PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año 11 - Número 2917
~ Sábado 23 de Enero de 2016
Desde la ciudad de
Córdoba (Argentina)
Alabado
sea Jesucristo…
Hoy
abrimos la edición diaria de “Pequeñas Semillitas” haciendo referencia al valor
que se necesita para la vida cotidiana.
Y es
que se necesita valor…
Para
huir de los chismes, cuando los demás se deleitan en ellos.
Para
defender a una persona ausente a quien se crítica abusivamente.
Para
ser verdaderamente hombre o mujer aferrándose a nuestros ideales, cuando esto
nos hace parecer extraños o singulares.
Para
guardar silencio, en ocasiones que una palabra nos limpiaría del mal que se
dice de nosotros, pero perjudicaría a otra persona.
Para
vestirnos según nuestros ingresos y negarnos lo que no podemos comprar.
Para
vivir según nuestras convicciones.
Para
ser lo que somos y no pretender ser lo que no somos.
Para
decir rotundamente y dignamente no, cuando los que nos rodean dicen sí.
Para
vivir honradamente dentro de nuestros recursos y no deshonradamente a expensas
de otros.
Para
negarnos a hacer una cosa que va en contra de nuestros principios, aunque los
demás lo hagan.
Para
pasar las veladas en casa con nuestra familia, cuando los amigos demandan
nuestra presencia.
¡Buenos días!
Lamparita de los Sagrarios
En una
misión de África del Sur, una tarde conversaban juntos una madre con su hijo
pequeño, que ya era catecúmeno y se preparaba para recibir el bautismo en la
misión católica. La madre le preguntó a su hijo:
— ¿Por qué en la iglesia siempre hay una luz
roja que brilla?
— Porque es la lámpara de Jesús, que está
allí.
— Pero por la noche no hay nadie en la
iglesia.
— Sí, mamá, allí siempre está Jesús, que nos
espera y la lámpara nos indica su presencia.
La
madre se quedó pensativa y, pasado un tiempo, le comunicó al misionero que ella
también quería ser cristiana, y le dijo: ¿Ves aquella luz roja? Todos los días
la veía desde mi cabaña y parecía que me llamaba. No quería hacer caso de esa
llamada, pero no me dejaba tranquila. Ayer quise visitar el pesebre de Navidad
con mi hijo y allí estaba la luz que me iluminaba. No he podido resistir más a
la llamada de Jesús. Quiero ser cristiana para amar a Jesús que me espera todos
los días en la iglesia.
El
amor de Jesús se proyecta desde el sagrario sobre todos los que vienen con fe a
visitarlo. Su amor es como un soplo de brisa fresca en las horas de intenso
calor, como un rayo de luz en los días fríos de invierno del alma. Del sagrario
sale una luz poderosa que ilumina nuestra vida para ver el camino que debemos
seguir, eliminando así las tinieblas y las dudas.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de
Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús volvió a casa y
se aglomeró otra vez la muchedumbre de modo que no podían comer. Se enteraron
sus parientes y fueron a hacerse cargo de Él, pues decían: «Está fuera de sí». (Mc
3,20-21)
Comentario
Hoy vemos cómo los propios de la
parentela de Jesús se atreven a decir de Él que «está fuera de sí» (Mc 3,21).
Una vez más, se cumple el antiguo proverbio de que «un profeta sólo en su
patria y en su casa carece de prestigio» (Mt 13,57). Ni que decir tiene que
esta lamentación no “salpica” a María Santísima, porque desde el primero hasta
el último momento —cuando ella se encontraba al pie de la Cruz— se mantuvo
sólidamente firme en la fe y confianza hacia su Hijo.
Ahora bien, ¿y nosotros? ¡Hagamos
examen! ¿Cuántas personas que viven a nuestro lado, que las tenemos a nuestro
alcance, son luz para nuestras vidas, y nosotros...? No nos es necesario ir muy
lejos: pensemos en el Papa Juan Pablo II: ¿cuánta gente le siguió, y... al
mismo tiempo, cuántos le interpretaban como un “tozudo-anticuado”, celoso de su
“poder”? ¿Es posible que Jesús —dos mil años después— todavía siga en la Cruz
por nuestra salvación, y que nosotros, desde abajo, continuemos diciéndole
«baja y creeremos en ti» (cf. Mc 15,32)?
