lunes, 29 de abril de 2013

Pequeñas Semillitas 2018


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 8 - Número 2018 ~ Lunes 29 de Abril de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)


Alabado sea Jesucristo…
¿Se puede mandar amar? ¿Es posible que alguien imponga a otros el amor como una obligación? ¿Se puede imaginar, por ejemplo, que un gobierno dicte una ley que establezca que todos los ciudadanos se amen, bajo pena de multa o prisión? ¿O se puede concebir que el amor al prójimo figure en el orden del día de un cuartel?
Sin embargo, Jesús dice claramente: Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Es una orden. No es una recomendación o una expresión de deseos. Jesús no dice “Me gustaría que ustedes se amen”. Da una orden: ¡ÁMENSE! Y para que no queden dudas, aclara que “eso” es un mandamiento nuevo. Jesús no inventó el amor al prójimo. Ya figuraba en el Antiguo Testamento (Levítico 19, 18). Jesús le dio un contenido novedoso, peculiar, único: lo hizo Ley del nuevo pueblo de Dios. Para ser cristiano hay que esforzarse “cada día” por amar a los demás; a todos, en especial a quienes sufren necesidades materiales, psíquicas o espirituales.
Es nuestra “credencial”, la prueba –para nosotros y para el mundo–, de que pertenecemos al número de quienes siguen a Jesús: En esto todos reconocerán que son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros.
El Domingo


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy

En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él». Le dice Judas, no el Iscariote: «Señor, ¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?». Jesús le respondió: «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él. El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que me ha enviado. Os he dicho estas cosas estando entre vosotros. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho».
(Jn 14,21-26)

Comentario
Hoy, Jesús nos muestra su inmenso deseo de que participemos de su plenitud. Incorporados a Él, estamos en la fuente de vida divina que es la Santísima Trinidad. «Dios está contigo. En tu alma en gracia habita la Trinidad Beatísima. —Por eso, tú, a pesar de tus miserias, puedes y debes estar en continua conversación con el Señor» (San Josemaría).
Jesús asegura que estará presente en nosotros por la inhabitación divina en el alma en gracia. Así, los cristianos ya no somos huérfanos. Ya que nos ama tanto, a pesar de que no nos necesita, no quiere prescindir de nosotros.
«El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él» (Jn 14,21). Este pensamiento nos ayuda a tener presencia de Dios. Entonces, no tienen lugar otros deseos o pensamientos que, por lo menos, a veces, nos hacen perder el tiempo y nos impiden cumplir la voluntad divina. He aquí una recomendación de san Gregorio Magno: «Que no nos seduzca el halago de la prosperidad, porque es un caminante necio aquel que ve, durante su camino, prados deliciosos y se olvida de allá donde quería ir».
La presencia de Dios en el corazón nos ayudará a descubrir y realizar en este mundo los planes que la Providencia nos haya asignado. El Espíritu del Señor suscitará en nuestro corazón iniciativas para situarlas en la cúspide de todas las actividades humanas y hacer presente, así, a Cristo en lo alto de la tierra. Si tenemos esta intimidad con Jesús llegaremos a ser buenos hijos de Dios y nos sentiremos amigos suyos en todo lugar y momento: en la calle, en medio del trabajo cotidiano, en la vida familiar.
Toda la luz y el fuego de la vida divina se volcarán sobre cada uno de los fieles que estén dispuestos a recibir el don de la inhabitación. La Madre de Dios intercederá —como madre nuestra que es— para que penetremos en este trato con la Santísima Trinidad.
Rev. D. Norbert ESTARRIOL i Seseras (Lleida, España)


Santoral Católico:
Santa Catalina de Siena
Doctora de la Iglesia

Lo que más maravilla en la vida de Santa Catalina de Siena no es tanto el papel insólito que desempeñó en la historia de su tiempo, sino el modo exquisitamente femenino con que lo desempeñó. Al Papa, a quien ella llamaba con el nombre de “dulce Cristo en la tierra”, le reprochaba la poca valentía y lo invitaba a dejar Aviñón y regresar a Roma, con palabras humanísimas como éstas: “¡Animo, virilmente, Padre! Que yo le digo que no hay que temblar”. A un joven condenado a muerte y a quien ella había acompañado hasta el patíbulo, le dijo en el último instante: “¡a las bodas, dulce hermano mío! que pronto estarás en la vida duradera”.

