PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año 10 - Número 2777
~ Lunes 31 de Agosto de 2015
Desde la ciudad de
Córdoba (Argentina)
Alabado
sea Jesucristo…
Siguiendo a J. Pagola, podemos decir que
los cristianos de la primera y segunda generación recordaban a Jesús no tanto como
un hombre religioso, sino como un profeta que denunciaba con audacia los
peligros y trampas de toda religión. Lo suyo no era la observancia piadosa por
encima de todo, sino la búsqueda apasionada de la voluntad de Dios.
En el Evangelio de ayer domingo, Jesús cita a Isaías: “Este pueblo me honra con
los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío,
porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos”. Luego denuncia en
términos claros dónde está la trampa: “Dejáis a un lado el mandamiento de Dios
para aferraros a la tradición de los hombres”.
Jesús proclama la libertad ante las
ataduras de la ley que esclavizan a las personas. Demuestra que no es tan
complicado ni hay que purificarse tanto para encontrar a Dios, que está en las
relaciones humanas, en todo lo que contribuye a hacer más libre, digna y feliz
la vida de las personas. Jesús nos señala claramente la verdadera fuente del
amor o de la ignorancia: el corazón humano.
La Palabra de Dios siempre es portadora de vida y de liberación para el ser
humano. Hoy nosotros podemos preguntarnos: En mi vida cristiana ¿me conduzco
por el Evangelio o por normas-preceptos humanos? ¿Practico una religión o sigo
a Jesús?
¡Buenos días!
Un niño y su barquito
A
veces ocurren cosas en nuestra vida que parecen desagradables y sin sentido ni
plan; pero, si esperamos un poco, nos daremos cuenta de que cada prueba, cada
tribulación, es como una piedra arrojada sobre las quietas aguas de nuestra
vida, y nos acercan más a Dios...
Un niño se hizo un barquito de madera y fue a
probarlo en el lago, pero el botecito impulsado por una brisa se fue alejando.
Apenado corrió a pedirle ayuda a un muchacho mayor que leía tranquilamente. Sin
decir nada el joven empezó a recoger piedras y arrojarlas, al parecer en contra
del barquito. Muy afligido el pequeño pensó que perdería la canoa y que el
grandote se estaba burlando de él. Pero luego se dio cuenta que las piedras
iban siempre un poco más allá del barquito. Esto generaba una pequeña ola que
hacía retroceder el barco hasta la orilla. Cada piedra estaba certeramente
calculada y así, por fin el juguete fue traído al alcance del niñito, que,
contento y agradecido, volvió a tener en sus manos su pequeño tesoro.
Busca
siempre la faz luminosa y positiva de todos los obstáculos y reveses que te
presente cada día. No olvides que puedes desarrollar la escondida sabiduría de
convertir un menos en más, un fracaso en victoria y una cruz en resurrección y
vida. Que pases un día muy apacible. Hasta mañana.
Enviado por el P. Natalio
La Palabra de
Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús se fue a Nazaret,
donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de
sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del
profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba
escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para
anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a
los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y
proclamar un año de gracia del Señor».
Enrollando el volumen lo devolvió al
ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en Él.
Comenzó, pues, a decirles: «Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír». Y
todos daban testimonio de Él y estaban admirados de las palabras llenas de
gracia que salían de su boca. Y decían: «¿No es éste el hijo de José?». Él les
dijo: «Seguramente me vais a decir el refrán: ‘Médico, cúrate a ti mismo’. Todo
lo que hemos oído que ha sucedido en Cafarnaúm, hazlo también aquí en tu
patria». Y añadió: «En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su
patria. Os digo de verdad: muchas viudas había en Israel en los días de Elías,
cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo
el país; y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de
Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta
Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio».
Oyendo estas cosas, todos los de la
sinagoga se llenaron de ira; y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad,
y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada
su ciudad, para despeñarle. Pero Él, pasando por medio de ellos, se marchó. (Lc
4,16-30)
Comentario
Hoy, «se cumple esta escritura que
acabáis de oír» (Lc 4,21). Con estas palabras, Jesús comenta en la sinagoga de
Nazaret un texto del profeta Isaías: «El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque me ha ungido» (Lc 4,18). Estas palabras tienen un sentido que sobrepasa
el concreto momento histórico en que fueron pronunciadas. El Espíritu Santo
habita en plenitud en Jesucristo, y es Él quien lo envía a los creyentes.
