PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
11 - Número 3223 ~ Jueves 22 de Diciembre de 2016
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
En
estos días del santo nacimiento, andaba lamentando y suspirando san Francisco
de Asís por las sendas y selvas, con gemidos inconsolables. Preguntado por la
causa de esto, respondió: “¿Y cómo queréis que yo no gima, cuando veo que el
amor no es amado? Veo a un Dios casi fuera de sí por amor del hombre, y al hombre
tan ingrato a este Dios”.
Pues
si esta ingratitud tanto afligía el corazón de san Francisco consideremos
cuánto más afligió el corazón de Jesucristo. Apenas concebido en el vientre de
María, vio la cruel correspondencia que debía recibir de los hombres. Había
venido del cielo a encender el fuego del divino amor, y este solo deseo le había
hecho descender a la tierra, a sufrir un abismo de penas y de ignominias; y
después se le presentaba otro abismo de pecados, que habían de cometer los
hombres, habiendo visto tantas señales de su amor.
Esto
fue, dice san Bernardino de Sena, lo que le hizo padecer un infinito dolor. Aun
entre nosotros, el verse tratado alguno con ingratitud por otro hombre, es un
dolor insufrible; pues, como reflexiona el beato Simón de casia, la ingratitud
frecuentemente aflige el alma, más que
cualquier otro dolor al cuerpo.
Luego
¿qué dolor ocasionaría a Jesús nuestra ingratitud, al ver que, siendo Dios, su
amor y sus beneficios habían de ser pagados con disgustos e injurias?
Más,
aún hoy día parece que vaya lamentándose Jesucristo con aquellas palabras del
Profeta: “He sido hecho extraño a mis hermanos” Sal. 69, 9, cuando ve que de
muchos no es ni amado, ni conocido, como
si no les hubiese hecho bien alguno, ni nada hubiera padecido por su amor.
¡Oh
Dios! ¿qué caso hacen al presente tantos cristianos del amor de Jesucristo?
Apareció este Redentor una vez al beato Enrique Suson en forma de un peregrino
que andaba mendigando de puerta en puerta un poco de alojamiento, pero todos le
desechaban con injurias y groserías.
Se
hallan semejantes a aquellos de quienes habla Job, los cuales decían a Dios:
“Apártate de nosotros”, siendo así que él había llenado sus casas de bienes! (Job. 22, 17)
Nosotros,
aunque hasta aquí nos hayamos unido a estos ingratos, ¿querremos seguir en ser
siempre tales? No, que no se merece esto aquel amable Niño que ha venido del
cielo a padecer y morir por nosotros, para hacerse amar de nosotros. (San
Alfonso María Ligorio)
¡Buenos días!
Día de los regalos
En
cada Navidad nos maravillamos de la bondad de Dios, nuestro Padre, que nos
regaló a su mismo Hijo Unigénito, hecho niño en Belén. Ese día, inspirados por
el ejemplo de la generosidad de Dios, acostumbramos a prodigar regalos a
nuestro alrededor, a parientes y amigos. Pero hay dones más valiosos —¡y tan necesarios!— que podemos hacernos sin
gastar un centavo.
Esboza una sincera sonrisa... y regálala a quien
nunca la ha tenido.
Recoge un rayo de sol en tu corazón... y hazlo volar
allá en donde reina la noche.
Descubre una fuente... y permite bañarse en ella a
quien vive en el barro.
Vierte una lágrima... y ponla en el rostro de quien
nunca ha llorado.
Enciende el valor en tu pecho... y ponlo en el ánimo de quien no sabe luchar.
Descubre la vida...
y alienta a quien se arrastra por ella.
Cultiva la esperanza... e irradia su luz a tu alrededor.
Imprégnate de bondad... y dónala a quien la desconoce.
Descubre el amor...
y comunica su fuego al mundo.
