PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
12 - Número 3400 ~ Miércoles 26 de Julio de 2017
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
La
memoria de San Joaquín y Santa Ana, los padres de la Virgen María y por lo
tanto los abuelos de Jesús, que se celebra hoy, trae a la mente el tema de la
educación, que tiene un lugar importante en la pastoral de la Iglesia.
Nos
invita especialmente a rezar por los abuelos, que, en la familia, son los
depositarios y, a menudo testigos de los valores fundamentales de la vida. La
tarea educativa de los abuelos es siempre muy importante, y se vuelve aún más
cuando, por diversas razones, los padres no son capaces de garantizar una
presencia adecuada a sus hijos, a la edad de crecimiento.
Encomendamos
a la protección de San Joaquín y Santa Ana todos los abuelos del mundo mediante
el envío de una bendición especial.
Que
la Virgen María, que -de acuerdo con una bella iconografía- aprendió a leer las
Escrituras en el regazo de su madre Ana, siempre les ayuda a nutrir su fe y la
esperanza de las fuentes de la Palabra de Dios.
¡Buenos días!
Dar y darse
La
generosidad es una virtud que te pone en sintonía con Dios que es todo amor y
donación de sí mismo. Cada día puedes empezar a ser generoso en gestos
pequeños. Con la práctica se te irá abriendo el corazón, descubrirás la alegría
de dar y comprobarás, maravillado, que recibes mucho más de lo que das.
El gran secreto está en dar. Aprende, pues, y la vida
te recompensará con creces. Dale a tu prójimo una parte de tu tiempo, de tu
dinero, de tu comprensión, de tu simpatía, de tu estimulo. De cierto te digo
que a cambio recibirás algo valioso. Más al dar no esperes una recompensa
inmediata y material. Por misteriosos caminos infalibles, el Supremo Dador te
lo ofrecerá multiplicado y en su momento oportuno. A fin de cuentas, el negocio
más productivo del mundo es dar (Clement Stone).
El
propósito de actuar con generosidad abre el corazón poco a poco, y descubres
admirado que nunca pierdes. Por el contrario te fortaleces y puedes superar el
temor de ser vulnerable. Practicar esta actitud ejercita al corazón: cuanto más
se da, más se fortalece. Recuerda que Jesús dijo: “Hay más alegría en dar que
en recibir”.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En
aquel tiempo, salió Jesús de casa y se sentó a orillas del mar. Y se reunió
tanta gente junto a Él, que hubo de subir a sentarse en una barca, y toda la
gente quedaba en la ribera. Y les habló muchas cosas en parábolas. Decía: «Una
vez salió un sembrador a sembrar. Y al sembrar, unas semillas cayeron a lo
largo del camino; vinieron las aves y se las comieron. Otras cayeron en
pedregal, donde no tenían mucha tierra, y brotaron enseguida por no tener
hondura de tierra; pero en cuanto salió el sol se agostaron y, por no tener
raíz, se secaron. Otras cayeron entre abrojos; crecieron los abrojos y las
ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto, una ciento, otra
sesenta, otra treinta. El que tenga oídos, que oiga». (Mt 13,1-9)
Comentario:
Hoy,
Jesús —en la pluma de Mateo— comienza a introducirnos en los misterios del
Reino, a través de esta forma tan característica de presentarnos su dinámica
por medio de parábolas.
La
semilla es la palabra proclamada, y el sembrador es Él mismo. Éste no busca
sembrar en el mejor de los terrenos para asegurarse la mejor de las cosechas.
Él ha venido para que todos «tengan vida y la tenga en abundancia» (Jn 10,10).
Por eso, no escatima en desparramar puñados generosos de semillas, sea «a lo
largo del camino» (Mt 13,4), como en «el pedregal» (v. 5), o «entre abrojos»
(v. 7), y finalmente «en tierra buena» (v. 8).
Así,
las semillas arrojadas por generosos puños producen el porcentaje de
rendimiento que las posibilidades “toponímicas” les permiten. El Concilio
Vaticano II nos dice: «La Palabra de Dios se compara a una semilla sembrada en
el campo: los que escuchan con fe y se unen al pequeño rebaño de Cristo han
acogido el Reino; después la semilla, por sí misma, germina y crece hasta el
tiempo de la siega» (Lumen gentium, n. 5).
«Los
que escuchan con fe», nos dice el Concilio. Tú estás habituado a escucharla,
tal vez a leerla, y quizá a meditarla. Según la profundidad de tu audición en
la fe, será la posibilidad de rendimiento en los frutos. Aunque éstos vienen,
en cierta forma, garantizados por la potencia vital de la Palabra-semilla, no
es menor la responsabilidad que te cabe en la atenta audición de la misma. Por
eso, «el que tenga oídos, que oiga» (Mt 13,9).