Pero la voz sumisa de la mujer cambiaba de tono y se traducía frecuentemente en ese “yo quiero” que no admitía tergiversaciones cuando entraba en juego el bien de la Iglesia y la concordia de los ciudadanos.

Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de marzo de 1347 y era la vigésimo cuarta hija de Santiago y Lapa Benincasa. A los siete años celebró su místico matrimonio con Cristo. Esto no se debió a fantasías infantiles, sino que era el comienzo de una extraordinaria experiencia mística, como se pudo comprobar después. A los quince años entró a la Tercera Orden de Santo Domingo, comenzando una vida de penitencia muy rigurosa. Para vencer la repugnancia hacia un leproso maloliente, se inclinó y le besó las llagas.

Como no sabía leer ni escribir, comenzó a decir a varios amanuenses sus cartas, afligidas y sabias, dirigidas a Papas, reyes, jefes y a humilde gente del pueblo. Su valiente compromiso social y político suscitó no pocas perplejidades entre sus mismos superiores y tuvo que presentarse ante el capítulo general de los dominicos, que se celebró en Florencia en mayo de 1377, para explicar su conducta.

En Siena, en el recogimiento de su celda, dictó el “Diálogo sobre la Divina Providencia” para tributar a Dios su último canto de amor. En los comienzos del gran cisma aceptó el llamamiento de Urbano VI para que fuera a Roma. Aquí se enfermó y murió rodeada de sus muchos discípulos a quienes recomendó que se amaran unos a otros. Era el 29 de abril de 1380: hacía un mes que había cumplido 33 años.

Fue canonizada el 29 de abril de 1461. En 1939 fue declarada patrona de Italia junto con San Francisco de Asís, y el 4 de octubre de 1970 Pablo VI la proclamó doctora de la Iglesia, y el 1 de Octubre de 1999 S.S. Juan Pablo II la declaró Patrona de Europa.

Fuente: Catholic.net


¡Buenos días!

Jueguen este número

¡Qué importante es tener un concepto claro de las prioridades de nuestra vida! Porque hay muchas cosas que debemos afrontar: sencillas o difíciles, urgentes o a largo plazo, importantes o secundarias. Urge, por lo tanto, una reflexión sobre lo que es para ti lo primero, lo imprescindible. Don Bosco en cierta oportunidad dio una notable lección sobre este tema.

Iba Don Bosco caminando por el centro de Turín, cuando tres conocidos suyos le salieron al paso y le pidieron ansiosamente que les dijera qué número deberían jugar cada uno para salir premiados en una lotería. Sin inmutarse el santo les respondió de inmediato: Jueguen estos tres números: el diez, el cinco y el catorce. ¡La suerte es segura! Cuando, satisfechos por la indicación de quien sabían tenía el don de clarividencia, ya se iban a despedir, Don Bosco añadió: Voy a explicarles mi adivinación: el número diez son los mandamientos de la ley de Dios, el cinco, los preceptos de la Iglesia, y el catorce, las obras de misericordia. Jueguen siempre estos números y serán afortunados en esta vida y en la otra.

El santo tenía un concepto claro de las prioridades del hombre. Frente a la vida eterna que nos espera, es de tremenda importancia no perder el camino que conduce a la dicha sin fin con Dios. Jesús dijo claramente: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero –¡la lotería!– si pierde su vida (eternamente)?” Que esta luz oriente hoy tus tareas.

Padre Natalio


La frase de hoy

“Cuando uno es joven, sonríe en el vigor de la edad y de la inocencia;
cuando se es viejo, en la riqueza de la experiencia”
Beato Juan XXIII

  
Tema del día:
Trabajar al ritmo de Dios

Cuando un hombre se aparta de los caminos trillados, ataca los males establecidos, habla de revolución, se lo cree loco. Como si el testimonio del Evangelio no fuera locura, como si el cristiano no fuera capaz de un gran esfuerzo constructor, como si no fuéramos fuertes en nuestra debilidad (cf. 2Cor 12,9). Nos hace falta muchos locos de éstos, fuertes, constantes, animados por una fe invencible.

