PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año 10 - Número 2834
~ Domingo 1 de Noviembre de 2015
Desde la ciudad de
Córdoba (Argentina)
Alabado
sea Jesucristo…
Hoy celebra la Iglesia la fiesta de
todos los santos. Esta palabra “santo” en la Biblia se aplicaba sólo a Dios, pues
significa: sagrado o separado. Pero luego se fue diciendo de todo lo que se
acercaba más a Dios. Así ya san Pablo llama santos a los cristianos por el
hecho de estar unidos a Dios por el bautismo. Después ya sólo se aplicó a
aquellas personas que por su comportamiento están más cerca de Dios.
Especialmente los mártires que, por su muerte gloriosa, se unen para siempre
con Dios.
Todos estamos llamados a la santidad.
Nos lo ha dicho muchas veces la Iglesia. De una manera especial lo recalcó el
concilio Vaticano II. No es que haya que tener una vida externa diferente a los
demás, aunque la verdad es que hay situaciones que ayudan y hay situaciones que
pueden estorbar. Tenemos que esforzarnos por conseguir siempre ser mejores y
tender a un ideal grande. No es fácil, pero tampoco es imposible. Para ello
Jesucristo nos enseñó el camino. El principal es la caridad. Sin amor no puede
haber verdadera vida cristiana: Amor dirigido hacia Dios, que es nuestro Padre
y nos acompaña, amor que se expresa especialmente en la oración, y amor hacia
los demás, porque todos somos hermanos.
¡Buenos días!
Triunfo de Clodoveo
En tu
vida, como en la de cualquier hombre, hay días decisivos en los que ves abrirse
ante ti un horizonte nuevo donde vislumbras más paz y felicidad. Es el momento
de discernir con sabiduría y hacer una buena opción. Pide iluminación al Señor
para no dejar pasar en vano su gracia, si es él quien golpea la puerta de tu
corazón.
Cuando Clodoveo, rey de los francos, salió un
día a una difícil batalla, su esposa Clotilde, fervorosa cristiana, le dijo:
“Si quieres obtener la victoria, invoca al Dios de los cristianos”. En lo más duro del combate, acosados los
francos por todas partes, Clodoveo exclamó: “Oh Cristo, a quien mi esposa
invoca como hijo de Dios. Creo en ti. Si hoy me salvas de mis adversarios,
recibiré el bautismo y entraré a tu religión". Desde ese momento su
ejército se sobrepuso y venció a los agresores. El rey al volver victorioso,
saludó a su esposa con estas palabras: "Clodoveo venció a sus enemigos, y
tú venciste a Clodoveo". El terrible pagano empezó a estudiar la religión
para hacerse bautizar. San Remigio, obispo misionero, preparó y bautizó al rey
de los francos. En la celebración le dijo estas memorables palabras:
"Valiente guerrero: en adelante quema lo que has adorado, y adora lo que
has quemado".
Para
tomar acertadas decisiones necesitas evaluar con lucidez y ponderación los
aspectos positivos y negativos. Conviene también escuchar el parecer de
personas prudentes. Esta evaluación podría llevarte a un nuevo enfoque que
abrirá insospechadas posibilidades a tu vida. El Señor ilumine tus pasos y te
guíe por el camino correcto.
Enviado por el P. Natalio
La Palabra de
Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, viendo Jesús la
muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y
tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de
espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los
mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que
lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y
sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los
misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios
de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la
paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos
por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira
toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque
vuestra recompensa será grande en los cielos». (Mt 5,1-12a)
Comentario
Hoy celebramos la realidad de un
misterio salvador expresado en el “credo” y que resulta muy consolador: «Creo
en la comunión de los santos». Todos los santos, desde la Virgen María, que han
pasado ya a la vida eterna, forman una unidad: son la Iglesia de los
bienaventurados, a quienes Jesús felicita: «Bienaventurados los limpios de
corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8). Al mismo tiempo, también están en
comunión con nosotros. La fe y la esperanza no pueden unirnos porque ellos ya
gozan de la eterna visión de Dios; pero nos une, en cambio el amor «que no pasa
nunca» (1Cor 13,13); ese amor que nos une con ellos al mismo Padre, al mismo
Cristo Redentor y al mismo Espíritu Santo. El amor que les hace solidarios y
solícitos para con nosotros. Por tanto, no veneramos a los santos solamente por
su ejemplaridad, sino sobre todo por la unidad en el Espíritu de toda la
Iglesia, que se fortalece con la práctica del amor fraterno.
