PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 8 - Número 2126 ~ Lunes
26 de Agosto de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
Los nacionalismos y los discursos sobre la existencia de
distintas razas se han vuelto caducos. Los seres humanos somos tan semejantes
que es cada vez más discutible postular la existencia de diferencias raciales.
El reconocimiento de las semejanzas y la afirmación de la
condición universal de la humanidad favorecen la integración y la convivencia
armoniosa entre las personas y sociedades. El camino cristiano tiene
pretensiones de universalidad.
No pretende desintegrar las diferentes culturas, sino
injertar la Buena Nueva del Evangelio en cada mentalidad. La paz entre las
naciones -como postula el Parlamento de las Religiones- no se alcanzará si no
hay paz y diálogo entre las religiones.
Si en otro tiempo las diferencias de credo auspiciaron
guerras destructoras, en el presente no tiene ningún sentido plantearlo. Los
genuinos caminos religiosos buscan ser constructores de la paz y la concordia.
Fuente "La Verdad Católica"
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y
fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el Reino de los Cielos! Vosotros
ciertamente no entráis; y a los que están entrando no les dejáis entrar. ¡Ay de
vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que recorréis mar y tierra para hacer
un prosélito, y, cuando llega a serlo, le hacéis hijo de condenación el doble
que vosotros! ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: ‘Si uno jura por el
Santuario, eso no es nada; mas si jura por el oro del Santuario, queda
obligado!’ ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante, el oro, o el Santuario
que hace sagrado el oro? Y también: ‘Si uno jura por el altar, eso no es nada;
mas si jura por la ofrenda que está sobre él, queda obligado’. ¡Ciegos! ¿Qué es
más importante, la ofrenda, o el altar que hace sagrada la ofrenda? Quien jura,
pues, por el altar, jura por él y por todo lo que está sobre él. Quien jura por
el Santuario, jura por él y por Aquel que lo habita. Y quien jura por el cielo,
jura por el trono de Dios y por Aquel que está sentado en él».
(Mt 23,13-22)
Comentario
Hoy, el Señor nos quiere iluminar sobre un concepto que
en sí mismo es elemental, pero que pocos llegan a profundizar: guiar hacia un
desastre no es guiar a la vida, sino a la muerte. Quien enseña a morir o a
matar a los demás no es un maestro de vida, sino un “asesino”.
El Señor hoy está —diríamos— de malhumor, está justamente
enfadado con los guías que extravían al prójimo y le quitan el gusto del vivir
y, finalmente, la vida: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que
recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y, cuando llega a serlo, le
hacéis hijo de condenación el doble que vosotros!» (Mt 23,15).
Hay gente que intenta de verdad entrar en el Reino de los
cielos, y quitarle esta ilusión es una culpa verdaderamente grave. Se han
apoderado de las llaves de entrada, pero para ellos representan un “juguete”,
algo llamativo para tener colgado en el cinturón y nada más. Los fariseos
persiguen a los individuos, y les “dan la caza” para llevarlos a su propia
convicción religiosa; no a la de Dios, sino a la propia; con el fin de
convertirlos no en hijos de Dios, sino del infierno. Su orgullo no eleva al
cielo, no conduce a la vida, sino a la perdición. ¡Que error tan grave!
«Guías —les dice Jesús— ciegos, que coláis el mosquito y
os tragáis el camello» (Mt 23,24). Todo está trocado, revuelto; el Señor
repetidamente ha intentado destapar las orejas y desvelar los ojos a los
fariseos, pero dice el profeta Zacarías: «Ellos no pusieron atención, volvieron
obstinadamente las espaldas y se taparon las orejas para no oír» (Za 7,11).
Entonces, en el momento del juicio, el juez emitirá una sentencia severa:
«¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!» (Mt 7,23). No es
suficiente saber más: hace falta saber la verdad y enseñarla con humilde
fidelidad. Acordémonos del dicho de un auténtico maestro de sabiduría, santo
Tomás de Aquino: «¡Mientras ensalzan su propia bravura, los soberbios envilecen
la excelencia de la verdad!».
