jueves, 5 de diciembre de 2013

Pequeñas Semillitas 2213

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 8 - Número 2213 ~ Jueves 5 de Diciembre de 2013
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Señor Jesús, Tu eres nuestra paz, mira nuestra ciudad dañada por la violencia y dispersa por el miedo y la inseguridad. Consuela el dolor de quienes sufren, da acierto a las decisiones de quienes nos gobiernan. Toca el corazón de quienes olvidan que somos hermanos y provocan sufrimiento y angustia. Protege a las familias, a nuestros pueblos y comunidades. Que como discípulos misioneros tuyos, sepamos ser promotores de justicia y de paz, para que en ti, nuestro pueblo tenga vida digna. María, Reina de la Paz, ruega por nosotros. Amén
Arzobispado de Córdoba-Argentina

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina».
(Mt 7,21.24-27)

Comentario
Hoy, el Señor pronuncia estas palabras al final de su "sermón de la montaña" en el cual da un sentido nuevo y más profundo a los Mandamientos del Antiguo Testamento, las "palabras" de Dios a los hombres. Se expresa como Hijo de Dios, y como tal nos pide recibir lo que yo os digo, como palabras de suma importancia: palabras de vida eterna que deben ser puestas en práctica, y no sólo para ser escuchadas —con riesgo de olvidarlas o de contentarse con admirarlas o admirar a su autor— pero sin implicación personal.
«Edificar en la arena una casa» (cf. Mt 7,26) es una imagen para describir un comportamiento insensato, que no lleva a ningún resultado y acaba en el fracaso de una vida, después de un esfuerzo largo y penoso para construir algo. "Bene curris, sed extra viam", decía san Agustín: corres bien, pero fuera del trayecto homologado, podemos traducir. ¡Qué pena llegar sólo hasta ahí: el momento de la prueba, de las tempestades y de las crecidas que necesariamente contiene nuestra vida!
El Señor quiere enseñarnos a poner un fundamento sólido, cuyo cimiento proviene del esfuerzo por poner en práctica sus enseñanzas, viviéndolas cada día en medio de los pequeños problemas que Él tratará de dirigir. Nuestras resoluciones diarias de vivir la enseñanza del Cristo deben así acabar en resultados concretos, a falta de ser definitivos, pero de los cuales podamos obtener alegría y agradecimiento en el momento del examen de nuestra conciencia, por la noche. La alegría de haber obtenido una pequeña victoria sobre nosotros mismos es un entrenamiento para otras batallas, y la fuerza no nos faltará —con la gracia de Dios— para perseverar hasta el fin.
Abbé Jean-Charles TISSOT (Freiburg, Suiza)

Santoral Católico:
San Sabas
Abad
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Fuente: Catholic.net    

¡Buenos días!

El águila agradecida

Ser agradecido es una virtud humana muy digna. Dar las gracias ante un favor, ante un buen gesto, ante una atención recibida, es una forma concreta de reconocer que lo que han hecho por nosotros, nos agrada, nos beneficia, nos hace bien... Quien posee esta virtud, es una persona de buen corazón. Una fábula de Esopo da luz a esta reflexión.

Encontró un labrador un águila apresada en la trampa y, admirado por su belleza, la soltó y le dio libertad. El águila, que no fue ingrata con su bienhechor, viéndole sentado al pie de un muro que amenazaba derrumbarse, voló hasta él y le arrebató con sus garras la cinta con que se ceñía su cabeza. Alzóse el hombre para perseguirla. El águila dejó caer la cinta; la tomó el labriego, y al volver sobre sus pasos halló desplomado el muro en el lugar donde antes estaba sentado, quedando muy sorprendido y agradecido de haber sido  así retribuido por el águila.

