PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 8 - Número 2231 ~ Lunes
23 de Diciembre de 2013
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
Los tiempos que corren están marcados por la confianza en
la rentabilidad, la eficiencia y la competitividad. Quienes no consiguen
desarrollar habilidades suficientes para emplearse y conseguir un salario
digno, parecen condenados a la mera sobrevivencia.
El relato del nacimiento de Jesús nos plantea una
alternativa: no es la fuerza ni la rivalidad lo que puede transformar la
realidad de personas y sociedades, sino la apertura que permite apreciar que en
toda persona, independientemente de sus condiciones concretas, está presente
una dignidad que hay que afirmar, reconocer y promover.
El nacimiento de Jesús implica el reconocimiento de la
humanidad como una realidad única. En la vida de toda persona late un dinamismo
espiritual tan lleno de significado que nos urge a salvaguardar y respetar
activamente esa presencia sagrada que encierra toda persona.
"La verdad católica"
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un
hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran
misericordia, y se congratulaban con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a
circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su
madre, tomando la palabra, dijo: «No; se ha de llamar Juan». Le decían: «No hay
nadie en tu parentela que tenga ese nombre». Y preguntaban por señas a su padre
cómo quería que se le llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su
nombre». Y todos quedaron admirados. Y al punto se abrió su boca y su lengua, y
hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la
montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las
grababan en su corazón, diciendo: «Pues, ¿qué será este niño?». Porque, en
efecto, la mano del Señor estaba con él.
(Lc 1,57-66)
Comentario
Hoy, en la primera lectura leemos: «Esto dice el Señor:
‘Yo envío mi mensajero para que prepare el camino delante de Mí’» (Mal 3,1). La
profecía de Malaquías se cumple en Juan Bautista. Es uno de los personajes
principales de la liturgia de Adviento, que nos invita a prepararnos con
oración y penitencia para la venida del Señor. Tal como reza la oración colecta
de la misa de hoy: «Concede a tus siervos, que reconocemos la proximidad del
Nacimiento de tu Hijo, experimentar la misericordia del Verbo que se dignó
tomar carne de la Virgen María y habitar entre nosotros».
El nacimiento del Precursor nos habla de la proximidad de
la Navidad. ¡El Señor está cerca!; ¡preparémonos! Preguntado por los sacerdotes
venidos desde Jerusalén acerca de quién era, él respondió: «Yo soy la voz del
que clama en el desierto: ‘Enderezad el camino del Señor’» (Jn 1,23).
«Mira que estoy a la puerta y llamo: si alguno oye mi voz
y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo» (Ap
3,20), se lee en la antífona de comunión. Hemos de hacer examen para ver cómo
nos estamos preparando para recibir a Jesús el día de Navidad: Dios quiere
nacer principalmente en nuestros corazones.
La vida del Precursor nos enseña las virtudes que necesitamos
para recibir con provecho a Jesús; fundamentalmente, la humildad de corazón. Él
se reconoce instrumento de Dios para cumplir su vocación, su misión. Como dice
san Ambrosio: «No te gloríes de ser llamado hijo de Dios —reconozcamos la
gracia sin olvidar nuestra naturaleza—; no te envanezcas si has servido bien,
porque has cumplido aquello que tenías que hacer. El sol hace su trabajo, la
luna obedece; los ángeles cumplen su misión. El instrumento escogido por el
Señor para los gentiles dice: ‘Yo no merezco el nombre de Apóstol, porque he
perseguido a la Iglesia de Dios’ (1Cor 15,9)».
Busquemos sólo la gloria de Dios. La virtud de la
humildad nos dispondrá a prepararnos debidamente para las fiestas que se
acercan.
Rev. D. Miquel MASATS i Roca (Girona, España)
Santoral Católico:
San Juan Cancio de Kety
Sacerdote y Maestro
Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net
¡Buenos días!
El barquero y el filósofo
Tu vida, como la
de todos, transcurre entre sencillas tareas. Puedes caer en el grave error de
juzgarlas sin importancia y hacerlas sin implicarte con entusiasmo y amor. Otro
error es desbordar vanidad por la propia profesión y despreciar a los demás.
Con razón dijo Madre Teresa de Calcuta: “No es importante lo que uno hace, sino
cómo lo hace, cuánto amor, sinceridad y fe pone en lo que realiza”.
