PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 8 - Número 2233 ~
Miércoles 25 de Diciembre de 2013
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
“Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a
su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga
vida eterna” Jn 3, 16
Llegó la Navidad:
Y engalanada,
nos anuncia gozosa
un “nuevo día”,
paz, unión amistad, canto, alegría…
tornando de
esplendores la alborada.
Nació el Amor de
Madre Inmaculada:
atrás quedó la
noche triste y fría;
brilla radiante el
Sol del mediodía,
con la Luz y
Fulgor de su mirada.
Llegó la Navidad:
En cada hermano,
vive el Niño
Divino renacido,
como en otro Belén,
vivo y cercano.
Es el pobre, y el
triste y afligido,
que en unión
fraternal tiende su mano,
y le ofrezco mi
amor comprometido.
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba
junto a Dios, y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y
sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los
hombres.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la
percibieron.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para
que todos creyeran por medio de él.
Él no era la luz, sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este
mundo, ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio
de ella, y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su
Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne,
ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y
nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es
aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque
existía antes que yo".
De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos
recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero
la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el
Hijo único, que está en el seno del Padre.
Jn 1,1-18
Santoral Católico:
La Natividad de
Nuestro Señor
Jesucristo
Con la solemnidad de la Navidad, la Iglesia celebra la
manifestación del Verbo de Dios a los hombres. En efecto, éste es el sentido
espiritual más importante y sugerido por la misma liturgia, que en las tres
misas celebradas por todo sacerdote ofrece a nuestra meditación “el nacimiento
eterno del Verbo en el seno de los esplendores del Padre (primera misa); la
aparición temporal en la humildad de la carne (segunda misa); el regreso final
en el último juicio (tercera misa)” (Liber
Sacramentorum)
Un antiguo documento del año 354 llamado el Cronógrafo
confirma la existencia en Roma de esta fiesta el 25 de diciembre, que
corresponde a la celebración pagana del solsticio de invierno “Natalis solis invicti”, esto es, el
nacimiento del nuevo sol que, después de la noche más larga del año, readquiría
nuevo vigor.
Al celebrar en este día el nacimiento de quien es el
verdadero Sol, la luz del mundo, que surge de la noche del paganismo, se quiso
dar un significado totalmente nuevo a una tradición pagana muy sentida por el
pueblo, porque coincidía con las ferias de Saturno, durante las cuales los
esclavos recibían dones de sus patrones y se los invitaba a sentarse a su mesa,
como libres ciudadanos. Sin embargo, con la tradición cristiana, los regalos de
Navidad hacen referencia a los dones de los pastores y de los reyes magos al
Niño Jesús.
Los textos de la liturgia navideña, formulados en una
época de reacción contra la herejía trinitaria de Arrio, subrayan con
profundidad espiritual y al mismo tiempo con rigor teológico la divinidad y
realeza del Niño nacido en el pesebre de Belén, para invitarnos a la adoración
del insondable misterio de Dios revestido de carne humana, hijo de la purísima
Virgen María.
Fuente: Catholic.net
¡Buenos días!
Alabanza a Cristo Jesús
En Navidad te
ofrezco una breve y hermosa oración de alabanza a Jesús. Glorifica a Jesús por
siete motivos que te ligan a él con sentimientos de admiración y gratitud. Es
una oración que ensanchará tu corazón y te llenará de alegría y gozo al verte
objeto de la ternura de quien dio su vida por ti. San Pablo lo dice con pocas
palabras: “Me amó y se entregó por mí”.
Alabado seas Jesús, por tu sonrisa, por el
cariño que pones en tu trato con nosotros.
Alabado seas por tu mirada que ilumina y
serena, que alegra y acaricia.
Alabado seas por tus palabras que orientan y
conducen, que enseñan el verdadero camino.
Alabado seas por tus manos que nos sanan, nos
alivian y nos contienen.
Alabado seas por tu presencia constante,
porque nunca te vas, porque jamás nos abandonas.
Alabado seas porque eres el viviente, que te
levantaste victorioso de la muerte.
Alabado seas porque eres Dios, pero también
quisiste ser uno de nosotros. Amén.
Oraciones como
ésta anudan una relación muy vivencial y fuerte con el Señor. Son a propósito
para cultivar un profundo trato de amistad con quien sabes que te ama de
verdad. Que la aproveches para animarte a ese diálogo de amor en que consiste
la verdadera oración. “Es cuestión de amar mucho”, dijo santa Teresa de Ávila.
Padre Natalio
Breve ausencia
Aviso que “Pequeñas Semillitas” no se editará desde el 26
al 31 de diciembre, para tomar un breve descanso. El primer día de enero de 2014, la página estará de
regreso y sin interrupciones durante los meses del verano argentino.