Amigo/a:
¡qué hermoso es hacer de tu vida una Navidad! Anímate a esparcir a manos llenas
en el hogar, en el barrio, en tu ambiente de trabajo, el fuego del amor, la luz
de la alegría y la fuerza de la esperanza. Que esta celebración cristiana te
ayude a meditar y proyectar a tu vida la sorprendente bondad que Dios tiene con
nosotros.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En
aquel tiempo, dijo María: «Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra
en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por
eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha
hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia
alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de
su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los
potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de
bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose
de la misericordia —como había anunciado a nuestros padres— en favor de Abraham
y de su linaje por los siglos». María permaneció con Isabel unos tres meses, y
se volvió a su casa. (Lc 1,46-56)
Comentario:
Hoy,
el Evangelio de la Misa nos presenta a nuestra consideración el Magníficat, que
María, llena de alegría, entonó en casa de su pariente Elisabet, madre de Juan
el Bautista. Las palabras de María nos traen reminiscencias de otros cantos
bíblicos que Ella conocía muy bien y que había recitado y contemplado en tantas
ocasiones. Pero ahora, en sus labios, aquellas mismas palabras tienen un
sentido mucho más profundo: el espíritu de la Madre de Dios se transparenta
tras ellas y nos muestran la pureza de su corazón. Cada día, la Iglesia las
hace suyas en la Liturgia de las Horas cuando, rezando las Vísperas, dirige
hacia el cielo aquel mismo canto con que María se alegraba, bendecía y daba
gracias a Dios por todas sus bondades.
María
se ha beneficiado de la gracia más extraordinaria que nunca ninguna otra mujer
ha recibido y recibirá: ha sido elegida por Dios, entre todas las mujeres de la
historia, para ser la Madre de aquel Mesías Redentor que la Humanidad estaba
esperando desde hacía siglos. Es el honor más alto nunca concedido a una
persona humana, y Ella lo recibe con una total sencillez y humildad, dándose
cuenta de que todo es gracia, regalo, y que Ella es nada ante la inmensidad del
poder y de la grandeza de Dios, que ha obrado maravillas en Ella (cf. Lc 1,49).
Una gran lección de humildad para todos nosotros, hijos de Adán y herederos de
una naturaleza humana marcada profundamente por aquel pecado original del que,
día tras día, arrastramos las consecuencias.
Estamos
llegando ya al final del tiempo de Adviento, un tiempo de conversión y de
purificación. Hoy es María quien nos enseña el mejor camino. Meditar la oración
de nuestra Madre —queriendo hacerla nuestra— nos ayudará a ser más humildes.
Santa María nos ayudará si se lo pedimos con confianza.
* Rev. D. Francesc PERARNAU i Cañellas (Girona,
España)
Santoral Católico:
Santa Clotilde
Reina
Esta
santa reina tuvo el inmenso honor de conseguir la conversión al catolicismo del
fundador de la nación francesa, el rey Clodoveo, ya que se unió en matrimonio
con él. Tuvo tres hijos, pero uno de ellos murió a los pocos años de vida. La
santa oraba y pedía perseverantemente por la conversión de su esposo, el rey
Clodoveo, pues éste era pagano, y se negaba rotundamente a acceder a la
conversión cristiana.
Cuando
los alemanes atacaron a Clodoveo en la batalla de Tolbiac, el rey le pidió al
"Dios de su esposa" que si le concedía la gracia de la victoria, él
se convertiría a la religión católica. Dios que no desoye ninguna súplica, le
concedió el milagro al rey francés, y de manera inesperada, el ejército del Rey
Clodoveo derrotó a los enemigos. De inmediato, el rey solicitó al obispo San
Remigio que lo instruyera en la religión, y en la Navidad del año 496 fue
bautizado solemnemente con todos los jefes de su gobierno. Gracias a su
conversión, Francia profesa la religión católica.
En
el año 511 murió Clodoveo. San Gregorio de Tours señala que la reina Clotilde
era admirada a causa de su gran generosidad en repartir limosnas, y por la
pureza de su vida y sus largas y fervorosas oraciones. La gente también
afirmaba que la santa parecía más una religiosa que una reina. Después de la
muerte de su esposo sí vivió como una verdadera religiosa; se retiró a Tours y
allí consagró su vida a la oración y socorrer a pobres y enfermos. Cuando
murió, sus dos hijos Clotario y Chidelberto llevaron su féretro hasta la tumba
del rey Clodoveo.
© Aciprensa
Pensamiento del día
“Jesús
es el Hijo de Dios a quien contemplar,
para
que mirando en él al vencedor de la muerte,
podamos
asumir las exigencias
que
para nosotros implica ser sus discípulos
y
acompañarlo por el camino de la cruz hasta la gloria del cielo”.
