viernes, 5 de abril de 2013

Pequeñas Semillitas 1995


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 8 - Número 1995 ~ Viernes 5 de Abril de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)


Alabado sea Jesucristo…
Si viéramos a un hombre que corre alocadamente hacia un precipicio, ¡qué no haríamos por avisarle para que detenga su carrera y que se salve! Pues bien, los pecadores corren aceleradamente hacia el abismo infernal, y con sus pecados aumentan su velocidad y peso, y están en gran peligro de caer para siempre en el Infierno eterno. Por eso con nuestras oraciones, podemos obtenerles la conversión y la salvación. Nuestra oración por los pecadores, es como ese aviso que hacemos a las almas para que entren en sí mismas y se conviertan, cambien de vida ahora o, al menos, en la hora de su muerte, para que se salven y vayan al Cielo. Y cuando rezamos el Santo Rosario estamos rezando de la mejor manera por los pecadores, en los que también nos incluimos nosotros, que también somos pecadores. Cuando en las Avemarías del Rosario decimos a la Virgen: “Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”, estamos implorando a María que nos proteja en todo momento a nosotros y a todos los pecadores del mundo, y especialmente que su protección nos ampare en la hora postrera de la muerte, que es cuando se decidirá nuestra suerte eterna.
Portal de oración


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy

En aquel tiempo, se manifestó Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se manifestó de esta manera. Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dice: «Voy a pescar». Le contestan ellos: «También nosotros vamos contigo». Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada.
Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Díceles Jesús: «Muchachos, ¿no tenéis pescado?». Le contestaron: «No». Él les dijo: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis». La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces. El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: «Es el Señor». Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se puso el vestido —pues estaba desnudo— y se lanzó al mar. Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho de tierra, sino unos doscientos codos.
Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brasas y un pez sobre ellas y pan. Díceles Jesús: «Traed algunos de los peces que acabáis de pescar». Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: «Venid y comed». Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres tú?», sabiendo que era el Señor. Viene entonces Jesús, toma el pan y se lo da; y de igual modo el pez. Ésta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.
(Jn 21,1-14)

Comentario:
Hoy, Jesús por tercera vez se aparece a los discípulos desde que resucitó. Pedro ha regresado a su trabajo de pescador y los otros se animan a acompañarle. Es lógico que, si era pescador antes de seguir a Jesús, continúe siéndolo después; y todavía hay quien se extraña de que no se tenga que abandonar el propio trabajo, honrado, para seguir a Cristo.
¡Aquella noche no pescaron nada! Cuando al amanecer aparece Jesús, no le reconocen hasta que les pide algo para comer. Al decirle que no tienen nada, Él les indica dónde han de lanzar la red. A pesar de que los pescadores se las saben todas, y en este caso han estado bregando sin frutos, obedecen. «¡Oh poder de la obediencia! —El lago de Genesaret negaba sus peces a las redes de Pedro. Toda una noche en vano. —Ahora, obediente, volvió la red al agua y pescaron (...) una gran cantidad de peces. —Créeme: el milagro se repite cada día» (San Josemaría).
El evangelista hace notar que eran «ciento cincuenta y tres» peces grandes (cf. Jn 21,11) y, siendo tantos, no se rompieron las redes. Son detalles a tener en cuenta, ya que la Redención se ha hecho con obediencia responsable, en medio de las tareas corrientes.
Todos sabían «que era el Señor. Viene entonces Jesús, toma el pan y se lo da» (Jn 21,12-13). Igual hizo con el pescado. Tanto el alimento espiritual, como también el alimento material, no faltarán si obedecemos. Lo enseña a sus seguidores más próximos y nos lo vuelve a decir a través de Juan Pablo II: «Al comienzo del nuevo milenio, resuenan en nuestro corazón las palabras con las que un día Jesús (...) invitó al Apóstol a ‘remar mar adentro’: ‘Duc in altum’ (Lc 5, 4). Pedro y los primeros compañeros confiaron en la palabra de Cristo (...) y ‘recogieron una cantidad enorme de peces’ (Lc 5,6). Esta palabra resuena también hoy para nosotros».
Por la obediencia, como la de María, pedimos al Señor que siga otorgando frutos apostólicos a toda la Iglesia.
Rev. D. Joaquim MONRÓS i Guitart (Tarragona, España)