Un filósofo se acercó al barquero y le pidió
que lo cruzara al otro lado del ancho río. Una vez en la barca y para hacer
alarde de sus conocimientos, el intelectual le preguntó: —¿Has estudiado alguna
vez metafísica? —No, respondió el barquero, ni conozco esa palabra. —¡Pues has
perdido la mitad de tu vida! Le dijo el filósofo. Después de un rato y cuando
estaban en medio del ancho río, empezó a caer un verdadero diluvio y el
barquero le preguntó al filósofo altanero: —¿Sabe usted nadar? —No, le dijo aquel. —Pues, entonces ha perdido usted toda su
vida, ¡nos estamos hundiendo!
Si te preocupas
demasiado por ti mismo y tu propio entorno, no te quedará tiempo para los
demás. Si no vives para los demás, la vida carecerá de sentido para ti. El científico
Albert Einstein dijo: “Comienza a manifestarse la madurez cuando sentimos que
nuestra preocupación es mayor por los otros que por nosotros mismos”.
Padre Natalio
Reflexión Navideña
Una de las escenas más tiernas del Evangelio es la de
María embarazada, montada en un burrito, y a su lado José, en silencio,
golpeando las puertas del pueblito de Belén, buscando un sitio digno para que
nazca el Niño. Tierna y dramática. Dios, hecho carne, buscando sitio entre los
hombres. Y no lo encuentra. Pensar que un niño, ocupa tan poquito lugar, y para
él no lo hubo, sino en una cueva de animales, en suma pobreza.
Esto que imaginamos del relato histórico, también se
repite, espiritualmente hoy, en esta Navidad, en mi propio corazón. Adviento es
este tiempo en que Dios anda pasando, buscando sitio para nacer, para
manifestarse, y esta vez, así como entonces lo buscaba en la posada y en las casas de Belén, lo anda buscando en mi propio corazón. Yo tengo
que hacerle sitio en mi alma, en mi vida, en este momento de mi historia, sea
el mejor o el peor, con mis gracias y mis pecados. ¿Por qué nos resistimos?,
¿por qué esta sordera cada vez que nos tocan la puerta?, ¿por qué este hacernos
los zonzos para que pase de largo?
Y es que "hacerle sitio" al Niño, significa que
tengo que disponer la "casa", y tirar todo el cachivacherío que le
está robando el sitio al Niño. El cachivacherío de mi orgullo, mi soberbia, mi
sensualidad, mi pereza, mi falta de caridad, mi apego desmedido a las
seguridades o a la angustia por falta de ella, mis frivolidades, mis ansiedades
y urgencias que han conseguido que haga ya mucho tiempo que no recemos como
debemos, o simplemente no recemos.
Pero tampoco podemos pretender de mi corazón el Pesebre
ideal. Ni Dios lo pretende. Lo que pretende es un "lugarcito", es la
buena intención, es el anhelo de que su presencia nos cure, es el deseo
renovado de ser buenos. Nosotros quitaremos algunas cosas, y el resto lo va a
hacer Él. Si justamente para eso viene,
para eso se encarna, para eso anda buscando mi corazón, porque sabe que no
podemos con todo, porque sabe que somos débiles y perezosos.
No pide una casa donde todo esté perfectamente en orden y
prolijo. Pide un rinconcito para nacer y así ayudarnos con nuestros desórdenes
e improlijidades: viene a devolvernos, con su mirada, ese brillo en los ojos
que el tiempo opacó, o que nos hemos dejado robar. Viene con sus manitas, a
poner calor en las zonas del alma que se nos han entumecido de frío y que
necesitan ser abrazadas. Viene a abrir espacios empecinadamente cerrados por
nosotros a tantos hermanos nuestros a los que le seguimos diciendo: "sigan
adelante, no hay sitio en esta posada", para quedarnos encastillados y
estancados en la ciudadela de nuestras mezquinas seguridades.
¡Viene! ¡Está viniendo! Eso significa
"Adviento". "estoy a la puerta y llamo -dice el Apocalípsis-. Si
me abres, entraré en tu casa y cenaremos juntos".
Padre Angel Rossi s.j.
La frase de hoy
“¿Qué es la Navidad?
Es la ternura del pasado,
el valor del presente
y la esperanza del futuro.
