PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 8 - Número 2119 ~ Lunes
19 de Agosto de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
En el seguimiento de Jesús, en el compromiso de trabajar
“junto a él” para mejorar el mundo, hay que “jugarse”…
El cristianismo es el fuego, el ardor, el entusiasmo
vital que Jesús trajo a la tierra para hacer un hombre nuevo, más humano, más
solidario, más fraterno.
Los cristianos seguimos a Jesús, seguimos su ejemplo,
compartimos su misión. Esto es mucho más que una linda frase. Reclama “jugarse”
con decisión, con coraje, sin dejarse abatir por el desaliento.
Es inimaginable lo que ha logrado el cristianismo en
veinte siglos. Pero… ¡Cuánto queda por hacer para que este mundo se acerque un
poco más al proyecto de Dios! Cristo necesita de todos los bautizados… y a
todos los hombres de buena voluntad. ¡Despertemos! Pongamos lo nuestro para
construir el Reino. Después de todo, se nos pide mucho menos que derramar
nuestra sangre como los mártires antiguos y los modernos. “El Domingo”
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, un joven se acercó a Jesús y le dijo:
«Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?». Él le dijo:
«¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas si quieres
entrar en la vida, guarda los mandamientos». «¿Cuáles?» —le dice él—. Y Jesús
dijo: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso
testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti
mismo». Dícele el joven: «Todo eso lo he guardado; ¿qué más me falta?». Jesús
le dijo: «Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los
pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme». Al oír estas
palabras, el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes.
(Mt 19,16-22)
Comentario
Hoy la liturgia de la palabra pone ante nuestra
consideración el famoso pasaje del joven rico, aquel joven que no supo
responder ante la mirada de amor con que Cristo se fijó en él (cf. Mc 10,21).
Juan Pablo II nos recuerda que en aquel joven podemos reconocer a todo hombre
que se acerca a Cristo y le pregunta sobre el sentido de su propia vida:
«Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?» (Mt 19,16). El
Papa comenta que «el interlocutor de Jesús intuye que hay una conexión entre el
bien moral y el pleno cumplimiento del propio destino».
También hoy, ¡cuántas personas se hacen esta pregunta! Si
miramos a nuestro alrededor, podemos quizá pensar que son pocas las personas
que ven más allá, o bien que el hombre del siglo XXI no necesita hacerse este
tipo de preguntas, ya que las respuestas no le sirven.
Jesús le responde: «¿Por qué me preguntas acerca de lo
bueno? Uno sólo es el Bueno. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los
mandamientos» (Mt 19,17). No es solamente legítimo el preguntarse acerca del
más allá, sobre el sentido de la vida, sino que... ¡es necesario hacerlo! El
joven le ha preguntado qué tiene que hacer para alcanzar la vida eterna, y
Cristo le responde que tiene que ser bueno.
Hoy día, para algunos o para muchos —¡qué más da!— puede
parecer imposible “ser bueno”... O bien, les puede parecer algo sin sentido:
¡una tontería! Hoy, como hace veinte siglos, Cristo nos sigue recordando que
para entrar en la vida eterna es necesario cumplir los mandamientos de la ley
de Dios: no se trata de un “óptimo”, sino que es el camino necesario para que
el hombre se asemeje a Dios y así pueda entrar en la vida eterna de manos de su
Padre-Dios. En efecto, «Jesús muestra que los mandamientos no deben ser
entendidos como un límite mínimo que no hay que sobrepasar, sino como una senda
abierta para un camino moral y espiritual de perfección, cuyo impulso interior
es el amor» (Juan Pablo II).
Rev. D. Óscar MAIXÉ i Altés (Roma, Italia)
Santoral Católico:
San Juan Eudes
Presbítero y Fundador
San Juan Eudes, presbítero, que durante muchos años se
dedicó a la predicación en las parroquias y después fundó la Congregación de
Jesús y María, para la formación de los sacerdotes en los seminarios, y otra de
religiosas de Nuestra Señora de la Caridad, para fortalecer en la vida
cristiana a las mujeres arrepentidas. Fomentó de una manera especial la
devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y de María, hasta que en Caen, de la
región de Normandía, en Francia, descansó piadosamente en el Señor (1680).
Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net
¡Buenos días!