Pide
hoy al Señor el ansia del profeta: «Cuando se presentaban tus palabras, yo las
devoraba, tus palabras eran mi gozo y la alegría de mi corazón, porque yo soy
llamado con tu Nombre, Señor, Dios de los ejércitos» (Jr 15,16).
P. Julio César RAMOS González SDB (Mendoza,
Argentina)
Santoral Católico:
San Joaquín y Santa Ana
Padres de la Virgen María
Una
antigua tradición, que arranca del siglo II, atribuye estos nombres a los
padres de la Santísima Virgen María. Los evangelios no nos hablan de ellos. Las
noticias sobre los mismos nos han sido transmitidas por los escritos apócrifos,
en particular el Protoevangelio de Santiago, del siglo II. Éste cuenta que
Joaquín contrajo matrimonio a los veinte años con Ana, perteneciente como él a
la tribu de Judá y al linaje de David. Procedentes de Galilea, se instalaron
pronto en Jerusalén, cerca de la piscina Probática, en la que Jesús curó a un
paralítico. La actual iglesia de Santa Ana recuerda esta tradición, aunque
según otra, la casa de los abuelos de Jesús estaría en Séforis (Galilea). Ser
los padres de María es mucho.
Oración: Señor, Dios de nuestros padres, tú
concediste a san Joaquín y a santa Ana la gracia de traer a este mundo a la
Madre de tu Hijo; concédenos, por la plegaria de estos santos, la salvación que
has prometido a tu pueblo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
© Directorio Franciscano
Palabras del Papa Francisco
"Todo
el misterio de la oración cristiana se resume aquí, en esta palabra: tener el
coraje de llamar a Dios con el nombre de Padre. Lo afirma también la liturgia
cuando, invitándonos a recitar comunitariamente la oración de Jesús, utiliza la
expresión «nos atrevemos a decir» […] Invocarlo como “Padre” nos pone en una
relación de confianza con Él, como un niño que se dirige a su papá, sabiendo
que es amado y cuidado por él. Esta es la gran revolución que el cristianismo
imprime en la psicología religiosa del hombre”.
Historias:
La nieta que salvó a su abuelo
En
un lugar del Perigord (Francia), ejercía su profesión un médico, a quien nadie
hacía referencia por su propio nombre, sino al que todos llamaban “el buen
Doctor”. Y en verdad merecía este título, porque era realmente bueno con todos,
y, sobre todo, con los pobres.
Sin
embargo, el doctor no era un hombre religioso. No es que fuese descreído. No
llegaba a tanto. Más bien era “indiferente”. Así, se daba el caso de que desde
la fecha lejana de su matrimonio no se había preocupado de recibir los
sacramentos...
Los
muchos años y la excesiva actividad profesional desarrollada postraron al
doctor en el lecho, con irreparable agotamiento. Toda esperanza de curación
quedaba descartada. ¡Y “el buen Doctor” iba a morir en la impiedad!
Este
pensamiento y temor torturaba el corazón de una nieta que le acompañaba en
aquella ocasión. La niña era un ángel de dulzura y de piedad. Sentada junto al
enfermo, lo entretenía y cuidaba. Y mientras descansaba el anciano, dirigía con
lágrimas esta plegaria al cielo:
“¡Oh,
Virgen buena, Vos que sois todo misericordia y todo lo podéis, moved a
penitencia el corazón de mi abuelo!
No
permitáis, santa Madre de Dios, que muera sin auxilios espirituales.
En
Vos, Madre mía, tengo puesta toda mi confianza.”
Y
tras de esa oración rezaba las tres Avemarías...
Una
tarde, con el fin de distraer a su abuelo, la niña empezó a pasar revista al
contenido de una gran cartera donde aquél había ido dejando recuerdos de
pasados tiempos... Sus ojos se detuvieron en un sobre viejo, y exclamó:
–Una
antigua carta, abuelo. ¿De quién será que la habéis conservado?...
El
anciano le respondió:
–Léela
y haremos memoria.
Y
la joven leyó:
“Mi
querido ahijado: ¡Cuánto siento no poder abrazarte antes de que te marches a
París!, pero me es imposible ir a verte. Estoy atada a la cama por mi
reumatismo. Seguramente no volverás a ver aquí abajo a tu vieja madrina, y por
esto te pido escuches mis consejos, que serán los últimos.
Tú
sabes que París ha sido siempre un abismo, y ante ese peligro tiemblo por ti.
Sé un hombre fuerte, de buen temple, firme en la fe. Permanece fiel al Dios de
tu bautismo, que has de ver en la eternidad... Yo te pongo bajo la protección
de la Santísima Virgen María, y te recomiendo encarecidamente seas constante en
las prácticas de piedad que desde muy niño tuviste de rezar mañana y noche las
tres Avemarías...
