miércoles, 17 de abril de 2013

Pequeñas Semillitas 2007


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 8 - Número 2007 ~ Miércoles 17 de Abril de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)


Alabado sea Jesucristo…
Hoy en el Evangelio Jesús se proclama como el pan de la vida. El pan es el alimento esencial para la vida del hombre. Y Jesús se nos ofrece bajo esa forma diariamente en la Eucaristía, y nos llama a compartir el pan con los hermanos.
Cuando compartimos con alguien el pan, las buenas palabras y obras, no solamente estamos haciendo algo bueno por el prójimo, sino que además estamos multiplicando alegrías y bendiciones para nosotros mismos. Porque dando se recibe, porque no hay mayor alegría que la que se siente brindándose al hermano necesitado en cuyo rostro tenemos que aprender a reconocer al mismo Jesús.
Recordemos esto: esparcir amor es juntar alegrías…


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy

En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed. Pero ya os lo he dicho: Me habéis visto y no creéis. Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera; porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en Él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día».
(Jn 6,35-40)

Comentario
Hoy vemos cuánto le preocupan a Dios nuestro hambre y nuestra sed. ¿Cómo podríamos continuar pensando que Dios es indiferente ante nuestros sufrimientos? Más aún, demasiado frecuentemente "reusamos creer" en el amor tierno que Dios tiene por cada uno de nosotros. Escondiéndose a Sí mismo en la Eucaristía, Dios muestra la increíble distancia que Él está dispuesto a recorrer para saciar nuestra sed y nuestro hambre.
Pero, ¿de qué "sed" y qué "hambre" se trata? En definitiva, son el hambre y la sed de la "vida eterna". El hambre y la sed físicos son sólo un pálido reflejo de un profundo deseo que cada hombre tiene ante la vida divina que solamente Cristo puede alcanzarnos. «Ésta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en Él, tenga vida eterna» (Jn 6,39). ¿Y qué debemos hacer para obtener esta vida eterna tan deseada? ¿Algún hecho heroico o sobre-humano? ¡No!, es algo mucho más simple. Por eso, Jesús dice: «Al que venga a mí no lo echaré fuera» (Jn 6,37). Nosotros sólo tenemos que acudir a Él, ir a Él.
Estas palabras de Cristo nos estimulan a acercarnos a Él cada día en la Misa. ¡Es lo cosa más sencillo en el mundo!: simplemente, asistir a la Misa; rezar y entonces recibir su Cuerpo. Cuando lo hacemos, no solamente poseemos esta nueva vida, sino que además la irradiamos sobre otros. El Papa Francisco, el entonces Cardenal Bergoglio, en una homilía del Corpus Christi, dijo: «Así como es lindo después de comulgar, pensar nuestra vida como una Misa prolongada en la que llevamos el fruto de la presencia del Señor al mundo de la familia, del barrio, del estudio y del trabajo, así también nos hace bien pensar nuestra vida cotidiana como preparación para la Eucaristía, en la que el Señor toma todo lo nuestro y lo ofrece al Padre».
Fr. Gavan JENNINGS (Dublín, Irlanda)


Santoral Católico:
Santos Elías, Pablo e Isidoro
Mártires

Martirologio Romano: En Córdoba, en la región hispánica de Andalucía, santos mártires Elías, presbítero, ya anciano, y Pablo e Isidoro, monjes jóvenes, que por su fe cristiana perecieron en la persecución llevada a cabo por los sarracenos. († 856)

San Elías natural de la provincia de Lusitania, hombre temeroso de Dios por lo que se dedicó al servicio de la Iglesia y al fin vino a ser sacerdote. Vivía en Córdoba al tiempo que la tiranía sarracena llenaba de santos el cielo y a la ciudad: de honra con tan altos intercesores.