O a la inversa. Si nos esforzamos por
configurarnos con Cristo, nuestra presencia no resultará neutra para quienes
interaccionan con nosotros por motivos de parentesco, trabajo, etc. Es más, a
algunos les resultará molesta, porque les seremos un reclamo de conciencia.
¡Bien garantizado lo tenemos!: «Si a mí me han perseguido, también os
perseguirán a vosotros» (Jn 15,20). Mediante sus burlas esconderán su miedo;
mediante sus descalificaciones harán una mala defensa de su “poltronería”.
¿Cuántas veces nos tachan a los
católicos de ser “exagerados”? Les hemos de responder que no lo somos, porque
en cuestiones de amor es imposible exagerar. Pero sí que es verdad que somos
“radicales”, porque el amor es así de “totalizante”: «o todo, o nada»; «o el
amor mata al yo, o el yo mata al amor».
Es por esto que san Juan Pablo II nos
habló de “radicalismo evangélico” y de “no tener miedo”: «En la causa del Reino
no hay tiempo para mirar atrás, y menos para dejarse llevar por la pereza».
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès,
Barcelona, España)
Santoral Católico:
San Ildefonso
Obispo de Toledo
Nació en Toledo, de noble familia, sobre
el año 606. De joven estuvo en Sevilla estudiando junto a san Isidoro. Vuelto a
su ciudad natal, profesó pronto en el monasterio de Agalí, en las afueras de
Toledo, uno de los más insignes de la España visigoda, del que llegó a ser
abad. El año 657, a la muerte de su tío san Eugenio, lo eligieron para
sucederle en la silla metropolitana. Pastor celoso, reformador, lleno de
espíritu de sabiduría y prudencia, desarrolló una gran labor catequética.
Escribió magníficos tratados de teología y libros litúrgicos; su obra "De viris illustribus" es como
una continuación de las "Etimologías" de san Isidoro. Destacó por su
devoción a la Virgen María, cuya virginidad perpetua defendió. Según la
tradición, la Virgen se le apareció en la catedral, alabó su labor y le regaló
una casulla preciosa. Murió el 23 de enero del año 667. Su cuerpo fue
trasladado a Zamora.
Oración: Dios todopoderoso, que
hiciste a san Ildefonso insigne defensor de la virginidad de María, concede a los
que creemos en este privilegio de la Madre de tu Hijo sentirnos amparados por
su poderosa y materna intercesión. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
© Directorio Franciscano
Palabras del Papa
Francisco
“En un mundo dividido, fragmentado,
polarizado, comunicar con misericordia significa contribuir a la buena, libre y
solidaria cercanía entre los hijos de Dios y los hermanos en humanidad. Con
cada gesto y palabra hay que expresar la ternura y el perdón de Dios”
Tema del día:
El altar
¡El
altar!...
Es el centro del templo. El templo es un
pequeño cielo en la tierra, pero lo que en el templo hay de más celestial y
divino, es el altar.
Es el polo más importante de la acción
litúrgica por excelencia, la Eucaristía.
El altar
es, una cosa excelsa, elevada, no sólo por el lugar elevado que ocupa, sino por
las funciones que sobre él se celebran.
Es lecho donde reposa el Cuerpo entregado y
la Sangre derramada.
Es atalaya desde donde se divisan los
horizontes del mundo, ya que «cuando yo sea levantado de la tierra – dijo
Cristo – atraeré a todos hacia mí» (Jn 12, 32).
Es navío por donde se transportan nuestras
intenciones al corazón de Dios.
Es faro que ilumina todas las realidades
existentes, sin excluir ninguna, en especial las humanas, porque «el misterio
del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado».
Es pupitre porque en él la Santa Trinidad
escribe en nuestras almas las más sublimes palabras de vida eterna.
Es oasis en el que los cansados del camino
renuevan las fuerzas: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y
sobrecargados, y yo os daré descanso» (Mt 11, 28).
Es base de lanzamiento de donde pasa la
Víctima divina junto con nuestros sacrificios espirituales al altar del cielo.
Es ágora, punto de encuentro y de contacto
de todos los hombres y mujeres que fueron, que son y que serán.
Es puerto de llegada y de partida.
Es mástil y torreta de navío desde donde
debe mirarse el camino a recorrer para no errar el rumbo.
Es «fuente de la unidad de la Iglesia y de
concordia entre hermanos».
Es cabina de comando desde donde deben
tomarse las correctas decisiones para hacer siempre la Voluntad de Dios.