Pero, además, todas las palabras del
Evangelio tienen una actualidad eterna. Son eternas porque han sido
pronunciadas por el Eterno, y son actuales porque Dios hace que se cumplan en
todos los tiempos. Cuando escuchamos la Palabra de Dios, hemos de recibirla no
como un discurso humano, sino como una Palabra que tiene un poder transformador
en nosotros. Dios no habla a nuestros oídos, sino a nuestro corazón. Todo lo
que dice está profundamente lleno de sentido y de amor. La Palabra de Dios es
una fuente inextinguible de vida: «Es más lo que dejamos que lo que captamos,
tal como ocurre con los sedientos que beben en una fuente» (San Efrén). Sus
palabras salen del corazón de Dios. Y, de ese corazón, del seno de la Trinidad,
vino Jesús —la Palabra del Padre— a los hombres.
Por eso, cada día, cuando escuchamos el
Evangelio, hemos de poder decir como María: «Hágase en mí según tu palabra» (Lc
1,38); a lo que Dios nos responderá: «Hoy se cumple esta escritura que acabáis
de oír». Ahora bien, para que la Palabra sea eficaz en nosotros hay que
desprenderse de todo prejuicio. Los contemporáneos de Jesús no le
comprendieron, porque lo miraban sólo con ojos humanos: «¿No es este el hijo de
José?» (Lc 4,22). Veían la humanidad de Cristo, pero no advirtieron su
divinidad. Siempre que escuchemos la Palabra de Dios, más allá del estilo
literario, de la belleza de las expresiones o de la singularidad de la
situación, hemos de saber que es Dios quien nos habla.
Rev. D. David AMADO i Fernández (Barcelona, España)
Santoral Católico:
San Ramón Nonato
Patrón de las
Parturientas
Nació en Portell, provincia de Lérida en
España, el año 1200. Se le llama «Nonato» porque lo extrajeron del seno de su
madre que acababa de morir. En 1224 ingresó en la Orden de la Merced
(Mercedarios), siendo uno de los primeros compañeros de san Pedro Nolasco que
la había fundado para la redención de cautivos y la formación religiosa y moral
de los esclavos de los territorios ocupados por los árabes. Después de trabajar
un tiempo en España, marchó a Argelia, donde se quedó como rehén y padeció
mucho, a la vez que confortaba a sus compañeros de prisión. Vuelto a Cataluña y
ya famoso, el papa Gregorio IX, en 1239, lo creó cardenal y lo llamó a Roma
como consejero suyo. Emprendió el viaje, pero pronto lo asaltaron unas fiebres
violentas que le causaron la muerte el 31 de agosto de 1240 en Cardona
(Barcelona).
© Directorio Franciscano
La frase de hoy
“Conviene ampliar la mirada y reconocer
que también son violencia las situaciones de exclusión social, de privación de
oportunidades, de hambre y de marginación, de precariedad laboral, de
empobrecimiento estructural de muchos, que contrasta con la insultante
ostentación de riqueza por parte de otros”
~ Obispos Argentinos ~
Historias:
El milagro que no
hizo san Antonio
Dos monjes emprendieron el viaje por una
zona medio desértica de Egipto. Se les acabó el agua, y no consiguieron
encontrar ningún pozo en las cercanías.
Después de un tiempo, uno de los dos
monjes murió. El otro, sin fuerzas, quedó en el suelo mientras esperaba la
llegada de la muerte.
San Antonio abad estaba en la montaña.
En la oración pudo conocer lo que ocurría. Llamó a dos monjes que estaban cerca
y les dijo que fueran inmediatamente a llevar un jarro de agua al
superviviente.
Cuando los dos monjes llegaron, dieron
de beber al que yacía casi sin fuerzas, y enterraron al que había fallecido.
Un monje fue "salvado”. El otro
murió. San Atanasio (un obispo del siglo IV), al contar la historia en su
"Vida de san Antonio abad”, se pone ante quien pueda formular la pregunta:
¿por qué san Antonio no habló antes, de forma que los dos monjes viajeros
hubieran recibido el agua necesaria para sobrevivir?
Atanasio responde sin dudar: la pregunta
es injustificada, porque la muerte del monje viajero no dependía de Antonio,
sino de Dios.
