PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
12 - Número 3314 ~ Miércoles 29 de Marzo de 2017
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Señor
mío, gracias por cuidar de mi familia, por darnos el pan de cada día, salud y
bienestar, pero sobre todo gracias por amarme. Cuando iniciaste tu misión te
fijaste en dos humildes parejas de hermanos muy trabajadores, quienes, al
escuchar tu llamado, lo dejaron todo para seguirte. Como quisiera también yo
acudir a tu llamado como ellos, abandonar cualquier distracción y apegos
terrenales y darlo todo por tu amor. Ayúdame a saber dejar las cosas que me
impiden dar respuestas adecuadas, a tener mejores decisiones de vida y a optar
por todo lo bueno que Tú me traes. Quiero dejar esas redes que me tienen
prisionero y me estorban en mi camino de conversión y no me dejan actuar con
libertad para cooperar mejor en la construcción de tu reino. Ven a mi vida,
limpia y sana mi interior de todo aquello que no me permite escuchar tu llamado
y dar la batalla. Quiero renovar mi fidelidad en Ti, permanecer en tu gracia,
actuar decididamente para realizar mis proyectos según tu Palabra. Ven e
inspírame con tu amor, lléname todo de Ti y de tu presencia poderosa. Disipa
los miedos que mantienen mi corazón y mente nublados y dame la valentía para
que, unido a Ti, salga a conquistar corazones y proclamar tu esperanza. Amén
¡Buenos días!
Gime el desierto…
¿Ha
perdido “actualidad” la palabra pecado? Pareciera que sí. Sin embargo es una
radical experiencia humana. Basta mirar con sinceridad dentro de nosotros para
descubrir una cuota de egoísmo y de fragilidad que nos induce a hacer el mal
que deberíamos evitar y a no hacer el bien que estamos llamados a practicar.
Refieren los viajeros que, cuando el viento a la
caída de la tarde roza la arena del desierto, se oye a lo lejos algo así como
un suspiro prolongado: “Escucha” –dice entonces la voz del beduino– “el desierto se lamenta, porque quisiera ser
pradera“. En cuántos hombres, caídos por el pecado, existe la añoranza de lo
que podrían ser y no son...
Nunca
el hombre es tan grande como cuando cae de rodillas y pide ser purificado,
cuando, desde lo profundo del alma grita: “¡Ten piedad de mí, Señor, por tu
bondad; por tu gran compasión, borra mis faltas!”, (Sal 51, 3) ¡Cuánta paz trae
una confesión hecha con humilde arrepentimiento!
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo
también trabajo» Por eso los judíos trataban con mayor empeño de matarle,
porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que llamaba a Dios su propio Padre,
haciéndose a sí mismo igual a Dios.
Jesús,
pues, tomando la palabra, les decía: «En verdad, en verdad os digo: el Hijo no
puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre: lo que hace Él,
eso también lo hace igualmente el Hijo. Porque el Padre quiere al Hijo y le
muestra todo lo que Él hace. Y le mostrará obras aún mayores que estas, para
que os asombréis. Porque, como el Padre resucita a los muertos y les da la
vida, así también el Hijo da la vida a los que quiere. Porque el Padre no juzga
a nadie; sino que todo juicio lo ha entregado al Hijo, para que todos honren al
Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo ha
enviado. En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el
que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado
de la muerte a la vida.
»En
verdad, en verdad os digo: llega la hora (ya estamos en ella), en que los
muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán. Porque, como
el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo tener vida en
sí mismo, y le ha dado poder para juzgar, porque es Hijo del hombre. No os
extrañéis de esto: llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros
oirán su voz y saldrán los que hayan hecho el bien para una resurrección de
vida, y los que hayan hecho el mal, para una resurrección de juicio. Y no puedo
hacer nada por mi cuenta: juzgo según lo que oigo; y mi juicio es justo, porque
no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado». (Jn 5,17-30)
Comentario:
Hoy,
el Evangelio nos habla de la respuesta que Jesús dio a algunos que veían mal
que Él hubiese curado a un paralítico en sábado. Jesucristo aprovecha estas
críticas para manifestar su condición de Hijo de Dios y, por tanto, Señor del
sábado. Unas palabras que serán motivo de la sentencia condenatoria el día del juicio
en casa de Caifás. En efecto, cuando Jesús se reconoció Hijo de Dios, el gran
sacerdote exclamó: «¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos?
