PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
11 - Número 3217 ~ Viernes 16 de Diciembre de 2016
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
El
Eterno Padre dijo a Jesucristo en el instante de su concepción estas palabras:
“Hijo, yo te he dado al mundo por luz y vida de las gentes, a fin de que
procures su salvación, que estimo tanto como si fuese la mía. Es necesario,
pues, que te emplees todo en beneficio de los hombres. Es por lo mismo preciso
que al nacer padezcas una extremada pobreza, para que el hombre se haga rico. Es
menester que seas vendido como esclavo, para que adquieras al hombre la
libertad; y que como tal esclavo seas azotado y crucificado, para satisfacer a
mí justicia la pena debida por el hombre. Has de dar la vida por librar al
hombre de la muerte eterna. En suma, sabe que no eres más tuyo, sino del
hombre. De esta manera, Hijo mío, este se rendirá a amarme y a ser mío, viendo
que le doy sin reserva a Ti mi Unigénito, y que nada más me resta que darle”.
Así
amó Dios al mundo: que le dio su Unigénito.
¡Oh amor infinito, digno solamente
de un Dios infinito, quien de tal modo amó al mundo que dio su Unigénito!
A
esta propuesta Jesús no se entristece, sí que se complace en ella, la acepta
con amor y se regocija. Desde el primer momento de su encarnación Jesús se da
también todo al hombre, y abraza con gusto cuantos dolores e ignominias debe
sufrir en la tierra por amor del mismo. Estos fueron, dice san Bernardo, los
montes y colinas que debía atravesar con tanta presura y fatiga; cual nos le
representa la Esposa cuando dice: Ved a mi amado, que viene saltando por
montes, atravesando collados (Cant. 2, 8).
Pondera
aquí como el Padre Divino enviando el Hijo a ser nuestro Redentor, y poner la
paz entre Dios y los hombres, se ha obligado en cierto modo a perdonarnos y
amarnos por razón del pacto que hizo de recibirnos en su gracia; puesto que el
Hijo ha de satisfacer por nosotros a la Divina Justicia. A su vez el Verbo
Divino, habiendo aceptado el encargo del Padre, el que (enviándolo a
redimirnos) nos lo daba, se ha obligado a amarnos, no ya por nuestros méritos, sí por cumplir la piadosa voluntad del Padre. (San
Alfonso María Ligorio)
¡Buenos días!
El camino real de la cruz
“Si
de buena gana llevas la cruz, ella te llevará a ti y te guiará al puerto
deseado donde será el fin de todo padecimiento que aquí nunca termina. Si la
llevas contra tu voluntad, te echas encima una nueva carga, la haces más pesada
y de todos modos, tendrás que cargar con ella. Al rechazar una cruz sin duda
encontrarás otra y, tal vez, más pesada.
¿Por qué temes tomar la cruz que conduce al
Reino? En la cruz está la salvación, en
la cruz está la defensa contra los enemigos, en la cruz hay una infusión de
suavidad sobrenatural, en la cruz está la fortaleza del alma, en la cruz está
el gozo del espíritu, en la cruz está el compendio de toda virtud y en la cruz
está la perfección de la santidad. Sólo en la cruz hay salvación para el alma y
esperanza de vida eterna. Toma tu cruz; sigue la perfección de Jesús y llegarás
a la vida eterna. Él fue delante, llevando su cruz (Jn 19.17), y murió en la cruz por ti, para
que tú también lleves la tuya y en ella desees morir. Porque si mueres con él,
también con el vivirás, y si eres compañero de las penas, también lo serás de
su gloria.
¡Ojalá
fueses digno de padecer algo por el nombre de Jesús! ¡Cuán grande sería tu gloria! ¡Qué alegría
para todos los santos! ¡Y qué edificación para el prójimo! Todos recomiendan la
paciencia, pero pocos son los que quieren padecer. ¿No deberías tú, con
generosidad, sufrir algo por Cristo, sabiendo que hay muchos que soportan
mayores trabajos por el mundo?” Tomás Kempis, “La imitación de Cristo”.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En
aquel tiempo dijo Jesús a los judíos: «Vosotros mandasteis enviados donde Juan,
y él dio testimonio de la verdad. No es que yo busque testimonio de un hombre,
sino que digo esto para que os salvéis. Él era la lámpara que arde y alumbra y
vosotros quisisteis recrearos una hora con su luz. Pero yo tengo un testimonio
mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar a
cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha
enviado. Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí». (Jn 5,33-36)
Comentario:
Hoy,
los cristianos tenemos que aprender mucho de Juan el Bautista. Jesús lo compara
con el fuego que quema y da luz: «Él era la lámpara que arde y alumbra» (Jn
5,35). Su misión, como la nuestra, fue la de preparar el camino del Maestro:
allanar los corazones para que sólo Cristo se luzca, anunciar que la Vida plena
es posible, si seguimos a Jesucristo con fidelidad. Juan es la voz que clama en
el desierto: «Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas» (Mt 3,3). El
Hijo de Dios viene a la tierra para descansar en nuestros corazones. —Pero… en
mi corazón manda mi libertad, y Él me pide “permiso” para entrar ahí: por esto,
hay que “allanarle” la difícil ruta que apunta hacia el corazón humano. «Que
nuestro pensamiento se disponga para la venida de Cristo con una preparación no
inferior a la que haríamos si Él todavía tuviera que venir al mundo» (San
Carlos Borromeo).
