jueves, 12 de diciembre de 2013

Pequeñas Semillitas 2220

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 8 - Número 2220 ~ Jueves 12 de Diciembre de 2013
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
En 1531 la Madre de Dios se le apareció por primera vez a Juan Diego, quien se dirigía de Cuautitlán hacia Santiago Tlatelolco, de pronto escuchó una voz que pronunciaba su nombre, al levantar su mirada vio a una señora de extraordinaria hermosura que le dijo ser la Madre de Dios y deseaba que se le construyera un templo en esas tierras. Pidiéndole que llevara el mensaje al Obispo, Juan Diego va de inmediato al Palacio Episcopal que se encontraba en el centro de la ciudad de México y le expone el deseo de la Reina del Cielo, pero por ser hombre humilde no le dieron crédito a sus palabras. Ese mismo día se lo comunica a la Virgen, quien le pide vaya nuevamente; él obedeciendo, se mezcla entre la gente y logra hablar con el Obispo, quien le pide como prueba una señal. El 12 de diciembre del mismo año, Juan Diego regresa ante el Obispo, trayendo consigo un puñado de rosas del cerro del Tepeyac, dejándolas caer sobre el suelo…
La imagen de la Virgen quedó estampada en el ayate (vestimenta en forma de poncho) de Juan Diego. Quedaron todos llenos de emoción y lágrimas, cayendo de rodillas ante la imagen de la Madre de Dios.
Oh Virgen de Guadalupe, con humildad y con el alma contrita y llena de amor, te damos gracias por tus bendiciones y te pedimos que nos ayudes a transitar por estos tiempos difíciles que vivimos por culpa de nuestros pecados, y te rogamos que intercedas ante tu Hijo muy amado para que nos permita llegar un día al reino de los cielos que nos ha prometido.

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, dijo Jesús a las turbas: «En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Pues todos los profetas, lo mismo que la Ley, hasta Juan profetizaron. Y, si queréis admitirlo, él es Elías, el que iba a venir. El que tenga oídos, que oiga».
(Mt 11,11-15)

Comentario
Hoy, el Evangelio nos habla de san Juan Bautista, el Precursor del Mesías, aquel que ha venido a preparar los caminos del Señor. También a nosotros nos acompañará desde hoy hasta el día dieciséis, día en el que acaba la primera parte del Adviento.
Juan es un hombre firme, que sabe lo que cuestan las cosas, es consciente de que hay que luchar para mejorar y para ser santo, y por eso Jesús exclama: «Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan» (Mt 11,12). Los “violentos” son los que se hacen violencia a sí mismos: —¿Me esfuerzo para creerme que el Señor me ama? ¿Me sacrifico para ser “pequeño”? ¿Me esfuerzo para ser consciente y vivir como un hijo del Padre?
Santa Teresita de Lisieux se refiere también a estas palabras de Jesús diciendo algo que nos puede ayudar en nuestra conversación personal e íntima con Jesús: «Eres tú, ¡oh Pobreza!, mi primer sacrificio, te acompañaré hasta que me muera. Sé que el atleta, una vez en el estadio, se desprende de todo para correr. ¡Saboread, mundanos, vuestra angustia y pena, y los frutos amargos de vuestra vanidad; yo, feliz, obtendré de la pobreza las palmas del triunfo». —Y yo, ¿por qué me quejo enseguida cuando noto que me falta alguna cosa que considero necesaria? ¡Ojalá que en todos los aspectos de mi vida lo viera todo tan claro como la Doctora!
De un modo enigmático Jesús nos dice también hoy: «Juan es Elías (...). El que tenga oídos que oiga» (Mt 11,14-15). ¿Qué quiere decir? Quiere aclararnos que Juan era verdaderamente su precursor, el que llevó a término la misma misión que Elías, conforme a la creencia que existía en aquel entonces de que el profeta Elías tenía que volver antes que el Mesías.
Rev. D. Ignasi FABREGAT i Torrents (Terrassa, Barcelona, España)

Santoral Católico:
Nuestra Señora de Guadalupe
Advocación Mariana
Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net    

¡Buenos días!

