PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
12 - Número 3297 ~ Domingo 12 de Marzo de 2017
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
En
la escena del Evangelio de este día (la Transfiguración del Señor) el Padre
celestial les dice a los apóstoles, refiriéndose a Jesús: “Escuchadle”.
Escuchar
a Jesús es también escuchar a la Iglesia. No todo es bueno dentro de la
Iglesia; pero hay mucha transfiguración: Hay experiencia de Dios, presencia de
Cristo, dinamismo del Espíritu. Hay muchos cuya vida se transfigura, dejando su
vida anterior, siendo testigos de Cristo. Y hay también muchos miembros
dolientes de la humanidad que esperan que nosotros estemos transfigurados para
que les podamos ayudar. Dice san Pablo que Jesús “transformará nuestro humilde
cuerpo en cuerpo de gloria” (Fil 3,21). Hoy se nos invita a la esperanza:
Porque hemos sido pecadores tendremos que hacer penitencia; pero esperamos un
día vivir gloriosos con Cristo resucitado.
P. Silverio Velasco
¡Buenos días!
A los jóvenes esposos
Cuando
Dios regala a una familia un hijo, la alegra con una preciosa donación,
confiando que los padres de la criatura la cuidarán con responsabilidad hasta
la edad adulta. Se ha escrito mucho sobre cómo educar a los niños y a los
adolescentes. Por eso, cuando encuentro sobre el tema una orientación luminosa,
breve y perfecta, siento el deseo de compartirla para que todos aprovechen ese
condensado de sabiduría. Lee y medita.
Si el supremo Creador te da un hijo, tiembla por el
sagrado depósito que confía a tus cuidados. Haz que ese hijo hasta los diez
años, te admire. Hasta los 20, te ame. Y hasta la muerte, te respete. Sé para
ese hijo hasta los diez, su padre. Hasta los 20 años, su maestro y hasta la
muerte, su amigo.
Qué
metas simples pero exigentes: ser para el hijo un padre, un maestro y un amigo,
poniendo sin embargo el acento hasta los diez años, en la paternidad
protectora, hasta los veinte en la docencia del difícil arte de vivir
honestamente, y hasta la muerte en la amistad que todo lo comparte con humildad
y sabiduría. Gracias, hermano/a, por acercarte a este sitio web. Hasta mañana.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En
aquel tiempo, Jesús toma consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los
lleva aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se
puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. En
esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con Él. Tomando Pedro
la palabra, dijo a Jesús: «Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí
tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
Todavía
estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y de la nube
salía una voz que decía: «Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco;
escuchadle». Al oír esto los discípulos cayeron rostro en tierra llenos de
miedo. Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo: «Levantaos, no tengáis
miedo». Ellos alzaron sus ojos y ya no vieron a nadie más que a Jesús solo. Y
cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No contéis a nadie la visión hasta
que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos». (Mt 17,1-9)
Comentario:
Hoy,
camino hacia la Semana Santa, la liturgia de la Palabra nos muestra la
Transfiguración de Jesucristo. Aunque en nuestro calendario hay un día
litúrgico festivo reservado para este acontecimiento (el 6 de agosto), ahora se
nos invita a contemplar la misma escena en su íntima relación con los sucesos
de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.
En
efecto, se acercaba la Pasión para Jesús y seis días antes de subir al Tabor lo
anunció con toda claridad: les había dicho que «Él debía ir a Jerusalén y
sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y
ser matado y resucitar al tercer día» (Mt 16,21).
Pero
los discípulos no estaban preparados para ver sufrir a su Señor. Él, que
siempre se había mostrado compasivo con los desvalidos, que había devuelto la
blancura a la piel dañada por la lepra, que había iluminado los ojos de tantos
ciegos, y que había hecho mover miembros lisiados, ahora no podía ser que su
cuerpo se desfigurara a causa de los golpes y de las flagelaciones. Y, con
todo, Él afirma sin rebajas: «Debía sufrir mucho». ¡Incomprensible! ¡Imposible!
A
pesar de todas las incomprensiones, sin embargo, Jesús sabe para qué ha venido
a este mundo. Sabe que ha de asumir toda la flaqueza y el dolor que abruma a la
humanidad, para poderla divinizar y, así, rescatarla del círculo vicioso del
pecado y de la muerte, de tal manera que ésta —la muerte— vencida, ya no tenga
esclavizados a los hombres, creados a imagen y semejanza de Dios.
