domingo, 3 de enero de 2016

Pequeñas Semillitas 2897

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 11 - Número 2897 ~ Domingo 3 de Enero de 2016
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
En el Evangelio dice San Juan que a Dios no lo ha visto nadie. Esto de da pie para hablar de los que no creen en Dios porque no se han encontrado con Él por la calle.
Recuerdo lo que dijo el astronauta soviético Leonov, en tiempos de Stalin, que para hacer propaganda del ateísmo dijo en una rueda de prensa, comentando su salida de la cápsula: «Me he paseado entre las estrellas y allí no me he encontrado a Dios».
Esto es una necedad. Dios estaba entre las estrellas, pero a Dios no se le ve con los ojos de la cara, sino con el entendimiento. A Leonov le faltó el sentido para conocerlo. Como un sordo en un concierto, que no se entera de nada.
Para conocer a Dios no es necesario verlo. Lo puedo conocer viendo su obra: el cosmos. Para conocer el talento de un artista no es necesario verlo en persona: basta contemplar su obra. Al ver la belleza de la Virgen de “La Piedad” de Miguel Ángel pienso en el talento del artista que de un bloque de piedra ha sacado esa belleza de rostro. Nadie dice que esa obra de arte ha salido por casualidad: por erosión.
Viendo la naturaleza pienso en el talento del que la ha hecho: la belleza de una flor y de una pluma de pavo real; la técnica del ojo humano y de la agilidad de una mosca; la grandeza de Andrómeda y la maravilla del ADN, etc.
Por eso dice la Biblia que «el que viendo la Naturaleza ignora a Dios, es un necio».
P. J. Loring SJ

¡Buenos días!

Los ciegos y el elefante
Isaac Newton, calificado como el científico más grande de todos los tiempos, y su obra como la culminación de la Revolución Científica, afirmó: “Lo que sabemos es una gota de agua; lo que ignoramos es el océano”. Otro sabio muy estudioso, después de haber vivido 80 años, dejó esta inscripción en su tumba: “He aprendido al menos a no ignorar mi propia ignorancia”.

En cierta ocasión un príncipe oriental, quiso dar una lección inolvidable a sus súbditos. Presentó ante la multitud reunida un enorme elefante. Aparecieron luego unos ciegos que, sin conocer la presencia del animal, fueron conducidos a tocarlo en diversas partes del cuerpo. Luego el príncipe preguntó a cada uno qué había palpado. El que había tocado las piernas dijo que era el tronco arrugado de un árbol. El que había tocado la trompa, una gruesa rama nudosa. El que había tocado la cola, una serpiente desconocida. Y así por el estilo. Se pusieron a discutir entre sí, pero el monarca los interrumpió, diciendo: Lo sucedido aquí les hace ver que de las grandes cosas conocemos muy poco y erróneamente, y de Dios… casi nada.

Dios es infinitamente más grande que la creación que sacó de la nada. Para conocer algo, la mente sube a él observando el mundo sensible que nos rodea. Poco a poco descubrimos sus perfecciones: es eterno, inmutable, santo, bondadoso, sapientísimo, grande y poderoso, autor de maravillas… Los místicos llegan a él por el amor. Pero es inagotable.
* Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.
Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Éste vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz. La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios.
Y la Palabra se hizo carne, y puso su morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de Él y clama: «Éste era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, Él lo ha contado. (Jn 1,1-18)

Comentario
Hoy, el Evangelio de Juan se nos presenta en una forma poética y parece ofrecernos, no solamente una introducción, sino también como una síntesis de todos los elementos presentes en este libro. Tiene un ritmo que lo hace solemne, con paralelismos, similitudes y repeticiones buscadas, y las grandes ideas trazan como diversos grandes círculos. El punto culminante de la exposición se encuentra justo en medio, con una afirmación que encaja perfectamente en este tiempo de Navidad: «Y la Palabra se hizo carne, y puso su morada entre nosotros» (Jn 1,14).
El autor nos dice que Dios asumió la condición humana y se instaló entre nosotros. Y en estos días lo encontramos en el seno de una familia: ahora en Belén, y más adelante con ellos en el exilio de Egipto, y después en Nazaret.
Dios ha querido que su Hijo comparta nuestra vida, y —por eso— que transcurra por todas las etapas de la existencia: en el seno de la Madre, en el nacimiento y en su constante crecimiento (recién nacido, niño, adolescente y, por siempre, Jesús, el Salvador).
Y continúa: «Hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad» (Ibidem). También en estos primeros momentos, lo han cantado los ángeles: «Gloria a Dios en el cielo», «y paz en la tierra» (cf. Lc 2,14). Y, ahora, en el hecho de estar arropado por sus padres: en los pañales preparados por la Madre, en el amoroso ingenio de su padre —bueno y mañoso— que le ha preparado un lugar tan acogedor como ha podido, y en las manifestaciones de afecto de los pastores que van a adorarlo, y le hacen carantoñas y le llevan regalos.
He aquí cómo este fragmento del Evangelio nos ofrece la Palabra de Dios —que es toda su Sabiduría—. De la cual nos hace participar, nos proporciona la Vida en Dios, en un crecimiento sin límite, y también la Luz que nos hace ver todas las cosas del mundo en su verdadero valor, desde el punto de vista de Dios, con “visión sobrenatural”, con afectuosa gratitud hacia quien se ha dado enteramente a los hombres y mujeres del mundo, desde que apareció en este mundo como un Niño.
* Rev. D. Ferran BLASI i Birbe (Barcelona, España)

Palabras de San Juan Pablo II
Que toda familia del mundo pueda repetir con verdad lo que afirma el salmista: "Ved qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos" (Sal 133,1) […] El futuro depende, en gran parte, de la familia, lleva consigo el porvenir mismo de la sociedad; su papel especialísimo es el de contribuir eficazmente a un futuro de paz […] La familia es base de la sociedad y el lugar donde las personas aprenden por vez primera los valores que les guían durante toda su vida […] El matrimonio y la familia cristiana edifican la Iglesia. Los hijos son fruto precioso del matrimonio.