Por una vida intensa

Todos los bienes y dones, —como escribe el apóstol Santiago— nos vienen del Padre de los astros luminosos. Aquí te ofrezco una súplica para los días en que te encuentres sin energía, sin voluntad de comenzar la jornada, sin ese empuje y alegría que necesitas para afrontar tus responsabilidades. Es del P. Víctor Fernández en su libro “Un estímulo para cada día”.

Señor, a veces me siento débil. Fortalece cada fibra de mi cuerpo y de mi interior. Así yo sé que nada podrá derribarme, porque ningún poder humano, ningún problema, ninguna enfermedad y ninguna dificultad pueden ser más fuertes que tu amor. Lléname de tu vida intensa, Señor, infunde tu dinamismo en mis acciones, inunda de vitalidad todo mi ser, renueva mis deseos de vivir. Ayúdame para que una vez más pueda elegir la vida en lugar de la muerte, la alegría en lugar de la melancolía, la esperanza en lugar del desánimo, el empeño en lugar de los lamentos. Tú que eres pura vida, inúndame, Señor. Amén.

En la Biblia hay expresiones que puedes repetirte al comenzar el día: “Yo espero en el Señor, él es mi auxilio y escudo; en su santo nombre confío” (S. 33). “El que confía en el Señor renueva sus fuerzas, despliega alas como las águilas; corre y  no se agota, avanza y no se fatiga” (Isaías 40, 31). Que pases un día muy feliz.
Padre Natalio

Tema del día:
Consejos de Juan Bautista 
para vivir el Adviento
En el Adviento, la Iglesia nos pone la figura de san Juan Bautista, y con él otra nueva imagen. Ya no se trata de preparar una tierra capaz de acoger adecuadamente la buena semilla: se trata de preparar un camino para que pueda, por él, llegar a nuestra alma la Persona adorable del Señor.

Son cuatro las órdenes, los consejos o las consignas que san Juan Bautista -y la Iglesia con él- nos da:

• La primera consigna de san Juan el Bautista es bajar los montes: todo monte y toda colina sea humillada, sea volteada, bajada, desmoronada. Y cada uno tiene que tomar esto con mucha seriedad y ver de qué manera y en qué forma ese orgullo -que todos tenemos- está en la propia alma y está con mayor prestancia, para tratar en el Adviento -con la ayuda de la gracia que hemos de pedir-, de reducirlo, moderarlo, vencerlo, ojalá suprimirlo en cuanto sea posible, a ese orgullo que obstaculizaría el descenso fructífero del Señor a nosotros.

• En segundo lugar, Juan el Bautista nos habla de enderezar los senderos. Es la consigna más importante: Yo soy una voz que grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. Y aquí tenemos, entonces, el llamado también obligatorio a la rectitud, es decir, a querer sincera y prácticamente sólo el bien, sólo lo que está bien, lo que es bueno, lo que quiere Dios, lo que es conforme con la ley de Dios o con la voluntad de Dios según nos conste de cualquier manera, lo que significa imitarlo a Jesús y darle gusto a Él, aquello que se hace escuchando la voz interior del Espíritu Santo y de nuestra conciencia manejada por Él.

A cada uno corresponde en este momento ver qué es lo que hay que enderezar en la propia conducta, pero sobre todo en la propia actitud interior para que Jesucristo Nuestro Señor, viendo claramente nuestra buena voluntad y viéndonos humildes, esté dispuesto a venir a nuestro interior con plenitud, o por lo menos con abundancia de gracias.

• El tercer aspecto del mensaje de san Juan el Bautista se refiere a hacer planos los caminos abruptos, los que tienen piedras o espinas, los que punzan los pies de los caminantes, los que impiden el camino tranquilo, sin dificultad. Y ese llamado hace referencia a la necesidad de ser para nuestro prójimo, precisamente, camino fácil y no obstáculo para su virtud y para su progreso espiritual: quitar de nosotros todo aquello que molesta al prójimo, que lo escandaliza, que lo irrita o que le dificulta de cualquier manera el poder marchar, directa o indirectamente, hacia el cielo.

