocuparse de Dios, que es Padre de ambos.
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuidad de
no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos;
de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto,
cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los
hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los
hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas
limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna
quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
»Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan
de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para
ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en
cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la
puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo
secreto, te recompensará.
»Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los
hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en
verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu
cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino
por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te
recompensará».
(Mt 6,1-6.16-18)
Comentario
Hoy, Jesús nos invita a obrar para la gloria de Dios, con
el fin de agradar al Padre, que para eso mismo hemos sido creados. Así lo
afirma el Catecismo de la Iglesia: «Dios creó todo para el hombre, pero el
hombre fue creado para servir y amar a Dios y para ofrecerle toda la creación».
Éste es el sentido de nuestra vida y nuestro honor: agradar al Padre, complacer
a Dios. Éste es el testimonio que Cristo nos dejó. Ojalá que el Padre celestial
pueda dar de cada uno de nosotros el mismo testimonio que dio de su Hijo en el
momento de su bautizo: «Éste es mi Hijo amado en quien me he complacido» (Mt
3,17).
La falta de rectitud de intención sería especialmente
grave y ridícula si se produjera en acciones como son la oración, el ayuno y la
limosna, ya que se trata de actos de piedad y de caridad, es decir, actos que
—per se— son propios de la virtud de la religión o actos que se realizan por
amor a Dios.
Por tanto, «cuidad de no practicar vuestra justicia
delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis
recompensa de vuestro Padre celestial» (Mt 6,1). ¿Cómo podríamos agradar a Dios
si lo que procuramos de entrada es que nos vean y quedar bien —lo primero de
todo— delante de los hombres? No es que tengamos que escondernos de los hombres
para que no nos vean, sino que se trata de dirigir nuestras buenas obras
directamente y en primer lugar a Dios. No importa ni es malo que nos vean los
otros: todo lo contrario, pues podemos edificarlos con el testimonio coherente
de nuestra acción.
Pero lo que sí importa —¡y mucho!— es que nosotros veamos
a Dios tras nuestras actuaciones. Y, por tanto, debemos «examinar con mucho
cuidado nuestra intención en todo lo que hacemos, y no buscar nuestros
intereses, si queremos servir al Señor» (San Gregorio Magno).
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès,
Barcelona, España)
Santoral Católico:
San Romualdo
Abad, Fundador de los Camaldulenses
Información amplia: clic acá
Fuente: Catholic.net
¡Buenos días!
Las abejas de san Medardo
La buena
convivencia comienza por el respeto a las personas y el respeto a todo lo que
les pertenece. Despreciar a los demás no ayuda a formar una sociedad fraterna.
“Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces; pero no
hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos” (M. King).
San Medardo tenía unas colmenas que le
producían una miel excelente, y las
abejas eran muy mansas y buenas. Sucedió que un día llegó un ratero a llevarse
la miel; pero, las abejas lo persiguieron tan terriblemente que no le quedó
otro remedio que meterse en la casa del santo a pedirle que rezara por él. San
Medardo echó una bendición a las abejas y éstas se fueron obedientes, y él,
vuelto hacia el ladrón, le dijo: —Esto es señal de los castigos que te pueden
llegar si sigues robando. Ahora son unas sencillas abejas, pero después los que
te picarán serán tus remordimientos eternamente.
Los santos vivían
con el pensamiento en Cielo. Con esta luz orientaron sus pasos por la vida.
Sabían que obrar mal desagrada y ofende a Dios y nos perjudica seriamente.
Sabían también que no dar importancia a las transgresiones pequeñas, arrastra a
graves pecados, porque adormecen la conciencia… Cuida no lesionar el amor a
Dios y a los hermanos.
Padre Natalio
La frase de hoy
“Si no mantienes la fe, la esperanza y la ilusión en un
mañana mejor,
estás más cerca de ser un sepulturero que un sembrador”
Mario Sarmiento
Tema del día:
Cómo debes ser
Sé amante
de todo lo bello y bueno. Aprecia el valor de las cosas y de las personas; nada
hay insignificante. Estudia la vida; no hay estudio mejor y más hermoso. Deja a
tu alma soñar, pero aprende a tocar sin temor a la realidad; eso es la vida:
sueño y realidad.
