viernes, 23 de agosto de 2013

Pequeñas Semillitas 2123

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 8 - Número 2123 ~ Viernes 23 de Agosto de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Narró la Madre Teresa de Calcuta que una vez dos jóvenes fueron a verla y donaron mucho dinero para dar de comer a la gente. Ella en Calcuta daba de comer a nueve mil personas al día. Querían que el dinero se destinara para alimentar a esta gente. Cuando les preguntó de dónde sacaron tanto dinero, ellos le respondieron: “Nos acabamos de casar hace dos días. Antes de la boda, decidimos que no compraríamos trajes para la ceremonia ni para la fiesta. Queremos darles a ustedes el dinero”. Para un hindú de clase alta esto es un escándalo. Después les preguntó: “¿Por qué lo han hecho?”. Ésta fue la extraña respuesta que le dieron: “Nos amamos tanto que queríamos dar algo a otros para comenzar nuestra vida en común con un sacrificio”.
Madre Teresa comentaba: “Me impresionó mucho el constatar cómo estas personas estaban hambrientas de Dios”.

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había tapado la boca a los saduceos, se reunieron en grupo, y uno de ellos le preguntó con ánimo de ponerle a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?». Él le dijo: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas».
(Mt 22,34-40)

Comentario
Hoy, el maestro de la Ley le pregunta a Jesús: «¿Cuál es el mandamiento mayor de la Ley?» (Mt 22,36), el más importante, el primero. La respuesta, en cambio, habla de un primer mandamiento y de un segundo, que le «es semejante» (Mt 22,39). Dos anillas inseparables que son una sola cosa. Inseparables, pero una primera y una segunda, una de oro y la otra de plata. El Señor nos lleva hasta la profundidad de la catequesis cristiana, porque «de estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas» (Mt 22,40).
He aquí la razón de ser del comentario clásico de los dos palos de la Cruz del Señor: el que está cavado en tierra es la verticalidad, que mira hacia el cielo a Dios. El travesero representa la horizontalidad, el trato con nuestros iguales. También en esta imagen hay un primero y un segundo. La horizontalidad estaría a nivel de tierra si antes no poseyésemos un palo derecho, y cuanto más queramos elevar el nivel de nuestro servicio a los otros —la horizontalidad— más elevado deberá ser nuestro amor a Dios. Si no, fácilmente viene el desánimo, la inconstancia, la exigencia de compensaciones del orden que sea. Dice san Juan de la Cruz: «Cuanto más ama un alma, tanto más perfecta es en aquello que ama; de aquí que esta alma, que ya es perfecta, toda ella es amor y todas sus acciones son amor».
Efectivamente, en los santos que conocemos vemos cómo el amor a Dios, que saben manifestarle de muchas maneras, les otorga una gran iniciativa a la hora de ayudar al prójimo. Pidámosle hoy a la Virgen Santísima que nos llene del deseo de sorprender a Nuestro Señor con obras y palabras de afecto. Así, nuestro corazón será capaz de descubrir cómo sorprender con algún detalle simpático a los que viven y trabajan a nuestro lado, y no solamente en los días señalados, que eso lo sabe hacer cualquiera. ¡Sorprender!: forma práctica de pensar menos en nosotros mismos.
Rev. D. Pere CALMELL i Turet (Barcelona, España)

Santoral Católico:
San Felipe Benicio
Sacerdote
Información amplia 
Fuente: Catholic.net    

¡Buenos días!

Mentiroso al infierno

El salmista identifica a los malvados, porque “en su boca no hay sinceridad, su corazón es perverso; su garganta es un sepulcro abierto, mientras halagan con la lengua”. Por otra parte sabe muy bien que “Dios detesta al mentiroso y aborrece al hombre sanguinario y traicionero” (Sal 5). En la Biblia el malvado y perverso es siempre falso, mentiroso y fraudulento. Una anécdota humorística al respecto.

Antes de llegar al Infierno, el alma del difunto protestó violentamente:
— En vida yo fui noble, generoso y bien intencionado. ¿Se puede saber por qué me mandan aquí?
— No sé —respondió el encargado de recibir a los que iban llegando—. Lo único que puedo decirle es que tengo órdenes de ubicarlo en la sección “Mentirosos”.

