PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 8 - Número 2224 ~ Lunes
16 de Diciembre de 2013
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
El cuestionamiento que Juan dirige a Jesús acerca de su
mesianidad nos permite plantearnos el asunto de nuestra credibilidad como
creyentes. Aunque sabemos que la fe es un don gratuito de Dios, que en manera
alguna podemos controlar, conviene recordar que la respuesta del creyente al
llamado de la fe, no es un salto en el vacío ni un suicidio del pensamiento.
Quien se decide a creer realiza una opción razonable. En
ese sentido, los creyentes construimos un espacio y un clima propicio o
inadecuado para que se acoja el don de la fe.
Cuando nos desentendemos de la misión de ser testigos
congruentes del mensaje que profesamos de palabra, generamos desconcierto y
hasta escándalo, en quienes escrutan nuestra vivencia de fe.
La creciente disminución de las creencias y las prácticas
religiosas también se puede explicar a partir de la doble moral, el pragmatismo
y la incongruencia de no pocos cristianos, que apenas lo somos de nombre. "La verdad católica"
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús entró en el templo. Mientras
enseñaba se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo
diciendo: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Y quién te ha dado tal autoridad?».
Jesús les respondió: «También yo os voy a preguntar una cosa; si me contestáis
a ella, yo os diré a mi vez con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan,
¿de dónde era?, ¿del cielo o de los hombres?». Ellos discurrían entre sí: «Si
decimos: ‘Del cielo’, nos dirá: ‘Entonces, ¿por qué no le creísteis?’. Y si
decimos: ‘De los hombres’, tenemos miedo a la gente, pues todos tienen a Juan
por profeta». Respondieron, pues, a Jesús: «No sabemos». Y Él les replicó
asimismo: «Tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto».
(Mt 21,23-27)
Comentario
Hoy, el Evangelio nos invita a contemplar dos aspectos de
la personalidad de Jesús: la astucia y la autoridad. Fijémonos, primero, en la
astucia: Él conoce profundamente el corazón del hombre, conoce el interior de
cada persona que se le acerca. Y, cuando los sumos sacerdotes y los notables
del pueblo se dirigen a Él para preguntarle, con malicia: «Con qué autoridad
haces esto?» (Mt 21,23), Jesús, que conoce su falsedad, les responde con otra
pregunta: «El bautismo de Juan, ¿de dónde era?, ¿del cielo o de los hombres?»
(Mt 21,25). Ellos no saben qué contestarle, ya que si dicen que venía de Dios,
entrarían en contradicción con ellos mismos por no haberle creído, y si dicen
que venía de los hombres se pondrían en contra del pueblo, que lo tenía por
profeta. Se encuentran en un callejón sin salida. Astutamente, Jesús con una
simple pregunta ha denunciado su hipocresía; les ha dado la verdad. Y la verdad
siempre es incómoda, te hace tambalear.
También nosotros estamos llamados a tener la astucia de
Jesús, para hacer tambalear a la mentira. Tantas veces los hijos de las
tinieblas usan toda su astucia para conseguir más dinero, más poder y más
prestigio; mientras que los hijos de la luz parece que tengamos la astucia y la
imaginación un poco adormecidas. Del mismo modo que un hombre del mundo utiliza
la imaginación al servicio de sus intereses, los cristianos hemos de emplear
nuestros talentos al servicio de Dios y del Evangelio. Por ejemplo: cuando uno
se encuentra ante una persona que habla mal de la Iglesia (cosa que pasa con
frecuencia), ¿con qué astucia sabemos responder a la crítica negativa? O bien,
en un ambiente de trabajo, con un compañero que sólo vive para él mismo y “pasa
de todos”, ¿con qué astucia sabremos devolver bien por mal? Si le amamos, como
Jesús, nuestra presencia le será muy “incómoda”.
Jesús ejercía su autoridad gracias al profundo
conocimiento que tenía de las personas y de las situaciones. También nosotros
estamos llamados a tener esta autoridad. Es un don que nos viene de lo alto.
Cuanto más nos ejerzamos en poner las cosas en su sitio —las pequeñas cosas de
cada día—, mejor sabremos orientar a las personas y las situaciones, gracias a
las inspiraciones del Espíritu Santo.
