domingo, 2 de junio de 2013

Pequeñas Semillitas 2047

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 8 - Número 2047 ~ Domingo 2 de Junio de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)


Alabado sea Jesucristo…
La crisis económica va a ser larga y dura. No nos hemos de engañar. Nadie sabe muy bien cómo irá reaccionando la sociedad. Sin duda, irá creciendo la impotencia, la rabia y la desmoralización de muchos. Es previsible que aumenten los conflictos y la delincuencia. Es fácil que crezca el egoísmo y la obsesión por la propia seguridad.
Pero también es posible que vaya creciendo la solidaridad. La crisis nos puede hacer más humanos. Nos puede enseñar a compartir más lo que tenemos y no necesitamos. Se pueden estrechar los lazos y la mutua ayuda dentro de las familias. Puede crecer nuestra sensibilidad hacia los más necesitados. Seremos más pobres, pero podemos ser más humanos.
En medio de la crisis, también nuestras comunidades cristianas pueden crecer en amor fraterno. Es el momento de descubrir que no es posible seguir a Jesús y colaborar en el proyecto humanizador del Padre sin trabajar por una sociedad más justa y menos corrupta, más solidaria y menos egoísta, más responsable y menos frívola y consumista.
Es también el momento de recuperar la fuerza humanizadora que se encierra en la eucaristía cuando es vivida como una experiencia de amor confesado y compartido. El encuentro de los cristianos, reunidos cada domingo en torno a Jesús, ha de convertirse en un lugar de concienciación y de impulso de solidaridad práctica.
No podemos comulgar con Cristo en la intimidad de nuestro corazón sin comulgar con los hermanos que sufren. No podemos compartir el pan eucarístico ignorando el hambre de millones de seres humanos privados de pan y de justicia. Es una burla darnos la paz unos a otros olvidando a los que van quedando excluidos socialmente.
La celebración de la eucaristía nos ha de ayudar a abrir los ojos para descubrir a quiénes hemos de defender, apoyar y ayudar en estos momentos. Nos ha de despertar de la “ilusión de inocencia” que nos permite vivir tranquilos, para movernos y luchar solo cuando vemos en peligro nuestros intereses. Vivida cada domingo con fe, nos puede hacer más humanos y mejores seguidores de Jesús. Nos puede ayudar a vivir la crisis con lucidez cristiana, sin perder la dignidad ni la esperanza.
José Antonio Pagola

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy

En aquel tiempo, Jesús les hablaba acerca del Reino de Dios, y curaba a los que tenían necesidad de ser curados. Pero el día había comenzado a declinar, y acercándose los Doce, le dijeron: «Despide a la gente para que vayan a los pueblos y aldeas del contorno y busquen alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar deshabitado». Él les dijo: «Dadles vosotros de comer». Pero ellos respondieron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente».
Pues había como cinco mil hombres. Él dijo a sus discípulos: «Haced que se acomoden por grupos de unos cincuenta». Hicieron acomodarse a todos. Tomó entonces los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición y los partió, y los iba dando a los discípulos para que los fueran sirviendo a la gente. Comieron todos hasta saciarse. Se recogieron los trozos que les habían sobrado: doce canastos.
(Lc 9,11b-17)

Comentario
Hoy es el día más grande para el corazón de un cristiano, porque la Iglesia, después de festejar el Jueves Santo la institución de la Eucaristía, busca ahora la exaltación de este augusto Sacramento, tratando de que todos lo adoremos ilimitadamente. «Quantum potes, tantum aude...», «atrévete todo lo que puedas»: ésta es la invitación que nos hace santo Tomás de Aquino en un maravilloso himno de alabanza a la Eucaristía. Y esta invitación resume admirablemente cuáles tienen que ser los sentimientos de nuestro corazón ante la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Todo lo que podamos hacer es poco para intentar corresponder a una entrega tan humilde, tan escondida, tan impresionante. El Creador de cielos y tierra se esconde en las especies sacramentales y se nos ofrece como alimento de nuestras almas. Es el pan de los ángeles y el alimento de los que estamos en camino. Y es un pan que se nos da en abundancia, como se distribuyó sin tasa el pan milagrosamente multiplicado por Jesús para evitar el desfallecimiento de los que le seguían: «Comieron todos hasta saciarse. Se recogieron los trozos que les habían sobrado: doce canastos» (Lc 9,17).
Ante esa sobreabundancia de amor, debería ser imposible una respuesta remisa. Una mirada de fe, atenta y profunda, a este divino Sacramento, deja paso necesariamente a una oración agradecida y a un encendimiento del corazón. San Josemaría solía hacerse eco en su predicación de las palabras que un anciano y piadoso prelado dirigía a sus sacerdotes: «Tratádmelo bien».
Un rápido examen de conciencia nos ayudará a advertir qué debemos hacer para tratar con más delicadeza a Jesús Sacramentado: la limpieza de nuestra alma —siempre debe estar en gracia para recibirle—, la corrección en el modo de vestir —como señal exterior de amor y reverencia—, la frecuencia con la que nos acercamos a recibirlo, las veces que vamos a visitarlo en el Sagrario... Deberían ser incontables los detalles con el Señor en la Eucaristía. Luchemos por recibir y por tratar a Jesús Sacramentado con la pureza, humildad y devoción de su Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los santos.
Rvdo. D. Manuel COCIÑA Abella (Madrid, España)