Es el deseo más sincero
de que cada taza se rebose
con bendiciones ricas y eternas,
y de que cada camino nos lleve a la paz.“
Agnes M. Pharo
Hacernos niños
Navidad es fiesta de familia, y es fiesta de niñez. Es como
que la fiesta de Navidad gira en torno al Niño Jesús y la familia la celebra en
torno a los niños. Ellos la viven con una ilusión misteriosa, con una inocencia
intacta que nosotros hemos ido dejando a jirones en los recovecos espinosos de
la vida. Con un brillo en los ojos, preñados de sueños lindos, que nosotros nos
hemos dejado robar por la "adultez".
Hay que hacerse niño para poder vivir la Navidad, para
reencontrar el gusto por lo sencillo, a cobrar la interioridad y los valores
del Evangelio, a renacer en la matriz de las bienaventuranzas, a despojarse de
las formas de poder, riqueza y suficiencia...
Hay que volver al pesebre a rescatar al "niño"
que llevamos en el corazón y que nuestra
"madurez" tiene arrinconado, amordazado, sin permitirle jugar ni
cantar. A desempolvar nuestra capacidad de asombro, que rompa el hielo del aburrimiento atroz que
provoca el pretender robarle a Dios su trabajo de ser Señor de toda nuestra
vida y de cada uno de nuestros días.
Hay que volver al pesebre a dejarse prometer por Dios
cosas lindas, que rompan nuestros escepticismos ya encallecidos. A soñar de
nuevo cosas grandes, que dilaten nuestros horizontes mezquinos y rastreros.
Hay que volver al pesebre a descansar los agobios que
pesan sobre los hombros y el corazón. A limpiar nuestra mirada enturbiada por
nuestra falta de inocencia. A abrir de nuevo las manos, cerradas y tensas de
tanto "defender" o juntar bronca.
Hay que volver al pesebre a tocar la debilidad de Dios, y
a comprometernos seriamente a cuidar de sus hijos más frágiles y, por lo tanto,
más parecidos a Él: los "heridos" de nuestras familias, los enfermos,
los solos, los presos, los ancianos, los pobres.
Hay que volver al pesebre, y hacernos niños para poder
entrar. El desafío no es permanecer como niños, es "hacernos como
niños". No es un estancarse o volver atrás. Es un progreso, es una
conquista. Es desembarazarnos de los años que llevamos para dar media vuelta y
empezar a recorrer el camino de la infancia, renunciar a tantas complicaciones,
a tantas falsas prudencias, a tanto
cristianismo "prefabricado".
Hacernos niños, ir al pesebre, es para nosotros, los
"adultos" un camino en subida, penitencial y hermoso, un itinerario
de despojo que es el que ofrece este tiempo de Navidad.
Que estos tres desafíos sean las gracias que pidamos
humildemente en este tiempo:
• La gracia del silencio, para que la Palabra entre y
fecunde nuestro corazón.
• La gracia de hacerle sitio en el corazón, y de quitar
todo lo que impide su presencia en él.
• La gracia, quizás la más difícil pero la más necesaria,
de que nuestro corazón se anime de nuevo a ser niño, cueste lo que cueste.
Para todo esto nada mejor que ponernos en maños de María
nuestra Madre, pidiéndole que sea Ella quien nos haga entrar de su mano al
pesebre, en esta Navidad.-
Padre Ángel Rossi s.j.
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa
Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas,
catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la
unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro
Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por la
Paz en el mundo, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos
especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos
políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de
las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los
jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y
religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por el matrimonio B., de Pergamino, Buenos Aires, Argentina, que tienen
alrededor de 70 años de edad, y ambos han sido diagnosticados con problemas
vinculados con cáncer, por lo que rogamos al Señor que pose su mano sobre ellos
para que puedan sobrellevar de la mejor manera esas enfermedades.
Pedimos oración por Juan
Rafael P., que hace diez y ocho años partió llamado por el Padre celestial
a su presencia, cuando tenía sólo 25 años de edad. Su familia lo recuerda con
dolor por la ausencia, pero con júbilo por la certeza de la resurrección y la
vida eterna prometidas por Jesús.