Rev. D. Melcior QUEROL i Solà (Ribes de Freser, Girona,
España)
Santoral Católico:
Santa Adelaida (Alicia)
Emperatriz de Italia
Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net
¡Buenos días!
Ciego con luz
¿Has encontrado
el sentido de tu vida? ¿Tienes un motivo para levantarte cada mañana con ilusión
y alegría? La Madre Teresa de Calcuta decía con frecuencia: “Si no se vive para
los demás, la vida carece de sentido”. Es hermoso observar que hay personas que
ofrecen con desinterés y generosidad su ayuda a los demás. Como el caso de un ciego.
Caminaba una vez un hombre por oscuras calles
llevando una lámpara de aceite encendida. La ciudad estaba muy oscura en las
noches sin luna como aquella. En determinado momento, se encontró con un amigo.
Éste lo miró y de pronto lo reconoció. Se dio cuenta de que era Néstor, el
ciego del pueblo. Al punto le dijo: —¿Qué haces Néstor, tú ciego, con una
lámpara en la mano? ¡Si tú no ves! Entonces, el ciego le respondió: —Yo no
llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco la oscuridad de las calles de
memoria. Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a
mí...
Este ciego pensó
en el problema de los otros y, dentro de sus posibilidades, aportó una buena
colaboración. Su carencia de vista, pero su experiencia de caminar en perpetua
oscuridad, le dio ocasión de ofrecer con espíritu altruista una válida
asistencia a los “ciegos” de esa noche. Que también tú, con creatividad,
multipliques tus actos de servicio.
Padre Natalio
Tema del día:
María es Adviento
Seguimos desgranando los días del Adviento, este camino
interior de tono reflexivo que nos lleva hacia la Navidad, y en el cual
preparamos nuestro corazón de la mejor manera para recibir al Niño que viene al
mundo nada menos que para salvarnos del pecado y de la muerte. La Liturgia nos
acompaña con lecturas de Isaías o rememorando a Juan el Bautista, para
motivarnos y elevarnos espiritualmente en esa búsqueda de Jesús.
Y es llamativo contemplar cómo en medio de estas semanas
de Adviento, se insertan dos grandes celebraciones de la Santísima Virgen: el
día 8 de diciembre la Inmaculada Concepción de María Santísima, y el día 12 la
fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe. Ambas fechas nos muestran a María
partícipe del Adviento. Señalan la fuerte presencia de la Madre en este tiempo
litúrgico que nos conduce a Navidad.
Y eso no nos tiene que sorprender, ya que María es la
Madre del Salvador, es la joven mujer pura e inmaculada que Dios eligió para
Madre de su Hijo. La misma jovencita de Nazareth que dio su sí incondicional, lleno de amor, lleno de
fe, lleno de entrega humilde y generosa. Así pues, María participa del Adviento
desde la expectativa de su Hijo por nacer. Y es, por lo tanto, protagonista
central de este tiempo litúrgico que vivimos pues ella alumbrará al Niño que
nacerá en el pesebre de Belén.
María es Adviento… porque es la Madre de Jesús. De la
misma manera que a lo largo de su vida terrena será también la Madre del amor,
la Madre del dolor, la Madre de la agonía, la Madre de la Resurrección. Y hoy
desde el cielo es Madre de la humanidad y Reina del Universo.
Aprendamos a invocarla, con particular devoción en estos
días. Pidámosle que nos ayude a prepararnos para recibir de la mejor manera a
Jesús. Que cada corazón sea un pesebre donde hagamos sitio con amor a ese Niño
que hace dos mil años llegó al mundo y el mundo no lo recibió… no había lugar
para él.
Faltan poco menos de diez días para Navidad. Tiempo
suficiente para ir armando cada día, con pequeños gestos de fe y esperanza,
nuestro “pesebre interior” cálido y lleno de amor, para decirle con alegría
“¡Ven a mí, Jesús!”. Felipe
La frase de hoy
“Viene cada año y vendrá para siempre.
Y con la Navidad vienen los recuerdos y las
costumbres.
Esos recuerdos cotidianos humildes
a los que todas las madres nos agarramos.