Santoral Católico:
Cuerpo y Sangre de Cristo

Información amplia hacer clic acá

Fuente: Catholic.net       


Homilía del Papa Francisco
en la Festividad de Corpus Cristi

Texto completo hacer clic aca


¡Buenos días!

Aférrate

“Aférrate a la fe porque es la fuente de la creencia de que todo es posible. Es la fibra y es la fortaleza de un alma confiada. Aférrate a la esperanza porque destierra la duda y da lugar a actitudes positivas y alegres. Aférrate a la confianza porque se encuentra en el corazón de las relaciones fructíferas que son seguras y satisfactorias.

Aférrate al amor porque es el don más preciado de la vida, porque es generoso, se preocupa y  da significado a la vida. Aférrate a la familia y a los amigos porque son las personas más importantes en tu vida y porque hacen del mundo un lugar mejor. Ellos son la vida que ha crecido con el tiempo para ayudarte a seguir tu camino y permanecer siempre cerca de ti. Aférrate a todo lo que eres y a todo lo que has aprendido, porque esto es lo que te convierte en un ser singular. No menosprecies lo que sientes y lo que crees que es bueno e importante, tu corazón te habla con más fuerza que tu mente. Aférrate a tus sueños, alcánzalos de manera diligente y honrada. No tomes nunca el camino fácil ni te rindas ante el engaño.

Recuerda a otros en tu camino y dedica tiempo para atender sus necesidades. Disfruta de la belleza que te rodea. Ten valor para ver las cosas de manera diferente y más clara. Haz del mundo un lugar mejor día a día y no te olvides de las cosas importantes que dan significado a tu vida” (Autor desconocido). Amigo/a, valoriza sabiamente tus verdaderas riquezas.

Padre Natalio


Palabras del Beato Juan Pablo II

Yo estoy con vosotros hasta el fin del mundo. ¿Qué otra cosa que la Eucaristía constituye la confirmación de estas palabras? ¿No es realmente la Eucaristía el signo de la presencia?, ¿el signo visible y eficaz del Emmanuel? Emmanuel quiere decir precisamente ‘Dios con nosotros’. La Eucaristía es el sacramento del Emmanuel. No se puede vivir en este mundo sin poner nuestra morada en Cristo, no se puede vivir sin Eucaristía”

Beato Juan Pablo II


Tema del día:
Cuerpo y Sangre de Cristo

Hoy es la fiesta del Corpus o de la Eucaristía. Decir Eucaristía es decir algo importantísimo y central en nuestra religión. Se llama del “Corpus” o “del Cuerpo y la Sangre” de Cristo, porque en el lenguaje semita del tiempo de Jesús solían decir “el cuerpo y la sangre” para significar toda la persona. Jesús, al instituir la Eucaristía, consagró primero el pan y luego el vino, como significando su muerte, realidad que representamos en la Misa, aunque Cristo está vivo resucitado. Así nos lo narra hoy san Pablo en la 2ª lectura, unos 20 años después, diciendo que era algo muy precioso que había recibido en tradición desde Jesús por medio de los apóstoles.

De hecho la fiesta principal de la Eucaristía es el Jueves Santo, día de la Institución; pero ese día tiene sombras de tristeza porque está inminente la muerte de Jesús en el Viernes Santo. Por eso surgió esta fiesta, al terminar el tiempo de Pascua, tiempo de alegría, para honrar la presencia permanente de Cristo en la Eucaristía. En este día se saca a Cristo sacramentado en procesión por las calles o junto al templo para que todos le podamos honrar y celebrar con nuestros cantos y actos de fe.

