PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año 10 - Número 2835
~ Lunes 2 de Noviembre de 2015
Desde la ciudad de
Córdoba (Argentina)
Alabado
sea Jesucristo…
La Iglesia Católica nos invita el 2 de noviembre, conmemoración
de todos los fieles difuntos, a rezar por nuestros fieles difuntos, miembros
del Cuerpo Místico de Cristo. Ellos constituyen la Iglesia Purgante y viven en
solidaridad con los demás miembros –los de la Iglesia Militante en la tierra y
los de la Iglesia Triunfante en el Paraíso– y en comunión con Dios, aunque de
diverso modo.
Así como las almas de los fieles que
alcanzaron ya su meta definitiva en el Cielo, viven en una perfecta intimidad
con la Trinidad Beatísima, y los que aún vivimos en el mundo batallamos contra
nuestras pasiones por ser fieles a Dios, las almas del Purgatorio pasaron ya
por el mundo, pero todavía no gozan de Dios y requieren, por lo tanto, de
nuestras oraciones a la Misericordia de la Santísima Trinidad.
San Agustín expresaba en forma poética y
profunda:
"Una
flor sobre su tumba se marchita.
Una
lágrima sobre su recuerdo se evapora.
Una
oración por su alma, la recibe Dios".
¡Buenos días!
Superación personal
“¿Quieres
ayudar? Ayúdate primero. Los que tienen conflictos provocan conflictos a su
alrededor. Los que no se aceptan no pueden aceptar a los demás. Los fracasados
necesitan ver fracasar a los demás. Los resentidos siembran violencia” (Ignacio
Larrañaga). La superación personal es una tarea indispensable para ser fermento
de paz en tu ambiente.
"Ser hoy mejor que ayer y mañana mejor
que hoy: este es el gran objetivo de la vida". Si cada día empleamos la
voluntad en librarnos de un defecto, conseguiremos superarnos casi sin trabajo.
Para ello nos conviene descubrir nuestros defectos, o que nos los hagan notar.
En el modo de hablar y de reír, en las palabras empleadas para decir una cosa,
en el movimiento de los brazos y de las piernas, en la manera de mirar, en
todo, tenemos mucho que aprender, mucho que adelantar. Hay, por ejemplo,
variadas expresiones para una negativa, desde el "no" brusco, seco,
hasta la frase cortés y delicada. Con ésta, la negativa será menos dura para
quien la recibe. Empeña la voluntad en la obra más grande y duradera que puedes
realizar: tu superación y progreso personal.
Las
piedras de los cerros caen al lecho de los torrentes y allí rozándose entre sí,
pulen sus aristas, se suavizan y se vuelven brillantes. La convivencia
cotidiana nos ayuda a madurar y pulirnos. Es un taller donde se forma la
personalidad y se arraigan virtudes fundamentales, como la paciencia, la
humildad y la esperanza. Aprovéchalo.
Enviado por el P. Natalio
La Palabra de
Dios:
Evangelio de hoy
Cuando los soldados llegaron al lugar
llamado Calvario, crucificaron allí a Jesús y a los malhechores, uno a la
derecha y otro a la izquierda. Uno de los malhechores colgados le insultaba:
«¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!». Pero el otro le
respondió diciendo: «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y
nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en
cambio, éste nada malo ha hecho». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando
vengas con tu Reino». Jesús le dijo: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el
Paraíso». (Lc 23,33.39-43)
Comentario
Hoy, el Evangelio evoca el hecho más
fundamental del cristiano: la muerte y resurrección de Jesús. Hagamos nuestra,
hoy, la plegaria del Buen Ladrón: «Jesús, acuérdate de mí» (Lc 23,42). «La
Iglesia no ruega por los santos como ruega por los difuntos, que duermen en el
Señor, sino que se encomienda a las oraciones de aquéllos y ruega por éstos»,
decía san Agustín en un Sermón. Una vez al año, por lo menos, los cristianos
nos preguntamos sobre el sentido de nuestra vida y sobre el sentido de nuestra
muerte y resurrección. Es el día de la conmemoración de los fieles difuntos, de
la que san Agustín nos ha mostrado su distinción respecto a la fiesta de Todos
los Santos.
