jueves, 18 de agosto de 2016

Pequeñas Semillitas 3103

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 11 - Número 3103 ~ Jueves 18 de Agosto de 2016
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
En el día en que hacemos la memoria litúrgica de San Alberto Hurtado, iniciamos con tres anécdotas verídicas sobre su vida y su ministerio:
- Alberto no podía entrar a los jesuitas porque debía sostener económicamente a su familia. El padre Damián Symon relata cómo vino la solución: “Durante todo el mes del Sagrado Corazón de Jesús del año 1923, a las 10 de la noche, lo vi tenderse en el suelo, frente al altar del Santísimo Sacramento, y pasar una hora entera en esa postura, implorando, en la oración más fervorosa, que el Señor le solucionara sus problemas económicos para poder consagrarse totalmente a Dios”. La solución llegó de modo providencial, precisamente el día del Sagrado Corazón.
- Un misionero capuchino lo observó cuando rezaba la Misa, y le llamó tan poderosamente la atención que dijo no haber visto nunca una celebración tan devota y edificante, y teniendo así los sacerdotes chilenos un ejemplo tan notable, todos deberían ser santos. ¡Su fuego era capaz de encender otros fuegos…! (Mons. Francisco Valdés).
- Tenía la costumbre de no irse nunca a dormir sin antes haber rezado el Rosario. “A cualquier hora que termine, rezo primero el Rosario antes de acostarme”. En la casa de retiros yo lo vi a veces empezar el Rosario a la una de la mañana. (P. Arturo Gaete S.J.).

¡Buenos días!

Señor de los Ángeles
Sabes que cuando nos reunimos para la celebración de la Misa, escuchamos la Palabra de Dios, damos gracias al Padre, renovamos la muerte y resurrección de Jesús y comemos el Pan de Vida. Por las palabras de la consagración y la fuerza del Espíritu Santo, el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Jesús. En su “Diario” santa Faustina narra lo que le pasó al ingresar en el hospital:

Esa noche la hermana que me asistía me dijo: ”Mañana, hermana, no tendrá la comunión porque está muy cansada, después veremos”. Eso me dolió muchísimo, pero contesté con  calma: “Está bien”. Me abandoné por completo al Señor y traté de dormir. Al amanecer hice la meditación y me preparé para la santa Comunión, aunque no recibiría a mi Jesús. Cuando ardió mi anhelo y amor por Jesús, vi de repente, junto a mi cama, a un Serafín que me dio la santa Comunión y decía: “He aquí el Señor de los Ángeles”. Al recibir a Jesús, me sumergí en el amor de Dios y en el asombro .Eso se repitió durante trece días.

Por la fe y la comunión nos unimos a Jesús para vivir por él y nos hacemos hermanos entre nosotros. Jesús dijo: «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo lo resucitaré en el último día». Para comulgar con provecho debes tener el corazón limpio de cualquier pecado grave y prepararte con fe. El ejemplo de Santa Faustina te aliente.
* Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a los grandes sacerdotes y a los notables del pueblo: «El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. Envió a sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir. Envió todavía a otros siervos, con este encargo: ‘Decid a los invitados: Mirad, mi banquete está preparado, se han matado ya mis novillos y animales cebados, y todo está a punto; venid a la boda’. Pero ellos, sin hacer caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio; y los demás agarraron a los siervos, los escarnecieron y los mataron. Se airó el rey y, enviando sus tropas, dio muerte a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad.
»Entonces dice a sus siervos: ‘La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos. Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda’. Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales. Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: ‘Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?’. Él se quedó callado. Entonces el rey dijo a los sirvientes: ‘Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes’. Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos». (Mt 22,1-14)

Comentario:
Hoy, la parábola evangélica nos habla del banquete del Reino. Es una figura recurrente en la predicación de Jesús. Se trata de esa fiesta de bodas que sucederá al final de los tiempos y que será la unión de Jesús con su Iglesia. Ella es la esposa de Cristo que camina en el mundo, pero que se unirá finalmente a su Amado para siempre. Dios Padre ha preparado esa fiesta y quiere que todos los hombres asistan a ella. Por eso dice a todos los hombres: «Venid a la boda» (Mt 22,4).
La parábola, sin embargo, tiene un desarrollo trágico, pues muchos, «sin hacer caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio...» (Mt 22,5). Por eso, la misericordia de Dios va dirigiéndose a personas cada vez más lejanas. Es como un novio que va a casarse e invita a sus familiares y amigos, pero éstos no quieren ir; llama después a conocidos y compañeros de trabajo y a vecinos, pero ponen excusas; finalmente se dirige a cualquier persona que encuentra, porque tiene preparado un banquete y quiere que haya invitados a la mesa. Algo semejante ocurre con Dios.
Pero, también, los distintos personajes que aparecen en la parábola pueden ser imagen de los estados de nuestra alma. Por la gracia bautismal somos amigos de Dios y coherederos con Cristo: tenemos un lugar reservado en el banquete. Si olvidamos nuestra condición de hijos, Dios pasa a tratarnos como conocidos y sigue invitándonos. Si dejamos morir en nosotros la gracia, nos convertimos en gente del camino, transeúntes sin oficio ni beneficio en las cosas del Reino. Pero Dios sigue llamando.
La llamada llega en cualquier momento. Es por invitación. Nadie tiene derecho. Es Dios quien se fija en nosotros y nos dice: «¡Venid a la boda!». Y la invitación hay que acogerla con palabras y hechos. Por eso aquel invitado mal vestido es expulsado: «Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?» (Mt 22,12).
* Rev. D. David AMADO i Fernández (Barcelona, España)

