PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
11 - Número 3112 ~ Sábado 27 de Agosto de 2016
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Celebramos
hoy a Santa Mónica, la madre de San Agustín, que tantas lágrimas derramó y
tanto rezó por la conversión de ese hijo suyo, el que en sus años de juventud
tuvo una vida disipada y alejada de Dios. Incluso inspiró en San Ambrosio,
obispo de Milán, una célebre reflexión con la que consolaba a la dolida Mónica:
“¡No puede perderse un hijo de tantas lágrimas!”.
Precisamente
por eso, se invoca a Santa Mónica para pedir por nuestros hijos cuando sus
caminos no están alineados con los de Jesús. Y la siguiente es una hermosa
oración para hacerlo:
“A ti recurro por ayuda e instrucciones, Santa
Mónica, maravillosa ejemplo de firme oración por los niños. En tus amorosos
brazos yo deposito mi hijo(a) [mencionar aquí el o los nombres], para que por
medio de tu poderosa intercesión pueda alcanzar una genuina conversión a Cristo
Nuestro Señor. A ti también apelo, madre de las madres, para que pidas a
nuestro Señor me conceda el mismo espíritu de oración incesante que a ti te
concedió. Todo esto te lo pido por medio del mismo Cristo Nuestro Señor. Amén”.
¡Buenos días!
¿A cuál hijo quieres más?
Preguntó
Dios a una madre: —¿A cuál de tus hijos quieres más? Y ella respondió:
—Señor, al ausente, hasta que vuelva; al enfermo,
hasta que sane; al triste, hasta que de nuevo esté alegre; al preso, hasta que
recobre la libertad; al que sufre, hasta que se sienta consolado; al malo,
hasta que otra vez sea bueno; al que le falta todo, hasta que no le falte nada;
al descarriado, hasta que retorne al buen camino; al que está solo, hasta que
no padezca de su soledad. Conmovido, dijo entonces Dios: —No sé por qué dudan
algunos de que hay un Dios en el cielo, si hay tantas madres como tú en la
tierra.
El
amor auténtico se manifiesta en servir, ayudar, proteger. “Obras son amores, y
no buenas razones”, dice el refrán español. Bajar a lo concreto, aterrizar en
la realidad de la vida, es el signo del amor maduro. Evidentemente esto
requiere sacrificio, entrega y olvido de sí mismo.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Un hombre, al ausentarse, llamó a
sus siervos y les encomendó su hacienda: a uno dio cinco talentos, a otro dos y
a otro uno, a cada cual según su capacidad; y se ausentó. Enseguida, el que
había recibido cinco talentos se puso a negociar con ellos y ganó otros cinco.
Igualmente el que había recibido dos ganó otros dos. En cambio, el que había
recibido uno se fue, cavó un hoyo en tierra y escondió el dinero de su señor.
»Al
cabo de mucho tiempo, vuelve el señor de aquellos siervos y ajusta cuentas con
ellos. Llegándose el que había recibido cinco talentos, presentó otros cinco,
diciendo: ‘Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes otros cinco que he
ganado’. Su señor le dijo: ‘¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido
fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor’.
Llegándose también el de los dos talentos dijo: ‘Señor, dos talentos me
entregaste; aquí tienes otros dos que he ganado’. Su señor le dijo: ‘¡Bien,
siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te
pondré; entra en el gozo de tu señor’.
»Llegándose
también el que había recibido un talento dijo: ‘Señor, sé que eres un hombre
duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste. Por eso me
dio miedo, y fui y escondí en tierra tu talento. Mira, aquí tienes lo que es
tuyo’. Mas su señor le respondió: ‘Siervo malo y perezoso, sabías que yo
cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí; debías, pues, haber
entregado mi dinero a los banqueros, y así, al volver yo, habría cobrado lo mío
con los intereses. Quitadle, por tanto, su talento y dádselo al que tiene los
diez talentos. Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que
no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y a ese siervo inútil, echadle a las
tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes’». (Mt 25,14-30)
Comentario:
Hoy
contemplamos la parábola de los talentos. En Jesús apreciamos como un momento
de cambio de estilo en su mensaje: el anuncio del Reino ya no se limita tanto a
señalar su proximidad como a describir su contenido mediante narraciones: ¡es
la hora de las parábolas!
Un
gran hombre decide emprender un largo viaje, y confía todo el patrimonio a sus
siervos. Pudo haberlo distribuido por partes iguales, pero no lo hizo así. Dio
a cada uno según su capacidad (cinco, dos y un talentos). Con aquel dinero pudo
cada criado capitalizar el inicio de un buen negocio. Los dos primeros se
lanzaron a la administración de sus depósitos, pero el tercero —por miedo o por
pereza— prefirió guardarlo eludiendo toda inversión: se encerró en la comodidad
de su propia pobreza.
El
señor regresó y... exigió la rendición de cuentas (cf. Mt 25,19). Premió la
valentía de los dos primeros, que duplicaron el depósito confiado. El trato con
el criado “prudente” fue muy distinto.
