PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
11 - Número 3113 ~ Domingo 28 de Agosto de 2016
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
En
el Evangelio de hoy Cristo nos dice que seamos humildes, que nos pongamos los
últimos. Las personas que siempre quieren ocupar los primeros puestos resultan
repelentes; van por la vida dando codazos y pisotones. La soberbia es el peor
de los pecados… es el pecado que convirtió a los ángeles en demonios.
Por
otra parte la humildad hace agradables a las personas; la persona humilde es
apreciada por todo el mundo. Pero quiero advertir que no es humilde el que
piensa que no sirve para nada. Sino el que reconoce con verdad sus cualidades y
sus defectos.
Hay
que agradecer a Dios las cualidades que nos ha dado; el no reconocerlo es una
ingratitud a Dios. Dice San Pablo: «¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo
has recibido, ¿de qué te engríes»? Por eso la persona humilde procura poner sus
cualidades a disposición de los demás.
Debemos
reconocer nuestras limitaciones y defectos; tampoco creernos más de lo que
somos. Es curioso que con frecuencia reconocemos que tenemos tal o cual
limitación; pero si alguien nos lo dice, nos sentimos dolidos. El humilde
acepta con gusto los defectos que otra persona le señala. El humilde también
valora a los demás. Se alegra de las cualidades que tienen. No siente envidia
de los que son superiores
* Padre Jorge Loring S.J.
¡Buenos días!
A los jóvenes esposos
Cuando
Dios regala a una familia un hijo, la alegra con una preciosa donación,
confiando que los padres de la criatura con responsabilidad la cuidarán hasta
la edad adulta. Se ha escrito mucho sobre cómo educar a los niños y a los
adolescentes. Por eso, cuando encuentro sobre el tema una orientación luminosa,
breve y perfecta, siento el deseo de compartirla para que todos aprovechen ese condensado de sabiduría. Lee y
medita.
Si el supremo Creador te da un hijo, tiembla por el
sagrado depósito que confía a tus cuidados. Haz que ese hijo hasta los diez
años, te admire. Hasta los 20, te ame. Y hasta la muerte, te respete. Sé para
ese hijo hasta los diez, su padre. Hasta los 20 años, su maestro y hasta la
muerte, su amigo.
Qué
metas simples pero exigentes: ser para el hijo un padre, un maestro y un amigo,
poniendo sin embargo el acento hasta los diez años, en la paternidad
protectora, hasta los veinte en la docencia del difícil arte de vivir
honestamente, y hasta la muerte en la amistad que todo lo comparte con humildad
y sabiduría. Gracias, hermano/a, por acercarte a este sitio, donde encontrarás
cada día una lucecita y una animación. Hasta mañana.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
Un
sábado, habiendo ido a casa de uno de los jefes de los fariseos para comer,
ellos le estaban observando. Notando cómo los invitados elegían los primeros
puestos, les dijo una parábola: «Cuando seas convidado por alguien a una boda,
no te pongas en el primer puesto, no sea que haya sido convidado por él otro más
distinguido que tú, y viniendo el que os convidó a ti y a él, te diga: ‘Deja el
sitio a éste’, y entonces vayas a ocupar avergonzado el último puesto. Al
contrario, cuando seas convidado, vete a sentarte en el último puesto, de
manera que, cuando venga el que te convidó, te diga: ‘Amigo, sube más arriba’.
Y esto será un honor para ti delante de todos los que estén contigo a la mesa.
Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será
ensalzado».
Dijo
también al que le había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no llames
a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no
sea que ellos te inviten a su vez, y tengas ya tu recompensa. Cuando des un
banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y
serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te recompensará en la
resurrección de los justos». (Lc 14,1.7-14)
Comentario:
Hoy,
Jesús nos da una lección magistral: no busquéis el primer lugar: «Cuando seas
convidado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto» (Lc 14,8).
Jesucristo sabe que nos gusta ponernos en el primer lugar: en los actos
públicos, en las tertulias, en casa, en la mesa... Él conoce nuestra tendencia
a sobrevalorarnos por vanidad, o todavía peor, por orgullo mal disimulado.
¡Estemos prevenidos con los honores!, ya que «el corazón queda encadenado allí
donde encuentra posibilidad de fruición» (San León Magno).
