PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año 10 - Número 2849
~ Lunes 16 de Noviembre de 2015
Desde la ciudad de
Córdoba (Argentina)
Alabado
sea Jesucristo…
Un aleccionador relato para iniciar la
jornada:
Era un día lluvioso y gris. De pronto,
me encontré a una niña apenas cubierta con un vestido todo roto, tiritando de
hambre y de frío. Me encolericé y le reclamé a Dios:
"¿Cómo es posible Señor, que
habiendo tanta gente que vive en la riqueza, permitas que esta niña sufra
hambre y frío? ¿Cómo es posible que te quedes ahí tan tranquilo, indiferente
ante tanta injusticia, sin hacer nada?“
Después de un largo silencio, sentí la
voz de Dios que me contestaba:
“¡Claro que he hecho algo! ¡Te hice a
ti! "
¡Buenos días!
Todo depende de ti
Hay
personas que transforman su debilidad en fortaleza. Los límites reales que
tienen en la vida los impulsan de tal modo que se distinguen entre sus iguales.
Saben transformar un obstáculo en un punto de apoyo para lanzarse adelante con
más fuerza que el común de la gente. Ingéniate en cambiar un menos en más, un
signo negativo en otro positivo.
Aunque no tengas gran cultura, puedes
cultivar la sabiduría de la caridad.
Aunque tu trabajo sea humilde, puedes
convertir tu día en oración.
Aunque tengas cuarenta, sesenta o setenta
años, puedes ser joven de espíritu.
Aunque las arrugas ya marquen tu rostro, vale
más tu belleza interior.
Aunque tus pies sangren en los tropiezos y
piedras del camino, tu rostro puede sonreír.
Aunque tus manos muestren las cicatrices de
la lucha por la vida, tus labios pueden agradecer.
Aunque lágrimas amargas recorran tu rostro,
tienes un corazón para amar.
Aunque no seas un santo, ni un ángel, en el
cielo tienes reservado un lugar.
Todo, todo... depende de ti.
Cuando
tu vida se encrespa con alguna tormenta, no pierdas el ánimo, porque hay dentro
de ti fuerzas insospechadas. Entre todas sobresale una que debes valorar,
cuidar, entrenar y servirte de ella: la voluntad. El éxito comienza siempre con
una voluntad decidida a permanecer firme en la lucha, ése es el gran regalo de
Dios. Utilízalo con humildad.
Enviado por el P. Natalio
La Palabra de
Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, sucedió que, al
acercarse Jesús a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo
limosna; al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello. Le informaron que
pasaba Jesús el Nazareno y empezó a gritar, diciendo: «¡Jesús, Hijo de David,
ten compasión de mí!». Los que iban delante le increpaban para que se callara,
pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!». Jesús se
detuvo, y mandó que se lo trajeran y, cuando se hubo acercado, le preguntó:
«¿Qué quieres que te haga?». Él dijo: «¡Señor, que vea!». Jesús le dijo: «Ve.
Tu fe te ha salvado». Y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando
a Dios. Y todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios. (Lc 18,35-43)
Comentario
Hoy, el ciego Bartimeo (cf. Mc 10,46) nos
provee toda una lección de fe, manifestada con franca sencillez ante Cristo.
¡Cuántas veces nos iría bien repetir la misma exclamación de Bartimeo!:
«¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!» (Lc 18,37). ¡Es tan provechoso
para nuestra alma sentirnos indigentes! El hecho es que lo somos y que,
desgraciadamente, pocas veces lo reconocemos de verdad. Y..., claro está:
hacemos el ridículo. Así nos lo advierte san Pablo: «¿Qué tienes que no lo
hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué te glorías como si no lo
hubieras recibido?» (1Cor 4,7).
A Bartimeo no le da vergüenza sentirse
así. En no pocas ocasiones, la sociedad, la cultura de lo que es “políticamente
correcto”, querrán hacernos callar: con Bartimeo no lo consiguieron. Él no se
“arrugó”. A pesar de que «le increpaban para que se callara, (...) él gritaba
mucho más: ‘¡Hijo de David, ten compasión de mí!’» (Lc 18,39). ¡Qué maravilla!
Da ganas de decir: —Gracias, Bartimeo, por este ejemplo.
