PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 8 - Número 2105 ~ Lunes 5
de Agosto de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
La recta y prudente relación del ser humano con sus
bienes materiales es difícil de alcanzar. De la indolencia a la ambición
desmedida caben muchas opciones.
La situación social del país ha ido mejorando y en la
opinión de algunos analistas se ha ensanchado la clase media. No es momento de
cruzarse brazos ni juzgar que estamos en el mejor de los mundos.
La desigualdad social se manifiesta en el acceso disparejo
a la salud, la educación y la jubilación. La tranquilidad social y el bienestar
general dependen del reparto y la producción suficiente de bienes.
Quienes amontonan riquezas para sí, como dice el
Evangelio, obstaculizan con mecanismos y leyes inequitativas, la mejora de las
condiciones de vida de muchas personas.
Los grandes retos sociales que enfrentamos son una
llamada de atención a nuestra responsabilidad social y a nuestro compromiso
cristiano.
"La verdad católica"
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, cuando Jesús recibió la noticia de la
muerte de Juan Bautista, se retiró de allí en una barca, aparte, a un lugar
solitario. En cuanto lo supieron las gentes, salieron tras Él viniendo a pie de
las ciudades. Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos y curó
a sus enfermos.
Al atardecer se le acercaron los discípulos diciendo: «El
lugar está deshabitado, y la hora es ya pasada. Despide, pues, a la gente, para
que vayan a los pueblos y se compren comida». Mas Jesús les dijo: «No tienen
por qué marcharse; dadles vosotros de comer». Dícenle ellos: «No tenemos aquí
más que cinco panes y dos peces». Él dijo: «Traédmelos acá».
Y ordenó a la gente reclinarse sobre la hierba; tomó
luego los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo,
pronunció la bendición y, partiendo los panes, se los dio a los discípulos y
los discípulos a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron de los
trozos sobrantes doce canastos llenos. Y los que habían comido eran unos cinco
mil hombres, sin contar mujeres y niños.
(Mt 14,13-21)
Comentario
Hoy, el Evangelio toca nuestros “bolsillos mentales”...
Por esto, como en tiempos de Jesús, pueden aparecer las voces de los prudentes
para sopesar si vale la pena tal asunto. Los discípulos, al ver que se hacía
tarde y que no sabían cómo atender a aquel gentío reunido en torno a Jesús,
encuentran una salida airosa: «Que vayan a los pueblos y se compren comida» (Mt
14,15). Poco se esperaban que su Maestro y Señor les fuera a romper este razonamiento
tan prudente, diciéndoles: «Dadles vosotros de comer» (Mt 14,16).
Un dicho popular dice: «Quien deja a Dios fuera de sus
cuentas, no sabe contar». Y es cierto, los discípulos —nosotros tampoco— no
sabemos contar, porque olvidamos frecuentemente el sumando de mayor
importancia: Dios mismo entre nosotros.
Los discípulos realizaron bien las cuentas; contaron con
exactitud el número de panes y de peces, pero al dividirlos mentalmente entre
tanta gente, les salía casi un cero periódico; por eso optaron por el realismo
prudente: «No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces» (Mt 14,17). ¡No se
percatan de que tienen a Jesús —verdadero Dios y verdadero hombre— entre ellos!
Parafraseando a san Josemaría, no nos iría mal recordar
aquí que: «En las empresas de apostolado, está bien —es un deber— que
consideres tus medios terrenos (2 + 2 = 4), pero no olvides ¡nunca! que has de
contar, por fortuna, con otro sumando: Dios + 2 + 2...». El optimismo cristiano
no se fundamenta en la ausencia de dificultades, de resistencias y de errores
personales, sino en Dios que nos dice: «He aquí que yo estoy con vosotros todos
los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20).
Sería bueno que tú y yo, ante las dificultades, antes de
dar una sentencia de muerte a la audacia y al optimismo del espíritu cristiano,
contemos con Dios. Ojalá que podamos decir con san Francisco aquella genial
oración: «Allí donde haya odio que yo ponga amor»; es decir, allí donde no
salgan las cuentas, que cuente con Dios.
Rev. D. Xavier ROMERO i Galdeano (Cervera, Lleida,
España)
Santoral Católico:
Dedicación de la Basílica de Santa María
Llamada también Ntra. Sra. de las Nieves
Dedicación de la basílica de Santa María, en Roma,
construida en el monte Esquilino, que el papa Sixto III ofreció al pueblo de
Dios como recuerdo del Concilio de Efeso, en el que la Virgen María fue saludada
como Madre de Dios (c. 434).
Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net
¡Buenos días!
