PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año 10 - Número 2850
~ Martes 17 de Noviembre de 2015
Desde la ciudad de
Córdoba (Argentina)
Alabado
sea Jesucristo…
Jesús es siempre buena noticia. Tenemos
la gran suerte y la inmensa alegría de saber que el que viene es el mismo en
quien creemos, a quien escuchamos, en quien confiamos, a quien intentamos
seguir. Quien más nos comprende y más nos quiere. Nuestra vida está orientada
hacia nuestro encuentro feliz y definitivo con Jesús.
Que vendrá, que está viniendo ya a mi vida, a mis sueños, a mi corazón, a mi
mundo... Que traerá, que está trayendo ya la alegría, la verdad, la paz, las
ocasiones para amar, una canción de esperanza... Ese es el anuncio que Dios nos
promete en Jesús. Y lo que nos recomienda anunciar al mundo. No hay por qué temer… Su triunfo definitivo implica también el nuestro.
¡Buenos días!
Yo he sentido, Señor
La
oración auténtica es un encuentro personal con Dios. Por ella te acercas a la
realidad de un Dios vivo, cercano, presente: un Dios persona. El núcleo de la
oración es saber escuchar a Dios, porque el personaje clave en este diálogo de
amor, no soy yo, sino Dios. La actitud de humilde escucha es una prueba de
amor: es abrirse a la voluntad de un Dios que ilumina.
Yo he sentido, Señor, tu voz amante, en el
misterio de las noches bellas,
y en el suave temblor de las estrellas la
armonía gocé de tu semblante.
No me llegó tu acento amenazante entre el
fragor de trueno y de centellas;
al ánima llamaron tus querellas como el tenue
vagido de un infante.
¿Por qué no obedecí cuando te oía? ¿Quién me
hizo abandonar tu franca vía
y hundirme en las tinieblas del vacío?
Haz, mi dulce Señor, que en la serena noche
vuelva a escuchar tu cantilena;
¡ya no seré cobarde, Padre mío!
Para
disponerte a escuchar, puedes presentar al Señor alguna pregunta que centre tu
atención e impida cualquier divagación. Por ejemplo, puedes decirle: Señor,
¿qué quieres de mí en esta situación? O bien, ¿qué deseas insinuarme con esta
página del Evangelio? Si al orar buscas con decisión la voluntad de Dios, tu
vida cristiana crecerá sólidamente.
Enviado por el P. Natalio
La Palabra de
Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, habiendo entrado Jesús
en Jericó, atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe
de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de
la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un
sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. Y cuando Jesús llegó a aquel
sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy
me quede yo en tu casa». Se apresuró a bajar y le recibió con alegría.
Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha
ido a hospedarse a casa de un hombre pecador». Zaqueo, puesto en pie, dijo al
Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé
a alguien, le devolveré el cuádruplo». Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la
salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del
hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido». (Lc
19,1-10)
Comentario
Hoy, Zaqueo soy yo. Este personaje era
rico y jefe de publicanos; yo tengo más de lo que necesito y quizás muchas
veces actúo como un publicano y me olvido de Cristo. Jesús, entre la multitud,
busca a Zaqueo; hoy, en medio de este mundo, me busca a mí precisamente: «Baja
pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa» (Lc 19,5).
Zaqueo desea ver a Jesús; no lo
conseguirá si no se esfuerza y sube al árbol. ¡Quisiera yo ver tantas veces la
acción de Dios!, pero no sé si verdaderamente estoy dispuesto a hacer el
ridículo obrando como Zaqueo. La disposición del jefe de publicanos de Jericó
es necesaria para que Jesús pueda actuar; y, si no se apremia, quizás pierda la
única oportunidad de ser tocado por Dios y, así, ser salvado. Quizás yo he
tenido muchas ocasiones de encontrarme con Jesús y quizás ya va siendo hora de
ser valiente, de salir de casa, de encontrarme con Él y de invitarle a entrar
en mi interior, para que Él pueda decir también de mí: «Hoy ha llegado la
salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del
hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido» (Lc 19,9-10).
Zaqueo deja entrar a Jesús en su casa y
en su corazón, aunque no se sienta muy digno de tal visita. En él, la
conversión es total: empieza con la renuncia a la ambición de riquezas,
continúa con el propósito de compartir sus bienes y acaba con la resolución de
hacer justicia, corrigiendo los pecados que ha cometido. Quizás Jesús me está
pidiendo algo similar desde hace tiempo, pero yo no quiero escucharle y hago
oídos sordos; necesito convertirme.
Decía san Máximo: «Nada hay más querido
y agradable a Dios como que los hombres se conviertan a Él con un
arrepentimiento sincero». Que Él me ayude hoy a hacerlo realidad.
Rev. D. Enric RIBAS i Baciana (Barcelona, España)
Santoral Católico:
Santa Isabel de
Hungría
Viuda
Hija del rey Andrés II de Hungría, nació
el año 1207 en Bratislava. A los 14 años se desposó con Luis IV, Landgrave de
Turingia, con el que tuvo tres hijos. Vivió de forma eminente los ideales
evangélicos que promovían las nacientes órdenes mendicantes. Acogió a los
primeros franciscanos en su llegada a Turingia (1225). Se dedicó asiduamente a
la oración y a las obras de caridad. Modelo de esposa y madre, brilló por su
austeridad, generosidad y entrega al cuidado de los pobres y de los enfermos. A
la muerte de su esposo en la VI Cruzada (1227), dejó la corte, se trasladó a
Marburgo, abrazó voluntariamente la pobreza y fundó un hospital dedicado a San
Francisco, en el que ella personalmente servía a los enfermos más desgraciados.
