domingo, 15 de noviembre de 2015

Pequeñas Semillitas 2848

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 10 - Número 2848 ~ Domingo 15 de Noviembre de 2015
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
En la Biblia hay dos libros apocalípticos: El libro de Daniel y el Apocalipsis de Juan. Pero hay algunos párrafos de otros libros que tienen esta misma forma literaria. Por ejemplo, el evangelio de hoy, que forma parte de un párrafo mayor: Mc 13,1-31 y que los biblistas llaman ‘Discurso escatológico de Jesús’.
Textos que han servido en otros tiempos para asustar y para tratar de fundamentar una imagen de Dios que producía miedo y rechazo, en lugar de atracción y ganas de escucharlo. Hoy está claro que ésa no es la imagen y el ser de Dios que nos transmite Jesús.
La interpretación de la Palabra hay que situarla en el tiempo y en la cultura en que fue escrita, y hay que conocer el género literario que se utiliza en cada libro de la Biblia.
La liturgia de este domingo nos propone unos textos que pertenecen al género apocalíptico, uno de los más extraños para nosotros, frecuente entre algunos grupos judíos y cristianos de la época. Sus destinatarios eran, generalmente, grupos en crisis a los que ofrecía un mensaje de ánimo y consuelo.
Entender este texto como simple amenaza de catástrofes y calamidades, es no haber comprendido nada del pensamiento de Jesús. No se trata de una descripción angustiosa, sino llena de esperanza.
A. Gutiérrez

¡Buenos días!

Llenó la casa de luz
Jesús dijo que sus discípulos deben ser la luz del mundo. La luz se comunica, se propaga irresistiblemente, penetra todo lo que no le ofrece resistencia; pone en cada cosa una nota de alegría; porque la luz comunica vida. Que tu testimonio sea una senda de luz que guíe a los que buscan con sinceridad al Señor, “camino, verdad y vida”. Una anécdota curiosa:

Un anciano viendo cercana su muerte, habló así a sus tres hijos: —No puedo dividir en tres lo que poseo. Es tan poco que perjudicaría a todos. He dejado encima de la mesa una moneda para cada uno de ustedes. Tómenla. El que compre con esa moneda algo con lo que llenar la casa, se quedará con toda la herencia. Se fueron. El primer hijo compró paja, pero sólo consiguió llenar la casa hasta la mitad. El segundo compró sacos de plumas, pero no consiguió llenar la casa mucho más que el anterior. El tercer hijo -que consiguió la herencia- sólo compró una pequeña vela. Esperó hasta la noche, encendió la vela y llenó la casa de luz.

El Señor te ha regalado la luz de la fe para que la irradies a tu alrededor, con el ejemplo y la palabra. Cada uno tiene posibilidades distintas, pero no menos importantes aunque parezcan restringidas. Dios ha dispuesto que las almas vayan iluminando otras almas, como si fueran antorchas. Que “hagas brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ti”.
Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «En aquellos días, después de la tribulación aquella, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y los astros estarán cayendo del cielo, y las fuerzas que hay en los cielos serán sacudidas. Entonces, verán al Hijo del hombre viniendo en las nubes con gran poder y gloria. Y entonces enviará a los ángeles, y congregará a sus elegidos de los cuatro vientos, desde la extremidad de la tierra hasta la extremidad del cielo.
»De la higuera aprended la semejanza: cuando ya sus ramas se ponen tiernas, y brotan las hojas, conocéis que el verano está cerca; así también, cuando veáis suceder todo esto, sabed que Él está cerca, a las puertas. En verdad, os digo, la generación ésta no pasará sin que todas estas cosas se hayan efectuado. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Mas en cuanto al día y la hora, nadie sabe, ni los mismos ángeles del cielo, ni el Hijo, sino el Padre». (Mc 13,24-32)