Como a un padre
La oración que
haces al comenzar la jornada y al terminarla, es la expresión de tu amor y
confianza en Dios. Entre estos dos momentos, si amas de verdad a Dios con toda
el alma y con todas las fuerzas, como dice la Palabra, de alguna manera el
recuerdo amoroso del Señor te acompañará en las variadas tareas de tu jornada.
El abuelo preguntó al nietecito si rezaba las
oraciones de la noche. —¡Oh, sí!,
respondió el niño. —¿Rezas también por la mañana?, siguió preguntando el
abuelo. —¿Para qué?, contestó el niño, en el día no tengo miedo. Así obramos
muchos de nosotros: recurrimos a Dios, como se recurre al médico, cuando lo
necesitamos. Entonces lo invocamos diciéndole: "Padre nuestro". Ya
que le damos ese nombre, deberíamos acudir a él no sólo cuando lo necesitamos,
sino también para manifestarle, como Padre que es, nuestras alegrías, nuestra
gratitud, nuestras penas, nuestras preocupaciones, nuestros deseos.
“Uno puede orar
en las calles, las oficinas, las escuelas, como así también en el recogimiento
de la propia habitación o en medio de multitudes. Pero de poco sirve orar por
la mañana, si se vive el resto del día como un ateo. La verdadera oración
moldea la vida y una vida auténtica exige la oración” (A. Carrel). Que la oración
cada vez gane más espacio en tus jornadas.
Padre Natalio
La frase de hoy
“He recibido hoy dos cartas en el mismo correo:
una decía que yo era un gran santo
y la otra, que era un hipócrita y un impostor.
La primera me hacía mejor de lo que soy
y la segunda me hacía peor de lo que soy.
Delante de Dios, todos somos lo que somos, nada más ni
nada menos”.
Cura de Ars
Tema del día:
La primavera de la Iglesia
¿Acaso no sienten ustedes la alegría y el gozo propio de
una primavera que ha inundado a nuestra Iglesia con fragancias y sonidos inesperados? Si hasta los que nunca la han
querido o conocido lo pueden ver y sentir. Y esto vino a ocurrir justamente en
medio de circunstancias de gran preocupación y angustia, como para demostrar
que Dios actúa cuando Él quiere, cuando menos lo esperamos.
Hoy quiero recordar, desde la ayuda de una catequesis de
Benedicto XVI, lo que enseñaba San Cipriano en el siglo III sobre la Iglesia:
“San Cipriano
distingue entre Iglesia visible, jerárquica, e Iglesia invisible, mística, pero
afirma con fuerza que la Iglesia es una sola, fundada sobre Pedro. No se cansa
de repetir que «quien abandona la cátedra de Pedro, sobre la que está fundada
la Iglesia, se engaña si cree que se mantiene en la Iglesia” (Benedicto
XVI, miércoles 25 de febrero de 2009).
La Iglesia que vemos, hecha de hombres, no debe quitarnos
la mirada de la iglesia invisible, mística, plena del Espíritu Santo que la
nutre y guía. Muchas veces nos engañamos por los errores de los hombres que
hacen a la Iglesia visible, jerárquica en las palabras de San Cipriano. Pero somos
todos, laicos y consagrados, los que damos carne y huesos a la Iglesia, y
también pecado porque somos pecadores, así como error porque somos falibles.
Nunca, nunca, debemos permitir que la humanidad y debilidad de la Iglesia
visible nos haga perder de vista a la Iglesia invisible, mística. De la
Iglesia, visible e invisible, porque es indivisible, no debemos separarnos
jamás aunque nos duelan los errores de los hombres. Al encuentro con el Milagro
Eucarístico diario, que ocurre en los altares del mundo entero, nos debemos
como bautizados hijos de Dios.
De este modo, no debiera sorprendernos que esta primavera
se inicie a partir del surgimiento de un nuevo Pontífice, porque todo es parte
de los impulsos de la Iglesia mística que subyace a lo visible. Es tan
humanamente inexplicable y rápido el proceso que vivimos a partir de la
elección del Papa Francisco, que no cabe ver a otro más que al Espíritu Santo
detrás de la inspiración que mueve los hilos de la Barca de Pedro. Por supuesto
que jamás Dios obra en vano, porque siempre lo hace por encima y más allá de
los hombres y sus intenciones. El Señor decide cuando intervenir y dar un golpe
de timón a la Barca, de tal modo que el hombre no pueda alterar los planes que
El mismo ha establecido en Su Divina Voluntad.
