domingo, 23 de julio de 2017

Pequeñas Semillitas 3397

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 12 - Número 3397 ~ Domingo 23 de Julio de 2017
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Al cristianismo le ha hecho mucho daño a lo largo de los siglos el triunfalismo, la sed de poder y el afán de imponerse a sus adversarios. Todavía hay cristianos que añoran un Iglesia poderosa que llene los templos, conquiste las calles e imponga su religión a la sociedad entera.
Dios no actúa imponiéndose desde fuera. Humaniza el mundo atrayendo las conciencias de sus hijos hacia una vida más digna, justa y fraterna.
Hemos de confiar en Jesús. El reino de Dios siempre es algo humilde y pequeño en sus comienzos, pero Dios está ya trabajando entre nosotros promoviendo la solidaridad, el deseo de verdad y de justicia, el anhelo de un mundo más dichoso. Hemos de colaborar con él siguiendo a Jesús.
Una Iglesia menos poderosa, más desprovista de privilegios, más pobre y más cercana a los pobres, siempre será una Iglesia más libre para sembrar semillas de Evangelio, y más humilde para vivir en medio de la gente como fermento de una vida más digna y fraterna.
© José Antonio Pagola

¡Buenos días!

El pavo real y sus admiradores
Te invito a reflexionar hoy sobre la vanidad humana. “La cola del pavo real honra al que la creó; pero, el pavo no tiene nada que ver en ello” (J. Leclercq). “El vanidoso es como un gallo que se imaginase que el sol sale para oírlo cantar”. “Vasito de barro: ¿por qué te quieres poner tan alto? ¿No ves que si te caes, te quiebras? ¿No sabes que el aroma de tus flores se percibe mejor si estás abajo?” (V. Gar-Mar).

El pavo real, con la cola desplegada, erguido en un delicioso cuadro de prados verdes, de aguas relucientes y de arbustos, parecía sacudir alrededor suyo, bajo los rayos del sol, una lluvia de pedrerías, un rocío de esmeraldas, de zafiros y de oro. Lo rodeaba un gran círculo de admiradores extasiados, y él gozaba de veras. Pero se le ocurrió a uno de los que allí estaba decir en voz alta que también era muy lindo el faisán dorado. Por cierto, no le quitaba al pavo real nada de su mérito, y sin embargo se quedó éste tan triste, casi como si le hubieran llamado feo. Muchos pavos, que no siempre son reales, así piensan que el mérito ajeno rebaja el de ellos. (G. Daireaux).

Guárdate de la vanidad, del afán de figurar y ser tenido en cuenta, pero no dejes de hacer el bien por temor a la vanidad. Una vez santa Teresa se vio tentada de dejar obras buenas que hacía, a causa de recibir grandes elogios por eso. Entonces dirigiéndose a la vanidad, le dijo: “lo que no empecé por ti, no lo voy a dejar por ti”.
* Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En aquel tiempo, Jesús propuso a las gentes otra parábola, diciendo: «El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras su gente dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña.
»Los siervos del amo se acercaron a decirle: ‘Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?’. Él les contestó: ‘Algún enemigo ha hecho esto’. Dícenle los siervos: ‘¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla?’. Díceles: ‘No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo. Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero’».
Otra parábola les propuso: «El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo. Es ciertamente más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas».
Les dijo otra parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo».
Todo esto dijo Jesús en parábolas a la gente, y nada les hablaba sin parábolas, para que se cumpliese el oráculo del profeta: «Abriré en parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo».
Entonces despidió a la multitud y se fue a casa. Y se le acercaron sus discípulos diciendo: «Explícanos la parábola de la cizaña del campo». Él respondió: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del Maligno; el enemigo que la sembró es el Diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. De la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga». (Mt 13,24-43)