Me permito invocar ahora la frase del Papa Francisco: “Recen por
mí”
Felipe
Historia de Navidad
En ocasiones pensamos que nuestros problemas son los más
grandes del mundo. Algo parecido le sucedió a un muchacho llamado Francisco,
hasta que le sucedió un encuentro inesperado con una señora.
Frank, así le llamaban, siempre había sido un buen
estudiante y deportista. En sus estudios, era un alumno sobresaliente. Le
gustaba el básquetbol y sabía jugarlo. En su casa le llamaban "el atleta
de la temporada" y él se sentía feliz. Se había preparado especialmente
para jugar la próxima temporada. Incluso había comprado unos tenis (zapatillas)
muy suaves y cómodos para jugar.
Tal vez por esa situación tan halagadora le produjo un
gran dolor cuando al leer la lista de los seleccionados no se encontró en ella.
Lleno de esperanzas buscaba frenéticamente su nombre, pero no estaba. Ese día
sintió como si hubiera dejado de existir, como si se hubiese vuelto invisible.
Muy triste salió de los vestidores, tratando de encontrar
una explicación a su exclusión del equipo. Caminó durante un buen rato pero
nada lo consolaba. Duró varios días de mal humor, no queriendo hablar con nadie
y respondiendo mal a sus padres cuando intentaban acercársele. Nada le
agradaba.
Pero un día de mucho frío y lluvia, tomó el autobús de
costumbre y se sentó cerca del chofer. Una mujer muy adelantada en su embarazo
con paso lento subió y se sentó detrás del asiento del chofer.
Entonces el chofer le preguntó en voz alta: "¿Dónde
están sus zapatos, señora? Porque afuera habrá sólo diez grados".
Francisco no se había fijado, pero efectivamente la
señora iba sólo con unas calcetas medio mojadas. La señora le contestó al
chofer: "No puedo darme el lujo de tener zapatos. Subí al autobús sólo
para calentarme los pies. Si no le importa viajaré con usted un rato".
El chofer se rascó su cabeza calva y exclamó: "Sólo
dígame cómo es que no puede permitirse unos zapatos."
La señora le dijo: "Tengo ocho hijos. Todos tienen
zapatos. No quedó dinero para mí. Pero está bien, el Señor cuidará de mí."
En ese momento Frank miró hacia abajo, observó sus nuevos
tenis Nike de Básquetbol. Sus pies estaban cálidos y cómodos, igual que
siempre. Y entonces miró a la mujer, sus calcetas estaban desgarradas. Pensó
que esa persona era "invisible" en otro sentido. Era una señora
marginada y olvidada por la sociedad. Él siempre podría darse el lujo de tener
zapatos. Ella tal vez nunca.
En un momento se quitó las zapatillas. Pensó que tendría
que caminar tres cuadras, pero el frío nunca le había molestado. Cuando el
autobús se detuvo en la parada final Frank esperó hasta que todos se hubieran
bajado. Entonces recogió sus tenis, se acercó a la mujer y se los entregó
diciéndole: "Tenga señora, usted los necesita más que yo".
No esperó a que le diera las gracias, sino que bajó de
prisa sin darse cuenta que caía en un charco. No importaba, no sentía el frío.
En eso escuchó a la señora que desde la ventana del autobús le decía:
"Mira, ¡me quedan perfectos!".
A la vez, el chofer le preguntaba "¿Cómo te llamas
muchacho?".
Él respondió, "Frank".
El chofer le dijo: "Muy bien, Frank. En mis veinte
años de chofer nunca he visto algo semejante".
La mujer, llorando, le decía al chofer: "Ya ve. Le
dije que el Señor cuidaría de mí". Y volviéndose, dijo: "Gracias Frank".
"No hay de qué. No es gran cosa; además es
Navidad", respondió Frank, quien se dirigió a su casa con los pies helados
pero con el corazón contento y riéndose por haberse preocupado de no jugar con
la selección ese año.
Autor: José Martínez Colín
Palabras del Beato Juan Pablo
II
“Ante el pesebre donde yace indefenso, que cesen tantas
formas de creciente violencia, causa de indecibles sufrimientos; que se apaguen
tantos focos de tensión, que corren el riesgo de degenerar en conflictos
abiertos; que se consolide la voluntad de buscar soluciones pacíficas,
respetuosas de las legítimas aspiraciones de los hombres y de los pueblos”
Beato Juan Pablo II
Nuevo video y artículo
Hay un nuevo video subido a este blog.
Para verlo tienes que ir al final de la página.
Hay nuevo material publicado en el blog
"Juan Pablo
II inolvidable"
Puedes acceder en la dirección:
Pedidos de oración
Oremos al Niño de Belén por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito
Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y
todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los
cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo
son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por la Paz en el mundo, por
nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las
enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de
libertad en muchos países del mundo, por la unión de las familias, la fidelidad
de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento;
por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas
Almas del Purgatorio.