Sé indulgente
Para amar de
verdad es preciso vivir ciertas actitudes en la realidad cotidiana, como
compasión, comprensión, paciencia, indulgencia. ¿Qué es la indulgencia?
“Facilidad en perdonar las culpas ajenas”, según el diccionario. El verdadero
amor perdona una y otra vez las debilidades del prójimo, como le respondió Jesús
a Pedro: “No siete, sino setenta veces siete”.
¡Qué fácilmente creemos que nos faltan
nuestros prójimos, que no nos estiman, que no nos quieren! Basta ver el rostro
de un amigo un poco más sombrío que de costumbre para persuadirnos de su
indiferencia o de su frialdad. O bien uno ha dicho a la ligera una palabra que
nos ha disgustado, acaso un imprudente nos recordó palabras proferidas contra
nosotros, y de todas estas tonterías hacemos una montaña. Como triste
consecuencia queda una amistad turbada y quizás perdida por pequeñeces… Sé
indulgente, no conserves ningún resentimiento por las palabras inconsideradas
que se han dicho contra ti; excusa los descuidos, las ligerezas de las cuales
eres víctima, en fin, muestra siempre un semblante amable. Así estarás en paz
con tu prójimo y vivirás la caridad cristiana, que es imposible practicar sin
ser indulgente a cada instante.
Todos tenemos
dificultades para ser indulgentes. Pero el Señor nos lo pide en el evangelio y
dio ejemplo de perdón magnánimo en la cruz: “Padre, perdónalos porque no saben
lo que hacen”. Sabemos que “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado”. Abrámonos al amor divino
para que actúe en nuestro corazón.
Padre Natalio
La frase de hoy
“La lengua es un órgano pequeño, pero hace cosas
grandes...
Para poder oír la voz de Dios,
hay que tener la serenidad en el alma y observar el
silencio,
no un silencio triste, sino un silencio en el alma,
es decir, el recogimiento en Dios”
Santa Faustina
Tema del día:
La meditación
La oración mental o meditación es, más que conveniente,
necesaria para el progreso de la vida espiritual. Ya decía San Alfonso María de
Ligorio que "el pecado puede existir
en nosotros junto a otros ejercicios de piedad, pero no pueden cohabitar la
meditación y el pecado: o el alma deja la meditación o deja el pecado".
El amigo busca al amigo. Nuestra relación con Dios se
establece por el ejercicio de las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad.
Son ellas las que deben establecer esa divina comunicación "con quien sabemos que nos ama" (Santa Teresa). Por ello
la meditación no exige técnicas depuradas, aun cuando éstas nos puedan ayudar. "Si amáramos a Dios, la oración nos
sería tan natural como la respiración" (San Juan María Vianney). Los
antiguos monjes se unían a Dios por la repetición afectuosa de jaculatorias.
Con todo, aquí tienes algunos consejos prácticos para comenzar.
Preparación
* Si toda tu vida es una búsqueda y deseo de Dios,
siempre estarás interiormente dispuesto para tratar con Él. Así "orarás
sin cesar" (1 Tes 5, 17), pues cuando cesen las palabras continuará el
afecto.
* Tu capacidad de meditar guarda proporción con tu
espíritu de mortificación, abnegación, vida interior, santidad. "Tanto mayor capacidad tendremos cuanto
más fielmente lo creamos, más firmemente lo esperemos, más ardientemente lo
deseemos" (San Agustín).
* La meditación requiere un lugar adecuado: si no puedes
ir al templo, puedes hacerla en tu misma casa, buscando en ella el ambiente y
el momento más tranquilo. Como Cristo, que para orar huía a la soledad del
monte o de la noche. Pero recuerda que en cualquier lugar que estuvieses, tú
mismo eres templo vivo de la Santísima Trinidad pues Cristo ha dicho: "Si alguno me ama, guardará mi palabra,
y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él" (Jn. 14,
23).
* Es indispensable el silencio interior, que es la
disposición del corazón para tratar y escuchar a Dios; pero también debes
buscar el silencio exterior.
* En lo posible dedica a la meditación una media hora
diaria en el momento del día que estés más tranquilo, que puedas hacerla en
paz, sin apuro ni ansiedad.