Es clarín que convoca a los que se
violentan a sí mismos: «El Reino de los cielos sufre violencia y los violentos
lo conquistan» (Mt 11, 12).
Es bandera desplegada porque abiertamente
nos manifiesta todo lo que Dios nos ama y, con toda libertad, nos enseña cómo
ser auténticamente libres.
Es ejército en orden de batalla, donde
claudican las huestes enemigas.
Es regazo materno, seguro cobijo para el
desamparado.
Es encrucijada de todas las lenguas, razas,
pueblos, culturas, tiempos y geografías, y de todos los hombres y mujeres de
buena voluntad de toda creencia, porque «por todos murió Cristo» (2 Cor 5, 15).
Es antorcha porque la cruz «mantiene viva
la espera… de la resurrección».
Es trampolín que nos lanza a la vida
eterna.
Es hogar, horno, brasero, donde obra el
Espíritu, «el fuego del altar» (Ap 8, 5).
Es mesa donde se sirve el banquete de los
hijos de Dios, por eso se le pone encima mantel. Sobre él, se reitera el
milagro de la Última Cena en el Cenáculo de Jerusalén. Se realiza la
transubstanciación.
Es «símbolo de Cristo», que fue el
sacerdote, la víctima y el altar de su propio sacrificio, como decían San
Epifanio y San Cirilo de Alejandría.
Es el Altar vivo del Templo celestial. «El
altar de la Santa Iglesia es el mismo Cristo». Es el propiciatorio del mundo.
«El misterio del altar llega a su plenitud en Cristo». María está junto a Él.
Es imagen del Cuerpo místico, ya que
«Cristo, Cabeza y Maestro, es altar verdadero, también sus miembros y
discípulos son altares espirituales, en los que se ofrece a Dios el sacrificio
de una vida santa». San Policarpo amonesta a las viudas porque «son el altar de
Dios». «¿Qué es el altar de Dios, sino el espíritu de los que viven bien?… Con
razón, entonces, el corazón (de los justos) es llamado altar de Dios», enseña
San Gregorio Magno.
Es ara. Sobre todo, es ara. Sobre él se
perpetúa, a través de los siglos y hasta el fin del mundo, de manera incruenta,
el Único sacrificio de la cruz.
* Autor: P. Carlos M. Buela | Fuente: Catholic.net
Imagen: Altar Basílica Santo Domingo. La Rioja. Argentina
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Humor
Un
informático, un economista y un ingeniero van en un coche por la autovía. De
pronto el coche inexplicablemente se para. Los tres se ponen a pensar y dar
soluciones.
El ingeniero: -Ya está, se llama a la grúa y que nos traigan otro.
El
economista: -No, no, mejor tratamos de repararlo nosotros mismos.
El
infomático: -Esto es muy fácil: ¡Salgamos y volvamos a entrar!
-¿Cómo le van los estudios de violín a
tu hijo?
-Ahora le han pagado una beca para
terminar los estudios en Austria.
-¿Quién, el gobierno?
-No, los vecinos.
Los cinco minutos
de Dios
Enero 23
Deberás
esforzarte por ser valiente y por ser virtuoso; pero de poco te servirá ser una
y otra cosa si no eres prudente.
Es que la
prudencia rige los actos de todo el hombre, de toda la vida y todas las demás
virtudes del hombre dejan de serlo, no bien dejen de ser regidas por la
prudencia.
La
valentía sin prudencia se convertirá en arrogancia; la virtud sin prudencia
será ostentación, cuando no presunción.
La
prudencia no reconoce excesos, no se extralimita nunca; sabe del justo
equilibrio en todas las cosas y en todos
los momentos.
Pero,
¡cuidado!, no confundas prudencia con timidez, con miedo, con no querer
arriesgarse, porque entonces habrás caído en la cobardía y en ninguna parte
habrás leído que la cobardía sea una virtud; como la prudencia nos aleja de la
arrogancia, también nos aparta de la cobardía.
El apóstol ha de ser prudente, pero nunca tímido;
con la prudencia de espíritu y no con la de la carne. “Los deseos de la carne
conducen a la muerte: pero los del espíritu a la vida y la paz… Si viven según
la carne morirán, pero si por el Espíritu hacen morir las obras de la carne,
vivirán” (Rom 8,6-13)
* P. Alfonso Milagro
Jardinero de Dios
-el más
pequeñito de todos-
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