Rogará
por ti tu madrina, que te estrecha fuertemente sobre su corazón...”
La
carta que tenía fecha de hacía cuarenta y ocho años, produjo una honda emoción
al doctor. Rememoró los años despreocupados de su juventud, sus extravíos y
ligerezas, su apartamiento de los actos de culto y el abandono de sus
devociones. Pensó también en sus tareas profesionales y en su vida familiar y
se detuvo recordando a su bondadosa madrina, que murió a los pocos meses de
escribir aquella carta. Ella le había enseñado a rezar las tres Avemarías en su
infancia...
Sintió
el doctor un vivo impulso de gratitud hacia esa mujer buena, cuyos buenos
consejos no siguió. Y mirando tiernamente a la nieta, balbuceó:
–¡Por
mi madrina!... Dios te salve, María...
Y
rezó las tres Avemarías juntamente con la nieta, que, con íntimo gozo, sonreía
y lloraba a la vez. ¡Estaba ganado para Dios “el buen Doctor”!...
–Llama
al Padre –dijo el enfermo–, porque he de contarle estas cosas.
Acudió
el sacerdote diligentemente, y el doctor hizo su confesión con singular fervor.
Al
día siguiente empeoró alarmantemente y hubo que administrarle el Santo
Viático... Con paso acelerado se aproximaba a la muerte.
Tomó
“el buen Doctor” con dificultad una mano de su nieta y, haciendo un gran
esfuerzo, le dijo:
–Esto
se acaba..., reza conmigo las tres Avemarías...
Al
terminar la tercera Avemaría expiró dulcemente.
© P. Didier de Cre, O. F. M. Cap.
Mensaje de María Reina de la Paz
Mensaje de María Reina de la Paz del 25 de Julio de
2017
"Queridos
hijos, sean oración y reflejo del amor de Dios para todos los que están lejos
de Dios y de los Mandamientos de Dios. Hijitos, sean fieles y decididos en la
conversión y trabajen en sí mismos a fin de que la santidad de la vida pueda
hacerse verdad para ustedes. Exhórtense al bien a través de la oración para que
su vida en la Tierra sea más agradable. Gracias por haber respondido a mi
llamado"
Nuevo vídeo
Hay
un nuevo vídeo subido al blog
de
"Pequeñas Semillitas" en
internet.
Para
verlo tienes que ir al final de esta página
Meditaciones
La memoria de los santos
Joaquín y Ana, padres de la Virgen María y por consiguiente abuelos de Jesús,
que celebramos hoy me ofrece entre otras este punto de reflexión. Esta
celebración me hace pensar en el tema de la educación que tiene un lugar
importante en la pastoral de la Iglesia.
Ella nos invita especialmente
a rezar por los abuelos que en la familia son los depositarios y a menudo los
testigos de los valores fundamentales de la vida. La tarea educativa de los
abuelos es siempre muy importante, y lo es todavía mas cuando por diversas
razones los padres no están en la posibilidad de asegurar la presencia
necesaria a sus hijos, en la edad de crecimiento.
Yo confío a la protección de
santa Ana y san Joaquín todos los abuelos del mundo y les envío mi bendición
especial. Que la Virgen Maria que, según una hermosa iconografía, aprendió a
leer las Sagradas Escrituras en el regazo de su madre Ana, les ayude siempre a
nutrir la fe y la esperanza en las fuentes de la Palabra de Dios.
Benedicto VI
Los cinco minutos de María
Julio 26
A
veces, la devoción a la Virgen se expresa con actos externos: la bendición de
los hogares, de los coches, de los lugares de trabajo; o también la veneración
de imágenes y estampas. Todos estos actos tienen sentido si son expresión
sincera de nuestra confianza en la Madre de Dios.
Podemos
confundirnos o equivocarnos si les damos un sentido mágico. Ellos no solucionan
mágicamente los problemas de la vida con las dificultades del trabajo, los
problemas de la convivencia familiar, la salud de nuestros enfermos. Pero sí
nos ayudan a ponernos en comunicación con la Virgen, sí nos impulsan a
comprometernos cada día con el amor a Dios y a los hermanos, son recordatorios
del camino del Evangelio de Jesús.
Santa Madre de Dios, queremos renovar nuestro amor a
ti, para que en todas nuestras devociones crezcamos en la confianza de hijos
tuyos y discípulos del Señor.
* P. Alfonso Milagro
Jardinero de Dios
-el
más pequeñito de todos-
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Gracias por participar comentando! Por favor, no te olvides de incluir tu nombre y ciudad de residencia al finalizar tu comentario dentro del cuadro donde escribes.