Determinó entregar su vida al Creador defendiendo su doctrina, y a tal fin concertó tan notabilísima empresa con dos jóvenes de santa vida y loables costumbres, monjes ambos llamados Pablo e Isidoro, con los cuales se presentó al juez, quien oída su profesión de fe, los mandó al momento decapitar en el lugar acostumbrado, junto a las puertas de Palacio el día 17 de abril del año 856.

Sus cuerpos fueron primero clavados en patíbulos para escarmiento de los cristianos y después arrojados al río, de donde los fieles con gran diligencia sacaron algunas reliquias que repartieron según costumbre, por las diversas Iglesias de la ciudad.

Fuente: Catholic.net

¡Buenos días!

Temor a los ascensores, horror a hablar en público, pavor a comer delante de otros, terror a los aviones, o miedo a los perros. Éstas, entre otras, son las fobias más frecuentes. Sudor frío, temblores, dificultad para respirar, aceleración del ritmo cardíaco es el cuadro fisiológico del miedo. Con terapias adecuadas las fobias pueden curarse, y adquieres seguridad y autoestima.

Al llegar a la casa del cura, un feligrés notó un anuncio en la puerta que decía "¡Peligro, cuidado con el perro!". Adentro, vio un indefenso perro viejo dormido en la entrada de la casa y le preguntó al Padre
—¿Es éste el perro del que la gente debe de tener cuidado?
—Sí, contestó el párroco, ése es. El hombre no pudo aguantar los deseos de reír y dijo:
—Éste ciertamente no parece un perro muy peligroso por lo que veo. ¿Por qué decidió usted poner ese anuncio? Contestó el dueño,
—Porque antes de que pusiera el anuncio, los visitantes siempre tropezaban con él.

El temor o miedo natural no es un problema, es una reacción normal positiva. Pero cuando se trata de un miedo irracional ante situaciones o estímulos particulares, conviene aprovechar métodos experimentados para liberarse de estas trabas en la vida social y profesional. Libre de miedos, gozarás un crecimiento interior que te abrirá nuevas oportunidades.

Padre Natalio


La frase de hoy

‎"Dialoga con Jesús en la oración,
escucha a Jesús que te habla en el Evangelio,
encuentra a Jesús, presente en el necesitado"

Benedicto XVI


Tema del día:
El creyente ante el ateo

Quien cree de verdad en Dios orienta su mente, su corazón y su vida desde certezas profundas. Acepta que Dios existe, que se interesa por los hombres, que vino al mundo para salvarnos, que juzgará a cada uno por sus obras, que ofrece la misericordia sin imponerla.

Por eso intenta que su vida esté de acuerdo con su creencia. No le resulta fácil, pues también el creyente sucumbe ante el pecado, sobre todo en ambientes donde se actúa como si Dios no existiese.

El creyente verdadero no mira con indiferencia a quienes no creen en Dios. La existencia de ateos teóricos o prácticos, o de agnósticos que afirman no ser capaces de conocer nada sobre Dios, interpela y estimula al creyente: ¿qué puede hacer para que otros conozcan lo que él conoce?

Un dinamismo básico de las creencias humanas consiste precisamente en desear condividir lo que uno acepta como bueno y como verdadero a quienes viven cerca o lejos. Es algo que vale para muchos ámbitos, incluso los más cotidianos.

Pensemos, por ejemplo, en una persona que sufre de alergias y llega a conocer los buenos resultados de un producto natural o de una medicina recién descubierta para paliar los efectos del polen. Si encuentra a alguien con una situación parecida y sin tratamiento, deseará casi espontáneamente darle el dato: existe un producto que a mí me ha ayudado y que puede ayudarte también a ti.

El ejemplo, desde luego, tiene sus puntos débiles, pues no toda medicina funciona de la misma manera en distintas personas. En cierto modo, también la creencia en Dios puede producir efectos diferentes en personas distintas. Pero cuando hablamos de ideas y de convicciones no estamos simplemente en el ámbito de las reacciones químicas, sino que tocamos algo muy propio de todo ser humano: su condición inteligente y su apertura al amor.