Mons.
César D. Fernández
Tema del día:
Todos los días nace el Señor
Como
siempre Jesús es desconcertante, nos desconcierta porque nos saca de toda
lógica humana, porque su actuar se basa en el amor y siendo de condición divina
se despojó de su rango para compartir nuestra condición humana; lo esperaban
como rico y nació en la pobreza; esperaban un guerrero y sus armas fueron el
perdón y la paz; su revolución se hizo por medio del amor y el signo de su
triunfo está en el madero de la cruz.
Dios
se hizo hombre, para que aquel que vive en tinieblas y sombras de muerte pueda
vivir en la luz; para que aquel que vive en pecado se levante y experimentando
la misericordia del Señor viva en la gracia; para que aquel que se siente solo
y abatido, sepa que tiene a alguien a su lado; para que aquel que sufre y
llora, tenga consuelo; para que aquel que pasa por la injusticia y la
violencia, experimente la paz; "Dios se hizo hombre, para que el hombre se
haga Dios" (San Agustín).
Si
para esto ha venido el Señor, podemos decir que todos los días nace el Señor,
en aquellos corazones que se abren para recibirlo como si fueran unos pesebres,
en aquellos corazones que llenos de gozo no solo cantan sino que dan gloria a
Dios con sus obras y se esfuerzan por mantener la paz entre los hombres.
Todos
los días nace el Señor, en aquellos hogares que son comunidades de vida y amor,
donde los esposos y padres e hijos se esfuerzan por comprenderse y amarse
Todos
los días nace el Señor, en aquellas personas que en los campos, en las
fábricas, en las oficinas, van cumpliendo con su labor cotidiana, si egoísmos
ni envidias, solo pensando que con su trabajo contribuyen al bienestar de la
sociedad.
Todos
los días nace el Señor, en aquellos hospitales donde el personal tiene que
luchar contra la enfermedad y la muerte, y ponen todo su conocimiento y esfuerzo
al servicio de la vida.
Todos
los días nace el Señor, en los medios de comunicación que nos transmiten la
verdad sin manipulaciones y sus programas nos culturizan.
Todos
los días nace el Señor, en las escuelas donde los maestros educan y van formando
no solo con la palabra sino también con el ejemplo.
Todos
los días nace el Señor, en aquellas autoridades que con honestidad buscan la
justicia, el desarrollo y la paz para sus pueblos.
Todos
los días nace el Señor, en aquellas personas que consagran su vida a Dios y a
la Iglesia y viven con fidelidad su compromiso, sirviendo a Cristo en sus
hermanos.
Todos
los días nace el Señor en mi corazón.
Pedidos de oración
Pedimos
oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes,
diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo
místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como
Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por
las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado
Corazón de María; por la conversión de
todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por
los cristianos perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros
lugares; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos
especialmente por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la
falta de trabajo, el hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras
enfermedades graves; por el drama de los refugiados del Mediterráneo; por los
presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por la
unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de
los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones
sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Los cinco minutos de Dios
Diciembre 22
Navidad,
la fiesta que reza y que canta, pueril y vetusta, bullanguera y santa, pastoril
y regia, magna y familiar, que con ser litúrgica es toda de hogar.
Navidad
nos trajo cordiales contentos y el musgo pintado de los nacimientos.
El
mundo, hasta el mundo moderno y complejo, sonríe con una sonrisa de viejo, y
hay una dulzura cálida que embarga su gran alma fría, su gran alma amarga, con
el alborozo de la Navidad.
Así
es esta fiesta de paz y bondad, de luz y alegría, de infancia y cariño; el
mundo es un viejo que sonríe a un niño.
“María conservaba todas estas cosas y las meditaba en
su corazón” (Lc 2,19). Debemos tomar ejemplo de nuestra Madre Santísima: no se
contentaba con ver las cosas; las meditaba. No nos contentemos nosotros con ver
las cosas de esta Navidad; meditemos en la misericordia del Señor que viene a
salvarnos y en la forma en que nosotros debemos colaborar en esa salvación.
Navidad es cualquier día del año en que un hombre se acerca a otro hombre para
llamarlo hermano y tratarlo como hermano.
* P. Alfonso Milagro
Jardinero de Dios
-el
más pequeñito de todos-
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