PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
12 - Número 3295 ~ Viernes 10 de Marzo de 2017
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Amado
mío Jesucristo, te alabo en este día con todo mi corazón, para que vengas,
vivas y reines en mí. Hoy estoy dispuesto a hacer una opción clara por Ti, sin
buscarte sólo cuando tenga alguna necesidad, sino en todas las situaciones de
mi vida, en las difíciles y en las que me llenan de alegría. Entiendo que eres
la fuente de mi vida, solo Tú me llenas con tu amor y no me abandonas en ningún
momento. Ven a sanar mi corazón de los sentimientos que me mantienen atado al
pasado y no me dejan ser feliz, para ser libre y vivir una relación personal,
sólida y estable contigo. Te entrego mi corazón con toda la pasión de que soy
capaz de darte, porque necesito estar cerca de Ti para encontrarle sentido a
las situaciones que experimento y a veces me hacen dudar. Amén
¡Buenos días!
“Experiencias del más allá”
Este
es el título de un libro del P. Ángel Peña sobre experiencias de personas dadas
clínicamente por muertas, que han podido vislumbrar un poco del más allá. El
infierno existe, al igual que el cielo y el purgatorio. Esto se comprueba de
modo existencial, no con documentos de la Iglesia o vidas de santos. Que sepas
aprovechar estos testimonios para vivir de cara a la eternidad.
Dorothy estaba para dar a luz, y dice: “Mientras
estaba tendida en la mesa de operaciones, esperando a que el médico me hiciera
la cesárea, empecé a desfallecer. Se lo dije al anestesista y me dio oxígeno,
pero eso no me sirvió de nada. Recuerdo haber oído que le gritaba al doctor que
me estaba bajando la presión... Y me encontré en el cielo. Allí todo era
maravilloso. Había una paz infinita. Jesús empezó a hablarme y me decía:
“Dottie, te dejo aquí en la tierra con una finalidad”. En ese momento, me lo
explicó todo. Mientras me hablaba, yo pensaba por qué me habría elegido a mí
para revelarme esas cosas. Cuando terminó de hablar, me alejé flotando de ese
hermoso lugar y volví a sentir mi cuerpo en la mesa de operaciones. Me llevaron
otra vez a la habitación”.
En
la actualidad, este tema ha sido estudiado por investigadores de todo el mundo,
cardiólogos, siquiatras, pediatras, anestesistas, sicólogos, teólogos,
sociólogos y otros especialistas médicos
o estudiosos de otras disciplinas. Todos están de acuerdo en que estas
experiencias son reales y que no son fruto de alucinaciones o de imaginaciones
arbitrarias. Que reafirmen tu fe.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Os digo que, si vuestra justicia no
es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los
cielos. Habéis oído que se dijo a los antepasados: ‘No matarás; y aquel que
mate será reo ante el tribunal’. Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice
contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano
"imbécil", será reo ante el Sanedrín; y el que le llame
"renegado", será reo de la gehenna de fuego.
»Si,
pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un
hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y
vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu
ofrenda. Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el
camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te
metan en la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado
el último céntimo». (Mt 5,20-26)
Comentario:
Hoy,
el Señor, al hablarnos de lo que ocurre en nuestros corazones, nos incita a
convertirnos. El mandamiento dice «No matarás» (Mt 5,21), pero Jesús nos
recuerda que existen otras formas de privar de la vida a los demás. Podemos
privar de la vida a los demás abrigando en nuestro corazón una ira excesiva
hacia ellos, o al no tratarlos con respeto e insultarlos («imbécil»;
«renegado»: cf. Mt 5,22).
El
Señor nos llama a ser personas íntegras: «Deja tu ofrenda allí, delante del
altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano» (Mt 5,24), es decir, la
fe que profesamos cuando celebramos la Liturgia debería influir en nuestra vida
cotidiana y afectar a nuestra conducta. Por ello, Jesús nos pide que nos
reconciliemos con nuestros enemigos. Un primer paso en el camino hacia la
reconciliación es rogar por nuestros enemigos, como Jesús solicita. Si se nos
hace difícil, entonces, sería bueno recordar y revivir en nuestra imaginación a
Jesucristo muriendo por aquellos que nos disgustan. Si hemos sido seriamente
dañados por otros, roguemos para que cicatrice el doloroso recuerdo y para
conseguir la gracia de poder perdonar. Y, a la vez que rogamos, pidamos al
Señor que retroceda con nosotros en el tiempo y lugar de la herida
—reemplazándola con su amor— para que así seamos libres para poder perdonar.