* Toma la postura que más te ayude: ni tan incómoda que
te distraiga, ni tan cómoda que te disipe. También te ayudará fijar la mirada
en el sagrario o en una imagen, para evitar mejor las distracciones.
* Es muy conveniente ayudarse con un libro como
instrumento, en especial los escritos de los santos. Pero poca dosis y mucha
actividad interior. Si no puedes otra cosa, haz lectura meditada. Pero no
conviertas ese momento en simple lectura o estudio.
Desarrollo
* La esencia, el alma de la oración o meditación es el
trato de amistad con Dios, es decir, el mutuo conocerse y contemplarse y el
mutuo amarse. Así precisamente la definió Santa Teresa: "Es tratar de amistad con aquél que nos ama". Y San
Ignacio: "Como un amigo habla a
otro, o un siervo a su señor; ya sea pidiendo alguna gracia, ya sea culpándose
por un mal hecho, ya sea comunicando sus cosas y queriendo consejo en
ellas". De allí que posea tres elementos fundamentales: "Qué hablamos, con quién hablamos,
quiénes somos los que osamos hablar" (Santa Teresa).
* El lenguaje de la meditación es el lenguaje del
corazón. Si se deben usar palabras es porque ellas disponen el alma. Pero "en la fe, esperanza y caridad oramos
siempre con un mismo deseo" (San Agustín). "Para mí la oración es un impulso del corazón, una simple mirada
dirigida al cielo, un grito de gratitud y de amor, tanto en medio de la
tribulación como en medio de la alegría" (Santa Teresa del Niño
Jesús).
* Debes situarte desde el principio, y deberás hacerlo a
lo largo de todo el tiempo, ante la presencia del Dios Uno y Trino y de toda la
Iglesia triunfante. Todos están pendientes de ti, te conocen, te ven y te aman.
* Ante Dios debes estar como el mendigo ante el rico, la
creatura ante el Creador, el siervo ante el Señor, el amigo ante el Amigo, el hijo
ante su Padre.
* Debes saber firmemente que nada podemos sin la ayuda de
la gracia, que nos da la capacidad de creer y amar. Hay que disponerse, pedirla
y contar con ella.
* Deja que Cristo medite en ti y contigo. Préstale tu
mente y tu corazón para que todo suba al Padre por Él, con Él y en Él.
Asimismo, el que medita "puede
representarse delante de Cristo y acostumbrarse a enamorarse mucho de su
sagrada humanidad y traerla siempre consigo y hablar con Él, pedirle para sus
necesidades y quejársele de sus trabajos, alegrarse con Él en sus contentos y
no olvidarle por ellos, sin procurar oraciones compuestas, sólo conforme a sus
deseos y necesidad" (Santa Teresa). Es decir, tener un trato personal
y sencillo con Él.
* Reconstruye la escena que vas a meditar. Si se trata de
un pasaje evangélico, trasládate con la imaginación al sitio, procura ponerte
en ambiente. Actualiza los hechos.
* Ante todo debes despertar la fe con la que nos
dirigimos a Dios: "Mi fe te
invoca" (San Agustín). Puedes recorrer las personas o los atributos
divinos, los misterios de la vida de Cristo, las verdades de la fe que están en
el Credo, los acontecimientos diarios de la vida analizados a la luz de la
Providencia que hace "concurrir todo
para bien de los que le aman" (Rom. 8, 28). Todo con espíritu de fe,
contemplación, adoración.
* También la esperanza, ya que en su sentido más estricto
la oración es "su intérprete"
(San Agustín). Esperanza de la vida eterna y lo que nos conduce a ella, como
dice el salmo: "una cosa pido al Señor
y eso buscaré, habitar en la casa del Señor por la eternidad" (S. 26,
4). Ella es la que me pone camino del cielo. Por eso la oración más excelsa, el
Padre nuestro, contiene siete peticiones.
* Sobre todo atizar la caridad en actos de amor a Dios, a
sus ángeles y santos, a sus designios providenciales. Amando, buscando, gozando
y descansando en la infinita bondad y amistad divina. Que meditar "no consiste en pensar mucho sino en
amar mucho" (Santa Teresa).