Por eso, el creyente que vive con una actitud generosa y solidaria no puede no buscar caminos, en el respeto debido a cada uno, para que su fe sea asequible a otros. Es parte del dinamismo humano que nos lleva a compartir las propias riquezas.

A pesar de lo dicho, encontramos a muchas personas que se declaran católicas pero que tienen miedo de compartir su fe. Quizá porque temen ser rechazadas, o porque suponen, erróneamente, que todo vale más o menos lo mismo. Pero si existe fe verdadera, es imposible no querer comunicarla: los bienes no son algo exclusivo ni se guardan en un armario, sino que tienen que ser asequibles a todos.

En las mil encrucijadas de la vida, encontraremos personas que viven lejos de Dios. Tenderles una mano amiga, estar disponibles a un diálogo respetuoso y cordial, hará posible que se disuelvan barreras e incomprensiones a veces basadas en errores de perspectivas, y que se tiendan puentes en un sano intercambio de convicciones.

El resultado no siempre será el que uno espera, pues en el acto de fe se dan muchos aspectos que van más allá de la capacidad comunicativa, sobre todo porque supone la acción de Dios en cada corazón y la respuesta libre de las personas. Pero adoptar una actitud amiga hacia el ateo, que nace del mismo ejemplo de Cristo ante los hombres y mujeres que encontró a lo largo de su vida pública y en tantos otros modos en estos 2000 años de cristianismo, mostrará que nuestra fe es algo vivo y luminoso, y que nuestras almas están llenas de un deseo enamorado de compartir el tesoro que hemos recibido de un Dios bueno.

Fernando Pascual 
AutoresCatolicos.org


Meditación breve

Se cuenta sobre un hombre que tenía, en medio de su jardín, una enorme piedra.
Él ya estaba cansado de verla  allí,  sin ningún atractivo, sacando la belleza de sus flores.
Tomó la decisión de usar aquella piedra como objeto de arte y con un martillo y un cincel, comenzó su trabajo. Golpeó aquí, sacó una astilla allá y en  poco tiempo, la enorme piedra se transformó en un bello elefante que pasó a ser el centro atractivo de aquel jardín. 
Un  vecino, viendo la obra magnífica terminada, le preguntó:  
- "¿Cómo consiguió usted esculpir un elefante tan maravilloso?" 
Su  respuesta  fue:
- "¡Yo apenas fui retirando todo aquello que no parecía con un elefante!"
Todos somos perfectos, sólo necesitamos ir retirando todo aquello que está interfiriendo con su manifestación
Paulo Barbosa


Pedidos de oración

Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por la Paz en el mundo, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por las víctimas del terremoto de ayer en Irán. Por la paz social en Venezuela. Por la independencia del Poder Judicial en Argentina.

Pedimos oración por el alma de la señora Rosario B., que el día 12 de este mes fue llamada por Dios a su casa del cielo.

Pedimos oración por el alma de Nicolás A., de Argentina, muerto en accidente carretero el domingo pasado, en el cual también quedó seriamente herida su novia Georgina, por cuya recuperación también rezamos.

Pedimos oración por Patricia P., de El Salvador, que está frente a una posibilidad de cambio laboral que la beneficie, para que la Divina Providencia le conceda fuerzas anímicas para afrontarla con éxito.

Pedimos oración por el eterno descanso del alma de Chabelina M. de R. que ya descansa en el cielo.

Pedimos oración por María Concepción S. H., de México, que hoy será operada del colon, rogando al Señor que permita que la cirugía salga bien y ella recupere su salud.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y enviarlos a pequesemillitas@gmail.com y deben poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan sin asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos. No se reciben pedidos de oración a través de Facebook ni por otro medio que no sea el correo antes señalado.
Los Pedidos de Oración se publican de lunes a sábados. Los domingos se publican los agradecimientos por las gracias concedidas.


