jueves, 12 de marzo de 2015

Pequeñas Semillitas 2627

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 10 - Número 2627 ~ Jueves 12 de Marzo de 2015
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Gabriela Bossis (1874-1950), gran mística francesa, recibía mensajes de Jesús (locuciones internas), que ella dejó escritos en su libro “Él y yo”. 
Gabriela nos refiere entre otros muchos mensajes: En la ciudad yo pasaba delante de una iglesia. Él me dijo: "¿Por qué no entras a verme? ¿Qué tal si yo tuviera algo que decirte? Tú no pasarías delante de la casa de una amiga íntima sin entrar corriendo alegremente, incluso, te las arreglarías para poner esta visita en tu trayecto. Y sin embargo, esta persona amiga no te esperaría con el mismo deseo que tiene tu Salvador. Entra, esto no te retrasará. Mira cuánto te amo." (Nº 787). 

¡Buenos días!

Antes de leer la Biblia
Dios está vivo en su Palabra para iluminarte, consolarte, fortalecerte… Pero debes acercarte a ella con verdadera fe. Antes de leerla es adecuado que te pongas en la presencia del Señor con alguna oración que te ambiente en un clima de devoción y acogida cordial del don de Dios. Puede servirte la que sigue.

Dios, mi Padre bondadoso. Estoy rodeado de ruidos y voces. Estoy cansado de escuchar palabras sin verdad, sin el calor de la intimidad personal, sin la eficacia del amor comprometido. Tú, Señor, me hablas con una Palabra nueva. Por eso quiero escucharte. Porque tu Palabra me muestra la verdad, me revela la eficacia de tu amor, me ofrece la participación en tu misma vida. Señor, que tu Palabra se haga carne en mi vida. Te ofrezco un corazón pobre y abierto. Siembra en mí tu Palabra, que tu Espíritu la haga fecunda, como en el seno de María, la santísima Virgen y Madre de Jesús. Y seré en el mundo el eco de tu voz, la proclamación de tu Evangelio. Amén.

La actitud de humilde escucha es decisiva para leer con provecho, pero es un don que debes pedirle al Señor con la confianza de un hijo. Y el libro sagrado te animará con promesas de vida sin fin, será para ti una escalera para subir al cielo, te ofrecerá normas simples de vida inocente  y  te descubrirá el amor entrañable de Dios por ti. Que sea tu alimento cotidiano.
Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús estaba expulsando un demonio que era mudo; sucedió que, cuando salió el demonio, rompió a hablar el mudo, y las gentes se admiraron. Pero algunos de ellos dijeron: «Por Beelzebul, Príncipe de los demonios, expulsa los demonios». Otros, para ponerle a prueba, le pedían una señal del cielo. Pero Él, conociendo sus pensamientos, les dijo: «Todo reino dividido contra sí mismo queda asolado, y casa contra casa, cae. Si, pues, también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo va a subsistir su reino?, porque decís que yo expulso los demonios por Beelzebul. Si yo expulso los demonios por Beelzebul, ¿por quién los expulsan vuestros hijos? Por eso, ellos serán vuestros jueces. Pero si por el dedo de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios. Cuando uno fuerte y bien armado custodia su palacio, sus bienes están en seguro; pero si llega uno más fuerte que él y le vence, le quita las armas en las que estaba confiado y reparte sus despojos. El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama». (Lc 11,14-23)

Comentario
Hoy, en la proclamación de la Palabra de Dios, vuelve a aparecer la figura del diablo: «Jesús estaba expulsando un demonio que era mudo» (Lc 11,14). Cada vez que los textos nos hablan del demonio, quizá nos sentimos un poco incómodos. En cualquier caso, es cierto que el mal existe, y que tiene raíces tan profundas que nosotros no podemos conseguir eliminarlas del todo. También es verdad que el mal tiene una dimensión muy amplia: va “trabajando” y no podemos de ninguna manera dominarlo. Pero Jesús ha venido a combatir estas fuerzas del mal, al demonio. Él es el único que lo puede echar.
Se ha calumniado y acusado a Jesús: el demonio es capaz de conseguirlo todo. Mientras que la gente se maravilla de lo que ha obrado Jesucristo, «algunos de ellos dijeron: ‘Por Beelzebul, Príncipe de los demonios, expulsa los demonios’» (Lc 11,15).
La respuesta de Jesús muestra la absurdidad del argumento de quienes le contradicen. De paso, esta respuesta es para nosotros una llamada a la unidad, a la fuerza que supone la unión. La desunión, en cambio, es un fermento maléfico y destructor. Precisamente, uno de los signos del mal es la división y el no entenderse entre unos y otros. Desgraciadamente, el mundo actual está marcado por este tipo de espíritu del mal que impide la comprensión y el reconocimiento de los unos hacia los otros.
Es bueno que meditemos cuál es nuestra colaboración en este “expulsar demonios” o echar el mal. Preguntémonos: ¿pongo lo necesario para que el Señor expulse el mal de mi interior? ¿Colaboro suficientemente en este “expulsar”? Porque «del corazón del hombre salen las intenciones malas» (Mt 15,19). Es muy importante la respuesta de cada uno, es decir, la colaboración necesaria a nivel personal.
Que María interceda ante Jesús, su Hijo amado, para que expulse de nuestro corazón y del mundo cualquier tipo de mal (guerras, terrorismo, malos tratos, cualquier tipo de violencia). María, Madre de la Iglesia y Reina de la Paz, ¡ruega por nosotros!
Rev. D. Josep GASSÓ i Lécera (Ripollet, Barcelona, España)