Los sufrimientos de la Humanidad son los
mismos que los de la Iglesia y, sin duda, tienen en común que todo sufrimiento
humano es de algún modo privación de vida. Por eso, la muerte de un ser querido
nos produce un dolor tan indescriptible que ni tan sólo la fe puede aliviarlo.
Así, los hombres siempre han querido honrar a los difuntos. La memoria, en
efecto, es un modo de hacer que los ausentes estén presentes, de perpetuar su
vida. Pero sus mecanismos psicológicos y sociales amortiguan los recuerdos con
el tiempo. Y si eso puede humanamente llevar a la angustia, cristianamente,
gracias a la resurrección, tenemos paz. La ventaja de creer en ella es que nos
permite confiar en que, a pesar del olvido, volveremos a encontrarlos en la
otra vida.
Una segunda ventaja de creer es que, al
recordar a los difuntos, oramos por ellos. Lo hacemos desde nuestro interior,
en la intimidad con Dios, y cada vez que oramos juntos, en la Eucaristía, no
estamos solos ante el misterio de la muerte y de la vida, sino que lo compartimos
como miembros del Cuerpo de Cristo. Más aún: al ver la cruz, suspendida entre
el cielo y la tierra, sabemos que se establece una comunión entre nosotros y
nuestros difuntos. Por eso, san Francisco proclamó agradecido: «Alabado seas,
mi Señor, por nuestra hermana, la muerte corporal».
Fra. Agustí BOADAS Llavat OFM (Barcelona, España)
Santoral Católico:
Conmemoración de
los Fieles Difuntos
La Iglesia, después de celebrar ayer la
fiesta de todos sus hijos bienaventurados ya en el cielo, se interesa hoy ante
el Señor en favor de las almas de todos cuantos nos precedieron en el signo de
la fe y duermen en la esperanza de la resurrección, para que, purificados de
toda mancha de pecado, puedan gozar de la felicidad eterna. Celebramos, pues,
la victoria de Cristo, y de nosotros con Él, sobre la muerte. Y hacemos memoria
de cuantos, habiendo compartido ya la muerte de Jesucristo, están llamados a
compartir también con Él la gloria de la resurrección. El primer prefacio de
difuntos nos enseña que «en Cristo brilla la esperanza de nuestra feliz
resurrección; y así, aunque la certeza de morir nos entristece, nos consuela la
promesa de la futura inmortalidad; porque la vida de los que creemos en el
Señor, no termina, se transforma; y, al deshacerse nuestra morada terrenal,
adquirimos una mansión eterna en el cielo». Mientras nosotros pedimos por los
difuntos, ellos interceden por nosotros.
Oración: Oh Dios, gloria de los fieles
y vida de los justos, nosotros los redimidos por la muerte y resurrección de tu
Hijo, te pedimos que acojas con bondad a tus siervos difuntos, y pues creyeron
en la resurrección futura, merezcan alcanzar los gozos de la eterna bienaventuranza.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
© Directorio Franciscano
Palabras de San
Juan Pablo II
"Aliento a los católicos a orar con
fervor por los difuntos, por los de sus familias y por todos nuestros hermanos
y hermanas que han muerto, para que obtengan la remisión de las penas debidas a
sus pecados y escuchen la llamada del Señor: «Ven, querida alma mía, al descanso eterno entre los brazos de mi
bondad, que te ha preparado las delicias eternas» (San Francisco de Sales,
Introducción a la vida devota 17, 4). Confiando a la intercesión de Nuestra
Señora y de San José, Patrono de la buena muerte, a los fieles que oren por los
difuntos, les imparto de todo corazón mi bendición apostólica."
Tema del día:
Meditación sobre la muerte
Imagínate
ahora como si estuvieses en el lecho, a punto de morir y de dejar todas las
cosas de este mundo...
Oh Dios mío, dame una buena y santa muerte,
y después la gloria eterna del Cielo...
