PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año 10 - Número 2857
~ Martes 24 de Noviembre de 2015
Desde la ciudad de
Córdoba (Argentina)
Alabado
sea Jesucristo…
Mi Señor, Tú conoces todas las
actividades en la que estoy involucrado y todas las preocupaciones que, por
distintas razones, tengo en mi corazón. Quiero sentir que me llenas de
confianza y me das paz para poder continuar. Te amo y quiero servirte con todas
las fuerzas de mi corazón, pero para ello, necesito que llenes mi corazón de tu
bondad y de tu amor, para poder ser una persona coherente y comprometida en
cada uno de mis actos. Permite que pueda ser sal para aquellos que están a mi
lado, que mis palabras, mis actitudes y mis acciones les ayuden a encontrarse
contigo y puedan así vivir plenamente felices. Permite que siempre esté
dispuesto y preparado para dar lo mejor de mí a cada instante. Amén. (PdeF)
¡Buenos días!
La espada de
Damocles
No envidies a los poderosos, o a las
estrellas o astros del cine, del deporte, o de la vida social. La envidia es
como un resentimiento irracional causado por desear el bien ajeno, un disgusto
oscuro que provoca la elevada posición de una persona, o el brillo de sus
cualidades. Detrás de la envidia hay una incapacidad de reconocer los propios
límites y carencias.
Damocles, era un adulador cortesano de Dionisio, tirano de
Siracusa (siglo IV a. C.). Había propagado que Dionisio era un mimado de la
suerte al disponer de tan gran poder y riqueza. El tirano para darle un
escarmiento, le ofreció intercambiar con él por un día sus tareas. Así podría
disfrutar de absoluto poder. Esa misma tarde Damocles celebró un opíparo
banquete donde fue servido como un rey. Cuando a mitad de la comida miró hacia
arriba y reparó en la afilada espada que colgaba de un finísimo hilo sobre su
cabeza, empalideció de repente y perdió las ganas de seguir comiendo. Pidió al
tirano abandonar su puesto, diciendo que ya no quería seguir siendo tan
dichoso.
No te compares con los demás, porque todo
humano tiene sus cruces y problemas, sus días de sol y de nublados, su tiempo
de reír y de llorar. Enumera tus bienes y agradécelos al Señor. Que el Espíritu
Santo te dé sabiduría y prudencia para liberarte de la funesta envidia.
Enviado por el P. Natalio
La Palabra de
Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, como dijeran algunos
acerca del Templo que estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas,
Jesús dijo: «Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra
que no sea derruida».
Le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo
sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para
ocurrir?». Él dijo: «Estad alerta, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos
usurpando mi nombre y diciendo: ‘Yo soy’ y ‘el tiempo está cerca’. No les
sigáis. Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque
es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato».
Entonces les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino.
Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas
espantosas, y grandes señales del cielo». (Lc 21,5-11)
Comentario
Hoy escuchamos asombrados la severa
advertencia del Señor: «Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra
sobre piedra que no sea derruida» (Lc 21,6). Estas palabras de Jesús se sitúan
en las antípodas de una así denominada “cultura del progreso indefinido de la
humanidad” o, si se prefiere, de unos cuantos cabecillas tecnocientíficos y
políticomilitares de la especie humana, en imparable evolución.
¿Desde dónde? ¿Hasta dónde? Esto nadie
lo sabe ni lo puede saber, a excepción, en último término, de una supuesta
materia eterna que niega a Dios usurpándole los atributos. ¡Cómo intentan
hacernos comulgar con ruedas de molino los que rechazan comulgar con la finitud
y precariedad que son propias de la condición humana!
Nosotros, discípulos del Hijo de Dios
hecho hombre, de Jesús, escuchamos sus palabras y, haciéndolas muy nuestras,
las meditamos. He aquí que nos dice: «Estad alerta, no os dejéis engañar» (Lc
21,8). Nos lo dice Aquel que ha venido a dar testimonio de la verdad, afirmando
que aquellos que son de la verdad escuchan su voz.
Y he aquí también que nos asevera: «El
fin no es inmediato» (Lc 21,9). Lo cual quiere decir, por un lado, que
disponemos de un tiempo de salvación y que nos conviene aprovecharlo; y, por
otro, que, en cualquier caso, vendrá el fin. Sí, Jesús, vendrá «a juzgar a los
vivos y a los muertos», tal como profesamos en el Credo.