Acabáis de oír la blasfemia, ¿qué os parece?» (Mt 26,65).
Muchas
veces, Jesús había hecho referencias al Padre, pero siempre marcando una
distinción: la Paternidad de Dios es diferente si se trata de Cristo o de los
hombres. Y los judíos que le escuchaban le entendían muy bien: no era Hijo de
Dios como los otros, sino que la filiación que reclama para Él mismo es una
filiación natural. Jesús afirma que su naturaleza y la del Padre son iguales,
aun siendo personas distintas. Manifiesta de esta manera su divinidad. Es éste
un fragmento del Evangelio muy interesante de cara a la revelación del misterio
de la Santísima Trinidad.
Entre
las cosas que hoy dice el Señor hay algunas que hacen especial referencia a
todos aquellos que a lo largo de la historia creerán en Él: escuchar y creer a
Jesús es tener ya la vida eterna (cf. Jn 5,24). Ciertamente, no es todavía la
vida definitiva, pero ya es participar de la promesa. Conviene que lo tengamos
muy presente, y que hagamos el esfuerzo de escuchar la palabra de Jesús, como
lo que realmente es: la Palabra de Dios que salva. La lectura y la meditación
del Evangelio ha de formar parte de nuestras prácticas religiosas habituales.
En las páginas reveladas oiremos las palabras de Jesús, palabras inmortales que
nos abren las puertas de la vida eterna. En fin, como enseñaba san Efrén, la
Palabra de Dios es una fuente inagotable de vida.
* Rev. D. Francesc PERARNAU i Cañellas (Girona,
España)
Santoral Católico:
Santos Jonás y Baraquicio
Mártires
Sapor,
rey de Persia, emprendió una recia persecución contra los cristianos. Jonás y
Barraquicio, dos monjes de Beth-Iasa, sabiendo que varios cristianos estaban
sentenciados a muerte fueron a alentarlos y servirlos. Después de la ejecución,
los dos santos fueron aprehendidos por haber exhortado los mártires a
perseverar hasta morir.
El
rey empezó instando a los dos hermanos y urgiéndoles a que obedecieran al
monarca persa y que adoraran al sol. Ellos se mantuvieron fieles en su fe a
Cristo, por lo que Barraquicio fue arrojado a un estrecho calabozo, mientras
que Jonás se le ordenó a adorar a los dioses, pero ante su negativa fue azotado
y arrojado a un estanque de agua helada. Posteriormente, Jonás fue atormentado
con muchas torturas, para después ser prensado en un molino de madera hasta
provocarle la muerte. Los jueces le aconsejaron a Barraquicio que salvara su
propio cuerpo, pero el santo jamás renegó su fe; fue entonces sujeto de nuevo a
tormentos y finalmente se le dio muerte, vertiéndoles pez y azufre ardientes en
la boca.
© Aciprensa
Palabras del Papa Francisco
“María
es la mujer que sabe conservar, es decir proteger, custodiar en su corazón el
paso de Dios en la vida de su Pueblo. Desde sus entrañas aprendió a escuchar el
latir del corazón de su Hijo y eso le enseñó, a lo largo de toda su vida, a
descubrir el palpitar de Dios en la historia. Aprendió a ser madre y, en ese
aprendizaje, le regaló a Jesús la hermosa experiencia de saberse Hijo. En
María, el Verbo Eterno no sólo se hizo carne sino que aprendió a reconocer la
ternura maternal de Dios. Con María, el Niño-Dios aprendió a escuchar los
anhelos, las angustias, los gozos y las esperanzas del Pueblo de la promesa […]
Ella se ha acercado en las situaciones más diversas para sembrar esperanza.
Acompañó las cruces cargadas en el silencio del corazón de sus hijos. Tantas
devociones, tantos santuarios y capillas en los lugares más recónditos, tantas
imágenes esparcidas por las casas, nos recuerdan esta gran verdad […] Celebrar
a la Santa Madre de Dios nos recuerda que tenemos Madre; no somos huérfanos,
tenemos una Madre. Confesemos juntos
esta verdad. Y los invito a aclamarla tres veces como lo hicieron los fieles de
Éfeso: Santa Madre de Dios, Santa Madre de Dios, Santa Madre de Dios”.