Santoral Católico:
San Alberto Hurtado
Jesuita Chileno
Nació en Viña del Mar, Chile, el año 1901. La muerte prematura del padre llevó a su familia a una situación precaria. Una beca le permitió estudiar. Trabajando y estudiando, hizo la carrera de Derecho. Ingresó en la Compañía de Jesús en 1923 y luego completó estudios en Argentina, España y Bélgica, donde fue ordenado de sacerdote en 1933. Regresó a Chile en 1936. Ya en su patria, su celo apostólico se extendió a todos los campos: enseñanza, publicación de libros, dirección de ejercicios espirituales, Acción Católica, etc. En 1944 inició una de sus obras más conocidas: el «Hogar de Cristo», lugar de acogida y educación para los marginados. Su apostolado se caracterizó por una gran dedicación a los niños pobres y abandonados, un celo ardiente por la formación de los laicos y un vivo sentido de justicia social cristiana. Murió en Santiago de Chile el 18 de agosto de 1952. Lo canonizó Benedicto XVI el año 2005.
© Directorio Franciscano    

Pensamientos del día

 “Dar, siempre dar,
hasta que se nos caigan
los brazos de cansancio”

“¿Qué es un católico?
¡Un hombre a quien Dios
ha encargado el mundo!”

“Está muy bien no hacer el mal,
pero está muy mal no hacer el bien”

“El cristianismo o es una vida entera de donación,
una transubstanciación en Cristo,
o es una ridícula parodia que mueve a risa y a desprecio”

“María Santísima. La más bella criatura... Objeto toda ternura...
pero su misión no es ser Ella el centro culto,
sino llevarnos a Cristo y por Él al Padre...” 
San Alberto Hurtado

Tema del día:
La acedia
 
La acedia o acidia es el pecado que se opone directamente a la caridad o amor a Dios. Tiene dos comportamientos, el primero más grave:

1) Es la tristeza de las cosas que alegran a los que aman a Dios, y se entristece de que haya alguien que lo ame. Santo Tomás de Aquino, la define como: "tristeza por el bien divino del que goza la caridad". La acedia es, pues, tristeza por un bien y por lo tanto es una especie de envidia. ¿Qué la distingue de la envidia en general? Que mientras la envidia es tristeza por cualquier bien terreno y genérico de la creatura, la acedia es tristeza por el bien divino, ya sea en Dios mismo ya en sus creaturas.

2) La acedia es igualmente enfriamiento o entibiamiento del fervor de la caridad. Es una flojedad y caimiento del corazón para bien obrar: y particularmente es un hastío de las cosas espirituales. Como se dice en el Apocalipsis: "tengo contra ti que has perdido tu amor de antes" (Apoc. 2,4); "puesto que no eres frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca" (Apoc. 3,16). De este segundo estado no es difícil pasar al primero.

¿Cómo combatir la acedia?

Fray Luis de Granada nos lo enseña en su Guía de pecadores, refiriéndose fundamentalmente al segundo tipo de acedia para, así, no llegar al primero:

"Cuando este torpe vicio tentare tu corazón, puedes armarte contra él con las consideraciones siguientes. Primeramente considera cuántos trabajos pasó Cristo por ti desde el principio hasta el fin de su vida; cómo pasaba las noches sin sueño, haciendo oración por ti; cómo discurría de una provincia a otra enseñando y sanando los hombres; cómo se ocupaba siempre en las cosas que pertenecían a nuestra salud, y sobre todo esto, cómo en el tiempo de su pasión llevó sobre sus sacratísimos hombros, cansados de los muchos trabajos pasados, aquel grande y pesado madero de la cruz. Pues si el Señor de la majestad tanto trabajó por tu salud, ¿cuánto será razón trabajes tú por la tuya? Por librarte de tus pecados padeció aquel tan tierno Cordero tantos y tan grandes trabajos, ¿y tú no quieres sufrir aun los pequeños por ellos? Mira también cuántos trabajos sufrieron los Apóstoles cuando fueron por todo el mundo predicando; cuántos padecieron los mártires, cuántos los confesores, cuántos las vírgenes, cuántos todos aquellos Padres que vivían apartados en los desiertos, y cuántos finalmente todos los santos que ahora reinan con Dios, por cuya doctrina y sudores la fe católica y la Iglesia se dilató hasta el día de hoy.