A nosotros corresponde, entonces, el discernir como
actuar frente al viento primaveral que renueva y refresca a nuestra Iglesia. No
podemos dejar pasar la oportunidad, por supuesto, de sumarnos al impulso y
reforzar nuestra contribución como miembros del Cuerpo Místico, desde el lugar
al que a cada uno de nosotros nos corresponda.
Sabemos que cuando Dios inspira algo, el mundo se mueve
acompañando esa inspiración. Pero también sabemos que de inmediato se ponen a
actuar las fuerzas del mundo (y sus inspiradores) para contrarrestar y bloquear
el avance. Francamente, el actuar del oponente es sutil, pues las más de las
veces se va a sumar al festejo primaveral, buscando no lucir descolocado para
de ese modo detectar el punto débil donde golpear, si es posible desde dentro,
y en cualquier caso desde fuera también.
Nosotros, con buenas intenciones en nuestros corazones,
debemos redoblar nuestro esfuerzo y alzar nuestras velas para capturar al
máximo el viento del Espíritu Santo. Dios, toda Gloria y todo Amor, nos regala
Su Gracia para que seamos flores en esta primavera, para que inundemos el mundo
con perfumes de sencillez y pureza. María, solícita como siempre, acompañará la
Voluntad de su Hijo y hará de sus pequeños hijos un ramillete de trabajadores
felices y llenos de entusiasmo.
Pero, también sabemos que después de la primavera viene
el otoño, y luego el crudo invierno. Por eso no debemos ser holgazanes y
derrochar el tiempo, pensando que esta primavera durará para siempre. No es
así, porque no hay Luz sin Cruz, y al gozo siguen los dolores, así como a los
consuelos siguen las penas. El ciclo de la vida sigue adelante, y la primavera
es momento de trabajar y producir, no de tocar la guitarra como la cigarra. No
hay tiempo para la holgazanería en el Plan de Dios, porque el trabajo nos
mantiene vivos, nos alimenta y da sentido a nuestro existir. ¡El trabajo es
puerta necesaria a la salvación!
Mis amigos, con la venida del nuevo Papa Francisco, se
han abierto muchos corazones que están dispuestos a escuchar la Palabra del
Maestro, dispuestos a volver a los sacramentos, y atentos a la mano que
acaricia. Seamos dignos hermanos que con su actitud invitan a volver a casa,
demos abrazos y palabras de consuelo, actuemos con paciencia y vocación de enseñar
y perdonar.
Señor, Tú que traes a este mundo una brisa de aire fresco
que renueva nuestra esperanza, danos las llaves de Tu Casa para que podamos
ayudar a limpiarla, decorarla, ponerla hermosa y habitable. Danos Tu Santo
Espíritu para que nuestras bocas hablen de lo que Tú quieras. Danos la
docilidad de Tu Santísima Madre para que nos dejemos morir a nuestras pasiones
y deseos, y seamos dignos hijos de aquella que supo ser Tu Madre en Nazaret de
Galilea.
Señor, abre nuestros oídos para que solo podamos escuchar
Tu Voz de Maestro. Abre nuestros ojos para que solo veamos lo que es digno de
ser visto. Hoy, más que nunca, necesitamos ser Uno junto a Ti, que eres Uno en
Tu Trinidad. Señor, danos Tu Mano y llévanos con paso seguro, porque queremos
ser Iglesia contigo, por siempre y para siempre.
Fuente: Reina del Cielo.org
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa
Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas,
catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la
unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro
Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por la
Paz en el mundo, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos
especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos
políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de
las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los
jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y
religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por Tony
G. O., cubano viviendo en Miami, quien padece de diabetes mellitus ya muy
complicada y tiene una depresión muy seria. También por Betty P., periodista muy conocida en Miami, está en un coma
inducido debido a una grave afección interna. Está reportada como grave desde
hace tres semanas. Oramos por ambos.
Pedimos oración por estas personas de Córdoba, Argentina:
por la salud de Gonzalo Agustín,
afectado de linfoma; por la salud del alma de Adrián Guillermo; y por la conversión de Mariela y Ángeles.
Pedimos oración por Reinaldo
B., de Valencia, Venezuela, quien espera el resultado de una biopsia de un
tumor en el cuello.
Pedimos oración por Kenneth
G. V. y Yudy Z. C., para que
Dios restaure su amor por bien de la hijita va nacer y de sus propias almas.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por
nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible
dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no
publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la
solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y
enviarlos a feluzul@gmail.com y deben
poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan sin
asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos. No se reciben
pedidos de oración a través de Facebook ni por otro medio que no sea el correo
antes señalado.
Los Pedidos de Oración se publican de lunes a sábados.
Los domingos se publican los agradecimientos por las gracias concedidas.
