jueves, 18 de abril de 2013

Pequeñas Semillitas 2008


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 8 - Número 2008 ~ Jueves 18 de Abril de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)

Alabado sea Jesucristo…
¿Cómo vemos a Jesús Resucitado? Hoy y aquí sucede lo que nos narran los bellos relatos pascuales. Sucede siempre y en todas partes. Sucede sin cesar en nuestra vida normal de cada día. 
Abramos los ojos, y veremos a Jesús resucitado en medio de nosotros, a nuestro lado, en el fondo de cada ser. Abramos los oídos, y escucharemos la buena noticia, y llenará de paz nuestro corazón.
En eso consiste la Pascua, en eso consiste creer en Jesús resucitado. Ése es el milagro. Jesús está con nosotros como lo estuvo con María y Pedro y los demás discípulos, se nos aparece como a ellos, nos habla como a ellos. Aunque nuestros ojos están demasiado ciegos y nuestros oídos demasiado sordos, Jesús se nos aparece: ¿Por qué tienes miedo? Pálpame. Y marcha tranquilo
Vive feliz, y procura curar las heridas del prójimo.
José Arregi


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy

En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; éste es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo».
(Jn 6,44-51)

Comentario
Hoy cantamos al Señor de quien nos viene la gloria y el triunfo. El Resucitado se presenta a su Iglesia con aquel «Yo soy el que soy» que lo identifica como fuente de salvación: «Yo soy el pan de la vida» (Jn 6,48). En acción de gracias, la comunidad reunida en torno al Viviente lo conoce amorosamente y acepta la instrucción de Dios, reconocida ahora como la enseñanza del Padre. Cristo, inmortal y glorioso, vuelve a recordarnos que el Padre es el auténtico protagonista de todo. Los que le escuchan y creen viven en comunión con el que viene de Dios, con el único que le ha visto y, así, la fe es comienzo de la vida eterna.
El pan vivo es Jesús. No es un alimento que asimilemos a nosotros, sino que nos asimila. Él nos hace tener hambre de Dios, sed de escuchar su Palabra que es gozo y alegría del corazón. La Eucaristía es anticipación de la gloria celestial: «Partimos un mismo pan, que es remedio de inmortalidad, antídoto para no morir, para vivir por siempre en Jesucristo» (San Ignacio de Antioquía). La comunión con la carne del Cristo resucitado nos ha de acostumbrar a todo aquello que baja del cielo, es decir, a pedir, a recibir y asumir nuestra verdadera condición: estamos hechos para Dios y sólo Él sacia plenamente nuestro espíritu.
Pero este pan vivo no sólo nos hará vivir un día más allá de la muerte física, sino que nos es dado ahora «por la vida del mundo» (Jn 6,51). El designio del Padre, que no nos ha creado para morir, está ligado a la fe y al amor. Quiere una respuesta actual, libre y personal, a su iniciativa. Cada vez que comemos de este pan, ¡adentrémonos en el Amor mismo! Ya no vivimos para nosotros mismos, ya no vivimos en el error. El mundo todavía es precioso porque hay quien continúa amándolo hasta el extremo, porque hay un Sacrificio del cual se benefician hasta los que lo ignoran.
Rev. D. Pere MONTAGUT i Piquet (Barcelona, España)


Santoral Católico:
San Francisco Solano
Presbítero Franciscano en América

Aquellos primeros misioneros que vinieron a nuestras tierras americanas junto con los conquistadores son de una grandeza casi sobrehumana. Entre ellos descuella la figura imponente de San Francisco Solano, el de una vida apostólica inconcebible que hoy vamos a presentar. ¿Cómo es posible realizar tanto trabajo en sólo veinte años, desde las costas de Panamá hasta las inmensidades peruanas, argentinas y uruguayas, para finalizar sus días de nuevo en el soñado Perú?...

Nace en Andalucía, ingresa en la Orden de San Francisco, y es un religioso y sacerdote sabio y santo. Pero España es un campo muy estrecho para su celo apostólico, y a sus cuarenta años solicita venirse para nuestra América, donde tantas almas están sedientas de Dios. Se embarca, llega a Cartagena y Portobello, y se detiene en Panamá durante cuatro meses, tan llenos de males y de dificultades, que mueren dos de sus compañeros. La vida del misionero empieza con grandes peligros, pero él no se va a rendir.

Toma una nave para el Perú, aunque el viaje se presenta difícil. Ante las costas de Colombia se produce la tragedia. La nave se parte en dos y en una lancha salvavidas pueden llegar algunos náufragos a la playa. Francisco no intenta salvarse el primero y se queda en la nave para dar ánimos a los que se ven del todo perdidos.