Comentario:
Hoy, Cristo. Siempre, Cristo. De Él venimos; de Él vienen todas las buenas semillas sembradas en nuestra vida. Dios nos visita —como dice el Kempis— con la consolación y con la desolación, con el sabor dulce y el amargo, con la flor y la espina, con el frío y el calor, con la belleza y el sufrimiento, con la alegría y la tristeza, con el valor y con el miedo... porque todo ha quedado redimido en Cristo (Él también tuvo miedo y lo venció). Como nos dice san Pablo, «en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman» (Rom 8,28).
Todo esto está bien, pero... existe un misterio de iniquidad que no procede de Dios y que nos sobrepasa y que devasta el jardín de Dios que es la Iglesia. Y quisiéramos que Dios fuese “como” más poderoso, que estuviese más presente, que mandase más y no dejase actuar esas fuerzas desoladoras: «¿Quieres, pues, que vayamos a recoger [la cizaña]?» (Mt 13,28). Esto lo decía el Papa San Juan Pablo II en su último libro Memoria e identidad: «Sufrimos con paciencia la misericordia de Dios», que espera hasta el último momento para ofrecer la salvación a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de su misericordia («Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega»: Mt 13,30). Y como es el Señor de la vida de cada persona y de la historia de la humanidad, mueve los hilos de nuestras existencias, respetando nuestra libertad, de modo que —junto con la prueba— nos da la gracia sobreabundante para resistir, para santificarnos, para ir hacia Él, para ser ofrenda permanente, para hacer crecer el Reino.
Cristo, divino pedagogo, nos introduce en su escuela de vida a través de cada encuentro, cada acontecimiento. Sale a nuestro paso; nos dice —No temáis. Ánimo. Yo he vencido al mundo. Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin (cf. Jn 16,33; Mt 28,20). Nos dice también: —No juzguéis; más bien —como yo— esperad, confiad, rezad por los que yerran, santificadlos como miembros que os interesan mucho por ser de vuestro propio cuerpo.
P. Ramón LOYOLA Paternina LC (Barcelona, España)

Palabras de San Juan Pablo II
 
 “En el Sacramento del altar,
la Iglesia contempla de manera inigualable
el misterio del Calvario,
el sacrificio de donde fluye
toda gracia de la evangelización.
En la contemplación del misterio eucarístico
aprendéis a imitar al único que se hace pan partido
y sangre derramada para la salvación del mundo”

Predicación del Evangelio:
El grano y la cizaña
El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; el Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza; el Reino de los Cielos es semejante a la levadura. Bastan estas frases iniciales de las tres parábolas para darnos a entender que Jesús nos está hablando de un Reino «de los Cielos» que sin embargo se encuentra «en la tierra». Sólo en la tierra, de hecho, hay espacio para la cizaña y para el crecimiento; sólo en la tierra hay una masa que levar. En el Reino final nada de todo esto, sino sólo Dios, que será todo en todos. La parábola del grano de mostaza que se transforma en un árbol indica el crecimiento del Reino de Dios en la historia.

La parábola de la levadura indica también el crecimiento del Reino, pero un crecimiento no tanto en extensión cuanto en intensidad; indica la fuerza transformadora que él posee hasta renovar todo. Estas dos últimas parábolas fueron fácilmente comprendidas por los discípulos. No así la primera, la de la cizaña. Dejada la multitud, una vez solos en casa, le pidieron por ello a Jesús: «Explícanos la parábola de la cizaña en el campo». Jesús explicó la parábola; dijo que el sembrador era él mismo, la semilla buena los hijos del Reino, la semilla mala los hijos del maligno, el campo el mundo y la siega el fin del mundo.

El campo es el mundo. En la antigüedad cristiana, había espíritus sectarios (los donatistas) que resolvían el asunto de modo simplista: por un lado, la Iglesia hecha toda ella de buenos; por otro, el mundo lleno de hijos del maligno, sin esperanza de salvación. Pero venció el pensamiento de san Agustín, que era el de la Iglesia universal.