¿Quién
nos ha dicho, en efecto, que no hay colegas con más méritos o con más categoría
personal? No se trata, pues, del hecho esporádico, sino de la actitud asumida
de tenernos por más listos, los más importantes, los más cargados de méritos,
los que tenemos más razón; pretensión que supone una visión estrecha sobre
nosotros mismos y sobre lo que nos rodea. De hecho, Jesús nos invita a la
práctica de la humildad perfecta, que consiste en no juzgarnos ni juzgar a los
demás, y a tomar conciencia de nuestra insignificancia individual en el
concierto global del cosmos y de la vida.
Entonces,
el Señor, nos propone que, por precaución, elijamos el último sitio, porque, si
bien desconocemos la realidad íntima de los otros, sabemos muy bien que
nosotros somos irrelevantes en el gran espectáculo del universo. Por tanto,
situarnos en el último lugar es ir a lo seguro. No fuera caso que el Señor, que
nos conoce a todos desde nuestras intimidades, nos tuviese que decir: «‘Deja el
sitio a éste’, y entonces vayas a ocupar avergonzado el último puesto» (Lc
14,9).
En
la misma línea de pensamiento, el Maestro nos invita a ponernos con toda
humildad al lado de los preferidos de Dios: pobres, inválidos, cojos y ciegos,
y a igualarnos con ellos hasta encontrarnos en medio de quienes Dios ama con
especial ternura, y a superar toda repugnancia y vergüenza por compartir mesa y
amistad con ellos.
* Rev. D. Enric PRAT i Jordana (Sort, Lleida, España)
Palabras de San Juan Pablo II
“La
humildad es el primer paso hacia la santidad.
Existe,
por un lado, la santidad llamativa de algunas personas;
pero
también existe la santidad desconocida de la vida diaria.
Todo
el que quiera comenzar un camino de perfección
no
puede renunciar a la cruz, a la mortificación, a la humillación y al sufrimiento,
que
asemejan al cristiano con el modelo divino que es el Crucificado”
Predicación del Evangelio
En lo que hagas, ¡sé modesto!
El
inicio del Evangelio de este domingo nos ayuda a corregir un prejuicio
sumamente difundido. «Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los
principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente». Al leer el Evangelio
desde un cierto punto de vista, se ha acabado haciendo de los fariseos el
modelo de todos los vicios: hipocresía, doblez, falsedad; los enemigos por antonomasia
de Jesús. Con estos significados negativos, el término «fariseo» ha pasado a
formar parte del diccionario de nuestra lengua y de otras muchas.
Semejante
idea de los fariseos no es correcta. Entre ellos había ciertamente muchos
elementos que respondían a esta imagen y Cristo se enfrenta duramente con
ellos. Pero no todos eran así. Nicodemo, que va a ver a Jesús de noche y que
después le defiende ante el Sanedrín, era un fariseo (Cf. Juan 3,1; 7, 50 y
siguientes). También era fariseo Saulo, antes de la conversión, y era
ciertamente una persona sincera y celosa, aunque todavía no estaba bien
iluminado. Fariseo era Gamaliel, quien defendió a los apóstoles ante el
Sanedrín (Cf. Hechos 5, 34 y siguientes).
Las
relaciones de Jesús con los fariseos no fueron sólo conflictivas. Compartían
muchas veces las mismas convicciones, como la fe en la resurrección de los
muertos, en el amor de Dios y el compromiso como primer y más importante
mandamiento de la ley. Algunos, como en nuestro caso, incluso le invitan a
comer en su casa. Hoy se considera que más que los fariseos, quienes quisieron
la condena de Jesús fueron los saduceos, a quienes pertenecía la casta
sacerdotal de Jerusalén.
Por
todos estos motivos, sería sumamente deseable dejar de utilizar el término
«fariseo» en sentido despreciativo. Ayudaría al diálogo con los judíos que
recuerdan con gran honor el papel desempeñado por la corriente de los fariseos
en su historia, especialmente tras la destrucción de Jerusalén.
Durante
la comida, aquel sábado, Jesús ofreció dos enseñanzas importantes: una dirigida
a los «invitados» y otra al «anfitrión». Al dueño de casa, Jesús le dijo (quizá
cara a cara o en presencia sólo de sus discípulos): «Cuando des un almuerzo o
una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a
los vecinos ricos…». Es lo que hizo el mismo Jesús, cuando invitó al gran
banquete del Reino a los pobres, a los afligidos, a los humildes, a los
hambrientos, a los perseguidos (las categorías de personas mencionadas en las
Bienaventuranzas).
