martes, 21 de marzo de 2017

Pequeñas Semillitas 3306

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 12 - Número 3306 ~ Martes 21 de Marzo de 2017
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Jesús Eucaristía es el Rey de reyes y Señor de los señores, el Rey del universo, el Señor de la historia, el amigo de los hombres, el hijo de María, el niño de Belén, el Salvador del mundo, que se ha quedado junto a nosotros para ser nuestro compañero de camino y para que podamos acudir a Él fácilmente, cuando tengamos necesidad. Y nos sigue esperando para sanarnos, bendecirnos, alegrarnos y darnos su amor y paz. Su consultorio es el sagrario. Él es el mejor médico, siquiatra y sicólogo del mundo. Atiende gratis las 24 horas de cada día y no necesitamos sacar cita para ser recibidos por Él. Además, Él lo sabe todo y sabe cuáles son nuestros males y necesidades antes de que se las digamos. Él nos espera. ¿Hasta cuándo? ¿Somos tan ricos que no necesitamos de su amor? Dice Jesús: Donde está vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón (Mt 6, 21). ¿Cuál es nuestro tesoro más importante? ¿Qué buscamos con más ansiedad y deseo en nuestra vida? ¿Es Jesús? Pues en la Eucaristía lo encontraremos. ¿Y qué tesoro podemos desear que sea mejor y más importante que el mismo Jesús?
P. Ángel Peña

¡Buenos días!

Virtudes hogareñas
No es raro que en las familias suceda que el trato cortés y delicado se reserve más bien para los extraños. Estábamos quizá discutiendo y vociferando en casa, cuando sonó el timbre, abrimos a la visita que se anunciaba y de inmediato el clima de la convivencia se modificó. Empezó un intercambio de amable cortesía con quienes llegaban de fuera.

Como elegidos de Dios, sus santos y amados, revístanse de sentimientos de profunda compasión. Practiquen la benevolencia, la humildad, la dulzura, la paciencia. Sopórtense los unos a los otros, y perdónense mutuamente siempre que alguien tenga motivo de queja contra otro. El Señor los ha perdonado: hagan ustedes lo mismo. Sobre todo, revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección. Que la paz de Cristo reine en sus corazones: esa paz a la que han sido llamados, porque formamos un solo Cuerpo. Y vivan dando gracias a Dios. (Col 3, 12-15).

El amor que pide Jesús debe llevarte a evitar en tu familia las faltas de aceptación, incomprensiones, y malentendidos. El Señor te quiere ver bondadoso, pacífico, servicial… No es fácil, pero lo puedes, si lo pides cada día: “Señor, ayúdame a ser hoy comprensivo, compasivo y paciente en mi hogar”. Que tengas una semana de buena convivencia.
* Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En aquel tiempo, Pedro se acercó entonces y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?». Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
»Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: ‘Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré’. Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda.
»Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: ‘Paga lo que debes’. Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: ‘Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré’. Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: ‘Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?’. Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano». (Mt 18,21-35)

Comentario:
Hoy, el Evangelio de Mateo nos invita a una reflexión sobre el misterio del perdón, proponiendo un paralelismo entre el estilo de Dios y el nuestro a la hora de perdonar.
El hombre se atreve a medir y a llevar la cuenta de su magnanimidad perdonadora: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?» (Mt 18,21). A Pedro le parece que siete veces ya es mucho o que es, quizá, el máximo que podemos soportar. Bien mirado, Pedro resulta todavía espléndido, si lo comparamos con el hombre de la parábola que, cuando encontró a un compañero suyo que le debía cien denarios, «le agarró y, ahogándole, le decía: ‘Paga lo que debes’» (Mt 18,28), negándose a escuchar su súplica y la promesa de pago.
Echadas las cuentas, el hombre, o se niega a perdonar, o mide estrictamente a la baja su perdón. Verdaderamente, nadie diría que venimos de recibir de parte de Dios un perdón infinitamente reiterado y sin límites. La parábola dice: «Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda» (Mt 18,27). Y eso que la deuda era muy grande.
Pero la parábola que comentamos pone el acento en el estilo de Dios a la hora de otorgar el perdón. Después de llamar al orden a su deudor moroso y de haberle hecho ver la gravedad de la situación, se dejó enternecer repentinamente por su petición compungida y humilde: «Postrado le decía: ‘Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré’. Movido a compasión...» (Mt 18,26-27). Este episodio pone en pantalla aquello que cada uno de nosotros conoce por propia experiencia y con profundo agradecimiento: que Dios perdona sin límites al arrepentido y convertido. El final negativo y triste de la parábola, con todo, hace honor a la justicia y pone de manifiesto la veracidad de aquella otra sentencia de Jesús en Lc 6,38: «Con la medida con que midáis se os medirá».
* Rev. D. Enric PRAT i Jordana (Sort, Lleida, España)