• El cuarto elemento del mensaje de san Juan Bautista es el de llenar toda hondonada, todo abismo, todo vacío. Los caminos no sólo se construyen bajando los montes excesivos, ni sólo enderezando los senderos torcidos, o allanando los caminos que tengan piedras: también llenando las hondonadas o cubriendo las ausencias. Este mensaje se refiere a la necesidad de llenar nuestras manos y nuestra conciencia con méritos, con oraciones, con obras buenas -como hicieron los Reyes Magos y los pastores- para poder acoger a Jesucristo con algo que le dé gusto; no sólo con la ausencia de obstáculos o de cosas que lo molesten, no sólo con ausencia de orgullo o con ausencia de falta de rectitud o de dificultades en nuestra conducta para con el prójimo, sino también positivamente con la construcción: con nuestras oraciones y con nuestras buenas obras y un pequeño -al menos- caudal, capital de méritos, que dé gusto al Señor cuando venga y que podamos depositar a sus pies.

El Adviento, además de la conmemoración y el sentido del Antiguo Testamento -de la tierra que espera la buena semilla-, además de la figura límite entre el Antiguo Testamento y el Nuevo -san Juan Bautista-, este Tiempo nos acerca más al Señor por aquélla que, en definitiva, fue quien nos entregó a Jesucristo: la Virgen. No sólo en el hemisferio sur entramos al Adviento por la puerta del Mes de María, sino que en toda la Iglesia se entra al Adviento por la fiesta de la Inmaculada Concepción.

Por lo tanto, unamos a toda la ayuda que nos pueden prestar los patriarcas del Antiguo Testamento que desde el cielo ruegan por nosotros (ellos que tanto pidieron la venida del Mesías), unamos a la intercesión y a la figura sacramental de san Juan Bautista, unamos por encima de ellos la presencia de la Santísima Virgen y en todo este tiempo, pidiendo bien concretamente el poder liberarnos del pecado, de todo lo que en nosotros haya de orgullo, de falta de rectitud, de falta de caridad con el prójimo, de ausencia de virtud; liberarnos de todo ello para que, cuando venga Jesucristo el día de Navidad, no encuentre en nosotros ningún obstáculo a sus intenciones de llenar nuestra alma con su gracia.

La perspectiva de un nuevo nacimiento del Señor, en nosotros y en el mundo tan necesitado de Él, tiene que ser objeto de una preocupación, de todo un conjunto de sentimientos y de actos de voluntad que estén polarizados por el deseo de poner de nuestra parte todo lo que podamos, para que el Señor venga lo más plenamente posible sobre cada uno y sobre el mundo.

Quedémonos en espíritu de oración, fomentando en nuestro interior el deseo de que las cosas ocurran según las intenciones y los deseos del mismo Señor. Quedémonos, pues, unidos con Jesús, conversemos sobre estos temas, preguntémosle qué nos sugiere a cada uno en particular para que podamos, desde el comienzo, vivir el Adviento del modo más conducente para obtener la plenitud de Navidad que Él sin duda quiere darnos.
Autor: P. Luis María Etcheverry Boneo / Fuente: Catholic.net / Imagen: Google

Palabras del Papa Francisco

"Un cristiano es uno que está invitado. ¿Invitado a qué? ¿A emprender un negocio? ¿Invitado a dar un paseo? El Señor nos quiere decir algo más: ‘¡Tú estás invitado a la fiesta!’. El cristiano es aquel que está invitado a una fiesta, a la alegría, la alegría de ser salvado, la alegría de ser redimido, la alegría de participar en la vida con Jesús. ¡Esta es una alegría! ¡Tú estás invitado a la fiesta!"
Papa Francisco

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Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por la Paz en el mundo, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por Daysi N. S., internada en Buenos Aires, Argentina. Le han colocado un stent y está ahora en terapia intensiva. Que el Buen Jesús le conceda una pronta y feliz recuperación.