Poco de lo que somos o poseemos lo hemos logrado por mérito propio. Generalmente, se lo debemos a alguien. Un inmenso desfile de quienes merecen que les demos las gracias, puede aparecer delante de nuestros ojos con sólo pensarlo: padre, maestros, familiares, amigos, servidores públicos, antepasados… ¿Descubriste la alegría de ser agradecido?
Padre Natalio

Mes de María
Día veintinueve (5/DIC)
La muerte
CONSIDERACIÓN. Jesús es el autor de la vida y por redimir nuestras faltas, por resucitarnos a la gracia que habíamos perdido por el pecado, ha querido pasar por la muerte y por el sepulcro. La Santísima Virgen, su Madre, ha seguido también la ley común y para cada uno de nosotros llegará el momento en que Dios permitirá a la muerte llamarnos; no obstante, no pensamos en ello.
“Insensato, nos dice el autor de La Imitación, ¿por qué pensar vivir mucho, cuando no tenéis ni un día seguro? ¡Cuántos han sido equivocados y súbitamente arrancados de la vida! ¡Cuántas veces habéis oído decir: Este hombre ha sido muerto con una espada; ese otro, se ha ahogado; aquél se ha roto la cabeza cayéndose; aquel otro, murió comiendo; otro, jugando; tal, ha perecido por el fuego; tal, por un arma; uno, por la peste; otro, en manos de ladrones! El fin de todos es la muerte y la vida del hombre pasa tan rápida como una sombra”.
La muerte es el castigo del pecado; pero, para el cristiano que ha vivido bien, es el comienzo de la vida. Todos nuestros esfuerzos deben, pues, tender a prepararnos para ese paso del tiempo a la eternidad. Debemos siempre estar dispuestos, porque ignoramos el momento en que Dios nos llamará a su juicio; si lo hemos amado y servido ¿qué podemos temer de Él?
El más hermoso día de la vida de la Santísima Virgen fue el de su muerte, porque la reunió con su Hijo para la eternidad y los santos suspiraban por ese trance, que llamaban su liberación.

EJEMPLO. Como le preguntaran un día, a un santo, cuál era el mejor medio de preparación para la muerte, él respondió: “Pensad cada mañana, que es ese vuestro último día y cada noche, que podéis morir antes de que ésta termine; vos no pecaréis jamás”. Así, debemos prepararnos a morir cristianamente y no ser sorprendidos por el llamado de Dios.
Los últimos momentos de los que han servido al Señor, no tienen, por lo demás, nada de espantoso. Suárez, religioso de la Compañía de Jesús, decía, cuando estaba por expirar: “No sabía que fuera tan dulce, morir”.
Pudiéramos nosotros, en esta hora suprema, exclamar como San Luis muriendo: “Señor, entraré en vuestra casa. os adoraré en vuestro templo, glorificaré vuestro santo nombre”.

PLEGARIA DE SAN BUENAVENTURA. Virgen santa, cuando mi alma salga de mi cuerpo, dignaos venir a su encuentro para recibirla, os lo suplico por la gloria de vuestro santo Nombre ¡oh María! no le rehuséis entonces la gracia de sostenerla con vuestra dulce presencia; sed su escala y su vía para subir al Cielo. Así sea.

RESOLUCIÓN. Ejecutaré cada una de mis acciones, como si debiera morir al punto.

JACULATORIA. ¡Oh María! protectora de la buena muerte, rogad por nosotros.

La frase de hoy

“Cristo, el sol divino, estaba protegido por la nube, la Virgen María, y emitía sus rayos de oro, a través de los ojos y del semblante de su Madre. Sí, el semblante de María está lleno de todas las gracias, grato a los ojos de Dios y espejo para todos los hombres.”
San Antonio de Padua

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Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por la Paz en el mundo, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Oración por la Patria
Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. Nos sentimos heridos y agobiados. Precisamos tu alivio y fortaleza. Queremos ser nación, una nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común. Danos la valentía de la libertad de los hijos de Dios para amar a todos sin excluir a nadie, privilegiando a los pobres y perdonando a los que nos ofenden, aborreciendo el odio y construyendo la paz. Concédenos la sabiduría del diálogo y la alegría de la esperanza que no defrauda. Tú nos convocas. Aquí estamos, Señor, cercanos a María, que desde Luján nos dice: ¡Argentina! ¡Canta y camina! Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.