En
palabras de Benedicto XVI, «si queremos presentaros ante Él, también debemos
ponernos en camino para ir al encuentro unos de otros. Por eso, es necesario
aprender la gran lección del perdón: no dejar que se insinúe en el corazón la
polilla del resentimiento, sino abrir el corazón a la magnanimidad de la
escucha del otro, abrir el corazón a la comprensión, a la posible aceptación de
sus disculpas y al generoso ofrecimiento de las propias».
* Fr. Thomas LANE (Emmitsburg, Maryland, Estados
Unidos)
Santoral Católico:
Cuarenta Mártires de Sebaste
Cuando
el gobernador de Capodocia y de Armenia Menor publicó un decreto que condenaba
a muerte a todos los cristianos que no abandonasen su religión, cuarenta
soldados –que pertenecían a la Legión del Trueno- y de diferentes
nacionalidades, estacionados en Sebaste, se negaron a ofrecer sacrificios a los
ídolos y declarándose firmes seguidores del Señor, pese a las amenazas y
halagos. Como los mártires permanecieron inconmovibles, el juez mandó que les
dieran tortura y les arrojaran al calabozo; sin embargo el gobernador furioso
ante la obstinación de los mártires, los sometió a que fueran llevados desnudos
a un lago helado, junto al cual había un baño tibio para los que cedieran. Los
mártires oraron al Señor, pidiendo que ninguno de ellos renegara de su fe y
cediese a la tentación de abandonar el lago.
Después
de tres días y tres noches de agonía, sólo uno de ellos renegó de la fe; pero
la reacción que le produjo el agua caliente después del intenso frío le costó
la vida, perdiendo así la salvación eterna. Al enterarse de lo sucedido, los
mártires se afligieron mucho, pero el Señor les consoló reemplazando
milagrosamente al desertor ya que uno de los guardias se convirtió al
cristianismo y por inspiración divina compartió con ellos el martirio.
© Aciprensa
Pensamiento del día
“La observancia de la Cuaresma es por excelencia la
insignia de batalla cristiana. Por ella nos probamos a nosotros mismos que no
somos enemigos de la cruz de Cristo; por ella evitamos el flagelo de la
justicia divina, por ella obtenemos fortaleza contra el príncipe de las
tinieblas, porque nos protege la ayuda celestial. Si la humanidad se volviese
negligente en la observancia de la Cuaresma, sería un perjuicio para la gloria
de Dios, una vergüenza para la religión católica, y un peligro para las almas
cristianas. Tampoco puede dudarse de que tal negligencia se convertiría en
fuente de miseria en el mundo, de calamidad pública y de dolor privado”.
Benedicto XIV
Tema del día:
La Confesión
¿Y
no es demasiado pedir que haya que confesarse y manifestar los propios errores
ante otro hombre?
Cuando
un hombre se arrodilla en el confesonario porque ha pecado —escribe George
Weigel—, en aquel preciso momento contribuye a aumentar su propia dignidad como
hombre. Aunque esos pecados pesen mucho en su conciencia, y hayan disminuido
gravemente su dignidad, el acto en sí de volverse hacia Dios es una
manifestación de la especial dignidad del hombre, de su grandeza espiritual, de
la grandeza del encuentro personal entre el hombre y Dios en la verdad interior
de su conciencia.
Los
no creyentes se preguntan si es apropiado revelar los más íntimos secretos a
alguien que tal vez sea un extraño. La confesión fue, sin duda, una innovación
audaz de la fe cristiana. Es un mandato del propio Jesucristo a su Iglesia,
cuando dio a los apóstoles ese poder para perdonar los pecados: "a quienes perdonéis los pecados, les
quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos".
La confesión es una de las innovaciones más impresionantes del Evangelio.