Queridos hermanos y amigos: unos
versículos más adelante del fragmento que ahora comento, Jesús nos estimula y
consuela con estas otras palabras que, en su nombre, os repito: «Con vuestra
perseverancia salvaréis vuestra vida» (Lc 21,19).
Nosotros, dándole cordial resonancia,
con la energía de un himno cristiano de Cataluña, nos exhortamos los unos a los
otros: «¡Perseveremos, que con la mano ya tocamos la cima!».
+ Rev. D. Antoni ORIOL i Tataret (Vic,
Barcelona, España)
Santoral Católico:
San Andrés
Dung-Lag
y compañeros
mártires
Son los 117 mártires de Vietnam
canonizados por Juan Pablo II el 19 de junio de 1988. En el siglo XVII
comenzaron las persecuciones contra los católicos, que habían ido creciendo en
Vietnam desde el siglo anterior. Los cristianos martirizados en distintas fechas
y regiones fueron cerca de 130.000, de los que se ha introducido la causa de
beatificación de casi 1500. Entre los 117 canonizados hay 8 obispos, muchísimos
sacerdotes seculares y religiosos, y un gran número de laicos de ambos sexos y
de toda edad y condición. 96 son vietnamitas, 11 españoles y 10 franceses. San
Andrés, hijo de padres paganos muy pobres, llegó a sacerdote con la ayuda de un
catequista, ejerció el ministerio en diferentes localidades y murió decapitado
en Hanoi el 21 de diciembre de 1839. Los once españoles, todos ellos dominicos,
son los siguientes: Mateo Alonso de Leciniana, de Nava del Rey (Valladolid),
decapitado el 22 de enero de 1745. Francisco Gil Federich, de Tortosa
(Tarragona), decapitado el 22 de enero de 1745. Jacinto Castañeda, de Játiva
(Valencia), degollado el 7 de noviembre de 1773. Ignacio Clemente Delgado, de
Villafeliche (Zaragoza), obispo, falleció a causa de los malos tratos el 21 de
julio de 1838. Domingo Henares, de Baena (Córdoba), obispo, decapitado el 25 de
junio de 1838. José Fernández, de Ventosa de la Cuesta (Valladolid), decapitado
el 24 de julio de 1838. Jerónimo Hermosilla, de Santo Domingo de la Calzada (La
Rioja), obispo, degollado el 1 de noviembre de 1861. José María Díaz Sanjurjo,
de Santa Eulalia de Suegos (Lugo), obispo, decapitado el 20 de julio de 1857.
Melchor García Sampedro, de Cortes, parroquia de Cienfuegos (Oviedo), obispo,
descuartizado el 28 de julio de 1858. Valentín de Berrio Ochoa, de Elorrio
(Vizcaya), obispo, decapitado el 1 de noviembre de 1861. Pedro Almato, de San
Feliu Saserra (Barcelona), martirizado el 1/11/1861.
Oración: Oh Dios, fuente y origen de
toda paternidad, tú hiciste que los santos mártires Andrés y sus compañeros
fueran fieles a la cruz de Cristo, con una fidelidad que llegó hasta el
derramamiento de su sangre; concédenos, por su intercesión, que difundamos tu
amor entre nuestros hermanos y que nos llamemos y seamos de verdad hijos tuyos.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
© Directorio Franciscano
Palabras del Papa
Francisco
“Dios piensa siempre con Misericordia:
no olviden esto. Dios piensa siempre con Misericordia: ¡Es el Padre
Misericordioso! Dios piensa como el padre que espera el regreso de su hijo y va
a su encuentro, lo ve venir cuando todavía está muy lejos... ¿Esto qué
significa? Que todos los días iba a ver si el hijo volvía a casa: éste es
nuestro Padre Misericordioso. Es la señal que lo esperaba de corazón en la
terraza de su casa”
Tema del día:
Dios dirige mi
vida
De un modo sencillo y casi misterioso,
Dios dirige mi vida. Lo hace con su gracia, que me acompaña desde el bautismo.
Lo hace con su Palabra, acogida y explicada en la Iglesia católica. Lo hace con
las inspiraciones continuas del Espíritu Santo.