“Intimidad Divina”
Natividad del
Señor
“Hoy nos ha nacido el Salvador, que es Cristo Señor”
(Leccionario). Los profetas entrevieron este día a distancia de siglos y lo
describieron con profusión de imágenes: “El pueblo que andaba en tinieblas, vio
una luz grande” (Is 9, 2). La luz que disipa las tinieblas del pecado, de la
esclavitud y de la opresión es el preludio de la venida del Mesías portador de
libertad, de alegría y de paz. “Nos ha nacido un niño, nos ha sido dado un
hijo” (ib 6). La profecía sobrepasa inmensamente la perspectiva de un nuevo David
enviado por Dios para liberar a su pueblo y se proyecta sobre Belén iluminando
el nacimiento no de un rey poderoso, sino del “Dios fuerte” hecho hombre; él es
el “Niño” nacido para nosotros, el “Hijo” que nos ha sido dado. Sólo a él
competen los títulos de “Maravilloso Consejero, Dios fuerte, Padre sempiterno,
Príncipe de la paz” (ib). Pero cuando la profecía se hace historia, brilla una
luz infinitamente más grande y el anuncia no viene ya de un mensajero terrestre
sino del cielo. Mientras los pastores velaban de noche sobre sus rebaños, “se
les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvía con su luz…
Os traigo una buena nueva, una gran alegría, que es para todo el pueblo: Os ha
nacido hoy un Salvador, que es el Mesías Señor” (Lc 2, 9-11). El Salvador
prometido y esperado desde hacía siglos, está vivo y palpitante entre los
hombres… El nuevo pueblo de Dios posee ya en ese niño al Mesías suspirado desde
tiempos antiguos; la inmensa esperanza se ha convertido en inmensa realidad.
La liturgia de las dos primeras misas de Navidad celebran
sobre todo el nacimiento del Hijo de Dios en el tiempo, mientras que la tercera
se eleva a su generación eterna en el seno del Padre. Siendo Dios como el
Padre, el Verbo que había existido siempre y que en el principio del tiempo
presidió la obra de la creación, al llegar la plenitud de los tiempos “se hizo
carne y habitó entre nosotros”. Misterio inaudito, inefable; y sin embargo no
se trata de un mito ni de una figura, sino de una realidad histórica y documentada:
“y hemos visto su gloria, gloria como de Unigénito del Padre, lleno de gracia y
de verdad”. El evangelista Juan levanta un poco el velo del misterio: el Hijo
de Dios al encarnarse se ha puesto al nivel del hombre para levantar el hombre
a su dignidad: “a cuantos le recibieron dioles poder de venir a ser hijos de
Dios”. Y no sólo esto, sino que se hizo carne para hacer a Dios accesible al
hombre y que éste le conociera.
Los profetas nos habían transmitido la palabra de Dios,
pero Jesús es esa misma Palabra, el Verbo de Dios: Palabra encarnada que
traduce a Dios en nuestro lenguaje humano revelándonos sobre todo su infinito
amor por los hombres. Los profetas habían dicho cosas maravillosas sobre el
amor de Dios; pero el Hijo de Dios encarna este amor y lo muestra vivo y
palpable en su persona. Ese “niño envuelto en pañales y reclinado en un
pesebre” (Lc 2, 12), dice a los hombres que dios los ama hasta dar a su
Unigénito para la salvación. Este mensaje anunciado un día por los ángeles a
los pastores debes ser llevado hoy a todos los hombres, especialmente a los
pobres, a los humildes, a los despreciados, a los afligidos, no ya por los
ángeles sino por los creyentes. ¿De qué serviría, en efecto, festejar el
nacimiento de Jesús si los cristianos no supiesen anunciarlo a los hermanos con
su propia vida? Celebra la Navidad de veras quien recibe en sí al Salvador con
fe y con amor cada día más intensos, quien lo deja nacer y vivir en su corazón
para que pueda manifestarse al mundo a través de la bondad, de la benignidad y
de la entrega caritativa de cuantos creemos en él.
¡Oh dulce Niño de
Belén!, haz que yo me acerque con toda el alma a este profundo misterio de la
Navidad. Pon en el corazón de los hombres aquella paz que ellos buscan tan
ásperamente a veces y que sólo tú puedes dar. Ayúdanos a conocernos mejor y a
vivir fraternalmente como hijos de un mismo Padre. Descúbrenos tu belleza, tu
santidad y tu pureza. Despierta en nuestro corazón el amor y el agradecimiento
por tu infinita bondad. Une a todos los hombres en la caridad. Y danos tu
celeste paz. (Juan XXIII, Breviario)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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