domingo, 25 de agosto de 2013

Pequeñas Semillitas 2125

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 8 - Número 2125 ~ Domingo 25 de Agosto de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Es muy significativo observar la actitud generalizada de no pocos cristianos ante la cuestión de la “salvación eterna” que tanto preocupaba solo hace pocos años: bastantes la han borrado sin más de su conciencia; algunos, no se sabe bien por qué, se sienten con derecho a un “final feliz”; otros no quieren recordar experiencias religiosas que les han hecho mucho daño.
Según el relato de Lucas, un desconocido hace a Jesús una pregunta frecuente en aquella sociedad religiosa: “¿Serán pocos los que se salven?” Jesús no responde directamente a su pregunta. No le interesa especular sobre ese tipo de cuestiones estériles, tan queridas por algunos maestros de la época. Va directamente a lo esencial y decisivo: ¿cómo hemos de actuar para no quedar excluidos de la salvación que Dios ofrece a todos?
“Esforzaos en entrar por la puerta estrecha”. Estas son sus primeras palabras. Dios nos abre a todos la puerta de la vida eterna, pero hemos de esforzarnos y trabajar para entrar por ella. Esta es la actitud sana. Confianza en Dios, sí; frivolidad, despreocupación y falsas seguridades, no.
Jesús insiste, sobre todo, en no engañarnos con falsas seguridades. No basta pertenecer al pueblo de Israel; no es suficiente haber conocido personalmente a Jesús por los caminos de Galilea. Lo decisivo es entrar desde ahora en el reino Dios y su justicia. De hecho, los que quedan fuera del banquete final son, literalmente, “los que practican la injusticia”.
Jesús invita a la confianza y la responsabilidad. En el banquete final del reino de Dios no se sentarán solo los patriarcas y profetas de Israel. Estarán también paganos venidos de todos los rincones del mundo. Estar dentro o estar fuera depende de cómo responde cada uno a la salvación que Dios ofrece a todos.
Jesús termina con un proverbio que resume su mensaje. En relación al reino de Dios, “hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos”. Su advertencia es clara. Algunos que se sienten seguros de ser admitidos pueden quedar fuera. Otros que parecen excluidos de antemano pueden quedar dentro.
José Antonio Pagola

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén. Uno le dijo: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?». Él les dijo: «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán. Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, os pondréis los que estéis fuera a llamar a la puerta, diciendo: ‘¡Señor, ábrenos!’. Y os responderá: ‘No sé de dónde sois’. Entonces empezaréis a decir: ‘Hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas’; y os volverá a decir: ‘No sé de dónde sois. ¡Retiraos de mí, todos los agentes de injusticia!’. Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras a vosotros os echan fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios. Y hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos».
(Lc 13,22-30)

Comentario
Hoy, el evangelio nos sitúa ante el tema de la salvación de las almas. Éste es el núcleo del mensaje de Cristo y la “ley suprema de la Iglesia” (así lo afirma, sin ir más lejos, el mismo Código de Derecho Canónico). La salvación del alma es una realidad en cuanto don de Dios, pero para quienes aún no hemos traspasado las lindes de la muerte es tan solo una posibilidad. ¡Salvarnos o condenarnos!, es decir, aceptar o rechazar la oferta del amor de Dios por toda la eternidad.
Decía san Agustín que «se hizo digno de pena eterna el hombre que aniquiló en sí el bien que pudo ser eterno». En esta vida sólo hay dos posibilidades: o con Dios, o la nada, porque sin Dios nada tiene sentido. Visto así, vida, muerte, alegría, dolor, amor, etc. son conceptos desprovistos de lógica cuando no participan del ser de Dios. El hombre, cuando peca, esquiva la mirada del Creador y la centra sobre sí mismo. Dios mira incesantemente con amor al pecador, y para no forzar su libertad, espera un gesto mínimo de voluntad de retorno.
«Señor, ¿son pocos los que se salvan?» (Lc 13,23). Cristo no responde a la interpelación. Quedó entonces la pregunta sin respuesta, y también hoy, pues «es un misterio inescrutable entre la santidad de Dios y la conciencia del hombre. El silencio de la Iglesia es, pues, la única posición oportuna del cristiano» (Juan Pablo II). La Iglesia no se pronuncia sobre quienes habitan el infierno, pero —basándose en las palabras de Jesucristo— sí que lo hace sobre su existencia y el hecho de que habrá condenados en el juicio final. Y todo aquel que niegue esto, sea clérigo o laico, incurre sin más preámbulos en herejía.
Somos libres para tornar la mirada del alma al Salvador, y somos también libres para obstinarnos en su rechazo. La muerte petrificará esa opción por toda la eternidad...
Rev. D. Pedro IGLESIAS Martínez (Rubí, Barcelona, España)