Pedimos oración por Benito, internado en terapia intensiva en La Habana, Cuba, por extirpación de tumor en cerebelo. Que el Señor Misericordioso lo toque con su mano sanadora y le conceda todas sus gracias.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

“Intimidad Divina”

En busca de Dios

Si el antiguo pueblo de Dios tenía todos los motivos para confiar en el Señor y sentirlo siempre a su lado, mucho más fuertes son los motivos que tiene para ello el nuevo pueblo de Dios, el pueblo cristiano. Dios no sólo está al lado de cada uno de los creyentes y les guía con providencia paterna, sino que ha puesto dentro de él su templo y morada. “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de dios habita en vosotros?” (1 Cr 3, 16). La palabra infalible de Jesús resuena continuamente en el corazón del cristiano: “Si alguno me ama… vendremos a él y en él haremos morada” (Jn 14, 23)… Dice San Juan de la Cruz: “Es de notar que el Verbo Hijo de Dios, juntamente con el Padre y el Espíritu Santo, esencial y presencialmente está escondido en el íntimo ser del alma; por tanto, el alma que le ha de hallar conviene salir de todas las cosas según la afición y voluntad, y entrarse en sumo recogimiento dentro de sí misma, siéndole todas las cosas como si no fuesen” (Cántico 1, 6). La búsqueda amorosa de Dios escondido en nosotros responde en intensidad y grado a esta muerte al mundo y a nosotros mismos. Cuanto más morimos, más encontramos a Dios.

“¿Pensáis que importa poco para un alma… entender esta verdad y ver que no ha menester para hablar con su Padre eterno ir al cielo ni para regalarse con él, ni ha menester hablar a voces?... Ni ha menester alas para ir a buscarle, sino ponerse en soledad y mirarle dentro de sí y no extrañarse de tan buen huésped” (Santa Teresa, Camino, 28, 2). Pero la verdad es que también los cristianos y hasta las almas consagradas a Dios se contentan con frecuencia con una vida superficial, del todo exterior, que los hace incapaces de recogerse en su interior para encontrarse con Dios. Hay dentro de nosotros todo un mundo de tendencias, de impulsos y de pasiones ardientes, que nos arrastran hacia las criaturas y nos inducen a darles nuestro corazón, a colocar en ellas nuestra esperanza, a buscar nuestro consuelo en su memoria. Y vivimos en este mundo superficial que nos absorbe hasta el punto de olvidarnos de esta vida más profunda, totalmente interior, en la cual estaría el alma en unión íntima con su Dios.

Diríase que el Señor nos espera en el fondo de nuestra alma, pero nosotros no llegamos a ese fondo, embebidos como estamos en mil negocios exteriores, a los cuales prestamos toda nuestra atención. “El que ha de hallar una cosa escondida –advierte San Juan de la Cruz–, tan a lo escondido y hasta lo escondido donde ella está ha de entrar, y cuando la halla, él también está escondido como ella. Como quiera, pues, que tu Esposo amado es el tesoro escondido en el campo de tu alma, por el cual el sabio mercader dio todas sus cosas, convendrá que para que tú le halles, olvidando todas las tuyas… te escondas en tu retrete interior del espíritu” (C. 1, 9). Sin una cierta separación y evasión del mundo exterior y de la vida superficial, es imposible llegar hasta Dios presente pero escondido en nosotros, y vivir en comunión con quien no nos abandona si nosotros no le abandonamos primero.

“¡Oh, pues, alma hermosísima entre todas las criaturas, que tanto deseas saber el lugar donde está tu Amado, para buscarle y unirte a él! Ya se te dice que tú misma eres el aposento donde él mora y el retrete y escondrijo donde está escondido; que es cosa de grande contentamiento y alegría para ti ver que todo tu bien y esperanza está tan cerca de ti, que está en ti, o por mejor decir, tú no puedes estar sin él… ¿Qué más quieres, ¡oh, alma!, y qué más buscas fuera de ti, pues dentro de ti tienes tus riquezas, tus deleites, tu satisfacción, tu hartura y tu reino que es tu Amado a quien desea y busca tu alma? Gózate y alégrate en tu interior recogimiento con él, pues le tienes tan cerca. Ahí le desea, ahí le adora y no le vayas a buscar fuera de ti, porque te distraerás y cansarás y no le hallarás ni gozarás más cierto, ni más presto, ni más cerca que dentro de ti” (San Juan de la Cruz, Cántico)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D. 
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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