“Intimidad Divina”
El mayor y primer
mandamiento
“Escucha Israel: El Señor es nuestro Dios, sólo el Señor.
Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu
fuerza” (Dt 6, 4-5). Así proclamó Moisés el precepto del amor a Dios. Y Jesús,
preguntando sobre el mandamiento primero de la ley, no hizo más que repetir esa
misma fórmula: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y
con toda tu fuerza” (Mc 12, 30). Dios, amor infinito, eternamente feliz en sí
mismo, no necesita del amor de los hombres, y con todo lo quiere. Dios creando
al hombre ha creado en él el amor, participación de su caridad infinita. Este
amor es “suyo”, le pertenece; y él está celoso de ese amor, lo quiere, lo
defiende, lo demanda. El amor que bajó de Dios al hombre, tiene que subir del
hombre a Dios. Por eso Jesús presenta el precepto del amor no sólo como el
primero sino como el mayor de todos: “No existe otro mandamiento mayor que
éste” (ib. 31)… Nada glorifica a Dios como el amor libre de su criatura, pero
al mismo tiempo nada ennoblece al hombre y lo hace feliz como el amor de su
Dios. El mandamiento del amor es el centro de la vida cristiana… debe el
cristiano llevarlo impreso en el corazón haciendo lo que dice la Escritura: se
lo “repetirás a tus hijos, se lo dirás tanto si estás en casa si vas de viaje,
cuanto te acuestes y cuando te levantes” (Dt 6, 7).
El Vaticano II tratando del llamamiento de todos a la
santidad, precisa: “todos los fieles, de cualquier estado o régimen de vida,
son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la
caridad” (LG 40). En realidad no hay plenitud de vida cristiana sin plenitud de
caridad, porque el progreso en la gracia es simultáneo y correlativo en la
caridad. Un amor más fuerte y generoso postula una gracia más intensa y
penetrante. Por otra parte, la caridad no es un consejo, es un precepto
dirigido a todos sin distinciones, y absolutamente necesario para la salación
eterna. “El que no ama no ha conocido a Dios” (1 Jn 4, 8). Pero ¿hasta qué
punto hay que amar a Dios? Responde San Bernardo: “La causa por la que amamos a
Dios es Dios mismo; la medida de amar a Dios es amarle sin medida”. Por más que
el hombre ame a Dios no podrá amarlo nunca cuanto pide su amabilidad infinita;
por eso el precepto de la caridad por su naturaleza carece de todo límite. La
vida del cristiano es un caminar continuo hacia Dios, su fin último.
En este camino, enseña Santo Tomás, “tanto más avanzamos
cuanto más nos acercamos a Dios, al cual uno se acerca no con los pasos del
cuerpo, sino con los afectos del alma”. Son los pasos del amor los que conducen
a Dios, es la caridad la que une a él. Si esos pasos se detienen, la caridad no
crece, el cristiano no puede alcanzar la meta. Escribía San Pablo a los
Filipenses: “Lo que pido en mi oración es que vuestro amor siga creciendo cada
vez más” (Fl 1, 9), y hablando de sí mismo, decía: “No que lo tenga ya
conseguido o que sea ya perfecto, sino que continúo mi carrera por si logro
alcanzarlo” (ib. 3, 12). El precepto de la caridad exige este esfuerzo
continuo, esta continua tensión hacia Dios, Bien infinito. La misma enunciación
del precepto: “amarás con todo el
corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas” indica totalidad y
generosidad sin límites ni reservas. Pero como la caridad viene sólo de Dios,
sólo Dios puede aumentarla. Y Dios, poder infinito, puede acrecerla sin límite;
para hacerlo pide sólo una voluntad dócil, disponible y generosa.
Tu amor, ¡oh Señor
Jesucristo!, es fuente de vida y una alma no puede vivir si de ella no se
abreva, ni puede abrevarse si no está junto a la fuente, es decir, junto a ti,
que eres la fuente de todo el amor. ¡Oh fuente de verdadero amor y de inmensa
dulzura, que nunca faltas sino siempre restauras!, yo, miserable pecador,
oprimido por el grave peso de mis pecados, sufro una ardiente sed de amor
porque me ha alejado demasiado de ti, fuente de vida. Dígnate, pues, mirarme
piadosamente y conducirme a ti, manantial de amor y de dilección, para que beba
el agua de tu amor tan grande; que yo la beba y con ella me restaure y guste su
dulzura y su sabor, y mi alma sea con ella lavada y purificada de toda mancha
de pecado, para que, limpia de toda culpa, te agrade y te sirva y viva contigo
en el amor por los siglos de los siglos sin fin. (R. Jordán, Contemplaciones
sobre el amor divino).
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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