Desgraciadamente la mentira es una puerta abierta a otras transgresiones más graves. No hay ladrón, ni adúltero, ni orgulloso que no sean mentirosos, porque necesitan ocultar las obras de las tinieblas. Sin embargo es experiencia común que la verdad tarde o temprano sale a la luz. “Vivir en la verdad nos hace realmente libres”, (Juan 8, 32).
Padre Natalio

La frase de hoy

“Para conseguir algo que nunca tuviste,
tienes que hacer algo que nunca has hecho.
Cuando Dios te quita algo de tu mano,
Él no te está castigando,
sino simplemente abriendo tus manos para recibir algo mejor”


Tema del día:
Sí, un día me hablaron de Dios
Señor, a mí también me hablaron de Ti.  Sí, un día me hablaron de DIOS.

Nací de unos padres casados por el Sacramento del Matrimonio. Me contaron que me habían bautizado para entrar en el seno de la Iglesia Católica y desde entonces soy hija de Dios. Mis padres eran católicos practicantes y en mi hogar se rezaba.

De mis primeros años tengo el recuerdo de mi madre tomando mi manita y enseñándome a persignarme con el signo de la cruz. Y las primeras oraciones hacia un Dios que había sido mi Creador y que llegado su tiempo, una mujer, que se llamaba María, que era virgen y que ahora era también mi Madre en el Cielo, que fue la Madre de Jesús y que Jesús era hombre y también Dios y ÉL era el HIJO DE DIOS y su PADRE ERA TAMBIÉN NUESTRO PADRE y que a si empezaba la más bella de las oraciones... Y también me habló del Espíritu Santo al que había que pedirle luz y consuelo...

Hice mi Primera Comunión y creo recordar que estaba más entusiasmada con mi vestido blanco que por lo que iba a hacer... Yo también era una católica practicante por eso, tan solo porque me habían hablado de TI.

Pero todo esto... ¡no basta!

Hay fe, pero esa fe es como una herencia que recibimos de labios y del corazón de nuestros padres, como un camino a seguir y que nos pusieron en él para que fuésemos felices.

Caminar por él... no basta... Se necesita... ¡una experiencia personal con Dios!

Y cuando esa EXPEREINCIA PERSONAL CON CRISTO llega, ya no cabe ninguna duda, vas tras sus huellas, lo acompañas en los pasajes de su vida aquí, en la Tierra, subes con El a la montaña de las Bienaventuranzas, te acercas a la Santísima Virgen María y a San José en una noche estrellada y te rindes de rodillas ante el Nacimiento del Salvador.

Estás con Él en la Última Cena y por eso sabes "que estaba triste"... Te acercas a Él en el Huerto de los Olivos y con Él aprendes a decir, aunque tengas miedo, aunque estés llorando, ¡Hágase tu Voluntad!

Y lo ves luego, cuando los azotes caen sobre su espalda desnuda y su piel se rasga... Y te duele el corazón y le sigues por el camino donde lleva la Cruz sobre sus hombros y entonces es cuando tu cruz o tus cruces te parecen pequeñas y ya no te quejas.

Ves los ojos de María, su madre, que luego será también nuestra porque Jesús antes de morir nos la regala, y sabes que no puede haber ojos con tanto dolor como los de Ella.

Desearás muchas veces besar esas manos y esos pies que están atravesando unos clavos y luego lo miras y ya es una figura patética alzada en una cruz de madera, con una corona de espinas y unos labios pálidos y resecos que están pidiendo "el perdón por nuestros pecados"...

Y lo ves más tarde, ya muerto en los brazos de su Madre...

Para luego acompañarle camino de Emaús, ¡ya resucitado! Y como sus acompañantes le dices, le suplicas: ¡Quédate, se está haciendo tarde, se pasa la vida, se llega la cuenta, la eternidad... quédate conmigo, Señor! ¡Y Él se queda!

Y esa experiencia personal te hace saber que ya no te dejará, que siempre estará junto a ti, pase lo que pase, hasta el fin de tus días, hasta el momento de encontrarte cara a cara con Él, que ahora si sabes que será el encuentro con quién tanto te amó, con quién dio la vida para que consiguieras que ese momento llegara, para el GRAN ENCUENTRO como a mí me gusta llamarle a la muerte...

SEÑOR, creo en TI, PERO AUMENTA MI FE. 