Santoral Católico:
San Vicente Ferrer
Presbítero
“Bebe el agua del maestro Vicente” se dice todavía en España para recomendar el silencio. La expresión se refiere a un sabio consejo que el dominico san Vicente Ferrer dio a una mujer que le preguntaba qué podía hacer para congeniar con el malhumorado marido. “Tome este frasco de agua -contestó el santo- y cuando tu esposo regrese del trabajo, tómate un sorbo y mantenlo en la boca el mayor tiempo posible”. Era el mejor modo de hacer que la mujer tuviera la boca cerrada y no contestara al marido.

La anécdota hace ver la humana simpatía de este hombre, acérrimo fustigador de las costumbres, que le mereció de sus contemporáneos el título de “ángel del Apocalipsis”, porque en sus sermones acostumbraba amenazar con flagelos y tribulaciones.

Vicente nació en Valencia (España) en 1350. A los 17 años había ya terminado con tanto éxito sus estudios de filosofía y teología que sus profesores lo incluyeron inmediatamente en el cuerpo docente.

Entró al convento de los dominicos de Valencia y fue ordenado sacerdote en 1375, una fecha que en la historia de la Iglesia se recuerda como el comienzo del gran cisma de Occidente (1378-1417). La gran confusión dividió a los cristianos en dos obediencias: a Roma y a Aviñón. Era inevitable que aun espíritus rectos, como Vicente Ferrer, estuvieran de parte del Papa ilegítimo. La buena fe de Vicente Ferrer se prueba con el hecho de que él hizo todo lo posible para solucionar el gran conflicto y restituir así la unidad a la Iglesia. Recorrió toda Europa, entusiasmando con su gran oratoria a las muchedumbres de fieles, atraídos también por un fenómeno especial: al predicador dominico -que sólo conocía el castellano, el latín y un poco de hebreo- le entendían todos los fieles de las diversas naciones a donde él iba, cada uno en su lengua, repitiéndose así el milagro de Pentecostés.

Auténtico predicador del mensaje cristiano, San Vicente recuperaba todo el vigor juvenil aun en avanzada edad tan pronto subía al púlpito o en los palcos improvisados en las plazas, porque las iglesias no eran suficientes para las grandes muchedumbres; y esto a pesar de no conmover al auditorio con palabras de esperanza, sino que fustigaba las costumbres con tono amenazador. Lograda la unidad del pontificado con el concilio de Constanza y con la elección de Martín V, Vicente recorrió el norte de Francia tratando de poner fin a la guerra de los Cien años. Murió el 5 de abril de 1419, durante la misión en Vannes, y fue canonizado por su compatriota Calixto III en 1455.

Fuente: Catholic.net


¡Buenos días!

El árbol y el campesino

El mal ha entrado en el mundo por la puerta del egoísmo humano, que es negación del amor y búsqueda desenfrenada del propio bienestar. Cada día puedes empezar a ser generoso en pequeños gestos. Con la práctica se te irá abriendo el corazón, descubrirás la alegría de dar y comprobarás, maravillado, que recibes mucho más de lo que das.

En el campo de un labriego había un árbol que no servía más que de refugio a los gorriones y a las chicharras ruidosas. El labrador, viendo su inutilidad, se dispuso a talarlo y descargó contra él su hacha. Los gorriones y las chicharras le rogaron que no lo quitara porque era su albergue y en él podrían seguir cantando y agradándole a él mismo. Mas sin hacerles caso, le asestó un segundo golpe, luego un tercero. Rajado el árbol, vio un panal de abejas y probó y gustó su miel, con lo que guardó el hacha, apreciando y cuidando desde entonces al árbol con gran esmero. (Esopo).

Antes de buscar el beneficio personal, pregúntate, ¿qué puedo compartir hoy? En lugar de querer poseer empezarás a donar, guiado por el deseo de ayudar a satisfacer las necesidades de los otros. Cada uno tiene algo para compartir. Dinero, talento, tiempo o una simple oración. La generosidad nos pone en sintonía con nuestra semejanza divina. Ánimo, inténtalo.