Como la Virgen María,
en los rincones secretos de su corazón”
Marjorie Holmes
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa
Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas,
catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la
unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro
Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por la
Paz en el mundo, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos
especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos
políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de
las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los
jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y
religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por Rodolfo
M., que vive en Costa Rica y que se accidentó realizando sus labores y se
lesionó la columna. Que el Señor Misericordioso lo ayude a superar esta
situación y recuperar su salud.
Pedimos oración por Haydée
B., de la provincia de Santa Fe, Argentina, que mañana será intervenida de
un ojo, rogando la intercesión de Santa Lucía para su recuperación.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por
nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
“Intimidad Divina”
El desierto
Toda forma de vida cristiana exige, por lo menos en una
cierta medida, el desierto, es decir, la mortificación, la penitencia y la
renuncia a las comodidades. Por eso el Adviento, en que tanto destaca la figura
del Bautista, es una fuerte llamada a este deber, presentado como medio
indispensable para disponerse a la venida del Señor. Sin duda que la principal
penitencia es la interior, o sea la conversión del corazón; pero la sinceridad
de ésta debe manifestarse también por medio de la penitencia exterior. La
civilización moderna ofrece muchas comodidades y placeres sensibles a poco
precio; aceptarlos sin ningún límite expondría al hombre al enflaquecimiento de
su voluntad y al aburguesamiento de la propia vida. Es necesario resistir a las
tendencias de querer ver, gozar y experimentarlo todo. Entonces “el espíritu
humano, menos esclavo de las cosas, puede ir más fácilmente al culto mismo y a
la contemplación del creador” (Gs 57).
La espiritualidad del desierto no es sólo mortificación y
renuncia, sino también recogimiento y silencio que hacen al hombre apto para
servir a Dios, para escuchar sus palabras y contemplar sus misterios. Profeta
es “quien oye palabras de Dios” (Nm 24, 4) y tras haberlas escuchado las
anuncia. Así eran los antiguos profetas, así fue el Bautista enviado para
anunciar al Mesías. Todo cristiano posee una vocación profética, siendo llamado
a escuchar interiormente la palabra de Dios para encarnarla en su vida y luego
transmitirla a los hermanos, Esto supone silencio y recogimiento; callar a las
criaturas para escuchar a Dios y ahondar en su palabra. No hay escucha sin
silencio; quien charla no puede escuchar ni las palabras de los hombres ni
tanto menos la voz de Dios que es a su vez silenciosa y se hace oír sólo en el
silencio.
Si las relaciones entre los hombres exigen el diálogo y
la comunicación, esto no debe hacernos incapaces para callar y para escuchar.
No son las conversaciones inútiles ni la locuacidad desenfrenada las que abren
el camino al diálogo inteligente, persuasivo y apto para llevar a los hermanos
la palabra del Señor. Y luego las relaciones con Dios y la intimidad con él
exigen de una manera especial el silencio, y no tan sólo exterior, sino también
el interior. Sor Isabel de la Trinidad
escribe: “Para oír es necesario olvidar la casa paterna, es decir, todo cuento
pertenece a la vida natural… Olvidar a su pueblo me parece más difícil, porque
ese pueblo es todo este mundo que forma parte integrante, por así decirlo, de
nosotros mismos. Es la sensibilidad, los recuerdos, las impresiones, etc., en
una palabra, nuestro yo. Necesitamos olvidarle, renunciar a él” (Últimos
ejercicios espirituales, 10: Obras completas, p. 230). Entonces la criatura
entra en el silencio interior y en aquel silencio Dios se le comunica y se le
da a conocer.
Señor, ¿dónde
moras? –Yo no moro, hijo, lejos de ti, sino infinitamente más cerca de ti de lo
que piensas: yo me llamo el Huésped ignorado, yo habito dentro de ti; búscame
en pureza de espíritu y me hallarás.
Señor, y ¿cómo puedo yo entrar dentro de mí en pureza, pues me hallo
todo abierto a los sentido y volcado al exterior? –Sígueme, ven tras de mí…
hacia la oración que no desfallece, hacia el desierto donde no hay ni
madriguera ni nido, hacia el bautismo de la cruz, y hallarás la morada interior
donde yo vivo escondido en ti; porque sólo siguiéndome puedes entrar dentro de
ti. (G. Canovai)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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