"Considera junto con esto cómo ninguna de todas las cosas creadas está ociosa: porque los ejércitos del cielo sin cesar cantan loores a Dios: el sol, y la luna, y las estrellas, y todos los cuerpos celestiales cada día dan una vuelta al mundo para nuestro servicio. Las hierbas, los árboles, de una pequeña planta van creciendo hasta su justa grandeza. Las hormigas juntan granos en sus cilleros en el verano, con que se sustentan en el invierno. Las abejas hacen sus panales de miel, y con grande diligencia matan los zánganos negligentes y perezosos: y lo mismo hallarás en todos los otros géneros de animales. Pues ¿cómo no tendrás tú vergüenza, hombre capaz de razón, de tener pereza, la cual aborrecen todas las criaturas irracionales por instinto de naturaleza? De la misma manera si los negociadores de este mundo pasan tantos trabajos para juntar sus riquezas perecederas (las cuales después de ganadas con muchos trabajos, han de guardar con muchos peligros) ¿qué más razón para ti, negociador del cielo, para adquirir tesoros eternos que para siempre durarán?

"Mira también que si no quieres trabajar ahora cuando tienes fuerzas y tiempo, que por ventura después te faltará lo uno y lo otro: como cada día vemos acaecer a muchos. El tiempo de la vida es breve, y lleno de mil estorbos; por tanto, cuando tuvieres oportunidad para bien obrar, no lo dejes por pereza, porque vendrá la noche, cuando nadie podrá obrar.

"Mira también que tus muchos y grandes pecados piden grande penitencia y grande fervor de devoción para satisfacer por ellos. Tres veces negó S. Pedro (Mateo XXXVI), y todos los días de su vida lloró aquel pecado, puesto que ya estaba perdonado. María Magdalena hasta el postrer punto de su vida lloró los pecados que había cometido, puesto que había oído aquella tan dulce palabra de Cristo: Tus pecados te son perdonados. Y por abreviar dejo de referir aquí otros que acabaron la penitencia con la vida, de los cuales muchos tenían más livianos pecados que tú. Pues tú que cada día acrecientas pecados tras pecados, ¿cómo tienes por grave el trabajo necesario para satisfacer por ellos? Por tanto en el tiempo de la gracia y de la misericordia trabaja por hacer frutos dignos de penitencia, para que con los trabajos de esta vida redimas los de la otra. Y dado que nuestros trabajos y obras parezcan pequeñas, pero todavía, en cuanto proceden de la gracia, son de grande merecimiento: por donde en el trabajo son temporales, y en el premio eternas: breves en el espacio de la carrera, y perpetuas en la corona. Por lo cual no consintamos que este espacio de merecer se nos pase sin fruto, poniendo ante nuestros ojos el ejemplo de un devoto varón que todas las veces que oía el reloj, decía: ¡Oh Señor Dios mío, ya es pasada otra hora de las que Vos tenéis contadas de mi vida, y de que tengo que daros cuenta!

"Si alguna vez nos viéremos cercados de trabajos, acordémonos que por muchas tribulaciones nos conviene entrar en el reino de Dios (Hechos. XIV), y que no será coronado sino aquél que varonilmente peleare. Y si te parece que mucho tienes peleado y trabajado, acuérdate que está escrito: El que perseverare hasta el fin, será salvo. Porque sin perseverancia, ni la obra es finalmente fructuosa, ni el trabajo tiene premio, ni el que corre alcanza victoria. Por lo cual no quiso el Salvador bajar de la cruz (Marcos XV) cuando se lo pedían los judíos, por no dejar imperfecta la obra de nuestra redención. Por tanto, si queremos seguir a nuestra cabeza, trabajemos con toda diligencia hasta la muerte, pues el premio del Señor dura para siempre. No cesemos de hacer penitencia, no cesemos de llevar nuestra cruz en pos de Cristo: porque de otra manera, ¿qué nos aprovechará haber navegado una muy larga y próspera navegación, si al cabo nos perdemos en el puerto?