Autor: María Esther de Ariño | Fuente: Catholic.net

Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por la Paz en el mundo, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por la salud de Jorge Alberto C. F., de El Salvador, operado con diagnóstico probable de cáncer y muy molesto por los dolores. Rogamos al Señor Misericordioso que le conceda la gracia de poder recuperarse.

Agradezco una oración por el alma de mi mamá, Nené, al cumplirse hoy el segundo aniversario de su Pascua al cielo.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

 “Intimidad Divina”

Que sean uno

Al dejar a los suyos el mandamiento nuevo, dijo Jesús: “Como el Padre me amó, así os he amado a vosotros; permaneced en mi amor” (Jn 15, 9). El amor que del Padre revierte sobre el Hijo, alcanza a través del Hijo a los discípulos, los cuales son invitados a “permanecer” en ese amor, portándose del modo correspondiente a sus exigencias divinas. Exigencias que se indican enseguida: “Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor” (ib. 10); y entre todos, pone Cristo en primera línea “su” mandamiento: “que os améis los unos a los otros como yo os he amado” (ib. 12). Los discípulos deben amarse recíprocamente con una caridad que sea la prolongación del amor con que Cristo los ha amado y, al mismo tiempo, sea testimonio de su amor a Cristo reconocido y amado en cada hermano. En este amor deben fundirse, unirse y formar una sola cosa, como pedirá el Señor por ellos en su oración sacerdotal: “Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros” (Jn 17, 11).

“Como tú, Padre en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado… Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado” (Jn 17, 21-23). El espectáculo de una unión perfecta entre los hombres es cosa tan insólita y ardua, que constituye el argumento más poderoso de credibilidad sobre la divinidad de Cristo y la verdad de su doctrina. Justamente bajo este aspecto pidió Jesús la unidad perfecta entre los suyos. El mundo, desgarrado por los egoísmos, más que por la presentación del mensaje evangélico, se convencerá por el milagro de una caridad capaz de superar las divergencias de toda índole, de mentalidad, de civilización, de raza y de intereses. Empresa imposible a la limitación humana, si Cristo, junto con su mandamiento, no hubiese dejado a los creyentes su Cuerpo y su Sangre, viático de amor y de concordia. La Eucaristía es el pan que une a todos los fieles en Cristo y hace encontrar en él el principio de unión mutua y la fuerza necesaria para superar todo individualismo.

“Os ruego, pues, yo –escribe San Pablo– que viváis de una manera digna de la vocación con que habéis sido llamados…, poniendo empeño en conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo Cuerpo y un solo Espíritu… una sola esperanza…; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos” (Ef 4, 1-6). El Apóstol apela a todos los motivos de unión para espolear a los cristianos a conservarse unidos “en el vínculo de la paz”. Todo bautizado es responsable de esto no sólo por su santificación personal y por el bien de la Iglesia, sino también por el testimonio que debe dar a todo el mundo. Los fieles divididos entre sí son piedra de escándalo y ponen obstáculo a la difusión del Evangelio. Mientras el sentimiento de solidaridad entre todos los hombres crece como nunca, urge dar ejemplo de una solidaridad estable como fundada en la caridad evangélica. Este es empeño de todo creyente que, habiendo recibido en el bautismo el carisma de la caridad, debe ser en el mundo levadura de concordia, de unión y de paz.

Nos postramos ante ti, Señor, te suplicamos… nos seas propicio y nos reconcilies contigo y nos restablezcas en el sagrado y puro comportamiento de nuestra fraternidad. Porque ésta es la puerta de la justicia abierta para la vida… Siendo muchas las puertas que están abiertas, ésta es la puerta de la justicia, a saber, la que se abre en Cristo. Bienaventurados los que por ella entraren y enderezaren sus pasos en santidad y justicia… ¿Quién puede explicar el vínculo de tu caridad, oh Dios? ¿Quién es capaz de decir acabadamente lo magnífico de su hermosura? La altura a que nos levanta la caridad es inenarrable. La caridad nos junta con Dios, la caridad cubre la muchedumbre de los pecados, la caridad todo lo soporta, la caridad es paciente. Nada hay vil en la caridad, nada soberbio. La caridad no fomenta la escisión, la caridad no es sediciosa, la caridad lo hace todo en concordia. En la caridad se perfeccionaron todos los elegidos de Dios. Sin caridad nada es agradable a Dios. (San Clemente Romano)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D. 
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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