Padre Natalio


La frase de hoy

"Y, darse a los hermanos, ¿no es acaso darse a Cristo?
Mientras más amor hay, más se sufre:
el deseo de hacer siempre el bien, de socorrer a los desgraciados,
de siempre enseñar y siempre adaptar la verdad cristiana,
todo esto no se puede realizar sino en ínfima medida"

San Alberto Hurtado


Tema del día:
El espíritu de la Resurrección 

Los peces del océano viven en agua salada y a pesar del medio salado, tenemos que echarles sal cuando los comemos: se conservan insípidos, sosos. Así podemos vivir en la alegría de la resurrección sin empaparnos de ella: sosos. Debemos empaparnos, pues, en la resurrección. El mensaje de la resurrección es alentador, porque es el triunfo completo de la bondad de Cristo.

Para comprender el papel de un elemento supongamos que eso falta (para saber lo que es el sol, supongamos que no existe: frío y muerte). ¿Qué sería nuestra Iglesia si no hubiera Resurrección? Si terminara el mensaje en el Viernes Santo: Siempre de luto… y la duda y el temor del futuro… y todos en penitencia desesperante.

He conocido un buen padre de familia que tuvo una tristeza horrible y se acabó ese hombre. Tuvo un niño de seis años, rompió la loza, el padre lo castigó y lo mandó a su cama sin un beso... Esa noche murió solo. ¡Si hubiera sabido que era su última hora! Se fue a la eternidad con la tristeza de ese recuerdo. Ahora suponga que Nuestro Señor muere, grita, desaparece... ¡qué triste habría sido! Pero volvió después de su muerte, ¿para decir qué? Que en el Corazón divino no había ningún rencor. ¡Que no había venganza! Que podíamos cooperar con Él.

Porque conocemos bien este misterio, no lo apreciamos bastante. No hay que desesperar: los lazos entre el Salvador y los hombres no han sido rotos. Por eso, se presenta tan luego a Pedro, no para decirle que obró mal, sino para decirle que sigue siendo Jefe del Colegio Apostólico y piedra angular de la Iglesia, porque mi muerte es muerte de redención. Éste es su alcance esencial y debe producir la gratitud de mi alma. Es la víctima que vuelve y su primera palabra: "No teman" (Mt 28,10). "Te damos gracias por tu inmensa gloria", es la resurrección. Nuestro Señor acabó su papel mortal. ¿Se interesa todavía a la tierra? Cristo que se aparece con frecuencia, y dice: Todo mi interés está en la tierra.

Nuestro Señor después de la Resurrección no se contentó con gozar su felicidad. Como la alegría del profesor es la ciencia de sus alumnos... su esperanza no es completa hasta que todos aprenden; como el Capitán del buque no tiene su esperanza completa hasta que se salva el último... ¡Sería pésimo si se contentara con su propia salvación!

Todo el cielo es la gran esperanza vuelta hacia la tierra. San Ignacio tiene gran esperanza en nosotros y no la colmará sino cuando haya entrado el último jesuita. La esperanza es el lazo que une el cielo y la tierra. No nos imaginemos el cielo con sillones tranquilos. San Pedro está mirando el Vaticano todo el día. La tierra es el periódico del cielo. Por eso podemos gritar: ¡Eh, sálvanos que perecemos! Acuérdate que es tu obra la que arde. ¡Eh santos, miren su obra! ¡Recen por nosotros! ¡La Iglesia lo hace en forma imperativa! Es como en una operación que comienza un cirujano, y se va: caso de apuro, el otro lo llama, es la misma operación.

"También tengo otras ovejas, que no son de este redil... y habrá un solo rebaño, un solo pastor" (Jn 10,16). El Señor espera traerlas al redil. La posesión es la que acaba la esperanza: la posesión de todos nosotros.

El cielo todavía no está acabado: falta la Iglesia militante. Y cuando llega un pobre hombre cubierto del polvo de la tierra, ¡qué alegría que habrá en el cielo! El Señor lo dice: habrá más alegría en el cielo... (Lc 15,7). Allí ya no hay posibilidad de batalla... ¡No se trata solamente de limpiarse, sino que hay que ensanchar este horizonte a las dimensiones de Cristo!