Cada día de Cuaresma
Día 23: Sinceridad y veracidad
En el Evangelio de la Misa vemos a Jesús que cura a un endemoniado que era mudo (Lucas 11, 14). La enfermedad, un mal físico normalmente sin relación con el pecado, es un símbolo del estado en el que se encuentra el hombre pecador; espiritualmente es ciego, sordo paralítico... Cuando en la oración personal no hablamos al Señor de nuestras miserias y no le suplicamos que las cure, o cuando no exponemos esas miserias nuestras en la dirección espiritual, cuando callamos porque la soberbia ha cerrado nuestros labios, la enfermedad se convierte prácticamente en incurable. El no hablar del daño que sufre el alma suele ir acompañado del no escuchar: el alma se vuelve sorda a los requerimientos de Dios, se rechazan los argumentos y las razones que podrían dar luz para retornar al buen camino. Al repetir hoy, en el Salmo responsorial de la Misa, “Ojalá escuchéis hoy su voz: no endurezcáis vuestro corazón” (Salmo 94), formulemos el propósito de no resistirnos a la gracia, siendo siempre muy sinceros.

Para vivir una vida auténticamente humana, hemos de amar mucho la verdad, que es, en cierto modo, algo sagrado que requiere ser tratado con amor y respeto. El Señor ama tanto esta virtud que declaró de Sí mismo: Yo soy la verdad (Juan 14, 6), mientras que el diablo es mentiroso y padre de la mentira (Juan 8, 44), todo lo que promete es falsedad. No podremos ser buenos cristianos si no hay sinceridad con nosotros mismos, con Dios y con los demás. A los hombres nos da miedo, a veces, la verdad porque es exigente y comprometida. Existe la tentación de emplear el disimulo, la verdad a medias, la mentira misma, a cambiar el nombre a los hechos. Para ser sinceros, el primer medio que hemos de emplear es la oración: es segundo lugar, el examen de conciencia diario, breve, pero eficaz, para conocernos. Después, la dirección espiritual y la Confesión, abriendo de verdad el alma, diciendo toda la verdad. Si rechazamos el demonio mudo tendremos alegría y paz en el alma.

Quienes nos rodean han de sabernos personas veraces, que no mienten ni engañan jamás, leales y fieles: la infidelidad es siempre un engaño, mientras que la fidelidad es una virtud indispensable en la vida personal y social. Sobre ella descansan el matrimonio, los contratos, la actuación de los gobernantes. El amor a la verdad nos llevará a rectificar, si nos hubiéramos equivocado; a no formarnos juicios precipitados; a buscar información objetiva, veraz y con criterio. Entonces se hará realidad la promesa de Jesús: La verdad os hará libres (Juan 8, 32).
P. Francisco Fernández Carvajal

Santoral Católico:
San Luis Orione
Presbítero y Fundador
Nació en Pontecurone (Piamonte, Italia) el año 1872. Muy joven ingresó en el convento franciscano de Voghera, que al año tuvo que dejar por motivos de salud. Fue alumno de san Juan Bosco en Turín hasta que en 1889 entró en el seminario diocesano de Tortona; se ordenó de sacerdote en 1895. A lo largo de su vida fundó numerosos oratorios, colegios, instituciones, congregaciones, entre los que cabe destacar la Pequeña Obra de la Divina Providencia, dedicada al ejercicio de la caridad, y los Pequeños Cottolengos, para los que sufren y los abandonados, surgidos en la periferia de las grandes ciudades. Su vida estuvo marcada por un gran amor a Cristo y a la Virgen, a la Iglesia y al Papa, y también al hombre, cuerpo y alma. Fue un gran apóstol, valiente e infatigable, lleno de bondad y ternura, entregado en particular a la causa de los que sufren, los marginados, las viudas y los huérfanos, y todos los pobres y desamparados. Falleció en San Remo el 12 de marzo de 1940. Lo canonizó Juan Pablo II el año 2004.
© Directorio Franciscano    

