PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 8 - Número 2232 ~ Martes 24
de Diciembre de 2013
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
Jesús es el Hijo de Dios y el universo todo es su
creación, presencia y hogar; pero igual decidió hacerse uno más de nosotros
naciendo en un pobre pesebre al lado de los animales en vez de un palacio.
Siendo el Ser supremo y perfectísimo, decidió nacer pequeño
y limitado en el vientre de María se encarnó por amor a todos los hombres.
Ellos invocaban a los dioses paganos, por eso cuando él reveló quién era y
porque fue enviado entre la gente, no le creyeron. No se había oído nunca de un
Dios que fuese a buscar a los hombres, para recordarnos que habíamos sido
hechos por amor y para amar. Podía acabar con sus enemigos, en cambio enseñaba
a perdonar incluso a quienes querían matarle.
Era un Dios tan bueno, que no había afligido, pobre o
enfermo al cual no se acercara y tratara con suma comprensión. Para todos tenía
palabras de amor y consuelo. Estaba tan enamorado de la humanidad que sufrió
todos los dolores de la Pasión para lavar nuestros pecados.
De este modo, salvó incluso a aquellos que quisieron
crucificarlo. Su Nacimiento y su Resurrección han revolucionado la historia y
son la razón de nuestra esperanza a pesar de todos los males que nos toque
sufrir.
Y en este sentimiento de gratitud y de amor libremente seamos atraídos a este Niño que
nace y muere pobre para llenarnos de la riqueza verdadera: su Presencia, su Paz
y su Perdón. No importan tanto los regalitos, el brindis o la alegría de la
familia si estas no se apoyan en Amor que nos enseña la humildad y la
misericordia de abajarnos a los demás como nos mostró en Belén el Señor y el
Papa Francisco nos quiere inculcar con su ejemplo y palabra. P. Daniel (Bs. As.)
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Zacarías, el padre de Juan, quedó lleno
de Espíritu Santo, y profetizó diciendo: «Bendito el Señor Dios de Israel
porque ha visitado y redimido a su pueblo y nos ha suscitado una fuerza
salvadora en la casa de David, su siervo, como había prometido desde tiempos
antiguos, por boca de sus santos profetas, que nos salvaría de nuestros enemigos
y de las manos de todos los que nos odiaban haciendo misericordia a nuestros
padres y recordando su santa alianza y el juramento que juró a Abraham nuestro
padre, de concedernos que, libres de manos enemigas, podamos servirle sin temor
en santidad y justicia delante de Él todos nuestros días. Y tú, niño, serás
llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus
caminos y dar a su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus
pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos
visite una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y
sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz».
(Lc 1,67-79)
Comentario
Hoy, el Evangelio recoge el canto de alabanza de Zacarías
después del nacimiento de su hijo. En su primera parte, el padre de Juan da
gracias a Dios, y en la segunda sus ojos miran hacia el futuro. Todo él rezuma
alegría y esperanza al reconocer la acción salvadora de Dios con Israel, que
culmina en la venida del mismo Dios encarnado, preparada por el hijo de
Zacarías.
Ya sabemos que Zacarías había sido castigado por Dios a
causa de su incredulidad. Pero ahora, cuando la acción divina es del todo
manifiesta en su propia carne —pues recupera el habla— exclama aquello que
hasta entonces no podía decir si no era con el corazón; y bien cierto que lo
decía: «Bendito el Señor Dios de Israel...» (Lc 1,68). ¡Cuántas veces vemos
oscuras las cosas, negativas, de manera pesimista! Si tuviésemos la visión
sobrenatural de los hechos que muestra Zacarías en el Canto del Benedictus,
viviríamos con alegría y esperanza de una manera estable.
«El Señor ya está cerca; el Señor ya está aquí». El padre
del precursor es consciente de que la venida del Mesías es, sobre todo, luz.
Una luz que ilumina a los que viven en la oscuridad, bajo las sombras de la
muerte, es decir, ¡a nosotros! ¡Ojalá que nos demos cuenta con plena conciencia
de que el Niño Jesús viene a iluminar nuestras vidas, viene a guiarnos, a
señalarnos por dónde hemos de andar...! ¡Ojalá que nos dejáramos guiar por sus
ilusiones, por aquellas esperanzas que pone en nosotros!
Jesús es el “Señor” (cf. Lc 1,68.76), pero también es el
“Salvador” (cf. Lc 1,69). Estas dos confesiones (atribuciones) que Zacarías
hace a Dios, tan cercanas a la noche de la Navidad, siempre me han sorprendido,
porque son precisamente las mismas que el Ángel del Señor asignará a Jesús en
su anuncio a los pastores y que podremos escuchar con emoción esta misma noche
en la Misa de Nochebuena. ¡Y es que quien nace es Dios!
Rev. D. Ignasi FABREGAT i Torrents (Terrassa,
Barcelona, España)
Santoral Católico:
San Gregorio
Mártir
Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net
¡Buenos días!