Pedimos oración por Ana
Laura M. C., de ciudad de México, que recayó de cáncer de mama y trombo de
hombro a brazo; y por Jorge Luis L. M.,
de la misma nacionalidad, que tiene epilepsia y daño cerebral con deterioro del
sistema cognitivo. Rogamos a Jesús que atienda las necesidades de estas
personas.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por
nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
“Intimidad Divina”
¡Oh renuevo de
Jesé!
Las antífonas mayores que se van sucediendo en las
últimas ferias del Adviento, no hacen más que invocar bajo diversos aspectos la
venida del Salvador, designándolo con los títulos más expresivos sacados de las
profecías mesiánicas y poniendo de relieve las varias prerrogativas de su obra
salvadora. Dos de estas antífonas “¡Oh renuevo de Jesé!” “¡Oh llave de David!”,
reafirman de modo especial la descendencia davídica de Cristo, saludando en él
el cumplimiento de las promesas hechas al rey de Israel. Isaías había dicho:
“Brotará un retoño del tronco de Jesé y retoñará de sus raíces un vástago… el
renuevo de la raíz de Jesé se alzará como estandarte para los pueblos, y le
buscarán con ansia las gentes” (11, 1. 10). Y Jeremías: “He aquí que vienen
días –oráculo de Yahvé– en que yo suscitaré a David un vástago justo, y reinará
como rey prudentemente, y hará derecho y justicia en la tierra” (23, 5). Todo
esto se convertirá en historia cuando de la raíz de Jesé, padre de David,
nacerá Jesús el Salvador; él será puesto delante de los pueblos como señal y
estandarte de salvación. Todas las gentes miran a él con ansia, lo buscan, lo
esperan, y lo invocan: “¡Ven a librarnos, no tardes!”.
El mundo lo ha esperado durante millares de años, pero
ahora que desde hace dos mil años ha venido, no quiere reconocerlo y aceptarlo
como Salvador, como Hijo de Dios, verdadero dios y verdadero hombre. Y sin
embargo el mundo tiene necesidad inmensa de él: hoy como ayer y mañana como
hoy, Cristo es y será el único signo de salvación en el cual los hombres serán
salvados. Las antífonas mayores, como las profecías, ponen de relieve su
descendencia de una genealogía humana para subrayar que si él es la “Sabiduría
salida de la boca del Altísimo”, el Verbo de Dios, también es el hijo del
hombre. Cristo pertenece a la humanidad y al mismo tiempo la corona como
vértice: él es “la clave, el centro y el fin de toda la historia humana” (GS
10); él se ha hecho hombre para que el hombre encuentre en él a Dios.
Cuando en el nacimiento de Juan Bautista, Zacarías –su
padre– recobra la palabra perdida a causa de su incredulidad, prorrumpe en un
canto de alabanza al Mesías de quien Juan será el precursor. “Lleno del
Espíritu Santo” describe así su misión: “nos visitará el astro que surge de lo
alto, para iluminar a los que están sentados en tinieblas y sombras de la
muerte” (Lc 1, 78-79). La liturgia ha tomado estas palabras insertándolas en la
cuarta antífona mayor del Adviento: “¡Oh llave de David!…, ven y libra de la
cárcel al prisionero que yace en las tinieblas”. Para introducir a los hombres
en el reino del Padre, Cristo debe arrancarlos primero de la cárcel del pecado
y de las tinieblas de la muerte. Él, luz eterna, esplendor del Padre, quiere
iluminar sus mentes y sus corazones para vaciarlos de las tinieblas del mal y
librarlos de la esclavitud de Satanás. Prepararse a la Navidad significa
abrirse a la luz de Cristo, dejarse iluminar por su palabra, por su Evangelio,
desechar las tinieblas y seguirle a él, Luz que viene a visitarnos de lo alto.
Brotará un retoño
del tronco de Jesé y retoñará de sus raíces un vástago. Sobre el que reposará
el espíritu de Yahvé, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de
consejo y de fortaleza, espíritu de entendimiento y de temor de Yahvé… En aquel
día dirás: “Yo te alabo, Yahvé, porque te irritaste contra mí, pero se aplacó
tu cólera y me has consolado. Este es el Dios de mi salvación, en él confío y
nada temo, porque mi fuerza y mi canto es Yahvé. Él ha sido para mí la salud.
Sacaréis con alegría el agua de las fuentes de la salud” (Isaías, 11, 1-2; 12,
1-3)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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