P. Raimondo M. SORGIA Mannai OP (San Domenico di Fiesole,
Florencia, Italia)
Santoral Católico:
Santa Teresa de Jesús Jornet
e Ibars
Virgen y Fundadora
En Liria, en España, santa Teresa de Jesús Jornet Ibars,
virgen, que, para ayudar a los ancianos, fundó el Instituto de las Hermanitas
de los Ancianos Desamparados (1897). Información amplia haciendo clic acá.
Hoy también se recuerda al
Beato Ceferino Namuncurá
¡Buenos días!
Bernardo y los ladrones
La sexualidad es
una parte central del ser humano y tiene que ver con el modo de canalizar
nuestros deseos. La castidad no oprime nuestra sexualidad, más bien, la está
verdaderamente orientando como Dios quiere. “Castidad significa tener la fuerza
de usar nuestra sexualidad de acuerdo con el plan de Dios” (Jason Evert). Una
anécdota de san Bernardo:
Antes de entrar al convento, san Bernardo
siendo muy joven y de porte elegante, iba cabalgando lejos de su casa con
varios amigos. La noche los sorprendió, por lo que buscaron hospitalidad en una
casa. La dueña los recibió bien, e insistió en que Bernardo, como jefe del
grupo, ocupase una habitación separada. Durante la noche, la mujer se presentó
en la habitación con intenciones deshonestas. Bernardo, en cuanto se dio cuenta
de lo que ocurría, fingió con gran presencia de ánimo creer que se trataba de
un intento de robo, y con toda su fuerza empezó a gritar: —¡Ladrones, ladrones!
La intrusa se alejó rápidamente. Al día siguiente, cuando el grupo se marchaba,
sus amigos empezaron a bromear sobre el imaginario ladrón, pero Bernardo, contestó
con calma: —No fue ningún sueño. El ladrón entró sin duda en la habitación,
pero no para robarme el oro y la plata, sino algo de mucho más valor.
La castidad es un
estilo de vida que ordena nuestros deseos para el bien y protege nuestro
corazón, nuestra alma y nuestro cuerpo. Es reconocer que estamos hechos “a imagen
y semejanza de Dios” y que debemos defender esa dignidad. “La castidad es una
virtud moral. Es también un don de Dios, una gracia, un fruto del trabajo
espiritual. El Espíritu Santo concede, al que ha sido regenerado por el agua
del Bautismo, imitar la pureza de Cristo” (CIC 2345).
Padre Natalio
La frase de hoy
“Ninguna persona merece tus lágrimas,
y quien se las merezca no te hará llorar”
Gabriel García Marquez
Tema del día:
¿Por qué mentimos?
1) Para saber
En su reciente encíclica, “La luz de la fe”, el Papa
Francisco explica que la fe está conectada esencialmente con la verdad. A veces
parece que la fe es algo que solo tiene que ver con los sentimientos, sin
importar si está fundada en algo real, de tal manera que no es raro oír: “lo
importante es creer en algo”. Pero ¿qué sucede si ese “algo” es falso? ¿Sería
correcto creer en algo falso? El hombre está llamado a perfeccionarse con la
verdad, y tener falsedades en la inteligencia sería como estar enfermo de la
mente.
Habría que ver si realmente hay alguien que no le importe
creer falsedades. No conozco persona que le agrade que la engañen y no le digan
la verdad. La fe da esa verdad al conocimiento.
2) Para pensar
Se cuenta que Aristóteles nunca mentía. En una ocasión un
discípulo le preguntó por qué no mentía. El filósofo le contestó: “La mentira
solo sirve para que no te crean cuando dices la verdad”.
En efecto, lo que hace la mentira es restarle valor a
nuestras palabras. Detrás de una mentira puede haber varias razones. Si se
descubren sus motivos, se podrá poner remedio. El pensador Alfonso Aguiló
propone varias razones, para evitarlas en nosotros y en los demás,
especialmente en los hijos.