El
mensaje de la parábola sigue teniendo una gran actualidad. La separación
progresiva entre la Iglesia y los Estados no es mala, todo lo contrario. Sin
embargo, esta mentalidad global y progresiva esconde un efecto secundario,
peligroso para los cristianos: ser la imagen viva de aquel tercer criado a
quien el amo (figura bíblica de Dios Padre) reprochó con gran severidad. Sin
malicia, por pura comodidad o miedo, corremos el peligro de esconder y reducir
nuestra fe cristiana al entorno privado de familia y amigos íntimos. El
Evangelio no puede quedar en una lectura y estéril contemplación. Hemos de
administrar con valentía y riesgo nuestra vocación cristiana en el propio
ambiente social y profesional proclamando la figura de Cristo con las palabras
y el testimonio.
Comenta
san Agustín: «Quienes predicamos la palabra de Dios a los pueblos no estamos
tan alejados de la condición humana y de la reflexión apoyada en la fe que no
advirtamos nuestros peligros. Pero nos consuela el que, donde está nuestro
peligro por causa del ministerio, allí tenemos la ayuda de vuestras oraciones».
* Rev. D. Albert SOLS i Lúcia (Barcelona, España)
Santoral Católico:
Santa Mónica
Madre de San Agustín
Nació
en Tagaste, provincia romana al norte de África, el año 331, de familia
cristiana. Educada con esmero, muy joven fue dada en matrimonio a un hombre
llamado Patricio, pagano, que se convirtió y bautizó antes de morir; hombre
bueno pero de carácter irascible, a quien supo amar, servir y soportar, y del
que tuvo tres hijos, entre ellos san Agustín, por cuya conversión derramó
muchas lágrimas y oró insistentemente a Dios. Fue un modelo de madre y de
esposa; alimentó su fe con la oración y la enriqueció con sus virtudes. Educó a
sus hijos en la fe, y según la costumbre de entonces los inscribió en el
catecumenado pero no los bautizó. Agustín en su juventud se desvió religiosa y
moralmente, lo que provocó las lágrimas y oración de la madre. Ésta lo siguió a
Roma y después a Milán, donde Agustín se convirtió y recibió el bautismo de
manos de san Ambrosio. Cuando volvían a África, Mónica murió en Ostia (Roma) el
año 387, contenta y satisfecha de ver a su hijo convertido en siervo de Dios.
Oración: Oh Dios, consuelo de los que lloran, que
acogiste piadosamente las lágrimas de santa Mónica impetrando la conversión de
su hijo Agustín, concédenos, por intercesión de madre e hijo, la gracia de
llorar nuestros pecados y alcanzar tu misericordia y tu perdón. Por Jesucristo,
nuestro Señor. Amén.
© Directorio Franciscano
Pensamientos del día
“Conócete.
Acéptate.
Supérate”
“Nos
has hecho para ti
y
nuestro corazón está inquieto
hasta
que no descanse en ti”
“Si
quieres conocer a una persona
no
le preguntes lo que piensa
sino
lo que ama”
-San
Agustín -
Tema del día:
El poder del agua bendita
Un
amigo sacerdote me aseguró que innumerables católicos, aun de los más
instruidos, no saben para lo que sirve el agua bendita. ¡Es una lástima! ¡Por eso no se benefician con este precioso
instrumento instituido por la Iglesia para ayudarlos en prácticamente todas las
circunstancias y dificultades de la vida!
Hay
varias formas de usarla. La más común es persignarse con ella. Otra es
aspergirla (salpicarla) sobre sí mismo, sobre otras personas, lugares u
objetos. Cualquier laico o laica puede hacer esto. Naturalmente, si lo hace un
sacerdote tiene más valor.
Su
efecto más importante es alejar al demonio, que “ronda como león rugiente”,
buscando toda especie de mal, como nos advierte San Pedro (I Pe 5,8). Los
espíritus malignos, cuyas misteriosas y siniestras operaciones afectan incluso
las actividades físicas del hombre, quieren ante todo inducirnos al pecado
grave, que conduce al infierno. Para
ello emplean todos los recursos.
A
veces, por ejemplo, nos provocan un sinnúmero de molestias físicas o psicológicas.
Otras veces provocan pequeños incidentes en nuestra vida diaria, causar enredos
que parecen tener causas meramente naturales.
Por ejemplo, al momento de cumplir un deber, la persona siente un
inexplicable malestar, un inesperado desánimo, un raro dolor de cabeza...
En
ciertas oportunidades, sin motivo alguno, el marido se irrita repentinamente
con la esposa, o viceversa, de eso surge una discusión y se rompe la paz del
hogar. O si no, el padre o la madre se dejan llevar por un movimiento de
impaciencia y reprenden duramente al hijo, en vez de amonestarlo con dulzura.
El hijo se rebela, sale de casa. ¡Se creó un problema! Todo eso puede evitarse
ahuyentando al demonio con una simple señal de la cruz hecha con agua bendita.
Cuando sienta usted una irritación extraña, haga la prueba y ponga atención al
efecto saludable que produce. Enseguida volverá la serenidad.