Santoral Católico:
San Nicolás de Flüe
Ermitaño
Nació en Sachseln (Suiza) el año 1417. Contrajo matrimonio y tuvo diez hijos. Gobernó su ciudad, ejerció cargos civiles cantonales y militares. Llevaba vida de piedad y penitencia y cumplía sus deberes con espíritu cristiano. En 1467, a los 50 años y con permiso de su esposa, buscando la soledad y la mayor unión posible con Dios, se retiró a llevar vida eremítica en el desfiladero de Ranft, cercano a su pueblo. Le construyeron una ermita y, junto a ella, una celdita. A partir de entonces se le llamó «Hermano Klaus». Allí pasó el resto de sus años, entregado a la vida contemplativa, experimentando dones místicos extraordinarios, sujeto a rigurosa penitencia, sufriendo y venciendo tentaciones, dando consuelo y sabios consejos a los muchos que le visitaban. Sólo en una ocasión salió de su retiro, ante el peligro de una guerra civil y para reconciliar a los Representados de los Cantones enfrentados. Murió el 21 de marzo de 1487. Pío XII lo proclamó patrono de Suiza y decía de él: «Encarna, con una plenitud admirable, la unión de la libertad terrestre y la libertad celeste».
© Directorio Franciscano    

Pensamiento del día

“Una mañana me llamaron del hospital de Armenia, en Nueva York, para atender a Ann Greer, que llevaba dos meses inconsciente, rígida y con traqueotomía. Yo le puse el portaviáticos (con Jesús Eucaristía) sobre la frente, que era el lugar donde había sido golpeada en un terrible accidente automovilístico. Por la noche fuimos informados de que la niña había recobrado un poco de calor y sus miembros estaban más flexibles. Al día siguiente, los médicos estaban admirados de la mejoría tan grande de la noche a la mañana. Dos días más tarde, reconocía y recordaba. Una semana más tarde, Ann dejaba el hospital totalmente recuperada.”
Padre Darío Betancourt

Tema del día:
Mirar al que traspasaron
1)  Para saber
En esta Cuaresma, el Papa Francisco invitó a contemplar devotamente la imagen del crucifijo, porque la cruz no es un adorno más para llevar o colgar, sino que es “el símbolo de la fe cristiana, es el símbolo de Jesús, muerto y resucitado por nosotros”.
Podemos traer colgada al cuello o poner en la pared de la habitación, pero no como otro adorno, sino para verla con amor, pues en ella Jesús dio su vida por nosotros.
La cruz cristiana, recordó el Papa, “no es un utensilio de la casa o un adorno para llevar, sino la cruz cristiana es un recordatorio del amor con que Jesús se sacrificó para salvar a la humanidad del mal y del pecado”.

2) Para pensar
Cuando san Juan Pablo II visitó Brasil, quiso ir a un hospital de leprosos. Procuró dar ánimos a los enfermos y moverlos a la esperanza. Entre otras cosas les dijo: “Vuestra enfermedad es una cruz, pero no una ciega fatalidad. El sufrimiento puede convertirse en un principio de gracias y salvación”.
En la capilla del hospital había una rosa pintada llena de espinas que representaba el sufrimiento que crece en el amor y una imagen de Cristo mutilado de brazos y de piernas, ante el que los leprosos rezan una bella oración que data del siglo XIV: «Cristo no tiene manos porque tiene las nuestras, no tiene pies, porque tiene los nuestros, para guiar y conducir a los hombres a su camino».
Pensemos que también Jesús cuenta con nuestras manos y pies para hacer llegar su Amor a los demás.