Hoy
se nos pide aprender de san Juan. No es fácil. La renuncia, el sacrificio, el
compromiso, la Verdad… no están de moda actualmente. ¿Cuántos hay que sólo se
mueven por el dinero, por los placeres, por la comodidad, por la mentira…? Hay
que mantener el corazón limpio y desalojado de cosas. Si no, ahí no pueden
hallar espacio ni Jesús ni las otras personas.
Pero
el Evangelio es camino de Vida y de felicidad. Sólo la Verdad nos puede hacer
libres, aunque esto nos comporte la persecución o la muerte. Juan el Bautista ya
lo había intuido, pero acepta porque ésta es su misión. Su bautismo era
liberador y sus palabras —invitando a la conversión— el camino para llegar.
Jesús
encuentra el camino allanado, preparado, sazonado por la penitencia del
Bautista. Sus obras dan testimonio de que Él es el enviado. Encuentra ya los
corazones arrepentidos y humillados gracias al testimonio de Juan. Para él, el
Maestro no encuentra más que palabras de elogio.
Ojalá
sean las mismas palabras para cada uno de nosotros. Sobre todo, si hemos sido
capaces de señalar al Maestro, presentándolo y, a la vez, desapareciendo
nosotros mismos.
* Rev. D. Rafel FELIPE i Freije (Girona, España)
Santoral Católico:
Santa Adelaida
Emperatriz
Nació
el año 931 en el castillo de Orb, hija de Rodolfo II, rey de Borgoña. Contrajo
matrimonio el 947 con Lotario, rey de Italia, del que quedó viuda tres años
después. Más tarde contrajo nuevo matrimonio con Otón I, y fueron coronados por
el papa Juan XII el año 962. Tuvo tres hijos, entre ellos Otón II. Cuando murió
éste, tuvo que convertirse en la regente del imperio en nombre de su nieto Otón
III. Prestó particular atención a los últimos y a los indigentes, estuvo en
estrecha relación con el movimiento de reforma de Cluny, construyó iglesias y
monasterios. El año 995 pudo retirarse de los asuntos públicos y pasó los
últimos años de su vida en el monasterio benedictino de Selz, cerca de
Estrasburgo (en la actual Francia), que ella había edificado, y allí murió el
16 de diciembre del año 999. En el conjunto de su vida se distinguió por sus
virtudes, su serenidad de ánimo y su profunda vida interior, y también por
mostrar una sobria alegría hacia los familiares, una infatigable piedad hacia
los pobres y una abundante largueza en honrar las iglesias.
© Directorio Franciscano
Palabras del Papa Francisco
“La
vida muchas veces es un desierto, es difícil caminar dentro de la vida, pero si
confiamos en Dios puede convertirse en bello y amplio como una autopista. Basta
no perder jamás la esperanza, basta continuar creyendo, siempre, no obstante
todo […] Son los pequeños, hechos grandes por su fe, los pequeños que saben
continuar esperando. Y la esperanza es una virtud de los pequeños. Los grandes,
los satisfechos no conocen la esperanza; no saben qué cosa es […] Hoy se nos
invita a regocijarnos en la inminente venida de nuestro Redentor, y estamos
llamados a compartir esta alegría con los demás, dar consuelo y esperanza a los
pobres, a los enfermos, a las personas que están solas y a la gente infeliz”.
Tema del día:
Actitudes de Adviento
1. Actitud de espera
El
mundo necesita de Dios. La humanidad está desencantada y desamparada. Las
aspiraciones modernas de paz y de dicha, de unidad, de comunidad, son terreno
preparado para la buena nueva. El Adviento nos ayuda a comprender mejor el
corazón del hombre y su tendencia insaciable de felicidad.