Además,
el agua bendita es un sacramental que nos alcanza el perdón de los pecados
veniales, puede librarnos de accidentes (tránsito, asaltos, caídas), y ayuda
hasta a curar enfermedades. El agua bendita, como todo sacramental, nos invita
en las diversas circunstancias del día a invocar el socorro del Divino Espíritu
Santo, para el bien de nuestra alma y de nuestro cuerpo.
Otro
beneficio muy interesante y poco conocido: se la puede usar eficazmente en
provecho de personas que se encuentran distantes de nosotros. Y aún más, cada vez que la utilizamos para
hacer la señal de la cruz por la intención de las almas del purgatorio, ellas
son aliviadas en sus sufrimientos.
¿De
dónde viene ese poder maravilloso? Viene
del hecho de ser un sacramental instituido por la Santa Iglesia Católica. El
sacerdote bendice el agua como ministro de Dios, en nombre de la Iglesia y como
su representante, seguro que nuestro Divino Salvador siempre la atenderá con
benevolencia. Es importante recordar que para que sea agua bendita debe ser
bendecida por el sacerdote según el ceremonial prescrito por la Iglesia, en el
“Ritual de Bendiciones” y en el propio “Misal Romano”.
Son
hermosas y altamente significativas las oraciones para la bendición del agua.
Por ejemplo, esta: “Señor, Padre Santo,
dirige tu mirada sobre nosotros, que redimidos por tu Hijo, hemos nacido de
nuevo del agua y del Espíritu Santo en la fuente bautismal; concédenos, te
pedimos, que todos los que reciban la aspersión de esta agua queden renovados
en el cuerpo y en el alma y te sirvan con limpieza. Por Jesucristo nuestro
Señor. Amén”.
¡Así
que no se olvide! Es muy conveniente llevar siempre consigo agua bendita para
usar en cualquier circunstancia. Por ejemplo, santiguarse con ella al salir o
entrar en la iglesia, en casa o en el lugar de trabajo; al iniciar una oración,
un trámite, un viaje.
Para
alejar del hogar la influencia maléfica de los demonios, es muy aconsejable
aspergir en la casa algunas gotas de vez en cuando. Esto puede hacerlo
cualquier persona de la familia. Claro está que pedirle a un sacerdote que
bendiga la casa es mucho mejor. ¡Por lo tanto, el agua bendita es siempre
benéfica y eficaz!
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Pedidos de oración
Pedimos
oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes,
diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo
místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como
Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por
las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado
Corazón de María; por la conversión de
todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por
los cristianos perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros
lugares; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente
por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo,
el hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras enfermedades graves; por
el drama de los refugiados del Mediterráneo; por los presos políticos y la
falta de libertad en muchos países del mundo; por la unión de las familias, la
fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este
sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por
las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos
oración para Florencia C., de 14
años, de la ciudad de Buenos Aires, Argentina, a quien le están aplicando
quimioterapia por leucemia. Que la Virgen María la proteja y Jesús la toque son
sus manos sanadoras. Y también para Elsita S., de la misma ciudad, para que
el Señor le conceda salud física,
psíquica y espiritual.
Pedimos
oración por dos personas de México: Alejandro
G. R., quién fue operado del colon y ahora presenta una oclusión
intestinal, rogando a nuestro Señor Jesucristo que lo ayude a sanar completamente
y pronto esté recuperado. María Blanca
Guadalupe R. G., quien fue operada del pie por una caída, ya salió del
hospital, pero a sus 81 años está
muy dolorida y no puede moverse todavía.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y
la paciencia;
escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros
hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Los cinco minutos de Dios
Agosto 27
Testigo
es el que testifica, el que testimonia, el que da fe de algo o de alguien; ser
testigo es afirmar la veracidad y la rectitud de algo o de alguien, es exponer
y comprometer la propia palabra y la propia vida por defender a esa persona o a
esa posición.
Todos
debemos ser testigos de la verdad y del bien; en todas partes debemos dar
testimonio de la verdad y del bien, defenderlos aún a costa de nuestra
personalidad, debemos comprometer nuestra rectitud y toda nuestra vida; eso
será ser testigo.
Siendo
testigos, estaremos dispuestos a sacar siempre la cara por la verdad y por el
bien; aunque ello suponga para nosotros ciertas incomodidades, la pérdida de
ciertas posiciones o conveniencias, ya que por encima de todo eso, que es
nuestro, debemos ubicar la bondad y la verdad.
Debemos
pues, ser testigos de la verdad y del bien, pero como Cristo ha dicho que Él es
la Verdad y el Bien, debemos ser testigos de Cristo; y eso con todas las
consecuencias que antes hemos mencionado.
“Recibirán la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá
sobre ustedes y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y
hasta los confines de la tierra” (Hch 1,8). No puede haber ningún lugar donde
el discípulo de Cristo no se sienta ‘testigo del Señor’, con su voz y con su
vida, con su palabra y su testimonio.
* P. Alfonso Milagro
Jardinero de Dios
-el
más pequeñito de todos-
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