Comentario
Hoy recordamos cómo, al comienzo del año litúrgico, la Iglesia nos preparaba para la primera llegada de Cristo que nos trae la salvación. A dos semanas del final del año, nos prepara para la segunda venida, aquella en la que se pronunciará la última y definitiva palabra sobre cada uno de nosotros.
Ante el Evangelio de hoy podemos pensar que “largo me lo fiais”, pero «Él está cerca» (Mc 13,29). Y, sin embargo, resulta molesto —¡hasta incorrecto!— en nuestra sociedad aludir a la muerte. Sin embargo, no podemos hablar de resurrección sin pensar que hemos de morir. El fin del mundo se origina para cada uno de nosotros el día que fallezcamos, momento en el que terminará el tiempo que se nos habrá dado para optar. El Evangelio es siempre una Buena Noticia y el Dios de Cristo es Dios de Vida: ¿por qué ese miedo?; ¿acaso por nuestra falta de esperanza?
Ante la inmediatez de ese juicio hemos de saber convertirnos en jueces severos, no de los demás, sino de nosotros mismos. No caer en la trampa de la autojustificación, del relativismo o del “yo no lo veo así”... Jesucristo se nos da a través de la Iglesia y, con Él, los medios y recursos para que ese juicio universal no sea el día de nuestra condenación, sino un espectáculo muy interesante, en el que por fin, se harán públicas las verdades más ocultas de los conflictos que tanto han atormentado a los hombres.
La Iglesia anuncia que tenemos un salvador, Cristo, el Señor. ¡Menos miedos y más coherencia en nuestro actuar con lo que creemos! «Cuando lleguemos a la presencia de Dios, se nos preguntarán dos cosas: si estábamos en la Iglesia y si trabajábamos en la Iglesia; todo lo demás no tiene valor» (Beato J.H. Newman). La Iglesia no sólo nos enseña una forma de morir, sino una de forma de vivir para poder resucitar. Porque lo que predica no es su mensaje, sino el de Aquél cuya palabra es fuente de vida. Sólo desde esta esperanza afrontaremos con serenidad el juicio de Dios.
Rev. D. Pedro IGLESIAS Martínez (Rubí, Barcelona, España)

Palabras de San Juan Pablo II
"En este tiempo amenazado por la violencia, por el odio y por la guerra, testimoniad que Él y sólo Él puede dar la verdadera paz al corazón del hombre, a las familias y a los pueblos de la tierra. Esforzaos por buscar y promover la paz, la justicia y la fraternidad. Y no olvidéis la palabra del Evangelio: Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios (Mt 5,9). ¡Hombres y mujeres del tercer milenio! Dejadme que os repita: ¡Abrid el corazón a Cristo crucificado y resucitado, que viene ofreciendo la paz! Donde entra Cristo resucitado, con Él entra la verdadera paz".

Predicación del Evangelio
El “fin del mundo”

El Evangelio del penúltimo domingo del año litúrgico es el clásico texto sobre el fin del mundo. En toda época ha habido quien se ha encargado de agitar amenazadoramente esta página del Evangelio ante sus contemporáneos, alimentando psicosis y angustia. Mi consejo es permanecer tranquilos y no dejarse turbar lo más mínimo por estas previsiones catastróficas. Basta con leer la frase final del mismo pasaje evangélico: «Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sólo el Padre». Si ni siquiera los ángeles ni el Hijo (se entiende que en cuanto hombre, no en cuanto Dios) conocen el día ni la hora del final, ¿es posible que lo sepa y esté autorizado a anunciarlo el último adepto de alguna secta o fanático religioso? En el Evangelio Jesús nos asegura el hecho de que Él volverá un día y reunirá a sus elegidos desde los cuatro vientos; el cuándo y el cómo vendrá (entre las nubes del cielo, el oscurecimiento del sol y la caída de las estrellas) forman parte del lenguaje figurado propio del género literario de estos relatos.

Otra observación puede ayudar a explicar ciertas páginas del Evangelio. Cuando nosotros hablamos del fin del mundo, según la idea que tenemos hoy del tiempo, pensamos inmediatamente en el fin del mundo en absoluto, después de lo cual ya no puede haber más que la eternidad. Pero la Biblia razona con categorías relativas e históricas, más que absolutas y metafísicas. Cuando por ello habla del fin del mundo, entiende con mucha frecuencia el mundo concreto, aquél que de hecho existe y es conocido por cierto grupo de hombres: su mundo. Se trata, en resumen, más del fin de un mundo que del fin del mundo, si bien las dos perspectivas a veces se entrecruzan.