“Intimidad Divina”

La casa sobre la roca

El camino que conduce a la santidad y, por consiguiente, a Dios, no puede ser trazado sino por el mismo Dios, por su voluntad. Ya lo proclamó Jesús: “No todo el que dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése entrará en el reino de los cielos” (Mt 7, 21). Y para dar a entender que las almas más unidas a él y de él más amadas son precisamente aquellas que cumplen la voluntad de Dios, añadió: “Quienquiera que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre” (Mt 12, 50). El verdadero amor de Dios consiste en conformarnos perfectamente con su santa voluntad, no queriendo hacer ni sr en la vida sino lo que el Señor quiere de cada uno de nosotros, llegando de esta manera a convertirnos, por así decirlo, en “una voluntad viviente de Dios”… Tanto más perfecta será un alma, cuanto más al detalle cumpla y se goce en cumplir la voluntad de Dios.

“Aquel que escucha mis palabras y las pone por obra –dice Jesús– será como el varón prudente, que edifica su casa sobre la roca. Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y dieron sobre la casa, pero no cayó, porque estaba fundada sobre roca” (Mt 7, 24-25). La voluntad de Dios revelada en la Sagrada Escritura y especialmente en los mandamientos divinos, y manifestada en las disposiciones concretas de la Providencia que rige y gobierna toda la vida del hombre, es la roca firme y segura sobre la cual debe alzarse el edificio de la santidad cristiana. Sobre esta única base podrá levantarse alto y seguro sin peligro de derrumbarse, no obstante el furor de los temporales. Quien aspira a la santidad debe guardarse siempre de la tentación de hacerse santo a su propio modo, según sus planes, gustos y modo de ver personales. Esto sería un contrasentido. Solamente Dios, que es el único santo y el solo que puede santificar al hombre, es quien conoce lo que más conviene a nuestra santificación. El único camino que lleva infaliblemente a la santidad es el marcado por Dios.

San Juan de la Cruz enseña que la unión perfecta con Dios, y por lo tanto la santidad, “consiste en tener el alma según la voluntad de Dios, de manera que no haya en ella cosa contraria a la voluntad de Dios” (Subida I, 11, 2). Se trata de una transformación en virtud del amor, de modo que el hombre ya no quiere ni busca ni desea ni obra sino la voluntad de Dios, amado por encima de todas las cosas y de sí mismo. Pues el amor conduce a un mismo querer y no querer, a la identidad de afectos, de deseos, de ideales y de acción. Y cuando el cristiano procura, con la gracia de Dios conformarse del todo con la voluntad divina, esta misma voluntad, lo santifica haciéndolo capaz de una adhesión a ella cada vez más completa, que se irá convirtiendo en total conformidad al divino querer. Estos son los hombres en que Dios se complace y que Isaías preconiza como los únicos dignos de entrar en la Jerusalén renovada: “Entre un pueblo justo, que se mantiene fiel”.

Enséñame, ¡oh Señor!, no sólo lo que quieres de mí, sino también lo que tú eres, porque cuanto más te conoceré, tanto más te amaré, y amarte es mi primer deber, lo que tú sobre todo exiges de mí, y mi mayor necesidad… Y con la luz dame también la fuerza para seguirla, ¡oh Dios mío!, porque no basta amarte y conocer tu voluntad, sino que es necesario tener la fuerza de servirte con las obras y cumplir todo lo que quieres de mí… ¡Oh Dios mío!, ayúdame y dame la fuerza de llevar tu cruz y de seguirte, cumpliendo todo lo que quieres de mí… Y luego haz que yo me consuma, y me sumerja en tu adoración, ¡oh mi amado Señor! Estas son las gracias que derramas a manos llenas en torno tuyo, haz que yo participe abundantemente de ellas. Bien conoces tú, ¡oh Dios mío!, cuánta necesidad tiene de ellas este pobre siervo tuyo, tan ciego, tan impedido para caminar y tan frío. (Carlos de Foucaul)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D. 
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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