Ama la
verdad y escribe con ella en la mano y en el corazón. Sea tu primera virtud la
sinceridad, sin caer en el feo defecto de la indiscreción. Huye de la
vulgaridad, sin caer en la extravagancia.
Sé
optimista sin llegar a ser iluso; aprende a sonreír en la adversidad, serás
valiente; más llora cuando las plantas de tu alma necesiten de rocío; el alma
es un jardín que necesita el rocío de las lágrimas.
Observa y
sabrás por ti mismo; estudia y hallarás para ti y los demás. Cree en algo, pero
jamás ahogues tu criterio en círculos estrechos; el pensamiento es ilimitado.
Pésalo todo con razón y lógica: he aquí la gran filosofía; luego ponle un poco
de tu corazón: he ahí la sabiduría del hombre.
Ama
siempre la vida, nada merece tanto amor como ella; pero jamás temas a la
muerte, espérala sin desesperación. Las leyes naturales encierran una gran
sabiduría que el hombre desconoce.
El amor
considéralo enorme, sublime, incomparable, nada nos hace tan grande como este
sentimiento puro que nos acerca a Dios. Pero conceptúa necesario el dolor,
ocupa igual rango que el amor; nada nos hace más dignos y más justos.
Sé alegre
y triste a la vez. Aborrece la hipocresía, los límites, el fanatismo y lo
vulgar; tendrás personalidad definida. Ten voluntad propia y sobre todas las
cosas, sé siempre "tú"; jamás dejes usurpar ese lugar que solamente a
ti te pertenece.
Así serás
como debe ser, uno menos del "montón", al propio tiempo, uno más en
las filas de los "comprensivos", serás en verdad, un ¡Hombre nuevo!
Junio, mes del Corazón de
Jesús
Día 19: Sed humildes de
corazón
Cuando el Corazón de Jesús quiso enseñarnos algo de sí
mismo, lo dijo con una sola frase: "Aprended de mí que soy manso y humilde
de corazón". Debe tener, pues, un gran valor esta humildad si Jesús la
estimó de tal manera hasta anteponerla a todas las demás virtudes. Él
recomienda la castidad, la caridad, la obediencia, pero ninguna de estas
virtudes da el privilegio que da a la humildad con estas palabras:
"Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón".
Los santos comprendieron bien esta sublime doctrina y no
buscaron la santidad sino por medio de la humildad, persuadidos de que la
humildad es el fundamento de todas las virtudes, el principio de toda gloria.
La misma Virgen confiesa haber recibido insignes favores del Señor porque Él
vio " la humildad de su esclava".
Fuente: Web Católico de Javier
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa
Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas,
catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la
unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro
Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por la
Paz en el mundo, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos
especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos
políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de
las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los
jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y
religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por Juan
Carlos G. T., de Entre Ríos, Argentina, a quien operan hoy en Buenos Aires del
corazón, rogando al Sagrado Corazón de Jesús que su gracia se pose sobre él
para que todo resulte favorable y se recupere pronto.
Pedimos oración por José
Ángel, de Comayagua, Honduras, para que por la amorosa intercesión de
nuestra Madre del cielo, sea liberado del alcoholismo. Y de la misma ciudad
pedimos al Señor por la situación de las finanzas y el proyecto laboral de María G. y su familia.
Pedimos oración por Mariel
L., de Trenque Launquen, Buenos Aires, Argentina, que es una joven mujer de
40 años, esposa y madre de dos pequeños hijos, y que padece cáncer. La ponemos
en las manos de la Santísima Virgen de Lourdes para que Ella interceda por su
curación.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por
nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible
dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no
publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la
solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y
enviarlos a feluzul@gmail.com y deben
poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan sin
asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos. No se reciben
pedidos de oración a través de Facebook ni por otro medio que no sea el correo
antes señalado.
Los Pedidos de Oración se publican de lunes a sábados.
Los domingos se publican los agradecimientos por las gracias concedidas.