* Conviene tomar algún punto en concreto, como una fiesta
litúrgica, el evangelio del día o el temario corrido de un libro. Pero debes
tener la libertad de elegir algún tema que te afecte directamente en ese
momento como una aflicción que estás padeciendo, una decisión que tomar, un
acontecimiento para interpretar a la luz de la fe y la Providencia. Así obró la
Santísima Virgen María que ante los acontecimientos de la vida cotidiana de su
Hijo, se dice que "guardaba
cuidadosamente esas cosas y las meditaba en su corazón" (Lc. 2, 19,
51); o Cristo en el huerto, donde meditó sobre el misterio de la cruz que en
ese momento su alma cargaba para la Redención del mundo (Mt. 26, 36-44).
* En el transcurso de la meditación debes ir concretando
algún propósito que puedas cumplir.
* No temas volver a los mismos puntos que más te han
agradado y de los que has sacado fruto, que "no
el mucho saber harta y satisface el alma sino el gustar de las cosas
internamente" (San Ignacio).
* Hay quienes sacan fruto meditando sobre el cielo, otros
sobre la muerte, otros sobre la pasión de Cristo o algún otro misterio. Depende
mucho de las personas o los momentos que se están viviendo.
* Hay múltiples modos de orar y meditar. Puede hacerse
con una simple jaculatoria; la repetición lenta del Padre nuestro, el Ave María
u otra oración; la lectura pausada de un texto; la participación devota de la
Santa Misa, el Vía Crucis o el Rosario; el recorrido con la mente y el corazón
de alguna de las verdades de la fe, un pasaje de la Sagrada Escritura, un hecho
acaecido o una decisión por tomar; o detenerse con una "mirada amorosa" (San Juan de la Cruz) en alguno de estos
misterios.
Dificultades
* Son frecuentísimas e inevitables las distracciones.
Forman parte de nuestra miseria humana y sólo cuando veamos a Dios en la
eternidad podremos superarlas. Pero no quitan los frutos de la oración, a no
ser que sean voluntarias. Simplemente hay que volver sobre el tema cuantas
veces ocurriera. Hay que despertar el alma, que se nos duerme para las cosas
espirituales, como los apóstoles que acompañaron a Cristo en el huerto. Para
vencerlas es conveniente ayudarse con las disposiciones indicadas
anteriormente.
* También suelen haber períodos de arideces y sequedades
en que aparentemente Dios no nos oye, no se siente ninguna devoción, parece que
hemos retrocedido, con grandes dificultades para concentrarnos, sin deseos de
adelantar ni entusiasmo por las cosas de Dios... No te aflijas. Sólo hay que
revisar si hay pecados graves o leves reiterados detrás de esto. Si no, estás
en un momento más propicio para tratar con Dios que cuando estabas lleno de
consuelos y entusiasmo. Éstas son las ocasiones de crecer en la vida espiritual
y que se dilate el corazón. Todos los esfuerzos que entonces hagas valen mucho
más porque los haces por el Dios de los consuelos, mientras que en aquellos
momentos de fervor lo hacías por ti, por los consuelos de Dios.
Tomado de: www.santisimavirgen.com.ar
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa
Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas,
catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la
unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro
Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por la
Paz en el mundo, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos
especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos
políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de
las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los
jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y
religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por Carmen
Alicia L., que vive en Delta Amacuro –Venezuela, a quien hoy harán
operación cesárea para que nazca su bebé. Que Dios y la Virgen del Carmen la
acompañen.
Pedimos oración por Julio
G. B., de México, quien tiene una infección severa en sus pulmones, hígado
e intestino. Que sea Señor Tu voluntad.
Pedimos oración por María Irene F., de Argentina, que se está realizando estudios médicos especializados, rogando que el Señor la toque con su mano y los resultados sean benignos.
Pedimos oración por Víctor M. G., de México, que está recibiendo quimioterapia por cáncer. Que la Madre de Guadalupe lo acompañe y le dé fuerzas para superarlo.
Pedimos oración por María Irene F., de Argentina, que se está realizando estudios médicos especializados, rogando que el Señor la toque con su mano y los resultados sean benignos.
Pedimos oración por Víctor M. G., de México, que está recibiendo quimioterapia por cáncer. Que la Madre de Guadalupe lo acompañe y le dé fuerzas para superarlo.