Por
esto, la Transfiguración es un espléndido icono de nuestra redención, donde la
carne del Señor es mostrada en el estallido de la resurrección. Así, si con el
anuncio de la Pasión provocó angustia en los Apóstoles, con el fulgor de su
divinidad los confirma en la esperanza y les anticipa el gozo pascual, aunque,
ni Pedro, ni Santiago, ni Juan sepan exactamente qué significa esto de…
resucitar de entre los muertos (cf. Mt 17,9), ¡Ya lo sabrán!
* Rev. D. Jaume GONZÁLEZ i Padrós (Barcelona, España)
Palabras de San Juan Pablo II
“La
Cuaresma es tiempo en el que el Señor Jesucristo nos hace un especial llamado a
la conversión. En actitud orante y comprometida, hemos de escuchar atentamente
aquellas palabras: ‘Mira que estoy a la puerta y llamo’ (Ap 3,20). Sí, es el
mismo Señor quien llama dulcemente al corazón de cada uno, sin forzarnos, esperando
pacientemente que le abramos la puerta para entrar y sentarse a la mesa con
nosotros”
Predicación del Evangelio:
Se transfiguró ante ellos
¿Por
qué la fe, las prácticas religiosas están en declive y no parecen constituir,
al menos para la mayoría, el punto de fuerza en la vida? ¿Por qué el tedio, el
cansancio, la molestia al cumplir los propios deberes de creyentes? ¿Por qué
los jóvenes no sienten que les atraen? ¿Por qué, en resumen, esta monotonía y
esta falta de gozo entre los creyentes en Cristo? El episodio de la
transfiguración nos ayuda a dar una respuesta a estos interrogantes.
¿Qué
significó la transfiguración para los tres discípulos que la presenciaron?
Hasta entonces habían conocido a Jesús en su apariencia externa, un hombre no
distinto a los demás, de quien conocían su procedencia, sus costumbres, su tono
de voz... Ahora conocen a otro Jesús, al verdadero Jesús, al que no se consigue
ver con los ojos de todos los días, a la luz normal del sol, sino que es fruto
de una revelación imprevista, de un cambio, de un don.
Para
que las cosas cambien también para nosotros, como para aquellos tres discípulos
en el Tabor, es necesario que suceda en nuestra vida algo semejante a lo que
ocurre a un chico o a una chica cuando se enamoran. En el enamoramiento el
otro, el amado, que antes era uno de tantos, o tal vez un desconocido, de golpe
se convierte en único, el único que interesa en el mundo. Todo lo demás
retrocede y se sitúa en un fondo neutro. No se es capaz de pensar en otra cosa.
Sucede una auténtica transfiguración. La persona amada se contempla como en un
halo luminoso. Todo aparece bello en ella, hasta los defectos. Si acaso, se
siente indignidad hacia ella. El amor verdadero genera humildad. Algo cambia
también concretamente hasta en los hábitos de vida. He conocido a chicos a
quienes por la mañana sus padres no lograban sacar de la cama para ir al
colegio; si se les encontraba un trabajo, en poco tiempo lo abandonaban; o bien
descuidaban los estudios sin llegar a licenciarse nunca... Después, cuando se
han enamorado de alguien y se han hecho novios… ¿Qué ha ocurrido? Nada,
sencillamente lo que antes hacían por constricción ahora lo hacen por
atracción. Y la atracción es capaz de hacer cosas que ninguna constricción
logra; pone alas a los pies. «Cada uno», decía el poeta Ovidio, «es atraído por
el objeto del propio placer».
Algo
por el estilo, decía, debería suceder una vez en la vida para ser verdaderos
cristianos, convencidos, gozosos se serlo. «¡Pero a la chica o al chico se le
ve, se toca!». Respondo: también a Jesús se le ve y se le toca, pero con otros
ojos y con otras manos: del corazón, de la fe. Él está resucitado y está vivo.
Es un ser concreto, no una abstracción, para quien ha tenido esta experiencia y
este conocimiento. Más aún, con Jesús las cosas van incluso mejor. En el
enamoramiento humano hay artificio, atribuyendo al amado cualidades de las que
tal vez carece y con el tiempo frecuentemente se está obligado a cambiar de
opinión. En el caso de Jesús, cuanto más se le conoce y se está a su lado, más
se descubren nuevos motivos para estar enamorados de Él y seguros de la propia
elección.
Esto
no quiere decir que hay que estar tranquilos y esperar, también con Cristo, el
clásico «flechazo». Si un chico, o una chica, pasa todo el tiempo encerrado en
casa sin ver a nadie, jamás sucederá nada en su vida. ¡Para enamorarse hay que
frecuentarse! Si uno está convencido, o sencillamente comienza a pensar que tal
vez conocer a Jesús de este modo distinto, trasfigurado, es bello y vale la
pena, entonces es necesario que empiece a «frecuentarlo», a leer sus escritos.