Una causa de la mentira es el temor al castigo. Habría
que revisar cómo reaccionamos, pues podríamos estar provocando tal miedo que
prefieren mentirnos.
Otros mienten por cobardía, por no afrontar la
responsabilidad de los propios actos. Habrá que enseñar a ser fuertes y dar
respuesta de las obras, aunque sea en cosas pequeñas.
También se miente por no reconocer el propio error. Falta
humildad, y por ello no hay que consentir excusas y justificaciones.
Algunos mienten por presumir, cuentan historias
asombrosas y atrevidas... Hay que saber desenmascarar esa vanidad de querer ser
el centro de la atención de todos y quedar bien siempre.
Y cuando se ha mentido, para encubrirla, se vuelve a
mentir. La vergüenza para confesar el primer error hace cometer muchos otros.
Una mentira siempre necesita ser apoyada por otras para mantenerse en pie.
Ante una persona que tiene el vicio de mentir, si se es
excesivamente riguroso, la persona se ve inclinada a apuntalar cada mentira con
otras nuevas y será cada vez peor. Por ejemplo, si es mucho el miedo de un hijo
a la reacción de sus padres ante las calificaciones académicas, querrá retener
el boletín inventándose cualquier excusa, y mentirá respecto a las fechas de
los exámenes o no dirá la verdad sobre lo que hace, con quién va, o adónde.
Importará crear un clima de confianza que facilite hablar
con sencillez, sin hacer un drama de lo que no lo es, ni irritarse. Lograr que
la otra persona se sienta segura de ser comprendida y querida.
3) Para vivir
Es mala señal que alguien acompañe sus declaraciones con
juramentos o promesas, pues cuando es habitual recurrir a eso como garantía de
lo que dice, suele ser porque la verdad brilla por su ausencia. Pero no hay
necesidad. Recordemos las palabras de Nuestro Señor Jesucristo en el Evangelio:
“Pero yo os digo: No juréis en absoluto; ni por el Cielo, porque es el trono de
Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies… Sea, pues, vuestro
modo de hablar: Sí, sí, o no, no. Lo que exceda de esto, viene del Maligno (Mt
5, 34-37).
Pbro. José Martínez Colín
Mensaje de María Reina de la
Paz
Mensaje de María Reina de la Paz del 25 de agosto de 2015
¡Queridos hijos! También hoy el Altísimo me concede la
gracia de estar con ustedes y de guiarlos hacia la conversión. Día tras día
siembro y los invito a la conversión para que sean oración, paz, amor, y trigo
que al morir produce el céntuplo. No deseo que ustedes, queridos hijos, tengan
que arrepentirse por todo lo que pudieron hacer y no quisieron. Por eso
hijitos, digan de nuevo con entusiasmo: “Deseo ser un signo para los demás”.
Gracias por haber respondido a mi llamado.
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa
Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas,
catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la
unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro
Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por la
Paz en el mundo, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos
especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos
políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de
las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los
jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y
religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por Valeria
Z., de Córdoba, Argentina, que padece de cáncer y no quiere continuar con
el tratamiento, para que Dios la ilumine. Y pedimos también oraciones por las
intenciones personales de Nancy S.,
de la misma ciudad de Córdoba.
Pedimos oración por Indio
Albín, tres años; internado en Buenos Aires, Argentina, con infección en
peritoneo que está pasando; pero ahora debe responder al síndrome nefrítico.
Que Jesús lo proteja…
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por
nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
“Intimidad Divina”
Señor mío y Dios
mío
Ha dicho Jesús: “A Dios lo que es de Dios” (Mt 22, 21).