2. El retorno a Dios
La
experiencia de frustración, de contingencia, de ambigüedad, de cautividad, de
pérdida de la libertad exterior e interior de los hombres de hoy, puede
suscitar la sed de Dios, y la necesidad de «subir a Jerusalén» como lugar de la
morada de Dios, según los salmos de este tiempo. La infidelidad a Dios destruye
al pueblo. Su fidelidad hace su verdadera historia e identidad. El Adviento nos
ayuda a conocer mejor a Dios y su amor al mundo. Nos da conocimiento interno de
Cristo, que siendo rico por nosotros se hace pobre.
3. La conversión
Con
Cristo, el reino está cerca dentro de nosotros. La voz del Bautista es el
clamor del Adviento: «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos;
elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se
enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios...» (Is
40,3-5). El Adviento nos enseña a hacernos presentes en la historia de la
salvación de los ambientes, a entender el amor como salida de nosotros mismos y
la solidaridad plena con los que sufren.
4. Jesús es el Mesías
Será
el liberador del hombre entero. Luchará contra todo el mal y lo vencerá no por
la violencia, sino por el camino de una victimización de amor. La salvación
pasa por el encuentro personal con Cristo.
5. Gozo y alegría
El
reino de Cristo no es sólo algo social y externo, sino interior y profundo. La
venida del Mesías constituye el anuncio del gran gozo para el pueblo, de una
alegría que conmueve hasta los mismos cielos cuando el pecador se arrepiente.
El Adviento nos enseña a conocer que Cristo, y su pascua, es la fiesta segura y
definitiva de la nueva humanidad.
6. Meditación
Alzad
la vista, restregaos los ojos, otead el horizonte. Daos cuenta del momento.
Aguzad el oído. Captad los gritos y susurros, el viento, la vida... Estamos en
el Adviento, y una vez más renace la esperanza en el horizonte.
Al
fondo, clareando ya, la Navidad. Una Navidad sosegada, íntima, pacífica,
fraternal, solidaria, encarnada, también superficial, desgarrada, violenta...;
más siempre esposada con la esperanza.
Es
Adviento esa niña esperanza que todos llevamos, sin saber cómo, en las
entrañas; una llama temblorosa, imposible de apagar, que atraviesa el espesor
de los tiempos; un camino de solidaridad bien recorrido; la alegría contenida
en cada trayecto; unas huellas que no engañan; una gestación llena de vida;
anuncio contenido de buena nueva; una ternura que se desborda... Estad alerta y
escuchad.
Lleno
de esperanza grita Isaías: "Caminemos a la luz del Señor".
Con
esperanza pregona Juan Bautista: "Convertíos, porque ya llega el reino de
Dios".
Con
la esperanza de todos los pobres de Israel, de todos los pobres del mundo,
susurra María su palabra de acogida: "Hágase en mí según tu palabra".
Alegraos,
saltad de júbilo. Poneos vuestro mejor traje. Perfumaos con perfumes caros.
¡Que se note!
Viene
Dios. Avivad alegría, paz y esperanza. Preparad el camino. Ya llega nuestro
Salvador. Viene Dios... y está a la puerta. ¡Despertad a la vida!
©
Ulibarri, Fl
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"Juan Pablo II inolvidable"
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"¿Por qué viene el Señor? Meditaciones sobre el Adviento"
Puedes
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Los cinco minutos de Dios
Diciembre 16
No
escatimar esfuerzos, no eludir las ocasiones que implican renuncias; ese es el
verdadero camino para llegar a la perfección de la santidad.
Silenciar
ese detalle que pudiera darnos renombre; no acusar esa palabra que llegó de
hecho a nuestra intimidad; cerrar la puerta sin dar un portazo cuando estamos
nerviosos; levantar un mueble en lugar de arrastrarlo; ofrecer una sonrisa al
que nos resulta pesado; no perder la paciencia ante las insistentes preguntas
tontas del nene; corregir con bondad y no con gritos al hijo adolescente; saber
"perder el tiempo" permitiendo que alguien se desahogue con
nosotros...
Todo
eso nos sale al paso cada día; ni es preciso molestarse en irlo a buscar. Eso
irá puliendo las aristas de nuestro egoísmo, de nuestro amor propio, de la
cerrazón de nuestro criterio, en una palabra, de nuestro propio yo.
“Llevo en mi cuerpo las cicatrices de Jesús” (Gal
6,17). Cicatrices de los malos tratos sufridos por el Señor. Si tú debes sufrir
en tu fortuna, en tu tranquilidad, en tu fama, en tu trabajo, etc… y todo esto
lo tienes que sufrir por Cristo, por ser fiel a Cristo, también podrás afirmar
con el apóstol que llevas las señales del Señor; queda tranquilo, que también
gozarás de las alegrías del Señor, de la victoria del Señor.
* P. Alfonso Milagro
Jardinero de Dios
-el
más pequeñito de todos-
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