Por
otra parte, cuando el sacerdote confiesa, además de perdonar los pecados, actúa
de alguna manera como acompañante del drama de la vida de otro hombre. Acompaña
a otro ser humano como él, estimula su criterio espiritual, le ayuda a hacer
más profunda su fe y a mejorar su discernimiento cristiano, que no ha de quedar
en una mera letanía de prohibiciones morales. En el confesonario, el sacerdote
se encuentra con el hombre en lo más hondo de su humanidad, ayuda a cada
persona a internarse en el drama cristiano de su propia vida, única e
irrepetible. Un drama lleno de paz y esperanza, pero presidido por la
inevitable tensión dramática de la vida: la tensión entre la persona que soy y
la persona que debo ser.
La
Iglesia busca reconciliar al hombre con Dios, con los otros hombres, con toda
la creación. Y una de las maneras que tiene de hacerlo es recordar al mundo la
realidad del pecado, porque esa reconciliación es imposible sin nombrar el mal
que origina la división y la ruptura.
El
pecado es una parte esencial de la verdad acerca del hombre. El hombre puede
hacer el mal, y lo hace. Y abre con ello una doble herida: en él mismo y en sus
relaciones con su familia, amigos, vecinos, colegas y hasta con la gente que no
conoce. Llamar por su nombre al bien y al mal es el primer paso hacia la
conversión, el perdón, la reconciliación, la reconstrucción de cada hombre y de
toda la humanidad. Tomarse en serio el pecado es tomarse en serio la libertad
humana. Cuanto más se acercan los hombres a Dios, más se acercan a lo más
profundo de su humanidad y a la verdad del mundo.
Dios
no desea sino nuestro propio bien. Desobedecer sus mandatos es ir contra
nuestra verdad como hombres, causarnos daño a nosotros mismos. "El pecado —ha
escrito Javier Echevarría— no se queda en algo periférico que deja inmutado al
que lo realiza. Precisamente por su condición de acto contra nuestra verdad,
contra lo que verdaderamente somos y contra lo que verdaderamente estamos
llamados a ser, incide en lo más íntimo de nuestra naturaleza humana,
deformándola. Todo pecado hiere al hombre, descompone el equilibrio entre la
dimensión sensible y la espiritual, y genera en el alma un desorden íntimo
entre las diversas facultades: la inteligencia, la voluntad, la afectividad.
Después, y como consecuencia del pecado, nuestras potencias operativas aparecen
debilitadas y, frecuentemente, en conflicto entre sí: a la mente, sometida al
influjo de las pasiones, le resulta arduo acoger la luz de la verdad y
separarla de las nieblas de lo falso; la voluntad encuentra dificultad para
elegir el bien, y se siente tenazmente atraída por la búsqueda de la
autoafirmación y del placer, aun cuando se opongan al bien y a la justicia;
nuestros afectos y deseos tienden a centrarse con egoísmo en nosotros
mismos".
Pecar
es dar la espalda a Dios. A partir del momento en que reconozcas la verdad —esa
verdad sencilla y liberadora, bien presente y clara cuando no nos resistimos a
verla—, a partir de ese momento en que, en palabras de Lloyd Alexander,
"has tenido el valor de mirar al mal cara a cara, de verlo por lo que
realmente es y de darle su verdadero nombre, a partir de entonces carece de
poder sobre ti y puedes superarlo".
© Alfonso Aguiló
Cuaresma día a día
Tiempo de penitencia
I.
La eficacia de la auténtica penitencia, que es la conversión del corazón a
Dios, puede perderse si se cae en la tentación, frecuente antes y ahora, de
soslayar que el pecado es personal. Dios quiere que el pecador se convierta y
viva (Ezequiel 18, 23), pero éste ha de cooperar con su arrepentimiento y su
penitencia. “El pecado, en sentido verdadero y propio, es siempre un acto de la
persona, porque es un acto libre de la persona individual, y no precisamente de
un grupo o una comunidad” (San Juan Pablo II, Exhortación Apostólica). Los
pecados dejan una huella en el alma. Además existen pecados y faltas no
advertidas por falta de espíritu de examen o por falta de delicadeza de
conciencia... Son como malas raíces que han quedado en el alma y que es
necesario arrancar mediante la penitencia para impedir que generen frutos
amargos. Concretaremos la penitencia en cosas pequeñas, y también con el
consejo del director espiritual, otras mortificaciones de más relieve, que nos
ayuden a purificar el alma y a desagraviar por los pecados propios y ajenos.