Un apostolado organizado requiere en primer lugar un hombre entregado a Dios, un alma apostólica, completamente ganada por el deseo de comunicar a Dios, de hacer conocer a Cristo; almas capaces de abnegación, de olvido de sí mismas, con espíritu de conquista. La organización racional del apostolado exige, precisamente, que lo supra racional esté en primer lugar. ¡Que sea un santo! En definitiva, no va a apoyarse sobre los medios de su acción humana, sino sobre Dios. Lo demás vendrá después: que trabaje no como guerrillero, sino como miembro del Cuerpo Místico, en unión con todos los demás, aprovechándose de todos los medios para que Cristo pueda crecer en los demás, pero que primero la llama esté muy viva en él.

Es imposible un santo si no es un hombre; no digo un genio, pero un hombre completo dentro de sus propias dimensiones. Hay tan pocos hombres completos. Los profesores nos preocupamos tan poco de formarlos; y pocos toman en serio el llegar a serlo.

El hombre tiene dentro de sí su luz y su fuerza. No es el eco de un libro, el doble de otro, el esclavo de un grupo. Juzga las cosas mismas; quiere espontáneamente, no por fuerza, se somete sin esfuerzo a lo real, al objeto, y nadie es más libre que él. Si se marcha más despacio que los acontecimientos; si se ve las cosas más chicas de lo que son; si se prescinde de los medios indispensables, se fracasa. Y no puede sernos indiferente fracasar, porque mi fracaso lo es para la Iglesia y para la humanidad. Dios no me ha hecho para que busque el fracaso. Cuando he agotado todos los medios, entonces tengo derecho a consolarme y a apelar a la resignación. Muchos trabajan por ocuparse; pocos por construir; se satisfacen porque han hecho un esfuerzo. Eso no basta. Hay que amar eficazmente.

El equilibrio es un elemento preciso para un trabajo racional. Vale más un hombre equilibrado que un genio sin él, al menos para el trabajo de cada día. Equilibrio no quiere decir, en ninguna manera, un buen conjunto de cualidades mediocres; se trata de un crecimiento armónico que puede ser propio del hombre genial, o una salud enfermiza, o una especialización muy avanzada. No se trata de destruir la convergencia de los poderes que se tiene, sino de sobrepasarlas por una adhesión más firme a la verdad, de completarse en Dios por el amor.

La moral cristiana permite armonizarlo todo, jerarquizarlo todo, por más inteligente, ardiente, vigoroso que uno sea. La humildad viene a temperar el éxito; la prudencia frena la precipitación; la misericordia dulcifica la autoridad; la equidad tempera la justicia; la fe suple las deficiencias de la razón; la esperanza mantiene las razones para vivir; la caridad sincera impide el repliegue sobre sí mismo; la insatisfacción del amor humano deja siempre sitio para el amor fraternal de Cristo; la evasión estéril está reemplazada por la aspiración de Dios, cargada de oración, y de insaciable deseo. El hombre no puede equilibrarse sino por un dinamismo, por una aspiración de los más altos valores de que él es capaz.

El ritmo cotidiano debe armonizarse entre reposo, trabajo difícil, trabajo fácil, comidas, descansos. Es bueno recordar que en muchos casos se descansa de un trabajo pasando a otro trabajo, no al ocio.

¿A qué paso caminar? Una vez que se han tomado las precauciones necesarias para salvaguardar el equilibrio, hay que darse sin medirse, para obtener el máximo de eficacia, para suprimir en la medida de lo posible las causas del dolor humano.

Se trabaja casi al límite de sus fuerzas, pero se encuentra, en la totalidad de su donación y en la intensidad de su esfuerzo, una energía como inagotable. Los que se dan a medias están pronto gastados, cualquier esfuerzo los cansa. Los que se han dado del todo, se mantienen en la línea bajo el impulso de su vitalidad profunda.