Corazón navideño
Navidad se acerca
en medio de la aceleración que trae el último mes del año. También hay síntomas
de fatiga y agotamiento que exigen unas buenas vacaciones, lejos de las tareas
habituales… Navidad, Año Nuevo y días de descanso son la oportunidad que Dios
te regala para afrontar 2014 con nuevas energías, nuevas ideas, nueva vida,
nueva actividad.
Si tienes tristeza, alégrate, la Navidad es
gozo. Si tienes enemigos, reconcíliate, la Navidad es paz. Si tienes amigos,
búscalos, la Navidad es encuentro. Si tienes padres a tu lado, ayúdalos, la Navidad es don. Si tienes soberbia,
sepúltala, la Navidad es humildad. Si tienes deudas, págalas, la Navidad es
justicia. Si tienes pecados, conviértete, la Navidad es gracia. Si tienes
tinieblas, enciende tu lámpara, la Navidad es luz. Si tienes errores,
reflexiona, la Navidad es verdad. Si tienes odio, olvídalo, la Navidad es amor.
Ahora, sosiega tu
corazón, apacigua tu mente y elévate a una visión eterna de tu tiempo. En medio
de la confusión de estos días, afloja las tensiones de tus nervios y músculos
con la música del canto de los arroyos que viven en tu memoria. Pide al Señor te
inspire a profundizar tus raíces en el suelo de los valores perdurables de la
vida. Dios te bendiga.
Padre Natalio
Tema del día:
Navidad… una vez más Señor
Una vez más
hemos limpiado la casa. Hemos pulido los metales, hemos abrillantado las
maderas.
Una vez más
hemos sacudido el polvo, hemos encendido las luces...
Una vez más
hemos hecho estrellas de papel plateado, hemos colgado guirnaldas, una vez más
está engalanado el árbol de Navidad, una vez más, Señor, tienen nuestra casa
ambiente de fiesta navideña.
Una vez más
hemos andado con el vértigo del tráfico, de acá para allá buscando regalos y
una vez más, Señor, hemos dispuesto la mesa y preparado la cena con esmero...
una vez más, Señor...
Y una vez más
todo esto pasará y será como fuego de artificio que se pierde en la noche de
nuestras vidas, si todo esto ha sido meramente exterior. Si no hemos encendido
la luz de Tu amor en nuestro corazón. Si nuestra voluntad no se inclina ante ti
y te adora incondicionalmente.
Tu no quieres tibios, ya lo dijiste cuando siendo hombre
habitabas entre nosotros, no quieres "medias tintas", a ratos si y a
ratos no. Trajiste la paz pero también la guerra. La guerra dentro de nosotros
mismos para vencer nuestro egoísmo, nuestra soberbia, nuestra envidia, nuestra
gran pereza para la entrega total.
La Navidad no es solo para esta noche y de esta noche un
ratito y tal vez mañana otro poquito. Es mucho más que eso, es todos los días,
todos los meses y todos los segundos del año en que tenemos que vivir la
autenticidad de nuestro Credo.
Ser auténticos con nuestra Fe no solo es: no robar, no
matar, no hacer mal a nadie. Busquemos en nuestro interior y veamos esos
pecados de omisión: el no hacer el bien, el no preocuparnos de los que están a
nuestro lado, del hermano que nos tiende la mano y hacemos como que no lo
vemos, como que no lo oímos... Veamos si en nuestra vida hay desprendimiento y
generosidad o vivimos solo para atesorar y cuando nos parece que tenemos las
manos llenas, las tenemos vacías ante los ojos de Dios.
Que esta Noche sea Nochebuena de verdad en nuestro
corazón. Vamos a limpiar y quitar el polvo del olvido para las buenas obras.
Vamos a colgar para siempre la estrella de la humildad donde antes había
soberbia, vamos a poner una guirnalda de caridad donde antes había desamor.
Vamos a cambiar nuestra vida interior fría y apática, por
una valiente y plena de autenticidad. Vamos a darte, Señor, lo que viniste a
buscar en los hombres una noche como esta hace ya muchos años: limpieza de
corazón y buena voluntad.
Empezamos esta pequeña reflexión con: Una vez más Señor... pues bien, ya no
será una vez más, será: Siempre más, Señor.
Y como es una Noche muy especial, en nuestra primera
oración, en nuestra primera conversación contigo te pedimos: por los enfermos,
por los que nada tienen y nada esperan, por la paz en el mundo, por los que
tiene hambre, por los que tienen el vacío de no ser queridos, por los que ya no
están a nuestro lado, por los niños y los jóvenes, por los matrimonios, por el
Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto XVI, por la Iglesia, por los
sacerdotes… A todos danos tu bendición,
y para todos los que leen una muy feliz
Navidad.
Autor: Ma Esther De Ariño / Fuente: Catholic.net / Imagen: Google.