Y vale la pena hacerlo como él, porque
Jesús escucha. ¡Y escucha siempre!, por más jaleo que algunos organicen a
nuestro alrededor. La confianza sencilla —sin miramientos— de Bartimeo desarma
a Jesús y le roba el corazón: «Mandó que se lo trajeran y (...) le preguntó:
«¿Qué quieres que te haga?» (Lc 18,40-41). Delante de tanta fe, ¡Jesús no se
anda con rodeos! Y... Bartimeo tampoco: «¡Señor, que vea!» (Lc 18,41). Dicho y
hecho: «Ve. Tu fe te ha salvado» (Lc 18,42). Resulta que «la fe, si es fuerte,
defiende toda la casa» (San Ambrosio), es decir, lo puede todo.
Él lo es todo; Él nos lo da todo.
Entonces, ¿qué otra cosa podemos hacer ante Él, sino darle una respuesta de fe?
Y esta “respuesta de fe” equivale a “dejarse encontrar” por este Dios que
—movido por su afecto de Padre— nos busca desde siempre. Dios no se nos impone,
pero pasa frecuentemente muy cerca de nosotros: aprendamos la lección de
Bartimeo y... ¡no lo dejemos pasar de largo!
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès,
Barcelona, España)
Santoral Católico:
Santa Margarita de
Escocia
Reina
Nació en Hungría hacia el año 1046,
cuando sus padres, reyes de Inglaterra, vivían allí desterrados. Reintegrados a
Inglaterra, tuvieron que exiliarse a Escocia. A los 24 años fue dada en
matrimonio a Malcom III, rey de Escocia, del que tuvo ocho hijos, dos de ellos
santos, David y Edith o Matilde. Fue modelo de esposa, madre y reina por su
bondad y sabiduría. Llevó una vida de gran austeridad y de intensa oración, a
la vez que se prodigó en su caridad para con los pobres, los huérfanos y los
enfermos, y en la promoción de obras de misericordia. Logró que su esposo,
llamado el sanguinario, abandonase sus costumbres salvajes. Contribuyó
notablemente a la renovación de la vida cristiana, sobre todo mediante el
concilio escocés que hizo convocar y en el que intervino. Murió en Edimburgo el
16 de noviembre de 1093.
Oración: Señor Dios nuestro, que
hiciste de santa Margarita de Escocia un modelo admirable de caridad para con
los pobres, concédenos, por su intercesión, que, siguiendo su ejemplo, seamos
nosotros fiel reflejo de tu bondad entre los hombres. Por Jesucristo, nuestro
Señor. Amén.
© Directorio Franciscano
La frase de hoy
“El arte de la tolerancia
es el arte de ser feliz
en compañía de otros”
Tema del día:
Cuando Dios habla
a través de los animales
¿Qué
tienen que ver los perros con la adoración a la Eucaristía?
El
obispo Fulton Sheen encontró una bella relación entre ellos un día en que se
sentía desanimado y le costaba rezar. Llevaba una temporada de sequía
espiritual. Le parecía que sus tiempos dedicados a la oración no eran
agradables a Dios.
Como
otros días, el arzobispo estadounidense, actualmente en proceso de
beatificación, fue a la capilla y se sentó. Pero no lograba decirle una sola
palabra a Jesús.
Entonces
se acordó de algo: su perro tampoco podía hablar, pero cuando él se sentaba en
su sillón para leer el periódico, el animal se sentaba en el suelo junto a él.
Y él se sentía acompañado.
Lo
explica monseñor Josefino Ramírez en una de sus reeditadas ‘Cartas a un hermano
sacerdote’, que recogen anécdotas y acontecimientos en torno a la Eucaristía
como el de la niña china que murió por reparar una ofensa a la Eucaristía (
clic acá )
“Solo
estando ahí, a su lado, el perro era para el obispo un gran consuelo y lo hacía
muy feliz”, escribe monseñor Pepe, director espiritual del Apostolado Mundial
de Fátima en la región de Manila y coordinador del Congreso Mundial de la
Divina Misericordia en Asia.
“Mientras
que el obispo pensaba en esto, recibió una inspiración de Dios: el obispo Sheen
era un gran consuelo y muy agradable al Señor por tan sólo estar ahí con Él en
el Santísimo Sacramento, aunque como su perrito, no le decía nada a Jesús
mientras permanecía junto a Él”.