Con todo, no hay que exagerar y disipar sus fuerzas en un exceso de tensión conquistadora. El hombre generoso tiende a marchar demasiado a prisa: querría instaurar el bien y pulverizar la injusticia, pero hay una inercia de los hombres y de las cosas con la cual hay que contar. Místicamente se trata de caminar al paso de Dios, de tomar su sitio justo en el plan de Dios. Todo esfuerzo que vaya más lejos es inútil, más aún, nocivo. A la actividad reemplazará el activismo que se sube como la champaña, que pretende objetos inalcanzables, quita todo tiempo para la contemplación; deja el hombre de ser el dueño de su vida.

Al partir en la vida del espíritu, se adquiere una actitud de tensión extrema, que niega todo descanso. Pero como ni el cuerpo ni el alma están hechos para esto, viene luego el desequilibrio, la ruptura. Hay, pues, que detenerse humildemente en el camino, descansar bajo los árboles y recrearse con el panorama, podríamos decir, poner una zona de fantasía en la vida.

El peligro del exceso de acción es la compensación. Un hombre agotado busca fácilmente la compensación. Este momento es tanto más peligroso, cuanto que se ha perdido una parte del control de sí mismo: el cuerpo está cansado, los nervios agitados, la voluntad vacilante. Las mayores tonterías son posibles en estos momentos. Entonces hay sencillamente que disminuir: Volver a encontrar la calma entre amigos bondadosos, recitar maquinalmente su rosario y dormitar dulcemente en Dios.

San Alberto Hurtado
“Un fuego que enciende otros fuegos”
Fuente Recursos Católicos


Meditación breve

Un maestro quería enseñarles una lección especial a sus alumnos, y para ello les dio la oportunidad de escoger entre tres exámenes: uno de cincuenta preguntas, uno de cuarenta y uno de treinta.
A los que escogieron el de treinta les puso una "C", sin importar que hubieran contestado correctamente todas las preguntas.
A los que escogieron el de cuarenta les puso una "B", aun cuando más de la mitad de las respuestas estuvieran mal. Y a los que escogieron el de cincuenta les puso una "A", aunque se hubieran equivocado en casi todas.
Como los estudiantes no entendían nada, el maestro les explicó: "Queridos alumnos: permítanme decirles que yo no estaba examinando su conocimiento sino su voluntad de apuntar a lo alto".
Nuestra meta como seres humanos debe ser siempre ¡apuntar a lo alto!, no solamente en nuestros proyectos de vida tales como profesión, estudios, negocios etc., sino también fijarnos la meta en aquello que tiene aún más valor.
Extraído del libro “La culpa es de la vaca”
de Jaime Lopera Gutiérrez y Martha Inés Bernal Trujillo (Compiladores).


Oración a San Miguel Arcángel

San Miguel Arcángel
defiéndenos en la batalla.
Sé nuestro amparo contra la perversidad
y acechanzas del demonio.
Reprímale Dios, pedimos suplicantes,
y tú, Príncipe de la Milicia Celestial
arroja en el infierno con tu divino poder
a satanás y demás espíritus malignos
que andan dispersos por el mundo
para perdición de las almas.
Amén

La Festividad de San Miguel Arcángel se celebra el 29 de Setiembre.
Pero igualmente es una práctica muy recomendada el rezar esta oración
todos los días a la finalización de la Santa Misa.
Y también en estos tiempos para pedir por el Santo Padre
y por la santidad de todos los sacerdotes del mundo.
En "Pequeñas Semillitas" la publicaremos los días 29 de cada mes.


Pedidos de oración

Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por la Paz en el mundo, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por nuestro querido amigo el Padre Félix María Bruno, sacerdote salesiano, que vive en Montevideo, Uruguay, y que esta semana realizará ejercicios espirituales. Que María Auxiliadora lo acompañe y el Espíritu Santo lo ilumine tal como lo viene haciendo en sus más de sesenta años de vida consagrada al Señor.

Pedimos oración por la Hermana Lupita, Misionera Franciscana que vive en Ecuador, que estuvo por un tiempo con permiso en una misión fuera de la Comunidad, y ahora que cumplido el tiempo ha regresado. Que el Señor la bendiga e ilumine su camino.

Pedimos oración por el alma de Celia y Manuel, de México, que hace un mes dejaron este mundo para reunirse con el Padre en el cielo.