Por esta profunda unidad, hemos de
sentirnos cerca de todos los santos que, anteriormente a nosotros, han creído y
esperado lo mismo que nosotros creemos y esperamos y, sobre todo, han amado al
Padre Dios y a sus hermanos los hombres, procurando imitar el amor de Cristo.
Los santos apóstoles, los santos
mártires, los santos confesores que han existido a lo largo de la historia son,
por tanto, nuestros hermanos e intercesores; en ellos se han cumplido estas
palabras proféticas de Jesús: «Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os
persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.
Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos» (Mt
5,11-12). Los tesoros de su santidad son bienes de familia, con los que podemos
contar. Éstos son los tesoros del cielo que Jesús invita a reunir (cf. Mt
6,20). Como afirma el Concilio Vaticano II, «su fraterna solicitud ayuda, pues,
mucho a nuestra debilidad» (Lumen gentium, 49). Esta solemnidad nos aporta una
noticia reconfortante que nos invita a la alegría y a la fiesta.
Mons. F. Xavier CIURANETA i Aymí Obispo Emérito de
Lleida (Lleida, España)
Palabras de San
Juan Pablo II
“La Solemnidad de todos los Santos pone
ante los ojos de nuestra fe a los que han alcanzado ya la plenitud de su
llamada a la unión con Dios (…) y nos ayuda así a profundizar una verdad
fundamental de la fe cristiana, que profesamos en el Credo: la ‘comunión de los
santos’ (…) Esta admirable comunión se realiza del modo más alto e intenso en
la divina liturgia y, sobre todo, en la celebración del sacrificio
eucarístico: en él nos unimos de la
manera más perfecta al culto de la Iglesia del cielo: reunidos en comunión, veneramos la memoria,
ante todo, de la gloriosa siempre Virgen María, madre de Jesucristo nuestro
Dios y Señor; la de su esposo san José; la de todos los santos Apóstoles y mártires
y la de todos los santos”
Tema del día:
Todos los Santos
Los santos que la liturgia celebra en
esta solemnidad no son sólo aquellos canonizados por la Iglesia y que se
mencionan en nuestros calendarios. Son todos los salvados que forman la
Jerusalén celeste. Hablando de los santos, San Bernardo decía: «No seamos
perezosos en imitar a quienes estamos felices de celebrar». Es por lo tanto la
ocasión ideal para reflexionar en la «llamada universal de todos los cristianos
a la santidad».
Lo primero que hay que hacer, cuando se
habla de santidad, es liberar esta palabra del miedo que inspira, debido a
ciertas representaciones equivocadas que nos hemos hecho de ella. La santidad
puede comportar fenómenos extraordinarios, pero no se identifica con ellos. Si
todos están llamados a la santidad es porque, entendida adecuadamente, está al
alcance de todos, forma parte de la normalidad de la vida cristiana.
Dios es el «único santo» y «la fuente de
toda santidad». Cuando uno se aproxima a ver cómo entra el hombre en la esfera
de la santidad de Dios y qué significa ser santo, aparece inmediatamente la
preponderancia, en el Antiguo Testamento, de la idea ritualista. Los medios de
la santidad de Dios son objetos, lugares, ritos, prescripciones. Se escuchan,
es verdad, especialmente en los profetas y en los salmos, voces diferentes,
exquisitamente morales, pero son voces que permanecen aisladas. Todavía en
tiempos de Jesús prevalecía entre los fariseos la idea de que la santidad y la
justicia consisten en la pureza ritual y en la observancia escrupulosa de la
Ley.
Al pasar al Nuevo Testamento asistimos a
cambios profundos. La santidad no reside en las manos, sino en el corazón; no
se decide fuera, sino dentro del hombre, y se resume en la caridad. Los
mediadores de la santidad de Dios ya no son lugares (el templo de Jerusalén o
el monte de las Bienaventuranzas), ritos, objetos y leyes, sino una persona,
Jesucristo. En Jesucristo está la santidad misma de Dios que nos llega en
persona, no en una lejana reverberación suya. Él es «el Santo de Dios» (Jn 6,
69)
De dos maneras entramos en contacto con
la santidad de Cristo y ésta se comunica a nosotros: por apropiación y por
imitación. La santidad es ante todo don, gracia. Ya que pertenecemos a Cristo
más que a nosotros mismos, habiendo sido «comprados a gran precio», de ello se
sigue que, inversamente, la santidad de Cristo nos pertenece más que nuestra
propia santidad. Es éste el aletazo en la vida espiritual.
