miércoles, 11 de marzo de 2015

Pequeñas Semillitas 2626

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 10 - Número 2626 ~ Miércoles 11 de Marzo de 2015
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Antes era el hombre quien esperaba a Dios, ahora resulta que es Dios quien espera al hombre y éste ni se entera. Por eso, no te pierdas la visita diaria a Jesús. “La visita al Santísimo Sacramento es una prueba de gratitud, un signo de amor y un deber de adoración hacia Cristo Nuestro Señor” (Cat 1418). Y la Iglesia concede indulgencia plenaria al fiel que visite a Jesús para adorarlo en la Eucaristía media hora. ¡Cuántas bendiciones traerá a tu vida la visita diaria a Jesús!
Si la haces en la mañana, antes de ir al trabajo, será como un acumulador eléctrico, pues durante todo el día te irradiará amor, paz y alegría. ¡Llénate de energías por la mañana delante del Santísimo! Y si vas por la noche, después de un día de trabajo agotador, entonces te parecerá que se abre una válvula de escape, que te relajará de tus tensiones y así te apaciguará y te dará tranquilidad para dormir mejor. ¿Acaso es demasiado pedir que todos los días visites a tu Dios? ¿No tienes acaso nada que agradecerle en este día? ¿Nada, nada?
Visitar a Jesús sacramentado cada día es exponer nuestra alma enfermiza y anémica a la irradiación invisible de su amor. De este modo, nuestra alma comenzará a renovarse con una nueva vitalidad, florecerá como en primavera y brotará con vigor la alegría y la paz dentro del corazón.
© P. Ángel Peña

¡Buenos días!

El águila de las alas cortadas
Ser agradecido es propio de corazones nobles. No es lo común. Cuando Jesús curó a diez leprosos, sólo uno regresó a dar las gracias. El reconocimiento de los favores recibidos hace quedar bien consigo mismo por haber hecho lo que es justo y correcto. Desde luego, el que beneficia a alguien debe hacerlo por pura bondad. Pero le es grato verse agradecido.

Cierto día un hombre capturó a un águila, le cortó sus alas y la soltó en el corral junto con todas sus gallinas. El águila, profundamente deprimida añorando su grandeza, bajaba la cabeza y  no comía al sentirse como una reina encarcelada. Un hombre al pasar la vio, le gustó y decidió comprarla. Le arrancó las plumas cortadas y se las hizo crecer de nuevo. Cuando repuso el águila sus alas, alzó vuelo y apresó enseguida a una liebre para llevársela en agradecimiento a su liberador. Una zorra la vio y maliciosamente le dio este consejo: -No le lleves la liebre a ése que te liberó, sino al que te capturó; pues el que te liberó ya es bueno sin más estímulo. Procura más bien ablandar al otro, no vaya a atraparte de nuevo y te arranque completamente las alas. (Esopo).

Las fábulas se prestan para sacar no una sino varias enseñanzas. Por ejemplo: la de permitir a los animalitos vivir felices en su hábitat natural y no tenerlos cautivos. Otra es la de actuar con simplicidad y sencillez, sin otras intenciones escondidas, como maliciosamente sugería la zorra. Empieza hoy por cumplir lo que dice san Pablo: “Vivan dando gracias a Dios”.
Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos». (Mt 5,17-19)

Comentario
Hoy día hay mucho respeto por las distintas religiones. Todas ellas expresan la búsqueda de la trascendencia por parte del hombre, la búsqueda del más allá, de las realidades eternas. En cambio, en el cristianismo, que hunde sus raíces en el judaísmo, este fenómeno es inverso: es Dios quien busca al hombre.
Como recordó Juan Pablo II, Dios desea acercarse al hombre, Dios quiere dirigirle sus palabras, mostrarle su rostro porque busca la intimidad con él. Esto se hace realidad en el pueblo de Israel, pueblo escogido por Dios para recibir sus palabras. Ésta es la experiencia que tiene Moisés cuando dice: «¿Hay alguna nación tan grande que tenga los dioses tan cerca como lo está Yahvé nuestro Dios siempre que le invocamos?» (Dt 4,7). Y, todavía, el salmista canta que Dios «revela a Jacob su palabra, sus preceptos y sus juicios a Israel: no hizo tal con ninguna nación, ni una sola conoció sus juicios » (Sal 147,19-20).
Jesús, pues, con su presencia lleva a cumplimiento el deseo de Dios de acercarse al hombre. Por esto, dice que «no penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento» (Mt 5,17). Viene a enriquecerlos, a iluminarlos para que los hombres conozcan el verdadero rostro de Dios y puedan entrar en intimidad con Él.
En este sentido, menospreciar las indicaciones de Dios, por insignificantes que sean, comporta un conocimiento raquítico de Dios y, por eso, uno será tenido por pequeño en el Reino del Cielo. Y es que, como decía san Teófilo de Antioquía, «Dios es visto por los que pueden verle; sólo necesitan tener abiertos los ojos del espíritu (...), pero algunos hombres los tienen empañados».
Aspiremos, pues, en la oración a seguir con gran fidelidad todas las indicaciones del Señor. Así, llegaremos a una gran intimidad con Él y, por tanto, seremos tenidos por grandes en el Reino del Cielo.
Rev. D. Vicenç GUINOT i Gómez (Sitges, Barcelona, España)