Santoral Católico:
San José de Calasanz
Presbítero y Fundador
San José de Calasanz, presbítero, que puso en marcha escuelas populares para instruir a niños y adolescentes en el amor y la sabiduría del Evangelio, y fundó en Roma la Orden de Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías (1648).

Información amplia haciendo clic acá:
Fuente: Catholic.net    

¡Buenos días!

Respeta y ama la naturaleza

Sor beata María Romero, famosa por su trabajo con los marginados, fue una verdadera contemplativa. Su jornada se desenvolvía en una intensa actividad, pero su corazón descansaba en Dios. Entre sus escritos se han encontrado encendidas alabanzas, al mejor estilo franciscano, de la belleza de la creación y de todas las obras de Dios.

Un día estaba Sor María Romero regando los rosales para su Reina, la Virgen María. Mientras regaba hablaba a sus rosas. “Sí, mis amores, yo sé que ustedes son muy bellas y las manos divinas que las hicieron son tan prodigiosas como la belleza de estos pétalos amarillos”. Desde una ventana dos mujeres ayudantes de limpieza miraban y escuchaban a la Hermana. De pronto, sin que soplara viento vieron las ramas del rosal inclinarse sobre ella como acariciándola, mientras se sonreía repitiéndoles las mismas palabras. Sobrecogidas de asombro, bajaron enseguida al jardín: “¿Qué es esto que las rosas se doblan sobre usted?” Al punto el rosal se inmovilizó. Sor María las miró y les rogó: “Prométanme no decir nada de lo que han visto”.

Entre sus papeles se encontró uno donde hay unas treinta locuciones o respuestas a preguntas que dirigió a Jesús. Una vez, siguiendo una propuesta de la maestra de novicias, estando sola en la capilla le preguntó a Jesús: ¿Quién dices, Jesús, que soy? En esa ocasión escuchó nítidamente esta respuesta: “Eres la predilecta de mi Madre y la consentida de mi Padre”.  Hasta mañana.
Padre Natalio

Palabras del Beato Juan Pablo II

"Jesús, fuerza y sabiduría de Dios, enciende en nosotros el amor a la divina Escritura, donde resuena la voz del Padre, que ilumina e inflama, alimenta y consuela. Tú, Palabra del Dios vivo, renueva en la Iglesia el ardor misionero, para que todos los pueblos lleguen a conocerte, verdadero Hijo de Dios y verdadero Hijo del hombre, único Mediador entre Dios y el hombre"
Beato Juan Pablo II

Tema del día:
La puerta estrecha
Es bueno que preguntemos cuando no sabemos o dudamos en cosas de religión. A Jesús muchas veces le preguntaban, y se alegraba y respondía cuando veía que las preguntas provenían de una buena voluntad, como cuando los apóstoles le preguntaban sobre el significado de algunas parábolas. El problema estaba cuando le preguntaban para ponerlo a prueba, como si fuese una trampa, o simplemente por curiosidad, como en el evangelio de hoy: “¿Son pocos los que se salvan?” Así pasa hoy con muchas noticias y comentarios sobre la religión: Muchas veces sólo se busca lo externo y lo que pretende satisfacer la curiosidad. En la vida también se suele atender a cosas ociosas, dejando de lado los auténticos problemas de la vida.

¿Por qué tendría aquel hombre esa curiosidad? Podía provenir por dos razones: 1) Porque había una tendencia de ver a Dios como demasiado justiciero y hasta vengativo; sin embargo Jesús predicaba un Dios que es Padre lleno de bondad para con todos. 2) Porque los judíos eran pocos respecto al resto del mundo, y ellos creían que eran los únicos que podían salvarse. Sin embargo Jesús predicaba el amor de Dios universal para todos.  Hoy también muchos se hacen la misma pregunta, y hasta sacan conclusiones “a la letra” de la Biblia, como los testigos de Jehová que dicen que sólo se salvan 144 mil., sin pensar en los números simbólicos de la Biblia. De esa manera tendría que estar ya muy “cerrado” el cielo.