¿Qué tiene el hombre que no sea de Dios, que no lo haya recibido de él? La vida
natural y sobrenatural, el entender y el querer, todo don de naturaleza y de
gracia, todo recurso y capacidad, el universo que lo rodea y todo cuanto sirve
para su existencia, las maravillas y las riquezas de la creación: todo proviene
de Dios, que es Creador, Señor y Padre. “Yo soy el Señor tu Dios” (Dt 5, 6).
Esta solemne afirmación que inicia el Decálogo y marca su ritmo, debe penetrar
en el corazón del hombre y grabar en él el sentimiento profundo de la soberanía
de Dios, a la que se le reconocen todos los derechos. Por más que haga el
hombre, nunca podrá dar a Dios todo el obsequio, la reverencia, la adoración y
el amor que se le deben, y quedará siempre infinitamente debajo de lo que la
Majestad Divina se merece. Aunque consagre a Dios toda su vida, no hará más que
devolverle, y siempre de modo muy imperfecto y escaso, lo que de él ha
recibido. Aunque consuma todas sus fuerzas y haberes para servirlo, no podrá
menos de concluir con la frase del Evangelio: “siervos inútiles somos” (Lc 17,
10). Dar a Dios lo que es de Dios, deber esencial de la virtud de la religión,
significa reconocer y vivir su señorío absoluto, tributándole no algún acto de
obsequio, sino el obsequio total del espíritu, del corazón y de la vida.
“¿Hasta cuándo vais a estar cojeando con los dos pies? Si
el Señor es Dios, seguidle” (1 Re 18, 21). La palabra de Elías que arde en celo
por su Dios, es el grito espontáneo de la fe arraigada profundamente en el
corazón del hombre. El señorío del Señor hay que vivirlo en serio, en lo
concreto de la vida diaria. “No habrá para ti otros dioses delante de mí…
Porque yo, el Señor tu Dios, soy un dios celoso” (Dt 5, 7-9), dice el Decálogo.
Y Jesús lo confirma precisando: “Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás
culto. Nadie puede servir a dos señores” (Mt 4, 10; 6, 24). El cristiano tiene
un único Dios, un único Amo, un único Señor. ¿Quién lo duda en teoría? Pero en
la práctica es demasiado fácil aceptar en la propia vida la concurrencia de
otros amos. El yo, el dinero, el placer, son amos a los que el cristiano no
raras veces siente la tentación de servir.
“El que no está conmigo, está contra mí”, ha dicho Jesús
(Mt 12, 30). Todo lo que en la vida del hombre no concuerda con esa exigencia
de estar con Cristo y de dar a Dios la primacía que le pertenece, está contra
Cristo, contra Dios. Para afianzar su elección, para tutelar en sí los derechos
de Dios, debe el cristiano en toda su conducta renunciarse a sí mismo y a
cualquier cosa –grande o pequeña– que lo sustraiga en poco o en mucho al señorío
del Altísimo. Es ésta la exigencia fundamental incluida en el primer
mandamiento, clave de la observancia de todo el decálogo. Sólo así se podrá
amar a Dios “con todo el corazón, con toda la mente, con todas las fuerzas” (Mc
12, 30). Sólo así será el cristiano sincero cuando, postrándose en adoración
diga: “¡Señor mío y Dios mío!” (Jn 20, 28).
¡Dios mío y mi
todo! Poseerte equivale a poseerlo todo. ¡Dáteme a ti mismo, Señor! No osaría
aventurar una demanda tan atrevida, señal de presunción, si tú mismo no me
hubieses acodiciado. Tú has tomado mi naturaleza, te has hecho mi hermano, has
muerto como mueren los demás hombres, y cierto de modo más terrible, todo para
que pueda yo acercarme a ti con plena confianza y no me quede lejos, presa del
temo… ¡Dios mío y mi todo! Nada sabría añadir, aunque hablase por toda la
eternidad. Poseyéndote a ti, soy infinitamente rico; sin ti, en cambio, nada
soy, me desmorono, me disuelvo, me desvanezco. (J. H. Newman, Madurez
cristiana)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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