“Intimidad Divina”
Manso de corazón
A los sencillos, pobres, enfermos y dolientes que se
agolpaban en torno suyo, les decía Jesús: “Venid a mí todos los que estáis
fatigados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo, y
aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para
vuestras almas” (Mt 11, 28-29). Queriendo atraer a los hombres a sí, les
presenta su doctrina, su ley y su misma persona bajo el perfil de la
mansedumbre y humildad cuya bienaventuranza había ya proclamado. Ya el profeta
lo había presentado así: “He aquí a mi siervo a quien elegí… No disputará, ni
gritará… La caña cascada no la quebrará, ni apagará la mecha humeante” (Mt 12,
18-20). Jesús ganará el corazón de los hombres con la mansedumbre de su
corazón; él “que es Maestro y Señor nuestro, manso y humilde de corazón, atrajo
e invitó pacientemente a los discípulos” (DH 11). A nadie se impone con
violencia y a nadie condena, antes declara: “No he venido para juzgar al mundo,
sino para salvar al mundo” (Jn 12, 47). Jesús realiza su misión de salvador
sobre todo con la mansedumbre y el sacrificio de sí: “Yo soy el buen pastor. El
buen pastor de su vida por las ovejas” (Jn 10, 11). Esta es la mansedumbre que
propone a sus discípulos como condición necesaria para la paz del corazón y en
consecuencia turban la paz de las relaciones mutuas porque se dejan llevar por
la ira. A esos les repite Cristo: “Aprended de mí que soy manso y humilde de
corazón”. Pero propone la mansedumbre también como condición para hacer el bien
y conquistar para Dios a los propios hermanos. La violencia no convence a nadie, sino al contrario indispone y
endurece los corazones; la mansedumbre, en cambio, consigue doblegar y salvar.
Cristo, “manso de corazón” no rehusa la lucha cuando está
en juego la gloria del Padre y la salvación de los hombres. Acoge con bondad
infinita a los pecadores, pero condena abiertamente el pecado, sobre todo la
soberbia, la hipocresía y la dureza de corazón. Emplea también palabras
enérgicas, como las invectivas contra los fariseos (Lc 11, 42-45), y tiene
acciones enérgicas como el gesto contra los profanadores del templo (Jn 2, 15).
Pero cuando se trata de su persona, deja pasar con absoluta mansedumbre
cualquier ofensa. Y así unos le tendrán por loco y otros por endemoniado; sus
parientes podrán dudar de él y los nazaretanos hasta intentar precipitarlo de
la cima del monte, sin provocar en él reacción alguna. En las discusiones con
sus perseguidores, Jesús habla con firmeza procurando iluminar sus mentes, pero
no responde a las calumnias o insultos… Durante la última cena, con el corazón
lleno de amargura, denuncia la traición de uno de los Doce, pero lo hace de
modo que el culpable no quede al descubierto y a él le dice sólo: “Lo que has
de hacer, hazlo pronto” (Jn 13, 28).
Trata de amitos a los hombres que lo traicionan, que
reniegan de él, que le condenan a la muerte por ellos y por ellos dirige al
Padre una oración de excusa pidiendo el perdón. Sólo con los amigos más
queridos se obra así. La mansedumbre de Jesús es la medicina para nuestra ira y
enojo, para nuestra violencia e impaciencia. La cólera ofusca la inteligencia y
arrastra la voluntad a actos impulsivos y por eso menos humanos, mientras que
quien imita la mansedumbre de Cristo, “el que imita a Cristo, hombre perfecto,
se perfecciona cada vez más en su propia dignidad de hombre” (GS 41). La
mansedumbre no conoce enemigos, perdona, ama y “vencen al mal con el bien” (Rm
12, 21). La mansedumbre suaviza los sufrimientos de la vida y dispone a la
aceptación de la voluntad de Dios y al abandono en sus manos en el momento de
la tribulación.
“Venid a mí todos
los fatigados”. Señor, ¿por qué nos fatigamos sino porque, hombres mortales,
quebradizos y débiles, llevamos encima estos cuerpos de barro, que se achuchan
unos a otros? Pero si estos cuerpos de carne se constriñen, ensanchemos las
dimensiones de la caridad. ¿Por qué dices: “Venid a mí todos los fatigados”,
sino para no fatigarnos? El fin de tu llamamiento a los ojos está: “Yo os
aliviaré”. Y añades: “Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí”; no a
construir un universo, no a crear cosas visibles e invisibles, no a obrar
milagros en este mundo, sino… “que soy manso y humilde de corazón” (San
Agustín, Sermón, 69, 1-2)
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.
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