Cada día de Cuaresma
Día 23: Virtudes y crecimiento espiritual
Jesús nos enseña que el camino que conduce a la Vida, a la santidad, consiste en el pleno desarrollo de la vida espiritual. Ese crecimiento, a veces difícil y lento, es el desarrollo de las virtudes. La santificación de cada jornada comporta el ejercicio de muchas virtudes humanas y sobrenaturales. Las virtudes exigen para su crecimiento repetición de actos, pues cada una de ellos deja en el alma una disposición que facilita el siguiente. El ejercicio de las virtudes nos indica en todo momento el sendero que conduce al Señor. Un cristiano que con la ayuda de la gracia, se esfuerza en alcanzar la santidad, se aleja de las ocasiones de pecado, resiste con fortaleza las tentaciones, y es consciente de que la vida cristiana le exige el desarrollo de las virtudes, la purificación de los pecados y de las faltas de correspondencia a la gracia en la vida pasada. La Iglesia nos invita especialmente en este tiempo de Cuaresma a crecer en las virtudes: hábitos de obrar el bien.

Aunque la santificación es enteramente de Dios, en su bondad infinita, Él ha querido que sea necesaria la correspondencia humana, y ha puesto en nuestra naturaleza la capacidad de disponernos a la acción sobrenatural de la gracia. Mediante el cultivo de las virtudes humanas disponemos nuestra alma a la acción del Espíritu Santo. Las virtudes humanas son el fundamento de las sobrenaturales. “No es posible creer en la santidad de quienes fallan en las virtudes humanas más elementales” (Álvaro del Portillo, Escritos sobre el sacerdocio). Las virtudes forman un entramado: cuando se crece en una, se adelanta en todas las demás. Y “la caridad es la que da unidad a todas las virtudes que hacen al hombre perfecto” (Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer). Hoy podemos preguntarnos: ¿aprovecho verdaderamente las incidencias de cada día para ejercitarme en las virtudes humanas y, con la gracia de Dios en las sobrenaturales?

El Señor no pide imposibles. Él dará las gracias necesarias para ser fieles en las situaciones difíciles. Y la ejemplaridad que espera de todos será en muchas ocasiones el medio para hacer atrayente la doctrina de Cristo y re-evangelizar de nuevo el mundo. Con nuestra vida –que puede tener fallos, pero que no se conforma a ellos– debemos enseñar que las virtudes cristianas se pueden vivir en medio de todas las tareas nobles; y que ser compasivos con los defectos y errores ajenos no es rebajar las exigencias del Evangelio. Nuestra Señora, “modelo y escuela de todas virtudes” (San Ambrosio, Tratado sobre las virtudes), nos ayudará en nuestro empeño por adquirir las virtudes que el Señor espera de nosotros.
P. Francisco Fernández Carvajal

Santoral Católico:
San Eulogio de Córdoba
Presbítero y Mártir
Nació en Córdoba, España, a comienzos del siglo IX y en esta ciudad ejerció su ministerio sacerdotal. Es el principal escritor de la Iglesia mozárabe, y uno de sus santos más importantes. Dada la difícil situación de la comunidad cristiana española por la dominación árabe, san Eulogio fue siempre consuelo y aliento para todos los perseguidos por su fe. Lo decapitaron, por vivir y confesar públicamente la fe cristiana, el 11 de marzo del año 859, cuando había sido preconizado arzobispo de Toledo; en España su fiesta se celebra el 9 de enero.
Oración: Señor y Dios nuestro: tú que, en la difícil situación de la Iglesia mozárabe, suscitaste en san Eulogio un espíritu heroico para la confesión intrépida de la fe, concédenos superar con gozo y energía, fortalecidos por ese mismo espíritu, todas nuestras situaciones adversas. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
© Directorio Franciscano    