¡Todo el cielo interesándose por la tierra! Y por eso Nuestro Señor se aparece a su Madre... Se interesa a todo, hasta en la pesca de sus apóstoles; en lo que comen ellos: ¿Os queda algo de comer? Comió y distribuyó los pedazos (cf. Jn 21,1-14). Para mostrarnos que más que su felicidad eterna, le interesa su obra en la tierra. ¡La comunidad de la Iglesia triunfante y militante es la razón de nuestros esfuerzos! ¡Comunidad de deseos, de anhelos y de esperanza!

San Alberto Hurtado

Meditación breve

Celebra la vida, vive feliz, comienza a celebrar el milagro de la vida porque ella es un regalo bendito de Dios. Piensa en positivo, activa tu mente y tu corazón.
Vibra, vive, siente, disfruta de este instante maravilloso que tienes que es único e irrepetible.
Tu presencia es un regalo maravilloso para el mundo. Eres un ser singular y único, comprende que eres un milagro maravilloso de Dios.
Tu vida puede ser todo lo que quieras que sea. Empieza a vivir los días de a uno por vez, solamente este día que es único e irrepetible.
Dentro de tí están todas las respuestas. Empieza a comprender, ten fe que los milagros existen y se fuerte ante los obstáculos.
Ahora date cuenta, toma consciencia en este preciso instante lo especial que eres.


Mensaje de María Reina de la Paz

Mensaje de María Reina de la Paz del 2 de abril de 2013

¡Queridos hijos! Os invito a ser en el espíritu una sola cosa con mi Hijo. Os invito, a que, a través de la oración y de la Santa Misa, cuando mi Hijo se une de manera especial a vosotros, procuréis ser como Él: para que estéis siempre dispuestos como Él a cumplir la voluntad de Dios, y a no pedir que se realice la vuestra. Porque, hijos míos, por la voluntad de Dios sois y existís, pero sin la voluntad de Dios, no sois nada. Yo, como Madre, os pido que con vuestra vida habléis de la gloria de Dios, porque de esa forma también os glorificaréis a vosotros mismos, según su voluntad. Mostrad humildad con todos, y amor hacia el prójimo. Por medio de esa humildad y de ese amor, mi Hijo os ha salvado y os ha abierto el camino hacia el Padre Celestial. Os ruego que abráis el camino al Padre Celestial a todos aquellos que no le han conocido y no han abierto el corazón a su amor. Con vuestra vida abrid el camino a todos aquellos que todavía divagan en busca de la verdad. Hijos míos, sed mis apóstoles que no viven en vano. No olvidéis que vosotros iréis ante el Padre Celestial y le hablaréis de vosotros. ¡Estad preparados! Nuevamente os advierto: orad por aquellos a quienes mi Hijo ha llamado, ha bendecido sus manos y os los ha dado a vosotros. Orad, orad, orad por vuestros pastores. Os lo agradezco. ”


Pedidos de oración

Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por la Paz en el mundo, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por Mario, de la ciudad de Córdoba, Argentina, para que pueda salir de las drogas, pueda despertar y encaminar su camino, para que Dios lo guíe y él pueda ver las señales, para que su alma pueda sanar, por su salud, para conseguir un trabajo y para que pueda mejorar sus relaciones con las personas que lo aman. Que Jesús Resucitado lo ayude para que pueda renacer a una nueva vida.

Pedimos oración por Dulce María C., que vive en República Dominicana, para que pueda dejar de fumar, ya que ese vicio la puede llevar a graves consecuencias. Que el Señor le dé las fuerzas necesarias como para poder conseguirlo.

Pedimos oración por nuestra lectora Zonia G., de Guayaquil, Ecuador, a la que se le han reactivado procesos tumorales en pulmón y ahora tendrá consulta con el oncólogo. Que la Santísima Virgen de Lourdes la acompañe para que los médicos encuentren el tratamiento adecuado para sanar su enfermedad y el Buen Jesús habite siempre en su corazón.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y enviarlos a pequesemillitas@gmail.com y deben poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan sin asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos. No se reciben pedidos de oración a través de Facebook ni por otro medio que no sea el correo antes señalado.
Los Pedidos de Oración se publican de lunes a sábados. Los domingos se publican los agradecimientos por las gracias concedidas.