"Y no nos debe espantar la dificultad de los trabajos y peleas; porque Dios que te amonesta que pelees, te ayuda para que venzas, y ve tus combates, y te socorre cuando desfalleces, y te corona cuando vences. Y cuando te fatigaren los trabajos, toma este remedio: no compares el trabajo de la virtud con el deleite del vicio contrario, sino la tristeza que ahora sientes en la virtud, con la que sentirías después de haber pecado, y la alegría que puedes tener en la hora de la culpa, con la que tendrás después en la gloria: y luego verás cuánto es mejor el partido de la virtud que el de los vicios. Vencida una batalla, no te descuides; porque muchas veces (como dice un sabio) nacen descuidos del buen suceso; antes debes estar apercibido, como si luego hubiesen de tocar la trompeta para otra: porque ni la mar puede estar sin ondas, ni esta vida sin tentaciones. Y además de esto, el que comienza la buena vida, suele ser más fuertemente tentado del enemigo; el cual no se precia de tentar los que posee con pacífico señorío, sino los que están fuera de su jurisdicción. Así que en todo tiempo has de velar y siempre estar alerta y armado en cuanto estuvieres en esta frontera. Y si alguna vez sintieres tu ánima herida, guárdate de cruzar luego las manos y arrojar las armas y el escudo y entregarte al enemigo; antes debes imitar a los caballeros esforzados, a los cuales muchas veces la vergüenza de ser vencidos, y el dolor de las heridas, no solamente no hace huir, más antes los incita a pelear. De esta manera cobrando nuevo esfuerzo con la caída, verás luego huir aquéllos de quien tú huías, y perseguirás a los que te perseguían. Y si por ventura (como acontece en las batallas) otra vez fueres herido, ni aun entonces has de desmayar, acordándote que ésta es la condición de los que pelean varonilmente, no que nunca sean heridos, más que nunca se rindan a sus contrarios. Porque no se llama vencido el que fue muchas veces herido, sino el que siendo herido, perdió las armas y el corazón. Y siendo herido, luego procura de curar tu llaga: porque más fácilmente curarás una llaga que muchas, y más ligeramente curarás la fresca que la que está ya enquistada.

"Cuando alguna vez fueres tentado, no te contentes con no obedecer a la tentación, más antes procura sacar de la misma tentación motivos para la virtud: y con esta diligencia, y con la divina gracia, no serás peor por la tentación, sino mejor: y así todo te servirá por tu bien. Si fueres tentado de lujuria o de gula, quita un poco de los gustos acostumbrados, aunque sean lícitos, y acrecienta más los santos ayunos y ejercicios. Si eres combatido de avaricia, acrecienta más las limosnas y buenas obras que haces. Si eres estimulado de vanagloria, tanto más humíllate en todas las cosas. De esta manera por ventura temerá el demonio tentarte, por no darte ocasión de mejorarte y de hacer obras buenas: el cual siempre desea que las hagas malas. Huye cuanto pudieres la ociosidad, y nunca estés tan ocioso, que de esta ociosidad no saques provecho, ni tan ocupado que no procures por culpa de la misma ocupación levantar tu corazón a Dios y negociar con Él."
* Fuente: Catolicidad

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Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María;  por la conversión de todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por los cristianos perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros lugares; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras enfermedades graves; por el drama de los refugiados del Mediterráneo; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración para Rosa L., de Colombia, 45 años de edad, madre de cinco hijos, muy delicada, en el hospital, le han hecho biopsia de los riñones, tiene ya tres transfusiones de sangre por anemia severa y la tienen que operar de un aneurisma en el corazón.

Pedimos oración para Ángela María, de Bogotá, Colombia, que tiene un retardo mental leve, para que Dios la sane y le ponga a funcionar su cerebro, que madure emocional y espiritualmente.

Pedimos oración para dos personas de Argentina: el joven Emiliano P., que está por ser operado en Buenos Aires de una dolencia cardiovascular; y el niño Simón G., operado tres veces del corazón y en estado delicado. A ambos los encomendamos a la protección maternal de la Virgen María y a las manos sanadoras de Jesús.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Los cinco minutos de Dios
Agosto 18
No sé si conoces a Mark Twain, escritor de chispeante pluma. Escribió esta sabia observación:
“Esforcémonos en vivir de manera que cuando lleguemos  a la muerte hasta el director de la funeraria lo sienta”.
A quienes más se echa de menos cuando mueren es a aquellos que trataron sinceramente de hacer mejor al mundo durante su estancia en él, y no a aquellos que han tomado mucho de la vida y han dado poco.
Aquellos que han tratado de enriquecer al mundo en el servicio a los demás, y no tanto a los que se enriquecieron a sí mismos aun en desmedro de la misma comunidad.
Así, en esta vida los que aman a todos son amados por todos. Las personas desaparecen, pero su recuerdo grato e ingrato perdura mucho tiempo; y, sobre todo, perdurará para siempre en el corazón de Dios, que aprobará o reprobará.
“Padeciendo por nosotros, nos dio ejemplo para seguir sus pasos y además abrió el camino, con cuyo seguimiento la vida y la muerte se santifican y adquieren nuevo sentido” (GS 22). Ese nuevo sentido que se da a todas las cosas cuando se las mira desde el ángulo de Dios.
* P. Alfonso Milagro

Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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