La frase de hoy

"Cuaresma es el tiempo privilegiado de la peregrinación interior
hacia Aquel que es la fuente de la misericordia".
~ Benedicto XVI ~

Tema del día:
Visita de amigos
Una vez un sacerdote recorría su Iglesia al mediodía. Al pasar por el altar decidió quedarse cerca para ver si alguien venía a rezar. En ese momento se abrió la puerta, el sacerdote frunció el entrecejo al ver a un hombre acercándose por el pasillo; el hombre estaba sin afeitarse desde hacía varios días, vestía una camisa rasgada, tenía el abrigo gastado y sus bordes habían comenzado a deshilacharse.

El hombre se arrodilló, inclinó la cabeza, luego se levantó y se fue. Durante los siguientes días el mismo hombre, siempre al mediodía, entraba en la Iglesia con su maleta... se arrodillaba brevemente y luego volvía a salir... El sacerdote, un poco temeroso, empezó a sospechar que se trataba de un ladrón, por lo que un día se puso en la puerta de la Iglesia y cuando el hombre se disponía a salir le preguntó: "¿Qué haces aquí?"

El hombre dijo que trabajaba cerca y tenía media hora libre para comer y aprovechaba ese momento para rezar. "Solo me quedo unos instantes, porque la fábrica queda un poco lejos, así que me arrodillo y digo: "Señor, solo vine nuevamente para contarte cuán feliz me haces cuando me liberas de mis pecados... no sé muy bien rezar, pero pienso en ti todos los días... Así que, Jesús, me despido. Soy Juan". El Padre, sintiéndose un tonto, le dijo a Juan que estaba bien y que era bienvenido a la Iglesia cuando quisiera.

El sacerdote se arrodilló ante el altar, sintió un gran amor en su corazón y encontró a Jesús. Mientras suaves lágrimas corrían por sus mejillas, repetía la plegaria de Juan: "Solo vine para decirte, Señor, cuán feliz soy desde que te encontré a través de mis semejantes y me liberaste de mis pecados... No sé muy bien cómo rezar, pero pienso en ti todos los días... Así que, Jesús, soy yo". Cierto día el sacerdote notó que el viejo Juan no había venido. Los días siguieron pasando sin que Juan volviese para rezar. El Padre comenzó a preocuparse, hasta que un día fue a la fábrica a preguntar por él. Allí le dijeron que Juan estaba enfermo y que, a pesar de que los médicos estaban muy preocupados por su estado, todavía había esperanza de recuperación.

Con la venida de Juan hubo cambios en el hospital. Él sonreía todo el tiempo y su alegría era contagiosa. La enfermera jefe no podía entender por qué Juan estaba tan feliz, ya que nunca había recibido ni flores, ni tarjetas, ni visitas. El sacerdote se acercó al lecho de Juan con la enfermera y ésta le dijo, mientras Juan escuchaba: "Ningún amigo ha venido a visitarlo, él no tiene a dónde recurrir". Sorprendido, el viejo Juan dijo con una sonrisa: “La enfermera está equivocada... pero ella no puede saber que todos los días, desde que llegué aquí, al mediodía, un querido amigo mío viene, se sienta aquí en la cama, me agarra de las manos, se inclina sobre mí y me dice: "Solo vine para decirte, Juan, cuán feliz soy desde que encontré tu amistad y te liberé de tus pecados. Siempre me gustó oír tus plegarias, pienso en ti cada día. Así que, Juan, soy Jesús".
© Autor desconocido

El rincón del lector

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Unidos a María
Nunca debemos tener miedo de María, porque en Ella no hay nada de terrible. Los reyes de la tierra, con su poder, infunden a veces miedo, pero en María, su realeza, solo es bondadosa, y su poder lo emplea para ser misericordiosa con quien a Ella acude. Entonces, si hemos cometido un pecado, o muchos pecados, o creemos que de tan grande como es nuestro pecado no seremos perdonados, no nos desanimemos, porque tenemos a María que siempre nos acoge favorablemente y cura nuestras heridas. Basta que acudamos a Ella y sencillamente le digamos, como dice un niñito a su madre cuando rompe algún objeto: “Mira, mamá, lo rompí, estoy apenado, perdóname”. Y así le debemos decir a María, y Ella arreglará todo porque es la Madre del Todopoderoso y Él la participa de su mismo poder y todo lo puede arreglar la Virgen Poderosa. Aunque estemos con un pie en el Infierno, no desesperemos, pues tenemos a María. Acudamos a Ella.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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