Vuelven las lanchas, y todos logran llegar a la arena entre grandes dificultades. El misionero es el último en abandonar el navío, se ata el hábito a la cintura, se lanza al mar, llega a la barca, y cuando alcanza la playa no le queda cubriendo su cuerpo más que la túnica. Decidido, se regresa a buscar su hábito, mientras dice a los compañeros aterrados:

- Voy por mi hábito. El Padre San Francisco me lo dio y a él se lo tengo que devolver. Ese pobre hábito será su orgullo mayor y lo va a pasear con gallardía por aquellas tierras vírgenes.

Dos meses largos permanecen los náufragos en la playa inhóspita, comiendo sólo hierbas y los peces que llegan a sacar del mar como pueden. Francisco infunde ánimos a todos: -¡Tranquilos! Dios nos sacará de aquí de una manera u otra.

Por fin, aparece una nave providencial, que recoge a los náufragos y los deja en el norte del Perú. Francisco sigue a pie su camino hasta la lejana Lima, de donde arrancará ahora y donde acabará después su prodigioso apostolado.

Se arrodilla ante su superior, y le suplica con lágrimas casi en los ojos: - ¡Padre, mándeme, mándeme a mí! Por amor a mi Señor Jesucristo, yo quiero ir a las misiones más difíciles.

El superior comprende que aquellos impulsos tan vehementes hacia las misiones más arriesgadas vienen de Dios, y autoriza todo: - ¡Vaya, pues, y que Dios le acompañe siempre!

Francisco escala los Andes, sube a las alturas más encumbradas de Bolivia, desciende después hasta la Argentina y llega al Tucumán, donde va a tener el centro de su apostolado durante once años prodigiosos, apostolado que se extenderá hasta el Estero y Paraguay.

Estudia con ahínco las lenguas de los indígenas, a los que trata con un amor enternecedor. Y, cuando una vez se ve ante varias tribus, sin conocer las lenguas de todos, confía en el Espíritu Santo, que renueva con él aquella vez el prodigio de Pentecostés. Todos sus oyentes lo han entendido, y exclaman atónitos: - ¿Y cómo el Padre español habla a la vez todas nuestras lenguas?...

El caso de conversiones más famoso en la vida de Francisco Solano se dio en La Rioja. Cuarenta y cinco caciques se dan cita en ella, y las autoridades se ponen al tanto, con los soldados a punto de entrar en acción ante el primer peligro.

Era Jueves Santo, y en la procesión, organizada por el santo misionero, formaba un grupo de disciplinantes. Desnudos de la cintura para arriba, y con el despiadado látigo en la mano, iban dándose duros golpes en las espaldas, en memoria de la flagelación de Jesús y haciendo así penitencia por los pecados de todos. Los caciques indios se conmueven ante aquel espectáculo. Abrazan la fe católica que predica Francisco, y se hacen bautizar todos con muchos otros de sus tribus, después de la rigurosa instrucción a que los somete el misionero.

Dicen que llegaron hasta nueve mil los que se fueron bautizando después poco a poco, una vez recibida la debida instrucción. Todo fue fruto de aquella procesión tan devota y singular. Los caciques, que habían venido al acecho como fieras, se habían convertido en corderitos mansos y obedientes... El infatigable misionero, obediente a la voz de sus Superiores, regresa a Lima, donde permanecerá haciendo prodigios de santidad y de conversiones durante los seis últimos años de su vida.

Esta vida tan preciosa del misionero acaba mientras el sacerdote alza la Sagrada Hostia en la Misa que se celebra en su presencia por el moribundo. Con el Cristo de la Hostia se alzaba hasta el Cielo uno de los mayores apóstoles que han recorrido nuestra América, tan prometedora...

Fuente: Catholic.net


¡Buenos días!

Gracias, Señor, por la vida

Hoy te ofrezco una hermosa oración para valorar y gozar la vida que el Señor te da. Como ambientación del tema, relee antes esta estrofa de Amado Nervo sobre el milagro de la vida: “Cada rosa gentil ayer nacida, cada aurora que apunta entre sonrojos, dejan mi alma en el éxtasis sumida, ¡nunca se cansan de admirar mis ojos el perpetuo milagro de la vida!”.

“Mi Dios, lleno de vida purísima, vitalidad siempre nueva. Tú has querido derramar vida en el universo y por eso existe la multitud variada de todas las criaturas. También yo soy una llama de vida que tú has querido encender con tu poder sin límites. Te doy gracias, Señor, por el milagro de mi vida, porque me sacaste de la nada. Porque yo podría no existir, y sin embargo aquí estoy, sostenido por tu infinito poder. Concédeme, Señor, que pueda valorar y gozar esta vida que hoy me das, que aprenda a disfrutarla con alegría y gratitud. Amén.” V. Fernández.

San Pablo exhortaba a los cristianos de Colosas a “vivir dando gracias a Dios”. Ejercítate y verás que te ayuda a vivir la relación con Dios de una forma concreta y existencial, descubriendo con gozo los dones que te regala a cada paso. Es una oración que ensancha el corazón de alegría y descansa la mente. Acostúmbrate a practicarla.