Es Dios, en efecto, quien dice quién,
cuándo y cómo muere, y quién, cuándo y cómo recibe un poco más de vida. A uno
de los monjes le llegó la hora de partir al encuentro del Señor. Al otro, en
cambio, Dios le dio un poco más de vida, a través del milagro realizado a
través de san Antonio.
Lo que pasó en el desierto ocurre tantas
veces en la vida humana: uno se salva de un accidente, mientras que otro muere.
Uno se cura del cáncer, mientras que otro fallece a los pocos meses (o días).
Uno consigue salir airoso de una pulmonía doble, y otro sucumbe cuando le llega
la gripe "ordinaria”.
Ante esas diferencias, hay quienes se
preguntan: ¿no es injusto Dios? ¿Por qué a uno da más tiempo de vida y a otro
lo llama a su Presencia? ¿No podría ser más "equitativo”?
La pregunta, nos diría san Atanasio,
está viciada en su origen. No nos toca a nosotros conocer los tiempos de Dios,
ni cuándo llegará la hora.
No tiene sentido, por tanto, preguntar:
¿por qué san Antonio no hizo el milagro para los dos? Porque los milagros no
dependen de los hombres, sino de Dios. Dios es quien decide cuándo llega la
hora para cada uno.
Esa historia sencilla de los primeros
monjes de Egipto, contada por san Atanasio, nos ayuda a recordar una de las
enseñanzas constantes de san Antonio: al levantarse, hemos de vivir como si no
fuésemos a llegar a la noche; y al acostarse hemos de pensar que quizá no
llegaremos a ver el siguiente amanecer. O, en palabras del Evangelio, hemos de
estar siempre en vela, porque no sabemos ni el día ni la hora (cf. Mt 25,13).
P. Fernando Pascual LC
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia
Católica; por el Papa Francisco, por
el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas,
catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la
unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro
Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el
triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María; por la conversión de todos los pueblos; por
la Paz en el mundo; por los cristianos
perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros lugares; por
nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las
enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el
hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras enfermedades graves; por el drama de los inmigrantes del Mediterráneo;
por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por
la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación
de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones
sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por el eterno descanso del alma del sacerdote dominico Fray Carlos Correa Luna, de Córdoba, Argentina, que hace pocos días fue llamado a la presencia del Padre celestial. Nos queda el recuerdo de un apreciado fraile y de su tan valioso servicio a Dios.
Rezamos también por el alma del Padre Luis Cortez, de 73 años, muerto ayer en dudosas circunstancias en Alta Gracia, Córdoba, Argentina. Que el Señor lo reciba en su reino.
Pedimos oración por el eterno descanso del alma del sacerdote dominico Fray Carlos Correa Luna, de Córdoba, Argentina, que hace pocos días fue llamado a la presencia del Padre celestial. Nos queda el recuerdo de un apreciado fraile y de su tan valioso servicio a Dios.
Rezamos también por el alma del Padre Luis Cortez, de 73 años, muerto ayer en dudosas circunstancias en Alta Gracia, Córdoba, Argentina. Que el Señor lo reciba en su reino.
Pedimos oración para Maria Rosa y Emilio, queridos tíos del corazón, de Buenos Aires, Argentina, que
están pasando difíciles momentos en su salud por varias patologías de la edad
madura. Invocamos a Nuestra Señora de Lourdes para que ruegue por ellos ante
Jesús para que Él les conceda su gracia de sanación.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por
nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Unidos a María
María,
es Madre de Misericordia, pero nosotros, con nuestros pecados, la hacemos Madre
de dolores. No pequemos más para no causar dolor a ese Inmaculado Corazón de la
Virgen, que es tan delicado y que sufre tanto cuando ofendemos a Dios. Hagamos
el propósito de no pecar más, de huir de las ocasiones de pecado, es decir, de
aquellas situaciones que nos llevan a pecar, porque ¿quién no sufre al ver
sufrir a su Madre? Solo un desalmado no sufre al ver que su buena madre sufre
en su corazón. Entonces no hagamos sufrir a la Virgen que tanto nos ama y que
quiere todo lo mejor para nosotros y está constantemente prodigándonos favores
y gracias de parte de Dios, y nos cuida constantemente, estando a nuestro lado
de la mañana a la noche, y de la noche a la mañana.
Jardinero de Dios
-el más
pequeñito de todos-
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