Pablo nos enseña cómo se da este «golpe
de audacia» cuando declara solemnemente que no quiere ser hallado con una
justicia suya, o santidad, derivada de la observancia de la ley, sino
únicamente con aquella que deriva de la fe en Cristo (Flp 3,5-10). Cristo,
dice, se ha hecho para nosotros «justicia, santificación y redención» (1 Co
1,30). «Para nosotros»: por lo tanto, podemos reclamar su santidad como nuestra
a todos los efectos.
Junto a este medio fundamental de la fe
y de los sacramentos, debe encontrar también lugar la imitación, esto es, el
esfuerzo personal y las buenas obras. No como medio desgajado y diferente, sino
como el único medio adecuado para manifestar la fe, traduciéndola en acto.
Cuando Pablo escribe: «Esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación»,
está claro que entiende precisamente esta santidad que es fruto del compromiso
personal. Añade, de hecho, como para explicar en qué consiste la santificación
de la que está hablando: «que os alejéis de la fornicación, que cada uno sepa
poseer su cuerpo con santidad y honor» (1 Ts 4, 3-9).
« No hay sino una tristeza: la de no ser
santos», decía Léon Bloy, y tenía razón la Madre Teresa cuando, a un periodista
que le preguntó a quemarropa qué se sentía al ser aclamada santa por todo el
mundo, le respondió: «La santidad no es un lujo, es una necesidad».
P. Raniero Cantalamessa
Nuevo vídeo
Hay un nuevo vídeo subido al blog
de "Pequeñas
Semillitas" en internet.
Para verlo tienes que ir al final de
esta página
Agradecimientos
Dicen que en el cielo hay dos oficinas
diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la
tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas
gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso
por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los
agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles
aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde
la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas
Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los
mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias
concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.
Desde Córdoba, Argentina, Marta escribe
y dice: “Agradezco la vida y la salud de Valentin
y Bautista. Gemelos prematuros, nacidos el 6 de agosto, que luego de 65
días de internación regresaron sanitos a su hogar para felicidad de sus padres
y todos sus familiares. Gracias a Jesús Misericordioso y a la Virgen
intercesora. Al beato Cura Brochero y al Divino Niño y a todas las personas que
desde Pequeñas Semillitas acompañaron con su oración. Bendiciones.”
Estadísticas
El siguiente es el estado demostrativo
de la cantidad de visitas registradas en los dos blogs que llevamos adelante en
internet: "Pequeñas
Semillitas" y "Juan Pablo
II inolvidable". Esta información se publica el primer día de cada
mes.
Debe recordarse que las visitas se
cuentan desde el inicio de cada uno de ellos que ha sido en fechas distintas:
Desde el 1º de Marzo de 2007 hasta hoy
ha sido visitado por 2.232.404 lectores. Durante el último mes (octubre
2015) registró 13.224 nuevas visitas.
Desde el 25 de Diciembre de 2009 hasta
hoy ha sido visitado por 466.917 lectores. Durante el último mes (octubre 2015) registró 7.616 nuevas visitas.
Unidos a María
Así
como existen los hospitales públicos para acoger a los pobres enfermos, y
cuanto más pobre es, tanto más derecho tiene de ser atendido; así también María
es como el hospital que Dios ha creado y colocado en la tierra para que los pobres
pecadores, enfermos por la enfermedad del pecado, la enfermedad del alma,
encuentren en Ella el asilo apropiado para su curación completa.
María
no desprecia a ningún pecador por enfermo que esté, y no sólo lo cura, sino que
lo enaltece y eleva a gran gloria y amistad con el Señor, porque quien acude a
María se ve favorecido en tal forma que no puede menos que quedar admirado y
fascinado por la bondad de esta Doncella, toda Misericordia.
¡Bendita
sea María, que salva a los desesperados y cura a los que ya no tienen
salvación!
Con
María como aliada nuestra y nuestra Abogada, estamos más seguros que un
pajarito en el nido, y que un niño en brazos de su madre.
Jardinero de Dios
-el más
pequeñito de todos-
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