Pero
en esta ocasión quisiera detenerme a meditar en lo que Jesús dice a los
«invitados». «Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer
lugar…». Jesús no quiere dar consejos de buena educación. Ni siquiera pretende
alentar el sutil cálculo de quien se pone en última fila, con la escondida
esperanza de que el dueño le pida que se acerque. La parábola en esto puede dar
pie a equívoco, si no se tiene en cuenta el banquete y el dueño de los que
Jesús está hablando. El banquete es el universal del Reino y el dueño es Dios.
En
la vida, quiere decir Jesús, escoge el último lugar, trata de contentar a los
demás más que a ti mismo; sé modesto a la hora de evaluar tus méritos, deja que
sean los demás quienes los reconozcan y no tú («nadie es buen juez en su
casa»), y ya desde esta vida Dios te exaltará. Te exaltará con su gracia, te
hará subir en la jerarquía de sus amigos y de los verdaderos discípulos de su
Hijo, que es lo que realmente cuenta.
Te
exaltará también en la estima de los demás. Es un hecho sorprendente, pero
verdadero. No sólo Dios «se inclina ante el humilde y rechaza al soberbio» (Cf.
Salmo 107,6); también el hombre hace lo mismo, independientemente del hecho de
ser creyente o no. La modestia, cuando es sincera, no artificial, conquista,
hace que la persona sea amada, que su compañía sea deseada, que su opinión sea
deseada. La verdadera gloria huye de quien la persigue y persigue a quien la
huye.
Vivimos
en una sociedad que tiene suma necesidad de volver a escuchar este mensaje
evangélico sobre la humildad. Correr a ocupar los primeros lugares, quizá
pisoteando, sin escrúpulos, la cabeza de los demás, son característica
despreciadas por todos y, por desgracia, seguidas por todos. El Evangelio tiene
un impacto social, incluso cuando habla de humildad y modestia.
* P. Raniero Cantalamessa
Nuevo vídeo
Hay
un nuevo vídeo subido al blog
de
"Pequeñas Semillitas" en
internet.
Para
verlo tienes que ir al final de esta página
Agradecimientos
Dicen que en el cielo hay dos oficinas diferentes
para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y
allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por
la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos
por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque
prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para
dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas"
pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la
segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como
respuesta a nuestros pedidos de oración.
Desde
la ciudad de Buenos Aires, Argentina, Cecilia
Claudia manifiesta su agradecimiento al Señor y a la Santísima Virgen por
una gracia que recibieron la semana pasada, muy importante para ella y su
familia para poder seguir adelante con un proyecto de vida.
Los
argentinos agradecemos a Dios por las personas santas que nos ha dado y nos
sigue dando a lo largo de nuestra historia. En estos últimos días hemos
celebrado a algunos de ellos: el día 25 a la Beata María del Tránsito
Cabanillas; el día 26 al Beato Ceferino Namuncurá; ayer se produjo la
beatificación de María Antonia de San José (Mama Antula); el próximo 16 de octubre será canonizado en Roma el
querido Cura Brochero… Ellos se suman a otros beatos argentinos y a una cierta
multitud de “santos anónimos” que viven cada día entre nosotros, que nunca
llegarán a ser elevados a los altares por la Iglesia porque viven su santidad
en el anonimato, pero Dios los conoce y un día estarán sentados a su derecha.
Los cinco minutos de Dios
Agosto 28
Un
testigo da su palabra, compromete su palabra y con ella su honor y su vida;
pero no siempre se hace caso al testigo, ni se le tiene en cuenta.
El
testigo, por dar su palabra, es una voz; una voz que afirma la verdad, que
defiende los derechos de la verdad; pero una voz, que en muchas ocasiones
resuena en el desierto, vale decir, una voz que nadie escucha, a quien nadie
hace caso.
Pero
lo importante del testigo no es tanto que sea una voz escuchada y aceptada,
cuanto una voz que suene, que siempre persista en sonar, que no se canse de
gritar; eso es lo que hace que sea voz; pues, si se calla, deja de ser voz para
convertirse en un silencio de conformismo y tacita aceptación.
Mi
vida deberá, pues, ubicarse en la categoría de voz que oportuna e
inoportunamente suena, habla, llama la atención, exhorta, reprueba, orienta;
una palabra, una voz que, cuanto mayor es el desierto en el que suena, más
intensa es su decisión de persistir.
“Todos los discípulos de Cristo, perseverando en la
oración y alabando juntos a Dios, ofrézcanse a sí mismos como hostia viva,
santa y grata a Dios y den testimonio por doquiera de Cristo; y a quienes lo
pidan, den también razón de la esperanza de la vida eterna que hay en ellos”
(LG 10).
* P. Alfonso Milagro
Jardinero de Dios
-el
más pequeñito de todos-
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