La Iglesia misma es un campo, dentro del cual crecen juntos grano y cizaña, buenos y malos, lugar donde hay espacio para crecer, convertirse y sobre todo para imitar la paciencia de Dios. «Los malos existen en este mundo o para que se conviertan o para que por ellos los buenos ejerciten la paciencia» (san Agustín). De la paciencia de Dios habla también la primera lectura, del Libro de la Sabiduría, con el himno a la fuerza de Dios: «Tú, dueño de tu fuerza, juzgas con moderación y nos gobiernas con mucha indulgencia... Obrando así enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser amigo del hombre, y diste a tus hijos la buena esperanza de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento».

La de Dios no es, por lo demás, una simple paciencia, esto es, esperar el día del juicio para después castigar con mayor satisfacción. Es longanimidad, es misericordia, es voluntad de salvar. En el Reino de un Dios así no hay lugar, por ello, para siervos impacientes, para gente que no sabe hacer otra cosa que invocar los castigos de Dios e indicarle, de vez en vez, a quien debe golpear. Jesús reprochó un día a dos de sus discípulos que le pedían hacer llover fuego del cielo sobre los que les habían rechazado (Lc 9,55), y el mismo reproche, tal vez, podría hacer a algunos demasiado diligentes en exigir justicia, castigos y venganzas contra aquellos que guardan la cizaña del mundo.

También a nosotros está indicada la paciencia del dueño del campo como modelo. Debemos esperar la siega, pero no como aquellos siervos a duras penas refrenados, empuñando la hoz, como si estuviéramos ansiosos de ver la cara de los malvados en el día del juicio; sino que debemos esperar como hombres que hacen propio el deseo de Dios de «que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad» (1Tm 2,4).

Un llamamiento a la humildad y a la misericordia que desprende, por lo tanto, de la parábola del grano y de la cizaña. ¡Hay un solo campo del que es lícito y necesario arrancar inmediatamente la cizaña, y es el del propio corazón!
© P. Raniero Cantalamessa

Nuevos vídeos

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Ofrecimiento para sacerdotes y religiosas

Formulo el siguiente ofrecimiento únicamente para sacerdotes o religiosas que reciben diariamente "Pequeñas Semillitas" por e-mail: Si desean recibir el power point y los comentarios del Evangelio del domingo siguiente con dos o tres días de anticipación, para tener tiempo de preparar sus meditaciones, homilías o demás trabajos pastorales sobre la Palabra de Dios, pueden pedírmelo a feluzul@gmail.com 
Sólo deben indicar claramente su nombre, su correo electrónico, ciudad de residencia y a qué comunidad religiosa pertenecen.

Agradecimientos
Imaginemos que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

Desde Pequeñas Semillitas resulta muy grato elevar una oración de agradecimiento a Dios por la vida y el sacerdocio del Padre Félix María Bruno Maggio, sacerdote salesiano argentino, radicado hace muchos años en Montevideo, Uruguay, y que desde los primeros tiempos de nuestra publicación se transformó en miembro de la familia de Pequeñas Semillitas y del autor de esta página. El querido Padre Lucho, que siempre nos lee, nos difunde y nos asesora en nuestras dudas, acaba de cumplir el miércoles pasado 96 años de edad, y próximamente cumplirá 69 años de sacerdocio. Es un hombre vital, lúcido, trabajador y entusiasta, que en su oración diaria siempre reza esta jaculatoria: “Señor, cuando vengas a buscarme, encuéntrame aferrado a las manos de María”. ¡Un gran abrazo Padre Lucho!... Y damos gracias a Dios por tu vida y por tu sacerdocio.
Padre Lucho

Los cinco minutos de María
Julio 23
Nuestro trato con María nos lleva irremisiblemente al trato con Dios:
- con Dios Padre, con quien ella comparte la fecundidad;
- con Dios Hijo, que se ha dado a ella sin reservas;
- con Dios Espíritu Santo, que la ha llenado de su amor.
Orar a la Virgen es tratar con Dios, con ese Dios Uno y Trino que colma enteramente su Inmaculado Corazón.
María está compenetrada de Dios; quien a ella se acerca no puede menos de sentirse cerca de Dios.
Virgen dócil a las inspiraciones del Espíritu Santo, que nunca me oponga a lo que Dios quiere de mí.
* P. Alfonso Milagro

Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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