Palabras del Papa Francisco

“Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo
y en Él no se es indiferente hacia los demás.
En esta comunión de los santos
y en esta participación en las cosas santas,
nadie posee solo para sí mismo,
sino que lo es tiene es para todos.
Y puesto que estamos unidos en Dios,
podemos hacer algo también por quienes están lejos” 

Tema del día:
La labor social de la Iglesia

Hay gente que considera que la labor social de la Iglesia es poco eficaz. Y otros dicen que esa preocupación social es una injerencia indebida. Parece que, si lo hace, hace mal; si no lo hace, se le acusa de pasividad; y si solo da consejos, de ineficacia. No es fácil agradar a todos, y más cuando muchas veces esas críticas son una simple estrategia para intentar negar a la Iglesia cualquier legitimidad en sus actuaciones.

Sin embargo, yo pediría a esos críticos que mostraran qué han hecho ellos en esa materia. O que digan qué instituciones han hecho a lo largo de la historia un servicio social como el que ha hecho la Iglesia católica. La preocupación efectiva que a través de sus instituciones ha demostrado la Iglesia en el campo de la educación, del cuidado de enfermos, deficientes, marginados, necesitados, etc., es realmente difícil de igualar.

Además, lo que la Iglesia hace fundamentalmente es responsabilizar a los cristianos -y a todos los hombres de buena voluntad que quieran escucharla-, para que iluminen con la luz de la fe todas las realidades humanas. La Iglesia como tal no aporta soluciones concretas ni únicas a los problemas políticos o económicos, sino que ofrece unas claves para el desarrollo auténtico del hombre y de la sociedad.

Y esto es importante porque, aunque hay ciertamente cálculos políticos errados, y decisiones económicas imprudentes, detrás de los principales problemas que aquejan a la humanidad hay siempre una resonancia de carácter ético que se remite a actos concretos de egoísmo en las personas. Todas esas situaciones de crisis se verían muy aliviadas si el mensaje cristiano empapara más profundamente la vida de los hombres.

El cristianismo -escribe Ignacio Sánchez Cámara- constituye la raíz de los principales valores que sustentan nuestra civilización, incluidos los de quienes, tal vez por ignorancia, lo combaten. Resulta fácil diagnosticar en cada mal que nos agobia la ausencia clamorosa de un valor cristiano despreciado o ausente: el terrorismo, la violencia, la guerra, la corrupción, la insolidaridad, el materialismo... Y si del ámbito de la moral pasamos al de la cultura, habría que recordar no solo la contribución del cristianismo a la supervivencia y difusión de la cultura antigua clásica, sino también su labor de creación de las más elevadas obras, desde las catedrales al gregoriano, desde la mística a Bach.

Podría decirse que el olvido de la religiosidad es una de las causas fundamentales de la degradación de la cultura contemporánea, y que el cristianismo constituye un poderoso instrumento para mejorar el mundo. Impedir la difusión social de los principios cristianos es privarnos no solo de una esperanza de salvación, sino también de todo un arsenal de principios que nos permiten ganar en excelencia y en dignidad.
© Alfonso Aguiló

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Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María;  por la conversión de todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por los cristianos perseguidos y martirizados en Medio Oriente y otros lugares; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por Armando V. M., que fue secuestrado hace dos días en la ciudad de México.

Pedimos oración para Manuel Benjamín, 50 años, de Colombia, con isquemia de miocardio, próximo a someterse a un cateterismo, rogando al Señor que lo asista con su gracia.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Unidos a María
Jesús en el Evangelio dice que de lo que abunda en el corazón habla la boca. Y dice también que del interior del hombre es de donde salen las obras malas, porque es del corazón de donde salen las malas intenciones, los homicidios, los robos, etc.
Ahora pensemos en lo purísimo que debe ser el Corazón Inmaculado de María, pues de Ella salieron tantas obras perfectas y maravillosas, y siguen saliendo obras de amor y de bondad inexpresables.
Tengamos mucha devoción al Corazón de María y consagrémonos a Él, porque en estos tiempos es el Arca en la cual debemos entrar para salvarnos de la maldad que hay en el mundo. En el Corazón de la Virgen hallaremos nuestro refugio y nuestro lugar.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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