Al
recordarlo, el autor de la carta confiesa: “Yo también tengo un perrito. Y como
es para mí un gran consuelo lo llamo amigo”.
Y
explica que algo parecido le ocurrió a un sacerdote amigo suyo: “Estaba
haciendo su hora santa en nuestra capilla de adoración perpetua. Era un día
terriblemente caluroso y se sentía tan cansado y agobiado por el calor que no
podía rezar”.
“Sólo
permanecer en la capilla en su hora representaba un gran esfuerzo –relata-. Se
preguntaba si esa hora tendría algún valor, cuando en ese momento entró un
gatito blanco”. Aquel día, hacía tanto calor que alguien había dejado la puerta
abierta.
“Al
principio mi amigo pensó cuánto odiaba a los gatos –prosigue-. Luego observó
cómo el gatito pasaba por cada uno de los bancos hasta llegar a la parte de
atrás donde mi amigo estaba sentado. El gatito se paró, miró a mi amigo, puso
su cabeza sobre su zapato como si fuera su almohada y se acostó a dormir”.
Puede
parecer una tontería, pero él se emocionó porque el gatito había elegido
descansar su cabeza sobre su zapato.
“Más
tarde mi amigo oyó la siguiente inspiración tan fuerte como las campanas de la
iglesia en domingo: si él que odia a los gatos estaba tan contento con uno que
eligió estar con él, cuánto más encantado estará Jesús con nosotros, a los que
ama infinitamente, cuando elegimos estar con Él”.
Y
añade, para concluir su carta: “Mi amigo, al igual que el obispo Sheen, nunca
más, se desanimó al sentir que no podía rezar. El solo hecho de estar allí, es
una oración de fe, es creer realmente que Jesús está ahí. Es una oración de
amor porque uno elige estar con aquellos a los que uno quiere, con los que uno
verdaderamente ama”.
Fuente: Aleteia.org
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia
Católica; por el Papa Francisco, por
el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas,
catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la
unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro
Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el
triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María; por la conversión de todos los pueblos; por
la Paz en el mundo; por los cristianos
perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros lugares; por
nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las
enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el
hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras enfermedades graves; por el drama de los inmigrantes del Mediterráneo;
por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por
la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación
de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones
sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por las intenciones particulares
y las necesidades de nuestra querida amiga y lectora Idania, que vive en Cuba, y para la que rogamos a la Santísima
Virgen de la Caridad del Cobre (patrona de su país) y al Santo Papa Juan Pablo
II, toda le intercesión para que sus deseos se cumplan.
Pedimos oración para Silvia G., de Rosario, Argentina, que
pasado mañana será operada. También pedimos por su hijo Leo, para que pueda conseguir un trabajo digno. Te lo pedimos
Señor…
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por
nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Unidos a María
María
es nuestra Madre. Y una madre se ocupa y preocupa por sus hijos, y está
pendiente de que nada les falte, que tengan todo lo necesario para crecer y
desarrollarse perfectamente en la vida corporal, moral y espiritual.
Por
eso la Virgen está pendiente de todo cuanto nos pasa, porque no hay cosas pequeñas
en la vida de los hombres, puesto que hasta una pinchadura de alfiler, puede
ser bueno o malo para la vida espiritual, y María lo observa todo, y siempre
tiene el auxilio oportuno para cada uno de sus hijos.
¡Qué
bueno que es Dios, que nos ha dado tan preciosa Madre! Él la ha creado sólo
inferior a Sí mismo, y ha puesto en Ella todo lo más precioso que posee,
incluso a su mismo Hijo.
Pues
bien, esta Criatura que es María Santísima, es nuestra Mamá cariñosa, que
siempre está pendiente de lo que pasa en nuestras vidas, y que vela día y noche
para que vivamos bien en este mundo, con todo lo necesario, incluso lo
material, para que también alcancemos al final el Cielo prometido.
Si
confiáramos en María, entonces nuestra vida se deslizaría con total tranquilidad,
porque hasta en los momentos dramáticos, tendríamos el consuelo de esta Madre,
que es toda Corazón y que es la que ha sonreído a los Mártires para animarlos
al martirio.
Jardinero de Dios
-el más
pequeñito de todos-
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