“Intimidad Divina”

En la prueba

En la oración el hombre busca a su Dios, pero la fe no es todavía visión; la cariad del destierro no es todavía posesión plena, por eso sufre y se queja porque no puede hallar a Dios ni unirse con él como quisiera. Parece como si el Señor escondiese su rostro y abandonase a su criatura; y mientras ésta desea vivamente entretenerse con él, se siente como rechazada, sola, árida, incapaz de un buen pensamiento, de un propósito, de un afecto. Y sin embargo Dios está allí, íntimamente presente en el alma en gracia y allí espera el testimonio de su fidelidad, a pesar de las angustias de la prueba. San Pablo ha dicho muy bien “el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza” (Rm 8, 26). La oración es un don de Dios; sólo Dios puede hacernos capaces de orar como conviene; y es necesario que el hombre, antes de adentrarse en los caminos de la oración, tenga conciencia de su debilidad y de su incapacidad para orar.

“Humillaos bajo la poderosa mano de Dios, para que a su tiempo os ensalce” (1 Pt 5, 6). Esta es la actitud que hay que tomar en la oración mientras dura la sequedad. Experimentando su propia impotencia para orar y sintiéndose como reducida a la nada, la criatura se despoja de una cierta seguridad y complacencia en sí misma que inconscientemente se insinúa en el espíritu cuando la oración resulta fácil y gustosa. Esto la lleva a mantenerse delante del Señor en una actitud de humildad profunda… Tales sentimientos de humildad sincera, convencida, y que brota de lo profundo del corazón,  no tienen la finalidad de acobardar o de turbar, ni de sofocar la confianza en Dios o hacer vacilar la fe en su amor, sino más bien de establecer al alma orante en la verdad: la verdad de la propia nada frente al todo de Dios.

El Señor la hace pasar por la prueba de la aridez para que comprenda por experiencia que, si él le ofrece su intimidad y le llama a la unión consigo, se trata de un puro don de su amor infinito y de una promesa debida no a los merecimientos de la criatura, sino sólo a la liberalidad divina. De esta manera, observa San Juan de la Cruz, “nácele al alma tratar con Dios con más comedimiento y más cortesía, que es lo que siempre ha de tener el trato don el Altísimo” (Noche, 1, 12, 3), condiciones indispensables para progresar en la oración. “Todo este cimiento de la oración –dice Santa Teresa de Jesús– va fundado en humildad y mientras más se abaja el alma, más la sube Dios” (Vida, 33, 11). Hay que aceptar, pues, la aridez espiritual, por muy amarga y mortificante que sea, pues son tantos los bienes que de ella proceden, humillándose dulcemente bajo la mano de Dios todo el tiempo que él le plazca y perseverando en la oración con la actitud del verdadero “pobre de Israel” que espera con humilde confianza en su Señor.

“¡Oh Señor! Sea eternamente bendito tu nombre (Jb 3, 23), porque habéis querido que venga sobre mí esta tentación y tribulación. Yo no puedo huirla; por eso necesito acudir a Vos para que me ayudéis y hagáis sacar de ello provecho. ¡Oh, Señor! Ahora me encuentro atribulado y no tiene reposo mi corazón, sino que me atormenta mucho esta pasión. Y ¿qué diré ahora, Padre amado? Rodeado estoy de angustias. Sálvame en esta hora (Jn 12, 27). Pero he llegado a este estado para que seáis vos glorificado, lo cual sucederá si viéndome muy humillado, fuere después librado por Vos. Dignaos Señor librarme (Ps 39, 14); porque ¿qué puedo yo hacer y a dónde iré sin vos? Dadme paciencia, Señor, también esta vez. Ayudadme, Dios mío, y no temeré por muy grande que sea mi tribulación. Y ahora puesto entre tales congojas, ¿qué diré? Señor, hágase vuestra voluntad (Mt 6, 10). Bien he merecido yo ser atribulado y mortificado. Es muy conveniente que yo sufra, y ¡ojalá sea con paciencia! Hasta que pase la tempestad y vuelva la calma. (Imitación de Cristo, III, 29, 1-2).

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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