Jesús no responde directamente a estas preguntas, las tramposas y las curiosas. Pero aprovecha la pregunta para darnos una gran doctrina. No responde sobre cuántos se salvarán, pero nos dice lo que tenemos que hacer para salvarnos. Y nos dice dos cosas fundamentales: Que el hecho de salvarse no depende de la raza o asociación a la que se pertenece, y que hay que esforzarse por cumplir sus mensajes de salvación.

No importa a qué raza se pertenezca. Esto se lo decía Jesús especialmente a los judíos, ya que los fariseos y maestros de la ley ponían la perfección en cumplir, aunque fuese sólo de forma externa, multitud de preceptos que ellos se habían inventado. Claro, los paganos no los cumplían sencillamente porque no los sabían. Y por eso estaban excluidos de la salvación. Jesús va a hablar claramente diciendo que, aunque sea difícil, Dios quiere que todos se salven. Y de hecho habrá muchas personas, de todas las partes del mundo, que “se sentarán en el Reino de Dios”. De modo que muchos que son los últimos, para los judíos, serán los primeros, mientras que otros que se tienen por primeros, serán los últimos. Para Dios no hay distinción de razas.

Lo más tremendo será que muchos que en la vida se han tenido como amigos de Jesús, porque han pertenecido a la Iglesia y hasta han practicado sacramentos y la oración, pueden quedarse por fuera porque no han sabido pasar por la “puerta estrecha”. Tendrá que ser para éstos trágico verse rechazados por el mismo Jesús. En otras ocasiones había insistido en lo mismo, como cuando dijo: “No todo el que me diga: Señor, Señor, entrará en el cielo, sino quien haga la voluntad de mi Padre”.

La puerta estrecha puede ser símbolo de austeridad, humildad y desprendimiento. Es el cumplir los mandamientos, sobre todo el amor, y es vivir con el espíritu de las bienaventuranzas. Salvarse no es sólo escuchar a Jesús y aun hablar con Él, sino seguirle, ya que Él es el “camino” que nos lleva a la verdadera puerta de salvación.

Hoy también nos dice Jesús que no es fácil, de modo que hay que “forcejear” o hacer fuerza para entrar por esa puerta. El mensaje no es para tener miedo, sino para que tengamos responsabilidad y estemos en ambiente de conversión.

La puerta la solemos hacer estrecha nosotros mismos con nuestros vicios y nuestro egoísmo; pero Dios la quiere abrir a todos. Allí no hay plazas limitadas y no hay miedo de que no quepamos todos. Lo que sí necesitamos es cumplir la voluntad de Dios, que es seguir los mensajes de Jesús, especialmente el mandamiento del amor.
P. Silverio Velasco

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Nunca olvidemos agradecer
Alguna vez leí que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

Desde Buenos Aires, Argentina, mis tíos en el cariño María Rosa y Emilio agradecen a Dios, en primer lugar, y a todos los lectores de esta página que hicieron oración por la salud de Emil que estuvo muy mal por una endocarditis bacteriana y otras complicaciones cardíacas, respiratorias y hasta digestivas, y que gracias al amor infinito del creador se está recuperando ya en su domicilio.

Desde Córdoba, Argentina, agradecemos a todos quienes elevaron sus oraciones por la salud de Martín, hombre joven que tuvo un episodio de paro cardíaco reanimado y larga internación posterior en terapia intensiva, al borde de la muerte, y que por la gracia de Dios se ha recuperado y está en su casa en proceso de rehabilitación.

Desde Venezuela, Berkis expresa su agradecimiento a Dios Misericordioso y a la Virgen del Carmen, ya que su sobrina Carmen Alicia ha pasado sin problemas por su cesárea, y tanto ella como el bebé se encuentra muy bien, quedando aún por superar su anterior parálisis facial, por lo que seguimos rezando.

Desde Argentina, María Teresa agradece las oraciones hechas en favor de su hija María Inés, que ya superó la gravedad de sus lesiones y ha pasado el peligro de amputación de sus dedos. Nos sumamos y damos gracias a Dios.

Desde Rosario, Argentina, agradecen a Dios por la recuperación de Francisca, de un año de edad, que está superando sus problemas de deglución y se está recuperando satisfactoriamente.

