PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año 10 - Número 2769
~ Domingo 23 de Agosto de 2015
Desde la ciudad de
Córdoba (Argentina)
Alabado
sea Jesucristo…
El Evangelio de este domingo nos muestra
a Jesús que con sus palabras no deja indiferente a nadie. Cuando tuvo que
hablar, alto y claro, lo hizo. Sin componendas ni miramientos. Aún a riesgo de
perder, por exigir demasiado, a gran parte de los suyos. Pero es que, Jesús,
quería eso: autenticidad y sinceridad en sus seguidores.
La predicación de Jesús, lejos de ser
una imposición, era y sigue siendo una propuesta. A nadie se nos obliga a
llevar la cruz en el pecho y, mucho menos, a decir que somos cristianos si –por
lo que sea– no lo tenemos claro.
Hoy, con más severidad que nunca, estamos
viviendo una deserción de la práctica de fe. Parece que lo que se lleva, es
decir “no soy practicante” o “a mí la Iglesia no me va”. En el fondo, hay un
tema más grave: no queremos complicaciones. Los compromisos de por vida, nos
asustan; como en el evangelio de este domingo: encrespó el modo de expresarse y
las directrices que marcaba Jesús de Nazaret.
El Señor, porque sabe y conoce muy bien
nuestra debilidad, siempre tiene sus puertas abiertas: unas veces para entrar y
gozar con su presencia y, otras, igual de abiertas para marcharnos cuando –por
lo que sea– nos resulta imposible cumplir con sus mandatos. Ahora bien;
permanecer con Él, nos lo garantiza el Espíritu, es tener la firme convicción
de que nunca nos dejará solos. De que compartirá nuestros pesares y
sufrimientos, ideales y sueños, fracasos y triunfos. Porque, fiarse del Señor,
es comprender que no existen los grandes inconvenientes sino el combate, el
buen combate desde la fe. Y, Jesús, nos adiestra y nos anima en esa lucha
contra el mal y a favor del bien.
P. Javier Leoz
¡Buenos días!
Purificación de los recuerdos
Hoy te
traigo una importante oración. Te ayudará a dejar ese lastre que a veces te
traba para avanzar hacia tus metas. Hay recuerdos que siguen hiriéndonos. El
Señor desea pacificarte y purificarte de todo lo que te impide correr por el
camino de su voluntad. Jesús, Médico divino del cuerpo, la mente y el espíritu,
quiere sanarte y liberarte de esas cadenas.
Pasa, Señor, por mi memoria, porque tú la
creaste para que recordara tu amor y tus regalos. Despierta los buenos
recuerdos, que me motivan a seguir adelante. Quema con tu fuego toda vergüenza
y toda angustia que venga de los malos recuerdos. Purifica esos recuerdos, para
que ya no me lastimen ni me inquieten. Señor, tú que eres puro amor, tú que
perdonabas a los que te crucificaban, quita de mi interior todo el veneno de
los recuerdos que me llenan de rencor y de tristeza. Derrama en mi interior el
deseo de perdonar y la gracia del perdón. Con tu amor me perdono a mí mismo por
mis errores pasados. Quiero mirarme a mí mismo con tu compasión y misericordia.
Reina, Señor, en este mundo de mis recuerdos, y pacifícalos con tu presencia
luminosa. Amén.
Esta
oración del P. Víctor Fernández debe ser rezada lentamente, con todas las
repeticiones y énfasis que necesites para interiorizarla, porque además de ser
una excelente súplica te ofrece materia de reflexión para alimentar tu mente
profunda. Aprovéchala.
Enviado por el P. Natalio
La Palabra de
Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, muchos de los que hasta
entonces habían seguido a Jesús dijeron: «Es duro este lenguaje. ¿Quién puede
escucharlo?». Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban
por esto, les dijo: «¿Esto os escandaliza? ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre
subir adonde estaba antes? El espíritu es el que da vida; la carne no sirve
para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. Pero hay entre
vosotros algunos que no creen». Porque Jesús sabía desde el principio quiénes
eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y decía: «Por esto
os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre».
Desde entonces muchos de sus discípulos
se volvieron atrás y ya no andaban con Él. Jesús dijo entonces a los Doce:
«¿También vosotros queréis marcharos?». Le respondió Simón Pedro: «Señor, ¿a
quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos
que Tú eres el Santo de Dios». (Jn 6,60-69)
Comentario
Hoy, el Evangelio nos sitúa en
Cafarnaúm, donde Jesús es seguido por muchos por haber visto sus milagros, en
especial por la multiplicación espectacular de los panes. Socialmente, Jesús
allí tiene el riesgo de morir de éxito, como se dice frecuentemente; incluso lo
quieren nombrar rey. Es un momento clave dentro de la catequesis de Jesús. Es
el momento en el que comienza a exponer con toda claridad la dimensión
sobrenatural de su mensaje. Y, como que Jesús es tan buen catequista, sacerdote
perfecto, el mejor obispo y papa, les deja marchar, siente pena, pero Él es
fiel a su mensaje, el éxito popular no lo ciega.