La ocasión para esta fiesta fue un milagro muy célebre, el de Bolsena, cuando un sacerdote, que dudaba de su fe, diciendo Misa, vio cómo la Sagrada hostia sangraba en abundancia. El papa, al constatar que era un verdadero milagro, ordenó hacer la fiesta y encargó los textos litúrgicos e himnos a Santo Tomás de Aquino. La Eucaristía tiene muchas realidades importantes; pero en esta fiesta celebramos sobre todo la permanencia de Jesús, no sólo en la Misa y cuando comulgamos, sino después cuando permanece en el sagrario para que le visitemos y adoremos. Nuestra fe nos dice que allí está Jesús, no sólo por lo que hizo el jueves santo, sino por el don que les dio a sus apóstoles y sucesores. Así lo ha creído siempre nuestra Iglesia, habiendo muchos que han dado su fe proclamándolo, y Dios ha hecho muchos milagros para confirmarlo.

El evangelio de este año correspondiente al ciclo C, nos habla del milagro de la multiplicación de panes y peces. Siempre se ha visto este milagro como un símbolo de la Eucaristía. San Juan narra el discurso que tiene Jesús anunciando la Eucaristía al día siguiente del milagro. Jesús se quedó entre nosotros, no sólo para que le visitemos, sino principalmente para ser alimento especial para nuestra vida en el espíritu. Desgraciadamente muchos le reciben, siendo enemigos suyos, y en algunos lugares ha sido vilmente ultrajado, habiendo sido derramadas por el suelo y pisoteadas las Sagradas Hostias. Jesús respeta la libertad; pero esta fiesta debe servirnos, en la comunión y en la procesión, para que le desagraviemos. Uniéndonos a Jesús, debemos reparar esos ultrajes, con nuestra fe y sobre todo con nuestro amor.

Este milagro de la multiplicación de panes y peces tiene también un signo comunitario, como lo tiene la Eucaristía. Jesús les dice a los apóstoles que ellos den de comer a la gente. Ellos tienen sólo unos pocos panes y peces; pero lo dan a Jesús. Es su colaboración; pero con ello Jesús alimenta a la multitud. El día del Corpus es día también de la caridad. Por la Eucaristía adquirimos el compromiso de compartir. Y no sólo el de compartir, sino el de reconocer en el otro la dignidad de la persona humana.

En la Misa hay varios momentos especiales en que podemos expresar nuestra fe en la presencia de Cristo. Después de la Consagración, en la elevación miramos a la Hostia Sagrada y miramos al cáliz donde está la Sangre de Cristo, junto con su Cuerpo y Divinidad, y proclamamos que Él es nuestro Señor, que significa estar a sus órdenes en todo, ya que ello es al mismo tiempo nuestra mayor felicidad. Cuando Le recibimos en la Comunión, el sacerdote nos dice: “El Cuerpo de Cristo”, a lo cual nosotros respondemos con el “Amén”, que significa un acto de fe en la presencia de Cristo.

Asistamos este día con dignidad y entusiasmo a la veneración de Cristo presente en la Eucaristía para que un día le veneremos más visiblemente en el Cielo.

P. Silverio Velasco (España)


Junio, mes del Corazón de Jesús
Día 2: Fuente de salvación

En cada página del evangelio, el Corazón de Jesús habla de la fe. Por la fe Jesús cura las almas, sana los cuerpos y resucita a los muertos. Cada uno de los milagros es el fruto de la fe; cada palabra suya es una incitación a la fe

La fe es necesaria como el pan que comes, como el aire que respiras. Con la fe eres todo; sin la fe no eres nada. Con frecuencia nuestra fe es lánguida como una llama a punto de extinguirse. Cuando en los campos, en las casas, en las oficinas, en las tiendas, se mofan de tu fe ¿sientes el coraje de defenderla sin sonrojarte, sin respeto humano? Cuando las pasiones te asaltan ferozmente ¿Te acuerdas que con un acto de fe resultas invencible porque Dios combate por ti y contigo?

Fuente: Web Católico de Javier


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Nunca olvidemos agradecer

Alguna vez leí que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

Desde la ciudad de Posadas, Misiones, Argentina, nos llega un agradecimiento por las oraciones hechas hace algunos meses en favor de Pablo (32 años), con diagnóstico de cáncer y tratamiento de quimioterapia. Nos dicen que él está bien, dado de alta y con controles periódicos. Damos gracias a Dios.

Desde México, María del Carmen agradece a Dios y a los que rezaron oportunamente para que a Laura le regresaran a su hogar sus hijas en guardia provisional mientras se gestiona una guardia definitiva, por la que también rezamos a la Santísima Virgen de Guadalupe.

Desde USA agradecen las oraciones hechas por Manuel, que vivía en California y padecía cáncer de pulmón, hasta que finalmente entregó en paz y sin sufrimientos su alma al Señor.