Tema del día:
Evitar un corazón duro
1) Para saber
En
la Misa del pasado jueves, el Papa Francisco advirtió del peligro de dar la
espalda a la Palabra de Dios: “Se puede perder el sentido de la fidelidad y
convertirse en católicos paganos, en católicos ateos”.
Explicó
diciendo que “cuando no nos paramos a escuchar la voz del Señor terminamos por
alejarnos de Él, le damos la espalda. Y si no escuchamos la voz del Señor,
escuchamos otras voces…”.
En
el mundo hay voces seductoras que quieren distraernos de lo principal, de
nuestros deberes y nos invitan a vivir de modo superficial. Por ejemplo, es el
caso de estar entretenidos en los celulares, video juegos, televisión que, sin
ser malos de suyo, pueden hacer que les demos más importancia que a los demás:
sea cónyuge, madre, hijo, hermano… Nos separan de nuestro deber y, por tanto, de
la voluntad de Dios: nos impiden amar. En vez de ser entretenidos se convierten
en entrete-ni-Dios.
2) Para pensar
Se
cuenta que estaban reunidos fray Gil, fray Simón, fray Rufino y fray Junípero.
Hablaban de cómo evitar ser seducidos por las voces de las tentaciones. Fray
Gil preguntó: “¿Cómo hacen para vencer las tentaciones de impureza?”
Fray
Simón respondió: “Yo considero la vileza y torpeza del pecado, y así la veo
como una grande abominación”.
A
su vez, fray Rufino dijo: “Yo me echo tendido por tierra y estoy en oración
para implorar la clemencia de Dios y de la Madre de Jesucristo”.
Fray
Junípero por su parte añadió: “Cuando yo oigo venir el ruido de la sugestión
diabólica, acudo inmediatamente a cerrar la puerta de mi corazón, y pongo
dentro, para seguridad de la fortaleza, la tropa de muchos santos pensamientos
y deseos, y cuando llega la sugestión carnal y llama a la puerta, respondo yo
desde dentro: «Alejaos, que la casa está ya tomada y no cabe en ella más
gente»; y así nunca dejo entrar el pensamiento impuro”.
Entonces
fray Gil dijo: “Contigo estoy, fray Junípero; el enemigo carnal no se puede
combatir de mejor manera que huyendo; porque tiene dentro al traidor apetito, y
acomete además de fuera por los sentidos corporales, con tanta fuerza que es
preciso huir para poder vencer. Pues el que quiera combatir se fatigará en la
batalla y pocas veces conseguirá victoria. La solución es huir del vicio y así
nos hará vencedores”.
3) Para vivir
Si
reflexionamos, tal vez nos demos cuenta que tenemos cerrados los oídos y
estamos sordos a la voz de Dios. Seríamos católicos, pero lejos de amar
verdaderamente a Dios y, por ello, católicos ateos que escuchan solo la voz de
los ídolos: Si se trata de diversiones, siempre hay tiempo, pero si de Dios se
trata, entonces no hay tiempo.
El
Papa nos invita a no dejar que el corazón se vuelve más duro, más cerrado e
incapaz de recibir nada divino. San Josemaría Escrivá nos aconseja en Camino:
«No tengas la cobardía de ser “valiente”: ¡Huye!» (n. 132).
Esta
Cuaresma redescubramos al Señor. Una forma es leer la Sagrada Escritura
sintiéndonos interpelados por el Señor. Otra forma es acudir a los Sacramentos.
El Papa nos ofrece unas preguntas para conocernos: “¿Mi corazón se ha
endurecido? ¿Me he alejado del Señor? ¿He perdido la fidelidad al Señor y vivo
con los ídolos que me ofrece mundanidad de cada día?”
Pbro. José Martínez Colín
Cuaresma día a día
Unidad de vida
I.