Padre Natalio


Palabras del Papa Francisco

"A veces nos parece que Dios no le responde al mal 
y que se queda en silencio.
En realidad Dios ha hablado y ha respondido
y su respuesta es la Cruz de Cristo"

Papa Francisco


Tema del día:
Dios me dijo NO

Le pedí a Dios que me salvara del vicio.
Dios me dijo: No.  Esto no es algo para yo salvarte, sino para tu renunciarlo.

Le pedí a Dios me aliviara el dolor.
Dios me dijo: No.  No me corresponde a mí aliviarlo, sino a ti vencerlo.

Le pedí a Dios me ayudara con mi hijo inválido.
Dios me dijo: No.  Su espíritu está completo y su cuerpo es temporal.

Le pedí a Dios me diera paciencia.
Dios me dijo: No.  La paciencia es la consecuencia de las tribulaciones, no es concedida, es aprendida.

Le pedí a Dios me diera felicidad.
Dios me dijo: No.  Yo te doy bendiciones, la felicidad la tienes que conseguir.

Le pedí a Dios me apartara la soledad.
Dios me dijo: No.  Debes crecer por ti mismo, yo te ayudaré a dar fruto.

Le pedí a Dios que me exonerara del dolor.
Dios dijo:  No.  El sufrimiento te aleja de las cosas mundanas y te acerca más a mí.

Le pedí a Dios todo aquello que me hiciera disfrutar la vida.
Dios me dijo: No.  Yo te daré la vida para que disfrutes todas las cosas.

Le pedí a Dios que hiciera crecer mi espíritu.
Dios dijo: No.  Tú debes crecer por ti mismo, pero te voy a podar para que seas fructífero.

Le pedí a Dios me ayudara a amar a los demás como Él me ama a mí.
Dios me dijo: "Por fin comprendiste la idea".

"Para el mundo tu podrás ser una persona, pero para una persona tú podrías ser el mundo"

Autor Desconocido   


Meditación breve

¿Hace mucho que no vamos al cementerio? Deberíamos ir más frecuentemente, para recordar y tener bien presente dónde terminará nuestra vida en este mundo. Porque a veces vivimos como si jamás fuéramos a morir. Muchos de los que están en las tumbas nos podrían decir que ellos tampoco pensaban que un día morirían.
¿Qué haríamos si nos dijeran que tenemos un mal incurable y que deberemos morir dentro de una semana? ¡Cuántas cosas haríamos y arreglaríamos en esa semana! ¡Cuántos perdones y reconciliaciones obraríamos! Pero como parece que la muerte está muy lejos, entonces seguimos viviendo igual que siempre, adormecidos por Satanás, que juega con nosotros escondiéndonos tal vez la inminencia de la muerte.
Muchos buscan en el Cristianismo y el Catolicismo la “novedad”, y no se dan cuenta de que lo que realmente importa es meditar siempre las cosas ya sabidas, porque el querer buscar siempre lo nuevo, no viene de Dios, sino del Maligno. En cambio el meditar en las verdades de siempre, nos trae un profundo conocimiento de la vida humana y nos predispone a vivir bien este tiempo de destierro que es la vida en el mundo.
Vivamos cada día como si fuera el último, y estaremos más cerca de la verdad, porque efectivamente uno de esos días será realmente el último para nosotros.
www.santisimavirgen.com.ar


Nuevos videos

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"Juan Pablo II inolvidable"
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Pedidos de oración

Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por la Paz en el mundo, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por Alejandra María C. E., que vive en Tegucigalpa, Honduras y está padeciendo por causa de unos ganglios linfáticos en una de sus axilas; rogando a Jesús que la cure y no sea nada de gravedad.

Pedimos oración por Víctor Alfredo D. C., que vive en Tegucigalpa, Honduras, para que el Divino Niño intervenga ante nuestro Padre celestial por una oportunidad de un trabajo digno.

Pedimos oración por Dorothy A., que vive en Ford Lauderdale, USA,  y es una joven de 23 años que padece de un tumor canceroso muy agresivo situado en el mediastino, entre el tórax y los pulmones.  Según los médicos todo su cuerpo ya ha sido tomado por el cáncer y empieza a sentir fuertes dolores. Rogamos a Jesús, Buen Pastor, que atienda las necesidades de esta joven hija suya.

Pedimos oración por la salud de Blanca Estela G. D., que vive en Zacatecas, México, y padece cáncer linfático, rogando a Nuestra Señora de Guadalupe que interceda por ella ante Jesús para que Él le conceda la gracia de recuperarse.

Pedimos oración por el eterno descanso del alma de Lina, para que el Señor, que es la Resurrección y la Vida, la reciba en su reino.