“Intimidad Divina”

Es el Señor

El evangelista San Juan (21, 1-14) refiere otra aparición de Jesús que tuvo lugar en el lago de Tiberíades, donde los Apóstoles habían transcurrido toda una noche de trabajo inútil en la pesca. Al principio no le reconocen; pero, siguiendo su invitación, echan de nuevo la red y ésta se llena de tal manera que “no podían arrastrarla”. Inmediatamente el discípulo “a quien Jesús amaba” reconoce en esa pesca extraordinaria la “señal” de la presencia del Maestro y exclama: “¡Es el Señor!”. El amor hace a Juan más perspicaz que a los demás; pero el mismo amor hace a Pedro más ágil: se echa en seguida al agua para llegar al Señor lo más pronto posible… “¡Es el Señor!” Con este título, familiar a los discípulos, Juan reconoce y señala a Jesús; pero después de su resurrección ese título asume un valor y un significado más profundo y vital. En efecto, la Pascua es el coronamiento de la soberanía de Jesús: todas las criaturas le pertenecen porque las ha vuelto a comprar con el precio de su sangre, de su anonadamiento y de su obediencia hasta la muerte de cruz. El cristiano debe cantar las glorias del Resucitado, haciéndole triunfar en todo su ser, cediéndole todo derecho y todo espacio, y entregándose a él para que sea el único Señor de la vida.

Jesús es el Señor, pero, aunque resucitado, su estilo no cambia: continúa siendo el que “no ha venido a ser servido sino a servir” (Mt 20, 28). Jesús ha preparado en la playa “unas brasas encendidas, y un pez puesto sobre ellas y pan”, y cuando llegan sus amigos cansados por la noche pasada en el lago y por los esfuerzos para sacar la red a la orilla, los invita: “Venid y comed”. “Tomó el pan y se lo dio, e igualmente el pez”. ¿Habrán pensado quizá los Apóstoles en la última Cena cuando Jesús tomó el pan, lo bendijo y se lo dio diciendo: “Tomad y comed, esto es mi cuerpo”? (Mt 26, 26). Aunque aquí no se trate de la Eucaristía, la alusión a su recuerdo es fácil y espontánea. El Señor resucitado continúa preparando a los hombres su mesa y en vez de servirles pan y pescado, les sirve en comida su Cuerpo y en bebida su Sangre, sustentando de tal manera en los creyentes aquella vida divina a la cual los ha regenerado con su muerte y resurrección.

La Eucaristía, por lo tanto, es el perfeccionamiento del bautismo, y como el bautismo, es un sacramento esencialmente pascual. Si la Eucaristía es el memorial de la muerte del Señor, lo es también de su resurrección, porque el Cuerpo y la Sangre ofrecidos en el sacramento no son el cuerpo y la sangre de un muerto, sino de un vivo, de un resucitado que vive para siempre y tiene el poder de hacer participante de su inmortalidad a quien se nutre de él. “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo le resucitaré el último día” (Jn 6, 54). Entonces alcanzará su máximo esplendor la soberanía del Resucitado, cuando habrá asumido en su resurrección la de todos los creyentes. Sólo Jesús tiene el poder de salvar, sólo él es el Señor de la vida y de la muerte, capaz de sanar y hacer resucitar.

Eres tú, ¡oh divino Resucitado!, el que vienes a mí; tú que después de haber expiado el pecado con tus dolores, has vencido a la muerte con tu triunfo y que, glorioso ya para siempre, vives para tu Padre. Ven a mí para aniquilar la obra del demonio, para destruir el pecado y mis infidelidades; ven para acrecentar en mí el desasimiento de todo lo que no es Dios; ven para hacerme partícipe de aquella sobreabundancia de vida perfecta que brota ahora de tu santa Humanidad. Entonces cantaré contigo un canto de acción de gracias a tu Padre que en aquel día de honor y de gloria te coronó como nuestra Cabeza. (C. Marmión, Cristo en sus misterios, 15)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.

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