Jesús dice: «No pasará esta generación sin que todo esto suceda». ¿Se equivocó? No; no pasó de hecho aquella generación; el mundo conocido por quienes le escuchaban, el mundo judaico, pasó trágicamente con la destrucción de Jerusalén en el año 70 después de Cristo. Cuando en el año 410 sucedió el saqueo de Roma por obra de los vándalos, muchos grandes espíritus del tiempo pensaron que era el fin del mundo. No erraban mucho; acababa un mundo, el creado por Roma con su imperio. En este sentido, no se equivocaban tampoco aquellos que el 11 de septiembre de 2001, viendo la caída de las Torres Gemelas, pensaron en el fin del mundo...

Todo esto no disminuye, sino que acrecienta la seriedad del compromiso cristiano. Sería la mayor estupidez consolarse diciendo que, total, nadie conoce cuándo será el fin del mundo, olvidando que puede ser, para cada uno, esta misma noche. Por eso Jesús concluye el Evangelio de hoy con la recomendación: «Estad atentos y vigilad, porque no sabéis cuándo será el momento preciso».

Debemos -considero- cambiar completamente el estado de ánimo con el que escuchamos estos Evangelios que hablan del fin del mundo y del retorno de Cristo. Se ha terminado por considerar un castigo y una oscura amenaza aquello que la Escritura llama «la feliz esperanza» de los cristianos, esto es, la venida de Nuestro Señor Jesucristo (Tito, 2, 13). También está por en medio la idea misma que tenemos de Dios. Los recurrentes discursos sobre el fin del mundo, obra frecuente de personas con un sentimiento religioso distorsionado, tienen sobre muchos un efecto devastador: reforzar la idea de un Dios perennemente enfadado, dispuesto a dar rienda suelta a su ira sobre el mundo. Pero éste no es el Dios de la Biblia, a quien un salmo describe como «clemente y compasivo, tardo a la cólera y lleno de amor, que no se querella eternamente ni para siempre guarda su rencor... que él sabe de qué estamos hechos» (Sal 103, 8-14)
P. Raniero Cantalamessa
        
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Agradecimientos
Dicen que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

Desde México, escribe Paty y agradece a Dios y a quienes rezaron por su tía Marta Paz que ha salido bien de su reciente operación de corazón.

Desde Guatemala agradecen las oraciones hechas para Enrique Ruiz, quien fue operado de emergencia y ha salido bien de la cirugía aunque todavía sigue internado con pronóstico reservado. Damos gracias a Dios y seguimos rezando por él.

Desde Buenos Aires, Argentina, Liliana nos escribe para agradecer al Señor y a las personas que rezaron por Daniel Oscar, que en Miami ya ha salido del hospital y continúa tratamiento ambulatorio. Que Dios Misericordioso haga que su curación sea total.

Desde Entre Ríos, Argentina, José “Pepe” P. nos escribe para agradecer a Dios y a las personas que rezaron por su delicada salud. Ahora se está recuperando y volviendo a sus actividades habituales.

Unidos a María
El 8 de septiembre del 2015, día de la Natividad de la Virgen María, Yabroud, Siria festejaba la instalación de una imponente estatua de la Santísima Virgen, en presencia del obispo de la archeparquía de Homs, del Nuncio Apostólico y del Patriarca Griego-Melquita-Católico, por el padre George Haddad, párroco de la ciudad. Esta estatua es una respuesta a los jihadistas que no sólo han destruido numerosas estatuas e iconos durante su ocupación.
Algunos días después de la liberación de esta pequeña ciudad, en la primavera del 2014, algunos de los habitantes habían regresado a sus casas destruidas, y varias veces saqueadas. Los feligreses informaron al padre George que una estatua de la Virgen lloraba en la capilla junto a la Catedral. Al día siguiente un grupo de niños corrió a avisarle: la Virgen de nuevo está llorando. “Le vi una lágrima en los ojos, la Virgen irradiaba una luz brillante, esto duró 48 horas”, explica el padre.
¿Lloraba la Virgen por nuestros sufrimientos? ¿De alegría porque sus hijos regresaban? “No lo sabemos, pero decidimos honrarla y entregarle la Parroquia” precisa el Padre George, orgulloso de esta estatua erigida en el patio de la iglesia, la cual los jihadistas atacaron ferozmente.

Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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