Tú quisiste,
Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de
manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora
las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a
cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de
sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse
unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos
por Cristo nuestro Señor.
Amén
Nota de Redacción
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible
dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no
publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la
solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y
enviarlos a feluzul@gmail.com y deben
poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan sin
asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos. No se reciben
pedidos de oración a través de Facebook ni por otro medio que no sea el correo
antes señalado.
Los Pedidos de Oración se publican de lunes a sábados.
Los domingos se publican los agradecimientos por las gracias concedidas.
“Intimidad Divina”
Caridad y justicia
La caridad no sólo “no se alegra de la injusticia” (1 Cr
13, 6), sino sufre y hace todo lo posible por defender y promover la justicia.
Jesús presentó su misión como una obra de salvación y de justicia, sobre todo
en favor de los pobres, de los prisioneros, de los oprimidos, para librarlos de
la esclavitud y de la ceguera del pecado, pero también de los poderosos y de
los soberbios (Mt 12, 18-20). Vino a instaurar el reino del amor y de la
justicia, abierto a todos, sin distinción alguna; y si en él hay alguna
distinción es justamente para los humildes, los indigentes y los atribulados.
La Iglesia sigue la misma conducta: “fundada en el amor del Redentor,
contribuye a defender cada vez más el reino de la justicia y de la caridad” en
todo el mundo (GS 76); y se preocupa de “instruir a los fieles en el amo de
todo el Cuerpo místico de Cristo, especialmente de los miembros pobres, de los
que sufren y de los que son perseguidos por la justicia” (LG 23).
A los fariseos, que habían reducido la religión a
observancias materiales, tales como la purificación de la vajilla, les decía
Jesús: “Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas estarán
limpias para vosotros” (Lc 11, 41). Poco o nada valen los actos de culto si no
van acompañados de la caridad y la justicia, porque sólo estas virtudes
purifican el corazón del hombre del egoísmo y de la codicia, lo inclinan a
honrar a Dios con sinceridad y a amar al prójimo no con palabras sino con
obras. “Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento
diario, y alguno de vosotros les dice ‘idos en paz, calentaos y hartaos’, pero
no les dais lo necesario para el cuerpo, y ¿de qué sirve?” (Sant 2, 15-16). Sin
las obras, religión y caridad son vanas.
La ayuda a los pobres no ha de ser considerada sólo como
acto de caridad más o menos facultativo, sino como un deber estricto de
justicia. “Dios –dice el Concilio– ha destinado la tierra y cuanto contiene
para uso de todos los hombres y pueblos… Por tanto el hombre, al usarlos, no
debe tener las cosas exteriores que legítimamente posee como exclusivamente
suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechan a él
solamente, sino también a los demás” (GS 69). Si todos los hombres son hermanos,
por ser todos hijos de Dios, su misma hermandad exige que no perezcan unos de
miseria mientras otros nadan en la abundancia. Por eso enseña la Iglesia que
“los hombres están obligados a ayudar a los pobres, y por cierto no sólo con
los bienes superfluos… Es deber del Pueblo de Dios, y los primeros los Obispos,
con su palabra y ejemplo, el socorrer, en la medida de sus fuerzas, las
miserias de nuestro tiempo y hacerlo, como era antes costumbre en la Iglesia,
no sólo con los bienes superfluos, sino también con los necesarios” (GS 69,
88). Los dones ofrecidos a los pobres son un “sacrificio que Dios acepta con
agrado” (Fl 4. 18).
¡Oh caridad! Tú
dilatas el corazón en el amor de Dios y en la dilección del prójimo… Eres
benévola, pacífica y no iracunda; buscas las cosas justas y santas, no las
injustas; y como las buscas, así las guardas en ti, y por eso reluce en tu
pecho la margarita de la justicia… ¡Oh caridad! Tú amas a todos caritativamente
como a hijos… Eres una madre que concibes en el alma los hijos de la virtud y
los das a la luz para honra de Dios en tu prójimo… Con luz de discreción, sabes
dar a cada uno según lo que puede recibir; caritativamente corriges, haciéndote
enferma con los enfermos, acariciando o corrigiendo según lo pidan la justicia
o la misericordia. (Santa Catalina de Siena, Epistolario).
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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