3) Para vivir
También el Papa Benedicto XVI hace años invitaba para que en el tiempo de Cuaresma mirásemos a Jesús en la Cruz, como dice la Escritura: “mirarán al que traspasaron” (Jn 19,37): «Dirijamos nuestra mirada, en este tiempo de penitencia y oración, a Cristo crucificado que, muriendo en el Calvario, nos ha revelado plenamente el amor de Dios… La Cuaresma es un tiempo propicio para aprender a permanecer con María y Juan junto a Aquel que en la Cruz consuma su sacrificio de su vida para toda la humanidad».
Nuestro Señor le reveló a Santa Gertrudis que quien mira devotamente el Crucifijo, siempre que le mira es mirado por Jesús con Amor.
Santo Tomás de Aquino, el gran teólogo y filósofo, visitó en una ocasión a otro santo y gran teólogo, San Buenaventura. En su conversación le preguntó Santo Tomás dónde había aprendido la profunda y excelente doctrina que exponía en sus obras. Entonces San Buenaventura le señaló un Crucifijo y le confió: «Este es el libro que me dicta todo lo que escribo. Lo poco que sé, aquí lo he aprendido». Cabe decir que el Crucifijo estaba gastado y ennegrecido por los muchos besos que había recibido.
Por ello San Josemaría Escrivá nos aconseja tener una cruz siempre: “Tu crucifijo. –Por cristiano, deberías llevar siempre contigo tu crucifijo. Y ponerlo sobre tu mesa de trabajo. Y besarlo antes de darte al descanso y al despertar: y cuando se rebele contra tu alma el pobre cuerpo, bésalo también” (Camino, n 302).
© Pbro. José Martínez Colín

Cuaresma día a día
Perdonar y disculpar
I. Es muy posible, que en la convivencia de todos los días, alguien nos ofenda, que se porte con nosotros de manera poco noble, que nos perjudique. Y esto, quizá de manera habitual. ¿Hasta siete veces he de perdonar? Es decir, ¿he de perdonar siempre? Conocemos la respuesta del Señor a Pedro, y a nosotros: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Es decir, siempre. Pide el Señor a quienes le siguen, a ti y a mí, una postura de perdón y de disculpa ilimitados. A los suyos, el Señor les exige un corazón grande. Quiere que le imitemos. Nuestro perdón ha de ser sincero, de corazón, como Dios nos perdona a nosotros. Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Perdón rápido, sin dejar que el rencor o la separación corroan el corazón ni por un momento. Sin humillar a la otra parte, sin adoptar gestos teatrales. La mayoría de las veces bastará con sonreír, devolver la conversación. Seguir al Señor de cerca es encontrar, en el perdonar con prontitud, un camino de santidad.

II. En algún caso, nos puede costar el perdón. En lo grande o en lo pequeño. El Señor lo sabe y nos anima a recurrir a Él, que nos explicará cómo este perdón sin límite, compatible con la defensa justa cuando sea necesaria, tiene su origen en la humildad. Cuando una persona es sincera consigo misma y con Dios, no es difícil que se reconozca como aquel siervo que no tenía con qué pagar. No solamente porque todo lo que es y tiene se lo debe a Dios, sino también porque han sido muchas las ofensas perdonadas. Sólo nos queda una salida: acudir a la misericordia de Dios, para que haga con nosotros lo que hizo con aquel criado: compadecido de aquel siervo, le dejó libre y le perdonó la deuda. La humildad de reconocer nuestras muchas deudas para con Dios nos ayudará a perdonar y a disculpar a los demás, que es muy poco en comparación con lo que nos ha perdonado el Señor.

III. La caridad ensancha el corazón para que quepan en él todos los hombres, incluso a aquellos que no nos comprenden o no corresponden a nuestro amor. Junto al Señor no nos sentiremos enemigos de nadie. Junto a Él aprenderemos a no juzgar las intenciones íntimas de las personas. Cometemos muchos errores porque nos dejamos llevar por juicios o sospechas temerarias porque la soberbia es como esos espejos curvos que deforman la verdadera realidad de las cosas. Sólo quien es humilde es objetivo y capaz de comprender las faltas de los demás y a perdonar. La Virgen nos enseñará a perdonar y a luchar por adquirir las virtudes que, en ocasiones, nos pueden parecer que faltan a los demás.
Francisco Fernández Carvajal

Los cinco minutos de María
Marzo 21
Gracias quiero darte, buena Madre de Jesús; gracias quiero darte por la vida de la gracia; gracias, Madre mía por habernos dado a Cristo, por los hondos beneficios que nos da la redención.
Porque Dios habita en mí y enriquece mi existencia, por el cielo que yo espero, por la vida de esta tierra, por poder llamarte Madre y contar con tu socorro, por confiar en tus bondades, recibir tu protección.
“Madre, tú quisiste a cada hijo en el Corazón de Jesús, aceptaste a cada uno de los miembros de la Iglesia” (san Juan Pablo II). Haz que nuestras comunidades cristianas sean abiertas, hospitalarias, fraternas.
* P. Alfonso Milagro

Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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