Pedimos oración por Ricardo I., que vive en Paraguay, y está afectado de una grave enfermedad y sufre mucho; también recemos por su esposa e hijos, para que el Señor les conceda la gracia de no perder la fe y mantenerse unidos aceptando este sufrimiento y si es Su voluntad que su mano sanadora lo libre de tantos sufrimientos y limpie su cuerpo de tan penosa enfermedad.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y enviarlos a pequesemillitas@gmail.com y deben poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan sin asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos. No se reciben pedidos de oración a través de Facebook ni por otro medio que no sea el correo antes señalado.
Los Pedidos de Oración se publican de lunes a sábados. Los domingos se publican los agradecimientos por las gracias concedidas.


“Intimidad Divina”

Jesús y los hombres

Aunque Jesús viva interiormente en comunión continua con la Santísima Trinidad y por tanto en la contemplación más elevada, no es en manera alguna extraño a las cosas de la tierra ni ajeno a las necesidades de los hombres. Antes bien, ha venido  precisamente por ellos, para salvarlos y conducirlos al Padre, y así se entrega a ellos con la máxima solicitud y dedicación. La misma caridad que lo une al Padre lo vuelca sobre los hombres, creaturas del amor del Padre, a los que por eso ama y quiere salvar, restaurando en ellos la imagen del Padre según la cual fueron creados. Jesús ha expresado del modo más conmovedor su tierna solicitud para con los hombres comparándose al buen pastor: “Yo soy el buen pastor, y conozco a mis ovejas, y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo a él; y doy la vida por las ovejas” (Jn 10, 14-15).

El deseo de unión íntima con Dios, el amor y la contemplación de Dios no deben hacerse ajenos a los hermanos, no deben impedirnos ser sensibles a sus necesidades y sufrimientos y darnos a ellos con verdadera caridad sobrenatural en la medida exigida por los deberes del propio estado. No hay género de vida, por contemplativa que sea, que excluya el deber y la necesidad de ocuparse del prójimo; si las obras externas están reducidas al mínimo, hay que concentrar las fuerzas en la plegaria y en la inmolación apostólica. A este respecto afirma el Concilio que cuantos se consagran a Dios no se hacen “extraños a los hombres o inútiles para la sociedad terrena. Porque, si bien en algunos casos no sirven directamente a sus contemporáneos, los tienen, sin embargo, presentes de manera más íntima en las entrañas de Cristo” (LG 46). El amor de Dios, cuando es verdadero e intenso, no encierra al hombre en sí mismo, sino que lo lleva a abrirse, “en las entrañas de Cristo”, a todas las necesidades del prójimo, viendo en los hermanos a hijos del Padre celestial, criaturas y objetos de su amor.

Jesús, siendo Dios, no se mantuvo alejado de los hombres, sino que se les acercó hasta experimentar en sí todas sus debilidades y aun la misma tentación, “excepción hecha del pecado” (Heb 4, 15); quiso compartir con ellos su vida de calamidades, de fatigas, de pobreza y de dolor. Así el cristiano para realizar una caridad fraterna efectiva, se esfuerza en hacer suyos los sufrimientos, las dificultades, las necesidades materiales y espirituales del prójimo en el intento de compadecerlas, socorrerlas y aliviarlas. Esto exige espíritu de sacrificio y desasimiento de la comodidad y bienestar propios, y sólo será posible si el amor al prójimo es semejante al de Jesús, es decir si procede de un amor grande al Padre Celestial. Sólo el que ama como ama Jesús, el que ama en Dios y por Dios, es capaz de una caridad fraterna, generosa y constante que se extienda a cualquier prójimo.

¡Oh Jesús mío!, cuán grande es el amor que tenéis a los hijos de los hombres, que el mayor servicio que se os puede hacer es dejaros a Vos por su amor y ganancia, y entonces sois poseído más enteramente. Porque aunque no se satisface tanto en gozar la voluntad, el alma se goza de que os contenta a Vos y ve que los gozos de la tierra son inciertos, aunque parezcan dados de Vos, mientras vivimos en esta mortalidad, si no van acompañados con el amor del prójimo. Quien no le amare, no os ama, Señor mío; pues con tanta sangre vemos mostrado el amor tan grande que tenéis a los hijos de Adán. (Santa Teresa de Jesús, Exclamaciones)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D. 
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.

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