Tempranamente se apagó su vida en Marburgo, el 17 de noviembre de 1231. Es
patrona de la Tercera Orden Franciscana y son muchas las congregaciones
religiosas dedicadas a la caridad que llevan su nombre.
Oración: Oh Dios, que concediste a
santa Isabel de Hungría la gracia de reconocer y venerar en los pobres a tu
Hijo Jesucristo, concédenos, por su intercesión, servir con amor infatigable a
los humildes y a los atribulados. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
© Directorio Franciscano
Palabras del Papa
Francisco
“¡Quiero reafirmar con vigor que el
camino de la violencia y del odio no resuelve los problemas de la humanidad!
Les invito a ustedes a unirse a mi oración: confiemos a la misericordia de Dios
las indefensas almas de esta tragedia. Que la Virgen María, Madre de
misericordia, suscite en los corazones de todos pensamientos de sabiduría y
propósitos de paz. A Ella pedimos proteger y velar sobre la querida nación
francesa, sobre Europa y sobre el mundo entero”
Tema del día:
¿Qué lugar ocupa
la Virgen María?
¿Qué lugar ocupa la Virgen María en
nuestra espiritualidad?
Mujer,
aquí tienes a tu hijo; hijo, aquí tienes a tu madre
(Juan 19,26-27). Desde que por primera vez el discípulo a quien Jesús amaba
acogió a María en su casa, fue María quien acogió también a la Iglesia.
Estoy frente a una escultura de la
Virgen de Montserrat, y hoy que me he sentado para escribir unas líneas sobre
un tema de espiritualidad. Me parece un deber filial escribir algo sobre María.
Ya desde una perspectiva antropológica y psicológica, la incorporación del
arquetipo materno en la propia espiritualidad, a mi entender, enriquece y
complementa el desarrollo humano y cristiano de la persona.
El modelo humano y la condición de
discípulo que nos ofrece el Nuevo Testamento sobre María son exquisitos por su
discreción, finura y ternura: su disponibilidad en la Anunciación, la fidelidad
hasta el pie de la cruz, su presencia en la vida de la Iglesia ilustrada en el
relato de Pentecostés. Y no hay que liberar a María del dogma para hacerla más
próxima a nosotros. Si los dogmas son símbolos de la fe, entonces son
formulaciones capaces de llevarnos "a una relación con...". Esta
María, tan humana, ha sido admitida ya dentro del ámbito de la divinidad: por
eso es posible una proximidad especial con ella. Podemos sentirnos escuchados,
amados, animados, curados por ella.
Quizás ya no pensando que, como Cristo y
el Padre están más lejos... ella nos hace de intermediaria. Me parece que ya
todos nos dejamos llevar por el Espíritu que llama en nuestros corazones
confiadamente "Abba, Padre", o que ya tenemos consciencia de que
"en Cristo tenemos un gran sacerdote capaz de compadecerse de nuestras
debilidades". Pero sí porque en nuestra vida espiritual la presencia del
rostro femenino de María nos dice algo de Dios que sólo ella puede transmitir a
su manera: con su ternura y su acogimiento de madre, su discreción, su valentía
y fortaleza de mujer, su preocupación por la vida, su capacidad de comprensión,
su sensibilidad y admiración por la bondad... y, seguramente, más cosas que el
querido lector también podría añadir.
Vivir junto a un icono-escultura de
María tan amada, como es la de la Virgen de Montserrat, me ha hecho comprender,
cada vez más, la importancia de María en la espiritualidad del cristiano:
¿cuántas veces la ternura y la mano izquierda de una madre no han podido más
que la tristeza, la desesperación, el desconsuelo, el desencarrilamiento o el
desencanto de alguno de sus hijos?
María, como representa la escultura
romanicogótica de Montserrat, sede de sabiduría, que tiene el niño en el regazo
y lo muestra a todo el mundo que va hacia ella, es imagen de cómo la Iglesia
tiene que presentar a la Madre de Dios: como aquella que lleva a Cristo. Si hay
alguien, sin embargo, que se siente atraído por Maria y no consigue llegar al
Hijo, me atrevo a decir que ya ha empezado a andar, aunque no haya llegado a la
meta.
Autor: Antoni Pou, osb | Fuente: Catholic.net
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia
Católica; por el Papa Francisco, por
el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas,
catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la
unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro
Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el
triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María; por la conversión de todos los pueblos; por
la Paz en el mundo; por los cristianos
perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros lugares; por
nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las
enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el
hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras enfermedades graves; por el drama de los inmigrantes del Mediterráneo;
por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por
la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación
de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones
sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Unidos a María
Dicen
que Santo Dominguito Savio se apareció en sueños, después de muerto, a Don
Bosco, y éste le preguntó a Dominguito cuál había sido su mayor consuelo en el
momento de su muerte. El santo le respondió que el mayor consuelo en el momento
de la muerte había sido la asistencia de la poderosa Madre del Salvador.
Que
esto nos haga reflexionar en la importancia de tenerle una gran devoción a
María Santísima, para que Ella, en premio a nuestro amor, venga a socorrernos
en los momentos próximos a nuestra muerte.
Porque
hay que saber que cuando los demonios intuyen que un alma está cercana a la
muerte, despliegan todo su poder para perderla, porque el diablo sabe que le
queda poco tiempo, y entonces se entabla el último combate del que saldrá el
alma vencedora o vencida. Y es necesario que para ese momento tengamos la
invalorable ayuda de la Reina del Cielo.
A
partir de hoy comencemos a practicar alguna devoción a la Virgen, si es que ya
no lo hacemos, como el rezo del Santo Rosario, o las tres avemarías, y confiemos
en que antes fallarán el Cielo y la Tierra, pero María no nos desamparará en
esa última lucha.
Digámosle
muchas veces: “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora
y en la hora de nuestra muerte”.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito
de todos-
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