PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
11 - Número 3099 ~ Domingo 14 de Agosto de 2016
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
En
el Evangelio de hoy, Jesús presenta su Palabra y su misión -y la nuestra- como
un fuego que tiene que hacer arder el mundo entero. Expresa un deseo cuya
realización anhela vivamente y que le llevará a verse constantemente acechado y
obstaculizado por sus detractores.
Es
que Jesús ha venido a transformar, cambiar, purificar el mundo con el fuego de
un amor decidido, de una entrega apasionada. Es el fuego del Espíritu, el fuego
que ilumina la Buena Noticia.
Sabemos
que Jesús trae la paz, anuncia y ofrece la paz, y que su Buena Noticia es una
constante invitación a la paz. Y también cuestiona a quienes prefieren la
quietud, la indiferencia, el “no te metas”, sin implicarse en la defensa de la
justicia y de los derechos de las personas más necesitadas y postergadas del
mundo.
Por
eso, ser cristiano es actuar como Jesús, continuar su proyecto, optar por la
manera que Él tiene de ver a las personas y a las cosas en las situaciones y
los acontecimientos de cada día. Proclamar la paz y la justicia de Jesús ciertamente
origina la oposición de quienes promueven y hasta se benefician con el orden
social injusto…
Ante
las situaciones injustas e insolidarias del mundo, Jesús nos enseña el fuego
que hemos de emplear: el amor total, concreto y comprometido. Como el suyo.
Y
por eso nos dice el Evangelio, que vivir como Jesús pide nos puede acarrear
enfrentamientos y divisiones en el medio social en que nos movemos (trabajo,
amigos y hasta la propia familia).
¿Nos
animamos a vivir como Jesús nos pide aun a costa de sufrir la oposición y las
disputas que provengan del mundo?
¡Buenos días!
El caballo y el asno
El
egoísmo atrofia al hombre, que sólo en la donación generosa a los demás, encuentra
su madurez y plenitud. Si te preocupas demasiado por ti mismo y tu propio
entorno, si vives para acumular dinero y comodidades, no te quedará tiempo para
los demás. Si no vives para los demás, la vida carecerá de sentido para ti,
porque la vida sin amor no vale nada. Una fábula:
Un hombre tenía un caballo y un asno. Un día que
ambos iban camino a la ciudad, el asno, sintiéndose cansado, le dijo al caballo:
—Toma una parte de mi carga si te interesa mi vida. El caballo haciéndose el
sordo no dijo nada y el asno cayó víctima de la fatiga, y murió allí mismo.
Entonces el dueño echó toda la carga encima del caballo, incluso la piel del
asno. Y el caballo, suspirando dijo: —¡Qué mala suerte tengo! ¡Por no haber
querido cargar con un ligero fardo ahora tengo que cargar con todo, y hasta con
la piel del asno encima! (Esopo).
Dios
espera la colaboración de los hombres para su plan de amor. El mal ha entrado
en el mundo por la puerta del egoísmo humano, que es negación del amor. “Este
es mi precepto, —dijo Jesús— que se amen los unos a los otros como yo los he
amado”. Que el Padre misericordioso derrame sobre ti el Espíritu del amor, que
es el Espíritu de Jesús.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «He venido a encender fuego en el
mundo, ¡y cómo querría que ya estuviera ardiendo! Tengo que pasar por una
terrible prueba ¡y cómo he de sufrir hasta que haya terminado! ¿Creéis que he
venido a traer paz a la tierra? Pues os digo que no, sino división. Porque, de
ahora en adelante, cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos y
dos contra tres. El padre estará contra su hijo y el hijo contra su padre; la
madre contra su hija y la hija contra su madre; la suegra contra su nuera y la
nuera contra su suegra». (Lc 12,49-53)
Comentario:
Hoy
-de labios de Jesús- escuchamos afirmaciones estremecedoras: «He venido a encender
fuego en el mundo» (Lc 12,49); «¿creéis que he venido a traer paz a la tierra?
Pues os digo que no, sino división» (Lc 12,51). Y es que la verdad divide
frente a la mentira; la caridad ante el egoísmo, la justicia frente a la
injusticia…
En
el mundo -y en nuestro interior- hay mezcla de bien y de mal; y hemos de tomar
partido, optar, siendo conscientes de que la fidelidad es "incómoda".
Parece más fácil contemporizar, pero a la vez es menos evangélico.
Nos
tienta hacer un "evangelio" y un "Jesús" a nuestra medida,
según nuestros gustos y pasiones. Hemos de convencernos de que la vida
cristiana no puede ser una pura rutina, un "ir tirando", sin un
constante afán de mejorar y de perfección. Benedicto XVI ha afirmado que
«Jesucristo no es una simple convicción privada o una doctrina abstracta, es
una persona real cuya entrada en la historia es capaz de renovar la vida de
todos».
El
modelo supremo es Jesús (hemos de "tener la mirada puesta en Él",
especialmente en las dificultades y persecuciones). Él aceptó voluntariamente
el suplicio de la Cruz para reparar nuestra libertad y recuperar nuestra
felicidad: «La libertad de Dios y la libertad del hombre se han encontrado
definitivamente en su carne crucificada» (Benedicto XVI). Si tenemos presente a
Jesús, no nos dejaremos abatir. Su sacrificio representa lo contrario de la
tibieza espiritual en la que frecuentemente nos instalamos nosotros.