Decía un gran sacerdote que, a lo largo
de la historia de la Iglesia, han caído personas que parecían columnas
imprescindibles: «Se volvieron atrás y ya no andaban con Él» (Jn 6,66). Tú y yo
podemos caer, “pasar”, marchar, criticar, “ir a la nuestra”. Con humildad y
confianza digámosle al buen Jesús que queremos serle fieles hoy, mañana y todos
los días; que nos haga ver el poco sentido evangélico que tiene discutir las
enseñanzas de Dios o de la Iglesia por el hecho de que “no los entiendo”:
«Señor, ¿a quién iremos?» (Jn 6,68). Pidamos más sentido sobrenatural. Sólo en
Jesús y dentro de su Iglesia encontramos la Palabra de vida eterna: «Tú tienes
palabras de vida eterna» (Jn 6,68).
Como Pedro, nosotros sabemos que Jesús
nos habla con lenguaje sobrenatural, lenguaje que hay que sintonizar
correctamente para entrar en su pleno sentido; en caso contrario sólo oímos
ruidos incoherentes y desagradables; hay que afinar la sintonía. Como Pedro,
también en nuestra vida de cristianos tenemos momentos en los que hay que
renovar y manifestar que estamos en Jesús y que queremos seguir con Él. Pedro
amaba a Jesucristo, por eso se quedó; los otros lo querían por el pan, por los
“caramelos”, por razones políticas y lo dejan. El secreto de la fidelidad es
amar, confiar. Pidamos a la Virgo fidelis que nos ayude hoy y ahora a ser
fieles a la Iglesia que tenemos.
Rev. D. Miquel VENQUE i To (Barcelona, España)
Palabras de San
Juan Pablo II
"La «fracción del pan» evoca la
Eucaristía. Después de dos mil años seguimos reproduciendo aquella imagen
primigenia de la Iglesia. Y, mientras lo hacemos en la celebración eucarística,
los ojos del alma se dirigen al Triduo pascual: a lo que ocurrió la tarde del
Jueves Santo, durante la Última Cena y después de ella […] Contemplar a Cristo
implica saber reconocerle dondequiera que Él se manifieste, en sus multiformes
presencias, pero sobre todo en el Sacramento vivo de su cuerpo y de su sangre
[…] La Eucaristía es verdadero banquete, en el cual Cristo se ofrece como
alimento"
Tema del día:
Palabras de vida
eterna
En estos domingos pasados se nos
presentaba el “discurso de vida” de
Jesús en que proclama lo que será la Eucaristía: su presencia real por amor a
nosotros; una presencia tan real que le podemos comer, como el abrazo más
íntimo que pudiéramos pensar. Y no sólo que le podemos comer, sino que lo
debemos hacer si queremos tener la vida eterna. Esto es difícil entender cuando
no se tiene fe o cuando se quieren entender los mensajes de Jesús según nos
convenga a nosotros, con todos nuestros intereses materialistas, de orgullo, de
poder, de comodidad, de egoísmo.
Esto es lo que pasó cuando Jesús
hablaba. La gente se decía: “Duras son estas palabras”. Yo creo que no era sólo
por lo de comer el Cuerpo de Jesús. Este comer su cuerpo llevaba consigo la
entrega de nuestro ser en El y para bien de los hermanos. Llevaba consigo el
aceptar una vida de servicio, no de triunfalismo, el buscar no sólo comer el
Cuerpo de Jesús, sino dejarnos comer por los demás. Esto requería todo un
desprendimiento de muchas cosas, pero sobre todo del egoísmo y del afán de
riquezas, de poder, de lujo, de comodidades, para el bien de los demás. Por
eso, cuando Jesús se dio cuenta de lo que pasaba, el murmullo y las primeras
decepciones, lo explicó diciendo que en nosotros se da esa lucha entre la carne
y el espíritu; y hay muchos que se dejan llevar por las tendencias de la carne
despreciando al espíritu. Uno de ellos era uno de sus mismos discípulos, Judas.
El evangelista lo expresa con claridad diciendo que estas palabras las había
dicho Jesús por causa del traidor.