¡Sus cartas de amor son el Evangelio! Es ahí donde Él se revela, se
«transfigura». Su casa es la Iglesia: es ahí donde se le encuentra.
© P. Raniero Cantalamessa
Cuaresma día a día
Del Tabor al Calvario
I.
Jesús había declarado a sus discípulos lo que iba a sufrir y padecer en
Jerusalén, antes de morir a manos de los príncipes y sacerdotes. Los Apóstoles
quedaron sobrecogidos y entristecidos por este anuncio. La ternura de Jesús les
da ahora “una gota de miel” a los tres que serán testigos de su agonía en el
huerto de los Olivos, Pedro, Santiago y Juan: les hace que contemplen su
glorificación. Mientras Él oraba, cambió el aspecto de su rostro y su vestido
se volvió blanco, resplandeciente (Lucas 9, 29). Y le ven conversar con Elías y
Moisés, que aparecían gloriosos. Pedro exclama: Señor, ¡bueno es permanecer aquí!
Hagamos tres tiendas... El evangelista, refiriéndose a este suceso, comenta “no
sabía lo que decía”: porque lo bueno, lo que importa, no es hallarse aquí o
allá, sino estar siempre con Jesús, en cualquier parte, y verle detrás de las
circunstancias en las que nos encontramos. Si permanecemos con Jesús, estaremos
muy cerca de los demás y seremos felices en cualquier lugar o situación en que
nos encontremos.
II.
La existencia de los hombres es un caminar hacia el Cielo, nuestra morada (2
Corintios 5, 2). Caminar en ocasiones es áspero y dificultoso, porque con
frecuencias hemos de ir contra corriente y tendremos que luchar con muchos
enemigos de dentro de nosotros mismos y de fuera. Pero quiere el Señor
confortarnos con la esperanza del Cielo, de modo especial en los momentos más
duros o cuando la flaqueza de nuestra condición se hace más patente. El atisbo
de gloria que tuvo el Apóstol lo tendremos en plenitud en la vida eterna. El
pensamiento de la gloria que nos espera debe espolearnos en nuestra lucha
diaria. Nada vale tanto como ganar el Cielo.
III.
Lo normal para los Apóstoles fue ver al Señor sin especiales manifestaciones
gloriosas, lo excepcional fue verlo transfigurado. A este Jesús debemos
encontrar nosotros en nuestra vida ordinaria, en medio del trabajo, en la
calle, en quienes nos rodean, en la oración, cuando nos perdona en la
Confesión, y sobre todo, en la Sagrada Eucaristía, donde se encuentra
verdadera, real y sustancialmente presente. Pero no se nos muestra con
particulares manifestaciones. Más aún, hemos de aprender a descubrir al Señor
detrás de lo ordinario, de lo corriente, huyendo de la tentación de desear lo
extraordinario. Nunca debemos olvidar que aquel Jesús con el que estuvieron en
el monte Tabor aquellos tres privilegiados es el mismo que está junto a
nosotros cada día, ahora mismo. Esta Cuaresma será distinta si nos esforzamos
en actualizar esa presencia divina en lo habitual de cada día.
Francisco Fernández Carvajal
Nuevo vídeo
Hay
un nuevo vídeo subido al blog
de
"Pequeñas Semillitas" en
internet.
Para
verlo tienes que ir al final de esta página
Agradecimientos
Imaginemos
que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las
oraciones de las personas en la tierra:
Una
es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que
atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que
llegan en todo momento.
La
otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y
en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega
ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde
esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por
semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina:
agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros
pedidos de oración.
Por
segundo domingo consecutivo, lamentablemente nadie ha enviado notas de
agradecimiento. Los ángeles que los reciben seguirán esperando aburridos…
Los cinco minutos de María
Marzo 12
Dios
toma la iniciativa y sale al encuentro del hombre para salvarlo. Pero Dios no
salva al hombre sin la colaboración del hombre. “El que te creó a ti, no te va
a salvar sin ti” decía San Agustín.
María
vio en el ángel al enviado de Dios y sus palabras fueron escuchadas por María
como palabras de Dios. Por eso su respuesta no fue dirigida tanto al ángel
cuanto a Dios, a cuya disposición su puso incondicionalmente.
María, enséñanos a ponernos a disposición de Dios y a
colaborar en nuestra salvación y en la de nuestros hermanos.
* P. Alfonso Milagro
Jardinero de Dios
-el
más pequeñito de todos-
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