1.-
Soy joven, tengo salud y fuerzas; y casi parece que me he hecho la ilusión de
que yo no he de morir. Y sin embargo mi vida pasa. ¡Cuántas veces he visto las
aguas de un río, cómo van bajando, bajando hacia el mar! Así mi vida va
caminando, caminando hacia el sepulcro. Cada día que pasa estoy un día más
cerca de la muerte. Al viajar en ferrocarril, ¿no he visto cómo unos bajan en
una estación, otros en otra, hasta que no queda nadie en el tren? Así en esta
vida, unos acaban su viaje en la infancia, cuando son aún pequeñitos; otros, en
plena juventud. ¿No he visto morir a algunos jóvenes, que quizá eran amigos o
conocidos míos? ¿Llegará un día para mí la muerte? Ciertamente que sí. ¿Cuándo
será? No lo sé. ¿En dónde moriré? No lo sé. ¿Cómo moriré? No lo sé, no lo sé.
Piénsalo unos momentos.
2 ¿Qué
es morir? Es separarse el alma del cuerpo. Han vivido siempre juntos, y es
necesario separarse. El cuerpo, cada día lo vemos, es llevado al cementerio, en
donde se deshace y se pudre. Pero el alma, ¿a dónde va? El alma que tengo, que
me hace conocer, recordar, querer, ¿dónde va? Ella no va al cementerio, sino
que en el mismo instante en que se separa del cuerpo, se presenta ante el
tribunal de Dios, el cual le pide cuenta de todo lo que ha pensado, dicho y
hecho en toda su vida. Si ahora mismo tuvieras que presentarte delante de Dios,
¿estaría tranquila tu conciencia? Piénsalo bien.
3.-
¡Qué terrible ha de ser presentarse delante de Dios en pecado mortal y oír la
sentencia de condenación eterna! Ya no se puede volver atrás; el mundo ha
pasado para siempre y la sentencia de Dios se cumplirá, sin que valgan súplicas
ni excusas de ninguna clase. ¡Qué dulce y delicioso debe ser presentarse el alma
en gracia de Dios, es decir, sin pecado mortal alguno! ¡Qué alegría al ver que
se le abren las puertas del Cielo, y que allí vivirá eternamente! Piénsalo
bien.
4-
¿Qué prefieres? ¿Qué desearías haber hecho en la hora de tu muerte? Hazlo
ahora, porque después quizá sería ya tarde. Forma el propósito de portarte
bien, de cumplir los mandamientos de la Ley de Dios, de huir del pecado y de
frecuentar devotamente los santos Sacramentos. No te dejes engañar de las
vanidades del mundo, que a tantos condenan y que pronto han de acabar; trabaja
por salvar tu alma, que no morirá nunca. Mira cómo te has portado hasta ahora;
y si ves que no vas por el camino del Cielo, procura enmendarte y cambiar de
vida. Piénsalo bien.
P. Luis Rivera
(tomado del Web
Católico de Javier)
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia
Católica; por el Papa Francisco, por
el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas,
catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la
unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro
Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el
triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María; por la conversión de todos los pueblos; por
la Paz en el mundo; por los cristianos
perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros lugares; por
nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las
enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el
hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras enfermedades graves; por el drama de los inmigrantes del Mediterráneo;
por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por
la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación
de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones
sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por Liliana, que vive en Chile, tiene 47 años de edad, es ciega, y
mañana le van a extirpar dos tumores en la vejiga. Pedimos al Señor que la
asista en esa cirugía y a la Virgen Santísima que como Madre la acompañe y la
fortalezca en las dificultades.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por
nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Unidos a María
Donde
está Jesús, allí mismo también está María. Y donde está María, también está
Jesús. Porque Jesús le ha comunicado a su Madre su naturaleza divina; y María
le comunicó a Jesús su naturaleza humana, y ambos están tan unidos, que es más
fácil separar la luz del sol, que separar a Jesús de María.
Por
eso cuando vayamos al Sagrario a visitar a Jesús Sacramentado, saludemos
también a la Virgen, que está al lado de Jesús Eucaristía, contemplándolo y
adorándolo como solo Ella sabe hacerlo.
Si
queremos encontrar a Jesús en su plenitud y con una sonrisa sin igual, vayamos
a María, que allí le encontraremos en su perfección de Dios-Hombre, y María
estará feliz de poder dárnoslo.
Donde
están Jesús y María no puede entrar el miedo. Por eso si vivimos en gracia de
Dios, tenemos a Jesús con nosotros, y por eso tenemos también a María, y
entonces no debemos tener miedo a nada ni a nadie, y somos invencibles.
Jardinero de Dios
-el más
pequeñito de todos-
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