Palabras del Papa Francisco
“En Navidad, como María, hagamos sitio a Jesús que viene…
La Iglesia nos invita a rezar esto ‘¡Ven!’, a abrir nuestra alma y que nuestra
alma sea, en estos días, vigilante en la espera. ¡Vigilar!... ¿Qué sucede en
nosotros si viene el Señor o si no viene? ¿Hay sitio para el Señor o hay sitio
para las fiestas, para hacer compras, hacer ruidos… ¿Nuestra alma está abierta,
como está abierta la Santa Madre Iglesia y como estaba abierta la Virgen? ¿O
nuestra alma está cerrada y colocamos en la puerta un cartel, muy educado, que
dice: ‘Se ruega no molestar’?... Nos vendría bien estar un poco en silencio,
para oír la voz del Amor”
Papa Francisco
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa
Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas,
catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la
unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro
Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por la
Paz en el mundo, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos
especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos
políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de
las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los
jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas,
y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por dos personas de México que son: María Elena, quien ya entró en trabajo
de parto, para que Dios la bendiga y ella y su bebé estén bien. Y seguimos
pidiendo por Jorge Luis, que se encuentra
internado con problemas neurológicos serios, y por sus familiares ( sobre todo
su mamá) para que Dios les dé la fortaleza necesaria para superar este trance.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por
nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
“Intimidad Divina”
Dios con nosotros
De todas las obras que Dios ha realizado en el tiempo y
fuera de sí, la más grande es la Encarnación redentiva del Verbo, porque tiene
por término no una simple criatura, por sublime que sea, sino a Dios mismo, el
Verbo eterno, que toma en el tiempo una naturaleza humana; la más grande,
porque siendo la suprema manifestación del amor misericordioso de Dios, es,
entre todas, la obra que más le glorifica, y le glorifica precisamente en
relación con la caridad que es la esencia misma de Dios; la más grande, finalmente,
por el bien inmenso que trae a los hombres, pues la salvación, la
santificación, la felicidad eterna de todo el género humano dependen por
completo de la Encarnación del Verbo, de Jesucristo Verbo encarnado. Jesús, el
Verbo encarnado, es la fuente única de nuestra salvación y de nuestra santidad.
Sin Cristo el hombre no podría llamar a Dios con el dulce nombre de Padre, ni
amarlo como un hijo ama a su padre, ni esperar ser admitido nunca en su
intimidad; sin él no habría ni gracia ni visión beatífica de Dios. Sin Jesús
quedaría el hombre prisionero dentro de los límites de una vida puramente
humana, privado de todo horizonte sobrenatural para el tiempo y para la
eternidad.
La Encarnación del Verbo, la obra más grande de Dios,
destinada a iluminar y salvar al mundo entero, se lleva a cabo en la oscuridad,
en el silencio, en medio de las circunstancias más humildes y más humanas. El
edicto del César obliga a María y a José a dejar su casita de Nazaret; y he
aquí que se ponen en camino, a pie, como
los más pobres, no obstante la incomodidad de María, que está en trance de ser
madre. No se han creído autorizados a retrasar el viaje, no han puesto
dificultad alguna, han obedecido con prontitud y sencillez. Quien se lo manda
es un hombre, pero en la orden del emperador su profundo espíritu de fe
descubre la voluntad de Dios. Nada sucede por pura casualidad: aun el lugar del
nacimiento del Salvador ha sido indicado por el profeta: “Y tú, Belén de
Efratá, pequeño entre los clanes de Judá, de ti me saldrá quien señoreará en
Israel” (Mq 5, 1).
En Belén no hay albergue para ellos (Lc 2, 7) y tienen
que cobijarse en una gruta de las afueras. La miseria de aquel aposento de
animales no les inquieta, ni les escandaliza: saben que el Niño que ha de nacer
es el Hijo de Dios, pero saben también que las obras de Dios son tan distintas
de las de los hombres…! Y si Dios quiere que su obra más grande se realice
precisamente allí, en aquella miserable cueva, en la más extrema pobreza, María
y José nada tienen que objetar. Hubiera bastado una brizna de espíritu humano
para turbarse, para desconcertarse… María y José son profundamente humildes,
por eso son dóciles y están llenos de fe en los designios de Dios. Y Dios,
conforme a su estilo, se sirve de todo esto que es humilde y despreciable a los
ojos del mundo, para llevar a feliz término su obra más grande: la Encarnación
del Verbo. En el silencio y en la oscuridad de la noche María dará a luz un
Hijo: “el Hijo del Altísimo” (Lc 1, 32).
Jesús, te espero;
los malos te rehúsan; afuera sopla un viento glacial… ven a mi corazón, soy
pobrecillo, pero te calentaré todo lo que pueda; a lo menos, quiero que te
complazcas de los buenos deseos que tengo de hacerte una buena acogida, de
amarte, de sacrificarme por ti. Por tu parte, tú eres rico y ves mis
necesidades; tú eres llama de caridad y purificas mi corazón de todo lo que no
es tu Corazón sacratísimo; eres la santidad increada, y me colmarás de gracias
fecundantes de verdadero progreso espiritual. Ven, Jesús, tengo tantas cosas
que decirte… ¡tantas penas que confiarte! Tantos deseos, tantas promesas,
tantas esperanzas. Deseo adorarte, besar tu frente, oh pequeño Jesús, darme a
ti de nuevo, para siempre. Ven, oh Jesús, no tardes más, acepta mi invitación y
ven. (Juan XXIII, Diario del alma)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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