Jesús vino al mundo para que los hombres tuvieran luz y dejaran de debatirse en
las tinieblas (Juan 8, 12), y, al tener luz, pudieran hacer del mundo un lugar
donde todas las cosas sirvieran para dar gloria a Dios y ayudaran al hombre a
conseguir su último fin. Y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no
la recibieron. Son palabras actuales para muchos, pues fuera de Cristo sólo
existen tinieblas. Durante años las realidades temporales quedaron desvirtuadas
al margen de la luz del Revelación. Al faltar esta luz se considera el mundo
como un fin en sí mismo, sin ninguna referencia a Dios, para lo cual se han
tergiversado incluso las verdades más elementales y básicas. El mundo queda en
tinieblas si los cristianos, por falta de unidad de vida, no iluminan y dan
sentido a las realidades concretas de la vida. El cristiano coherente con su fe
es luz en medio del mundo, y es sal que da sabor y preserva de la corrupción.
II.
Adán, con su soberbia, introdujo el pecado en el mundo, rompiendo la armonía de
todo lo creado y del mismo hombre. En adelante, la inteligencia quedó
oscurecida y con posibilidad de caer en error; la voluntad debilitada; la
libertad enferma para amar el bien con prontitud. El hombre quedó profundamente
herido, con dificultad para saber y conseguir su bien verdadero. Dios, en su
misericordia infinita, se compadeció de este estado en el que había caído la
criatura, y nos redimió en Jesucristo. Nos toca a los cristianos,
principalmente a través de nuestra unidad de vida, hacer que todas las
realidades terrenas se vuelvan medios de salvación, porque sólo así servirán
verdaderamente al hombre.
III.
La misión que el Señor nos ha encomendado es la de infundir un sentido
cristiano a la sociedad, porque sólo entonces las estructuras, las instituciones,
el descanso, tendrán un espíritu cristiano y estarán de verdad al servicio del
hombre. Las prácticas personales de piedad no han de estar aisladas del resto
de nuestros quehaceres, sino que, al buscar la unidad efectiva con el Señor,
influyan en todas nuestras actuaciones. Procuremos vivir así, con Cristo y en
Cristo, todos y cada uno de los instantes de nuestra existencia: en el trabajo,
en la familia, en la calle, con los amigos... Esto es unidad de vida. En esta
tarea de santificar las realidades terrenas, los cristianos no estamos solos:
es principalmente fruto de la acción del Espíritu Santo, verdadero Señor de la
historia. A Él le pedimos que remueva el alma de muchas personas para que sean
sal y luz en las realidades terrenas.
Francisco Fernández Carvajal
Oración por la Patria
Jesucristo,
Señor de la historia, te necesitamos.
Nos
sentimos heridos y agobiados.
Precisamos
tu alivio y fortaleza.
Queremos
ser nación, una nación cuya identidad
sea
la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común.
Danos
la valentía de la libertad de los hijos de Dios
para
amar a todos sin excluir a nadie,
privilegiando
a los pobres y perdonando a los que nos ofenden,
aborreciendo
el odio y construyendo la paz.
Concédenos
la sabiduría del diálogo
y
la alegría de la esperanza que no defrauda.
Tú
nos convocas. Aquí estamos, Señor,
cercanos
a María, que desde Luján nos dice:
¡Argentina!
¡Canta y camina!
Jesucristo,
Señor de la historia, te necesitamos.
Amén.
Los cinco minutos de María
Marzo 29
María
oraba y meditaba el mensaje de salvación de Dios a su pueblo. El ángel en
Nazaret la encontró en total disponibilidad para hacer la voluntad de Dios.
La
palabra de Dios nos habla, nos cuestiona, nos exige, nos ubica, nos alienta; es
preciso leerla con frecuencia, meditarla con detención, vivirla con fidelidad.
En
la oración nosotros hablamos a Dios; en la lectura de la Biblia, Dios nos habla
a nosotros; si lo primero es importante, lo segundo es necesario; lo que
nosotros podamos decirle a Dios, Él ya lo conoce; lo que Dios nos tiene que
decir, siempre es nuevo para nosotros.
“Madre, en aquellas tan sencillas palabras -He aquí la sierva del Señor, hágase en mí
según tu palabra- has encontrado todo el
programa de tu vida” (san Juan Pablo II). Te pedimos que nos ayudes a ser
fieles a nuestro proyecto de vida.
* P. Alfonso Milagro
Jardinero de Dios
-el
más pequeñito de todos-
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