Entonces Jesús tuvo que plantearles
claramente a sus discípulos: “También vosotros queréis marcharos?” Fue san
Pedro, más voluntarioso, como otras veces, quien le responde: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras
de vida eterna”. Esto se parece a lo que nos cuenta hoy la primera lectura,
en tiempos de Josué, el sucesor de Moisés. Eran momentos difíciles para el
servicio de Dios, porque muchos en el pueblo se habían dejado seducir del culto
de los dioses en la tierra que conquistaban. Era un culto más atractivo, porque
dejaba que la persona tuviera muchos vicios apetitosos a los sentidos, pero
contrarios a la ley de Dios. Hasta que Josué tuvo que plantarse y con decisión
decir al pueblo: “¿A qué dios queréis servir? Yo con mi familia serviremos al
Señor”. Entonces el pueblo aceptó servir al Señor Dios que les había sacado de
Egipto, no tanto por convicción de razones, sino por la energía y el ejemplo de
aquel hombre que desgastaba su vida por el servicio a Dios y al bien del
pueblo.
La comunión no es sólo un acto que puede
ser más o menos bonito, un acto para quedar bien ante los demás o ante el mismo
Dios. Es sobre todo un acto de fe. Al terminar la consagración, el sacerdote
nos dice: “Este es el sacramento de nuestra fe”. Y cuando vamos a comulgar nos
dice: ”El Cuerpo de Cristo”, y nosotros respondemos: “Amén”. Este amén es un
acto de fe, diciendo que es verdad, que así lo creemos. Pero, como hemos visto
otras veces, la fe no es sólo una creencia intelectual, sino que es sobre todo
una entrega en las manos de Jesús. Es ponerse a su disposición para que vaya
aceptando nuestro ser, de modo que nos asimilemos a su manera de ser.
En nuestro seguimiento a Cristo habrá
muchos momentos en que nos parece todo bastante fácil y tranquilo; pero habrá
otros momentos en que, sea por las pasiones internas o por las dificultades
externas, todo se nos hace difícil y quizá hasta nos haga clamar: “Son muy
difíciles los mensajes de Jesús”. Pero tengamos confianza especialmente cuando
le recibimos en la comunión. No es que haya que ser santos para comulgar; basta
que tengamos fe y mucha humildad para arrojarnos en los brazos de Cristo. Él
tiene palabras de vida eterna. Es decir, que sus mensajes y su gloria no son
para un instante, sino para siempre. Si le recibimos con esta fe, iremos viendo
que nuestra vida cada vez un poco más se irá transformando en su vida y nos
costará menos el servir a los demás, haciéndolo con el gozo y la libertad de
Cristo Jesús.
P. Silverio Velasco (España)
Nuevo vídeo
Hay un nuevo vídeo subido al blog
de "Pequeñas
Semillitas" en internet.
Para verlo tienes que ir al final de
esta página.
Agradecimientos
Dicen que en el cielo hay dos oficinas
diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la
tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas
gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin
descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los
agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles
aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde
la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas
Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los
mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias
concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.
Al cumplirse hoy el cuarto año del llamado del Señor para que mi mamá, Nené, se fuera al cielo con Él, expreso mi profundo agradecimiento a Dios por esa gran mujer, que me dio la vida y encaminó mis pasos por los mejores senderos de educación y formación personal y cristiana. Elevo una oración por su alma y por el alma de todas las madres.
Al cumplirse hoy el cuarto año del llamado del Señor para que mi mamá, Nené, se fuera al cielo con Él, expreso mi profundo agradecimiento a Dios por esa gran mujer, que me dio la vida y encaminó mis pasos por los mejores senderos de educación y formación personal y cristiana. Elevo una oración por su alma y por el alma de todas las madres.
Unidos a María
El
alma humana “no se perderá jamás, si sigue siendo cercana a estas dos grandes
mujeres que nos acompañan en la vida: María y la Iglesia”, declaraba el Papa
Francisco el 15 de septiembre de 2014 en recuerdo de Nuestra Señora de los
Dolores.
“Jesús
vino al mundo para aprender a ser hombre, y siendo hombre, caminar con los
hombres. Vino al mundo para obedecer, y obedeció. Pero esta obediencia la
aprendió del sufrimiento.” Lo mismo que María “la Madre, la nueva Eva participa
en este camino: aprendió, sufrió y obedeció”, lo que hace de Ella “una madre”
para los Cristianos.
Lejos
de ser huérfanos, los bautizados tienen también por madre a la Iglesia “que
recorre el mismo camino que Jesús y María: el camino de la obediencia, el
camino del sufrimiento”. Como María que es “la madre firme que da la
seguridad”, también la Iglesia es “muy firme cuando adora a Jesucristo, que
guía, enseña y ayuda” a los cristianos.
El
Papa evocó una tercera figura femenina “como decía el monje Isaac de la Estrella,
el alma es femenina y se asemeja a María y a la Iglesia”. La “pequeña alma
humana no se perderá jamás, si sigue siendo una mujer cercana a estas dos
grandes mujeres que nos acompañan en la vida: María y la Iglesia.”
Jardinero de Dios
-el más pequeñito
de todos-
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Gracias por participar comentando! Por favor, no te olvides de incluir tu nombre y ciudad de residencia al finalizar tu comentario dentro del cuadro donde escribes.