Pedimos oración por Evarista G. A., de México, a quien operan hoy del estómago, rogando que Jesús acompañe con sus manos a los cirujanos para que todo resulte favorable.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y enviarlos a pequesemillitas@gmail.com y deben poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan sin asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos. No se reciben pedidos de oración a través de Facebook ni por otro medio que no sea el correo antes señalado.
Los Pedidos de Oración se publican de lunes a sábados. Los domingos se publican los agradecimientos por las gracias concedidas.


Oración por la Patria

Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. Nos sentimos heridos y agobiados. Precisamos tu alivio y fortaleza. Queremos ser nación, una nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común. Danos la valentía de la libertad de los hijos de Dios para amar a todos sin excluir a nadie, privilegiando a los pobres y perdonando a los que nos ofenden, aborreciendo el odio y construyendo la paz. Concédenos la sabiduría del diálogo y la alegría de la esperanza que no defrauda. Tú nos convocas. Aquí estamos, Señor, cercanos a María, que desde Luján nos dice: ¡Argentina! ¡Canta y camina! Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.


“Intimidad Divina”

Perseverar a toda costa

“Nadie que, después de haber puesto la mano sobre el arado, mire atrás es apto para el reino de Dios” (Lc 9, 62); y nadie que se eche atrás por las dificultades que encuentra en el camino de la oración podrá conquistar aquel particular reino de Dios que es la intimidad con él… Sin una voluntad firme y decidida, frecuentemente encontrará el alma motivos más o menos plausibles para abandonar la oración. Por una parte, la sequedad que encuentra la hará pensar que para ella es tiempo perdido el empleado en un ejercicio del que al parecer no saca fruto alguno, y que por eso sería mejor emplearlo en otras obras. Tampoco será difícil que las muchas ocupaciones que frecuentemente la abruman le presenten más legítima esa postura. Otras veces el sentimiento de su miseria le hará creer que es indigna de la intimidad con Dios y que por lo mismo es inútil para ella perseverar en la oración.

Hablando de las tentaciones del demonio, San Pedro dice: “resistidle firmes en la fe” (1 Pe 5, 9); es precisamente lo que se debe hacer para perseverar en la oración a pesar de la sequedad. La fe nos hace firmes para creer en el amor de Dios aun cuando quiere probar a sus criaturas: “Dios corrige al que ama, como hace el padre con el hijo que le es más caro” (Pv 3, 12). La fe nos enseña que Dios está con nosotros aun cuando parece que nos abandona, y nos escucha aunque parezca sordo a nuestros gemidos, porque “es eterna su piedad” (Ps 118, 2). Nos asegura que Dios no rechaza a ninguno por pobre y pecador que sea, pues ha mandado a su Hijo unigénito no “a llamar a los justos sino a los pecadores” (Mt 9, 13); aún más, el único remedio de la miseria humana se halla precisamente en Dios que, amando a los hombres, les infunde bondad y gracia. Cuanto más cree el alma en el amor de Dios con fe inquebrantable, tanto más se une a él.

No es la experiencia de una oración suave y llena de consuelos la que nos introduce en la amistad divina, sino el ejercicio de las virtudes teologales, el cual puede ser muy intenso y unitivo no obstante la fatiga que se siente al caminar a oscuras, sin el más pequeño gusto sensible. “No todo el que dice: ¡Señor, Señor! entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre” (Mt 7, 21). El fin de la oración no son los ímpetus afectivos, sino la plena adhesión a la voluntad de Dios. Quien cree en Dios confía en él y, confiando, se pone en sus manos, dejándose guiar a donde él quiere. De esta manera la fe conduce a la caridad, la cual mueve al hombre a escoger, querer y hacer todo lo que Dios quiere. “Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que os mando” (Jn 15, 14). La verdadera amistad lleva poco a poco a un único querer y no querer, y esto puede realizarse aun en la oración más árida. No pudiendo manifestar su amor con expresiones de afecto, el alma concentra sus fuerzas en conformarse a la voluntad de Dios, tratando de conocerla cada vez mejor, de aceptarla más plenamente y de cumplirla con mayor generosidad. De esta manera la oración rebosa en la vida y la transforma.

¡Oh Señor!, ¿qué me importa sentir o no sentir, permanecer en luz o en tinieblas, gozar o no gozar, cuando puedo recogerme en las luminosidades de la fe? Debo más bien avergonzarme de hacer distinciones entre esas cosas; y cuando siento aún su influjo, me desprecio profundamente por mi falta de amor y dirijo, al momento, la mirada a mi divino Maestro para que me libre de semejantes imperfecciones. Ayúdame a encumbrarte… sobre las dulzuras y consuelos que de ti proceden, pues he decidido superarlo todo para unirme a ti. (Isabel de la Trinidad, Últimos ejercicios espirituales).

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.

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