Desde Córdoba, Argentina, agradecemos a Jesús y a la Virgen del Valle por el éxito de la operación de nuestro amigo Pepe P. que ya está reponiéndose en domicilio.

Varias personas han expresado su agradecimiento a Jesús, a la Virgen, a San José y al Beato Juan Pablo II, por haber permitido la continuidad de las publicaciones de “Pequeñas Semillitas”. Me sumo a la oración.


 “Intimidad Divina”

Corpus Christi

La solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo es presentada hoy por la Liturgia en relación con el sacerdocio de Cristo, cuyo don supremo es la Eucaristía: Sacrificio ofrecido al Padre y Banquete servido a los hombres. La primera lectura (Gn 4, 18-20) recuerda la más antigua figura de Cristo Sacerdote: Melquisedec, rey de Salam y sacerdote “del Dios altísimo” que, en acción de gracias a Dios por la victoria de Abrahán, ofrece un sacrificio de “pan y vino”, símbolo de la Eucaristía. Sobre este personaje misterioso del que la Biblia no da indicación alguna ni acerca de su origen ni acerca de su muerte, escribe San Pablo: “sin padre, ni madre, ni genealogía, sin comienzo de días, ni fin de vida, asemejado al Hijo de Dios permanece sacerdote para siempre” (Hb 7, 3). Melquisedec es llamado “sacerdote para siempre” porque de él no se conoce ni el principio ni el fin. Con mayor razón conviene este título a Cristo, cuyo sacerdocio no tiene origen humano sino divino, y por lo tanto es eterno en el sentido más absoluto.

La segunda lectura (1 Cr 11, 23-26) presenta a Cristo Sacerdote en el acto de instituir la Eucaristía, Sacrificio del Nuevo Testamento. La relación es la transmitida por el Apóstol según la tradición “que procede del Señor” (ib. 23). Como Melquisedec, Jesús ofreció “pan y vino”, pero su bendición realizó el gran milagro: “Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros… Esta copa es la nueva Alianza sellada con mi sangre” (ib. 24-25). Ya no es pan, sino verdadero Cuerpo de Cristo; ya no es vino, sino verdadera Sangre. Jesús anticipa la Eucaristía, lo que se cumplirá en el Calvario en sus miembros rotos, y anticipándolo lo deja en testamento a los suyos como memorial de su Pasión: “Haced esto… en memoria mía”. Por eso, concluye San Pablo, “cada vez que coméis de este pan  y bebéis de la copa, proclamaréis la muerte del Señor hasta que vuelva” (ib. 26). No es una “memoria” que se limita a evocar un suceso, ni es una proclamación de solas palabras, porque la Eucaristía hace actualmente presente, aunque en forma sacramental, el Sacrificio de la Cruz y el convite de la última Cena. La misma realidad se ofrece a los fieles de todos los tiempos, para que puedan unirse al Sacrificio de Cristo y alimentarse de su Sangre “hasta que venga” (MR).

La Eucaristía como banquete es el argumento tratado por el Evangelio del día bajo la figura transparente de la multiplicación de los panes (Lc 9, 11b-17). No tenemos aquí sólo el lejano simbolismo del pan y del vino ofrecidos por Melquisedec, sino una acción de Jesús que es preludio evidente de la Cena eucarística. Jesús toma los panes, eleva los ojos al cielo, los bendice, los parte y los distribuye; gestos todos que repetirá en el Cenáculo cuando cambie el pan en su cuerpo. Otro detalle llama la atención: los panes se multiplican en sus manos y de éstas pasan a las de los discípulos que los distribuyen a la multitud. Del mismo modo, siempre será él quien realice el milagro eucarístico, aunque se servirá de sus sacerdotes que serán los ministros y como los tesoreros. En fin, “comieron todos y se saciaron” (ib. 17). La Eucaristía es el convite ofrecido a todos los hombres para saciar su hambre de Dios y de vida eterna. La solemnidad de hoy es una invitación a despertar la fe y el amor a la Eucaristía, para que los fieles se sientan más hambrientos de ella, se acerquen a ella con mayor fervor y sepan excitar esta hambre saludable en sus hermanos indiferentes.

En verdad es justo… darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor, verdadero y único sacerdote. El cual, al instituir el sacrificio de la eterna Alianza, se ofreció a sí mismo como víctima de eterna salvación, y nos mandó perpetuar esta ofrenda en conmemoración suya. Su carne, inmolada por nosotros, es alimento que nos fortalece; su sangre, derramada por nosotros, es bebida que nos purifica. (Misal Romano, Prefacio).

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D. 
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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