La
fidelidad exige valentía y lucha ascética. El pecado y el mal constantemente
nos tientan: por eso se impone la lucha, el esfuerzo valiente, la participación
en la Pasión de Cristo. El odio al pecado no es cosa pacífica. El reino del
cielo exige esfuerzo, lucha y violencia con nosotros mismos, y quienes hacen
este esfuerzo son quienes lo conquistan (cf. Mt 11,12).
* Rev. D. Isidre SALUDES i Rebull (Alforja,
Tarragona, España)
Palabras de San Juan Pablo II
“La
Iglesia no es sólo objeto de la fe sino también su sujeto: nosotros mismos
somos la Iglesia en la que confesamos creer; creemos en la Iglesia y somos al
mismo tiempo Iglesia creyente y orante. Somos la Iglesia en su aspecto visible,
la Iglesia que manifiesta su propia fe en su misma realidad divina y humana de
Iglesia: dos dimensiones tan inseparables entre sí que, si faltara una, se
anularía toda la realidad de la Iglesia, tal como la quiso y la fundó Cristo”.
Predicación del Evangelio
Encender fuego
Son
bastantes los cristianos que, profundamente arraigados en una situación de
bienestar, tienden a considerar el cristianismo como una religión que, invariablemente,
debe preocuparse de mantener la ley y el orden establecido.
Por
eso, resulta tan extraño escuchar en boca de Jesús dichos que invitan, no al
inmovilismo y conservadurismo, sino a la transformación profunda y radical de
la sociedad: «He venido a prender fuego en el mundo y ojalá estuviera ya
ardiendo… ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división».
No
nos resulta fácil ver a Jesús como alguien que trae un fuego destinado a
destruir tanta mentira, violencia e injusticia. Un Espíritu capaz de
transformar el mundo, de manera radical, aun a costa de enfrentar y dividir a
las personas.
El
creyente en Jesús no es una persona fatalista que se resigna ante la situación,
buscando, por encima de todo, tranquilidad y falsa paz. No es un inmovilista
que justifica el actual orden de cosas, sin trabajar con ánimo creador y
solidario por un mundo mejor. Tampoco es un rebelde que, movido por el
resentimiento, echa abajo todo para asumir él mismo el lugar de aquellos a los
que ha derribado.
El
que ha entendido a Jesús actúa movido por la pasión y aspiración de colaborar
en un cambio total. El verdadero cristiano lleva la «revolución» en su corazón.
Una revolución que no es «golpe de estado», cambio cualquiera de gobierno,
insurrección o relevo político, sino búsqueda de una sociedad más justa.
El
orden que, con frecuencia, defendemos, es todavía un desorden. Porque no hemos
logrado dar de comer a todos los hambrientos, ni garantizar sus derechos a toda
persona, ni siquiera eliminar las guerras o destruir las armas nucleares.
Necesitamos
una revolución más profunda que las revoluciones económicas. Una revolución que
transforme las conciencias de los hombres y de los pueblos. H. Marcuse escribía
que necesitamos un mundo «en el que la competencia, la lucha de los individuos
unos contra otros, el engaño, la crueldad y la masacre ya no tengan razón de
ser».
Quien
sigue a Jesús, vive buscando ardientemente que el fuego encendido por él arda
cada vez más en este mundo. Pero, antes que nada, se exige a sí mismo una
transformación radical: «solo se pide a los cristianos que sean auténticos.
Esta es verdaderamente la revolución» (E. Mounier).
* José Antonio Pagola
Nuevo vídeo
Hay
un nuevo vídeo subido al blog
de
"Pequeñas Semillitas" en
internet.
Para
verlo tienes que ir al final de esta página
Agradecimientos
Dicen
que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las
oraciones de las personas en la tierra:
Una
es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que
atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que
llegan en todo momento.
La
otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y
en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega
ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde
esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por
semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina:
agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros
pedidos de oración.
Desde
Córdoba, Argentina, agradecemos a Dios y a la Virgen del Valle por el éxito de
la intervención cardiovascular a la que fue sometido el miércoles pasado
nuestro amigo Celso, y hace un par
de semanas, la operación de cadera de la señora Sofía.
Los cinco minutos de Dios
Agosto 14
Será
forzoso insistir en la idea de que todo hombre es nuestro hermano; no importa
de dónde sea, de dónde venga, a dónde vaya. Y si todo hombre es mi hermano, a
todo hombre debo amar y ayudar como a mi hermano.
Préstame
tu vivir, remoto hermano,
para
que ponga en él lo que te falta;
el
sabor de mi pan, para tu hambre;
para
tu soledad, mi compañía.
De
mi fibra el calor para tu frío.
De
mi esperar, sostén para tus ansias.
De
mi llorar, consuelo compartido.
De
mi crecer, oasis de bonanza.
De
mi lucha, valor en tu camino.
De
mi entender, la luz que te haga falta.
Y
de todo mi amor, bálsamo tibio,
Que,
si vives sin Dios, te ofrezco el mío.
“La Iglesia, en virtud de la misión que tiene de
iluminar a todo el orbe con el mensaje evangélico y de reunir en un solo Espíritu
a todos los hombres de cualquier nación, raza o cultura, se convierte en señal
de fraternidad, que permite y consolida el diálogo sincero” (GS 92)
* P. Alfonso Milagro
Jardinero de Dios
-el
más pequeñito de todos-
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