Lo hace, de un modo sorprendente, a
través de la historia. Nada escapa a su Providencia. Si algo ha ocurrido,
incluso el pecado, es porque Él lo tenía ya previsto. No quiso el mal, pero
tampoco impidió que algunos de sus hijos abusasen de la libertad.
Muchas veces, con su gracia, me ayudó a
evitar el pecado. Muchas otras veces me iluminó tras una caída, me inspiró
confianza en su misericordia, me sacó de la fosa (cf. Sal 40,3) y me vistió un
traje de fiesta cuando, arrepentido, volví a casa (cf. Lc 15,20-24).
A lo largo del camino, ha estado siempre
a mi lado. Supo esperar cuando mi egoísmo cerró puertas y partí lejos de casa.
Buscó una y mil veces cómo despertarme del mal y enseñarme el camino de la
vida. Incluso estuvo dispuesto a morir en una cruz para rescatarme del pecado.
No pudo hacer más por mí. Todo está
ofrecido en el Calvario. El cielo ha quedado abierto. La fuerza del Espíritu
Santo actúa en los corazones. Desde que nació la Iglesia, los discípulos
repiten la invitación de Cristo Maestro: convertíos y creed (cf. Mc 1,15; Hch
2,38; 3,19).
Con su ayuda es posible entrar en el
buen camino. Basta con mantener encendida la lámpara de la fe, el entusiasmo de
la esperanza, y el amor de Dios que "ha sido derramado en nuestros
corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (cf. Rm 5,5).
Como un niño en brazos de su madre (cf.
Sal 131), dejo que Dios dirija mi vida. Me llevará a verdes praderas, me
conducirá a fuentes tranquilas (cf. Sal 23), viviré en paz. Porque sé que Él me
ama, y eso me basta.
Autor: P. Fernando Pascual LC / Fuente: Catholic.net
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia
Católica; por el Papa Francisco, por
el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas,
catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la
unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro
Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el
triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María; por la conversión de todos los pueblos; por
la Paz en el mundo; por los cristianos
perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros lugares; por
nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las
enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el
hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras enfermedades graves; por el drama de los refugiados del Mediterráneo;
por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por
la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación
de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales
y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por la entrevista laboral a la que se presentará hoy Andrea Carolina C. H., en la ciudad de Bucaramanga, Colombia. Que Jesús la acompañe y los resultados sean favorables.
Pedimos oración por la entrevista laboral a la que se presentará hoy Andrea Carolina C. H., en la ciudad de Bucaramanga, Colombia. Que Jesús la acompañe y los resultados sean favorables.
Pedimos oración para dos personas de
ciudad de México: Teresita Z. y Lidia María R. G., ambas afectadas de
cáncer de mama y en plan de cirugía en los próximos días. A ambas las ponemos
en las manos milagrosas de nuestro Señor Jesucristo, para que si es su
voluntad, les brinde la salud que tanto piden.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por
nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Unidos a María
Los siete Santos fundadores de los
Servitas de María son siete comerciantes de Florencia que dejaron su negocio
para vivir al servicio de la Iglesia, a la imagen de la Madre de Dios, en la
oración y el apostolado.
Eran grandes amigos, tenían entre
treinta y treinta y cinco años y se retiraron a una vida de silencio,
construyeron pequeños cuartos de madera en el bosque, para consagrarse a la oración
y al trabajo manual. Tomaban turnos para pedir limosnas, a fin de ser
asimilados a la clase más pobre y conocer las humillaciones. Nunca habían
pensado en fundar una orden de religiosos, pero Roma se les impuso y fue su
devoción a la Santa Madre de Dios que les dio el nombre de “servitas” o
“siervos de María”.
Así como un mismo vínculo de verdadera
fraternidad había unido a estos siete hombres durante su vida, la posteridad
les abrazó en una misma veneración. En 1888, el Papa León XIII les canonizó colectivamente
bajo los nombres de Buenhijo, Buenayunta, Maneto, Amadio, Hugo, Sosteño, y
Alejo. Sus cuerpos están sepultados en el Monte Senario, en un mismo sepulcro,
para que una misma urna conserve los que la vida fraterna al servicio de la
Virgen María había unido.
Jardinero de Dios
-el más
pequeñito de todos-
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