II.
El pecado deja una huella en el alma que es preciso borrar con dolor, con mucho
amor. Por otra parte, aunque el pecado es siempre una ofensa personal a Dios,
no deja de tener sus efectos en los demás. Para bien o para mal estamos
constantemente influyendo en quienes nos rodean, en la Iglesia y en el mundo.
“No existe pecado alguno, aun el más íntimo y secreto, el más estrictamente
individual, que afecte exclusivamente a aquel que lo comete. Todo pecado
repercute, con mayor o menor intensidad, con mayor o menor daño, en todo el
conjunto eclesial y en toda la familia humana” (San Juan Pablo II). Nos pide el
Señor que seamos motivo de alegría y luz para toda la Iglesia, y sabernos
ayuda, también en penitencia, para todo el Cuerpo Místico de Cristo. Penitencia
discreta, alegre, inadvertida en medio del mundo, pero traducida en hechos
concretos.
III.
La vida del cristiano puede estar llena de esta penitencia que Dios ve:
ofrecimiento de la enfermedad o del cansancio, rendimiento del propio juicio,
trabajo acabado y bien hecho por amor de Dios. Una penitencia especialmente
grata al Señor es aquella que recoge muchas muestras de caridad y tiende a
facilitar a otros el camino hacia Dios, haciéndoselo más amable. Nuestra Madre
Santa María nos enseñará a encontrar muchas ocasiones para ser generosos en la
entrega a quienes están a nuestro lado en el quehacer de todos los días.
Francisco Fernández Carvajal
Pedidos de oración
Pedimos
oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes,
diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo
místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como
Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por
las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado
Corazón de María; por la conversión de
todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por
los cristianos perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros
lugares; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente
por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo,
el hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras enfermedades graves; por
el drama de los refugiados del Mediterráneo; por los presos políticos y la
falta de libertad en muchos países del mundo; por las víctimas de catástrofes
naturales; por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por
más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las
vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos
una oración de misericordia, por las almas de las 22 niñas que han muerto, a
raíz de un incendio de una institución de atención a niños y adolescentes, y
por las 30, que están gravemente heridas con grandes quemaduras, en la ciudad
de Guatemala. Que la Virgen María de Lourdes, interceda y que el sagrado
corazón de Jesús consuele y fortalezca y las familias.
Pedimos
oración para dos personas de Colombia que son: Álvaro M. B., por quien hemos orado intensamente; ya fue
intervenido y le extrajeron, sin problemas, el resto de tumor que invadía su
vejiga; se encuentra en franca recuperación; él está siempre en las Santas
Manos del Señor y atendido con la intercesión de nuestra Madre, la Virgen
Santísima. Y también oramos por Sandra
H. S., quien se encuentra padeciendo de un mal en la sangre cuyo pronóstico
aún no se conoce verazmente; se dice que está llena de coágulos y los exámenes
aun no arrojan resultados certeros.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y
la paciencia;
escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros
hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Los cinco minutos de María
Marzo 10
Si
María es toda ella modelo para nuestra vida, lo es especialmente en la oración.
La oración de María se resume en aquella palabra “fiat” (“hágase”), con la que respondió al Ángel y aceptó ser Madre
del Dios Redentor.
Ella
pronunció la oración perfecta: “Aquí está la humilde esclava del Señor, la
servidora del Señor, para hacer su voluntad”
Así
tiene que ser nuestra oración: dispuestos a aceptar la voluntad de Dios,
dejemos que el Señor desarrolle en nosotros sus planes y los proyectos que Él
tiene sobre nuestra vida.
María, maestra de la fe, ábrenos los ojos para
descubrir que el Señor quiere hacer en nosotros cosas maravillosas.
* P. Alfonso Milagro
Jardinero de Dios
-el
más pequeñito de todos-
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