Tema del día:
Sin Palabras
Recientemente, en un medio de comunicación social, aparecía la siguiente afirmación: “La Navidad potencia la alegría, pero también la soledad”.

La Navidad, cuando se entiende y se vive desde un vértice totalmente sentimentalista, puede resultar agobiante y hasta estresante. Pero, si está sustentada en la celebración del nacimiento de Jesús, se convierte en un surtidor de vida que, además de aportarnos júbilo, contribuye a recuperar desde lo más hondo de nuestras entrañas lo mejor de nosotros mismos. Ese es el secreto de la Navidad: que vino a nosotros, que lo reconocimos, que lo acogimos y que se convirtió, Jesús, en luz y vida.

Qué bien lo expresa el prólogo de San Juan. Lo que nadie había visto nunca, de repente, es visual. Los ojos humanos lo pueden contemplar, tocar y adorar. ¡Acampó entre nosotros! Pero en un simple pesebre, lejos de cualquier palacio o conato de riqueza. Dios, luz que brilla en las tinieblas, optó por el camino de la pobreza para hacernos tremendamente ricos. Para procurarnos un poco de paz y de esperanza. Para devolver, a los caminos de nuestro vivir, un rayo de luz en medio de tanta preocupación o llanto. Qué bien lo expresó San Agustín: “Dios se humaniza para hacernos a nosotros divinos”. Y lo hace, ni más ni menos, a través de una luz divina, fecunda y celestial.

Este domingo, en el corazón de la Navidad, es una invitación a meditar más aún sobre el Misterio de Dios Niño. Qué gran paradoja: Aquel que es Palabra, no puede hablar, no puede expresarse. Pero es la PALABRA. La revelación más absoluta y fiel de un Dios humanado. ¡Puede hacer alguien algo más por el hombre! Seguramente que no. Dios se emplea a fondo por dejarse ver, acariciar y amar. Y es que, un Niño, sin palabras se convierte en la PALABRA que más esperan los hombres: el amor, la felicidad o la misma vida.

Fue la luz que iluminó a los pastores, la luz que guió a los magos y, también, ese destello que desde el día de nuestro bautismo va orientando la vida de los que creemos en Jesús y seguimos sus huellas. No hemos tenido la suerte de ver, cara a cara, al Redentor. Pero lo sentimos en el corazón. No hemos tenido la oportunidad de besar su carne mortal, pero –al hacerlo sobre una imagen- sabemos que, ese beso, va directamente al Misterio, a la Palabra Encarnada, a la Palabra que se dignó habitar en medio de nosotros.

Mientras tanto, porque unos vieron, escucharon y escribieron todo lo que aconteció en aquellos tiempos, nosotros nos fiamos de sus palabras, de su testimonio. Damos gracias a Dios, porque en Navidad, la luz de la fe sigue viva y operante, por la fuerza del Espíritu, y a través de muchas personas –hombres y mujeres- que sienten y tienen a Dios muy cerca.

Que, nosotros, además de palabra (pura palabra) seamos obra, personas comprometidas con la causa de Jesús. Que allá donde nos vean, quienes nos observen, puedan afirmar: estos cristianos, como Jesús, además de bonitas palabras se muestran tal y cómo son, como hijos de Dios.

Nunca, un Dios sin palabra alguna, dijo e hizo tanto.
* P. Javier Leoz

Nuevo vídeo

Hay un nuevo vídeo subido al blog
de "Pequeñas Semillitas" en internet.
Para verlo tienes que ir al final de esta página.

Agradecimientos
Dicen que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

Desde México nos llega un agradecimiento porque Choly S. ha recobrado a su hijo. En verdad, demos gracias a Dios.

Desde Argentina, Cecilia Claudia quiere agradecer a Dios por todos los favores recibidos en el 2015 y por la Gracia para saber verlos, pues las señales que Dios nos envía hay que poder reconocerlas.

Los cinco minutos de Dios
Enero 3
Por los caminos de Oriente llegan los tres Reyes Magos con su cofre luciente, para traer los regalos.
Al trote de sus camellos salen de Jerusalén y marchan repartiendo por el mundo los juguetes del Niño de Belén.
Rey 1º:
Aquí me tienes, Señor, en tu presencia real;
me llaman el rey Melchor.
Por las tierras de Bagdag
te traigo el oro luciente,
símbolo de caridad;
lo deposito en tus manos,
mientras beso el manto real.
Rey 2º:
Vengo de Arabia feliz,
tierra bendita por Vos,
que da perfumes al hombre
y da incienso para Dios.
Estoy rendido a tus pies,
Niño de extraña bondad,
que en tu corona de Rey
brilla la divinidad.
Rey 3º:
Vengo al trote del camello
por los campos de Etiopía ;
el amor sirvió de escuela
y una estrella fue mi guía.
Desde que salí de Jerusalén,
he pensado en tí, Niño de Belén.
“Vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo” (Mt 2,2)
* P. Alfonso Milagro

Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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