Oración por la Patria
Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. Nos sentimos heridos y agobiados. Precisamos tu alivio y fortaleza. Queremos ser nación, una nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común. Danos la valentía de la libertad de los hijos de Dios para amar a todos sin excluir a nadie, privilegiando a los pobres y perdonando a los que nos ofenden, aborreciendo el odio y construyendo la paz. Concédenos la sabiduría del diálogo y la alegría de la esperanza que no defrauda. Tú nos convocas. Aquí estamos, Señor, cercanos a María, que desde Luján nos dice: ¡Argentina! ¡Canta y camina! Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.

“Intimidad Divina”

Domingo 21 del Tiempo Ordinario

El tema de la salvación es proyectado por la Liturgia de hoy con una amplitud universal. La primera lectura (Is 66, 18-21) reproduce una de las profecías más grandiosas sobre la llamada a todos los pueblos a la fe: “Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua –dice el Señor–; vendrán para ver mi gloria” (ib. 18). Como la división de los hombres es señal del pecado, así su reunificación  es señal de la obra salvadora de Dios y de su amor a todos. Él enviará a los supervivientes de Israel, que le permanecieron fieles, a los países más lejanos para dar a conocer su nombre. Los paganos no sólo se convertirán, sino se reintegrarán los judíos dispersos, “como ofrenda al Señor” (ib. 20), a Jerusalén. Y entre los mismos paganos convertidos, Dios se escogerá sus sacerdotes (ib. 21). Es la superación máxima de la división entre Israel y los otros pueblos; superación que anunciaron muchas veces los profetas, sin ser comprendida, y que sólo Jesús opera preparándole el camino con su predicación y unificando los pueblos con la sangre de su Cruz.

El Evangelio de hoy (Lc 13, 22-30) refiere justamente la enseñanza de Jesús sobre este argumento. La motiva una pregunta: “Señor, ¿serán pocos los que se salven?” (ib. 23). Jesús va más allá de la pregunta y se fija en lo esencial: todos pueden salvarse porque a todos se ofrece la salvación, pero para conseguirla tiene cada cual que apresurarse a convertirse antes de que sea demasiado tarde. Jesús quiere abatir la mentalidad estrecha e los Judíos y afirma que en día de la cuenta no valdrá la pertenencia al pueblo elegido ni la familiaridad gozada con él, por eso será inútil decir: “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas” (ib. 26). Si a estos privilegios no corresponden la fe y las obras, los mismos hijos de Israel serán excluidos del reino de Dios… Delante de Dios no valen privilegios, sino la humildad que elimina toda presunción, el amor que abre el corazón al bien ajeno, el espíritu de renuncia que da esfuerzo para “entrar por la puerta estrecha” (ib. 24) superando toda suerte de egoísmo.

A este punto interviene la segunda lectura (Hb 12, 5-7; 11-13) con la cálida exhortación de San Pablo a combatir animosamente las batallas de la vida. Es Dios quien mediante las dificultades y sufrimientos, pone a prueba a sus hijos, porque quiere corregirlos, purificarlos y hacerlos “partícipes de su santidad” (ib. 10). Es verdad que “ningún castigo nos gusta cuando lo recibimos, sino que nos duele; pero da como fruto una vida honrada y en paz” (ib. 11), o sea una vida de virtud y de mayor cercanía a Dios. Dios es un padre que corrige y prueba sólo con la mira en un bien mayor: “el Señor reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos” (ib. 6). Aceptar las pruebas es entrar “por la puerta estrecha” señalada por Jesús.

Dios mío, cada alma es para ti todo un mundo y el universo entero palpita delante de ti como un alma sola. Tú no nos has creado en masa ni nos gobiernas por junto; sino atento a cada uno le amas como si fuera la única criatura viviente del mundo… Pastor eterno, antes de ir adelante, a la cabeza de tus queridas ovejas, antes de que tomases carne humana para indicarles el camino, antes aún de hacerlas salir de ese aprisco feliz que es el santuario de tus pensamientos y de tu voluntad adorable, antes de bosquejarlas en el tiempo y lanzarlas por el mundo a su destino, las has llamado una a una por su nombre. Tú dices: “El buen Pastor llama a sus ovejas una a una, y cuando las ha sacado, va delante de ellas, y sus ovejas le siguen porque conocen su voz” (C. Gay, Vida y virtudes cristianas, 2, 22)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D. 
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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