PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
11 - Número 3027 ~ Viernes 3 de Junio de 2016
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
La
Iglesia Católica celebra hoy la Devoción del Sagrado Corazón de Jesús,
propagada por Santa Margarita de Alacoque a quien el 16 de junio de 1675 el
Señor se le apareció y le mostró su corazón rodeado de llamas de amor, coronado
de espinas con una herida abierta de la cual brotaba sangre y en cuyo interior
salía una cruz.
La
devoción al Corazón de Jesús ha existido desde los primeros tiempos de la
Iglesia, desde que se meditaba en el costado y el Corazón abierto de Jesús, de
donde salió sangre y agua. De ese Corazón nació la Iglesia y por ese Corazón se
abrieron las puertas del Cielo.
En
la Carta Encíclica del Papa Pío XII sobre el Culto al Sagrado Corazón, “Haurietis Aquas”, el Pontífice señala
que “innumerables son, en efecto, las riquezas celestiales que el culto
tributado al Sagrado Corazón infunde en las almas: las purifica, las llena de
consuelos sobrenaturales y las mueve a alcanzar las virtudes todas”.
Esta
fiesta se celebra el viernes posterior al segundo domingo de Pentecostés y
consiste en la veneración del mismo corazón de Dios meditando en el corazón
traspasado de Jesús. Pero todo el mes de junio es dedicado al Sagrado Corazón
de Jesús. Y en “Pequeñas Semillitas” durante este mes ponemos especial énfasis
en resaltar los diversos aspectos y elementos que enriquecen esta hermosa
devoción cristiana.
¡Buenos días!
El asno y su sombra
Existe
una inmensa alegría en poder alegrar a otros a pesar de nuestra propia
situación. La aflicción compartida disminuye la tristeza, pero cuando la
alegría es compartida, se duplica. Si deseas sentirte feliz y realizado, basta
compartir tus bendiciones, especialmente ésas que no se pueden comprar con
dinero.
Un viajero alquiló un asno para dirigirse a un pueblo
apartado. Como hacía mucho calor, el viajero se detuvo para descansar, y buscó
refugio del ardiente sol a la sombra del asno. En verdad sólo una persona podía
protegerse. Esto originó una violenta disputa entre el viajero y el dueño del
asno. Éste afirmaba con vehemencia que había alquilado sólo al asno, y no a
éste con su sombra. El viajero en cambio sostenía que él, con el alquiler del
asno, había alquilado también su sombra. Y mientras la pelea pasaba de las
palabras a los golpes, el asno sin ser visto se escapó a toda carrera (Esopo).
Más
bien que buscar el beneficio personal, pregúntate, ¿qué puedo compartir hoy? En
vez de querer poseer empezarás a donar, movido por el deseo de ayudar a los
otros. Cada uno tiene algo para compartir. Dinero, talento, tiempo o una simple
oración. La generosidad nos pone en sintonía con nuestra semejanza divina.
Ánimo, inténtalo.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En
aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola a los fariseos y maestros de la Ley:
«¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las
noventa y nueve en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la
encuentra? Y cuando la encuentra, contento, la pone sobre sus hombros; y
llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: ‘Alegraos conmigo,
porque he hallado la oveja que se me había perdido’. Os digo que, de igual
modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que
por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión». (Lc 15,3-7)
Comentario:
Hoy
celebramos la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Desde tiempo inmemorial,
el hombre sitúa “físicamente” en el corazón lo mejor o lo peor del ser humano.
Cristo nos muestra el suyo, con las cicatrices de nuestro pecado, como símbolo
de su amor a los hombres, y es desde este corazón que vivifica y renueva la
historia pasada, presente y futura, desde donde contemplamos y podemos
comprender la alegría de Aquel que encuentra lo que había perdido.
«Alegraos
conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido» (Lc 15,6). Cuando
escuchamos estas palabras, tendemos siempre a situarnos en el grupo de los
noventa y nueve justos y observamos “distantes” cómo Jesús ofrece la salvación
a cantidad de conocidos nuestros que son mucho peor que nosotros... ¡Pues no!,
la alegría de Jesús tiene un nombre y un rostro. El mío, el tuyo, el de
aquél..., todos somos “la oveja perdida” por nuestros pecados; así que..., ¡no
echemos más leña al fuego de nuestra soberbia, creyéndonos convertidos del todo!
En
el tiempo que vivimos, en que el concepto de pecado se relativiza o se niega,
en el que el sacramento de la penitencia es considerado por algunos como algo
duro, triste y obsoleto, el Señor en su parábola nos habla de alegría, y no lo
hace solo aquí, sino que es una corriente que atraviesa todo el Evangelio.
Zaqueo invita a Jesús a comer para celebrarlo, después de ser perdonado (cf. Lc
19,1-9); el padre del hijo pródigo perdona y da una fiesta por su vuelta (cf.
Lc 15,11-32), y el Buen Pastor se regocija por encontrar a quien se había
apartado de su camino.
Decía
san Josemaría que un hombre «vale lo que vale su corazón». Meditemos desde el
Evangelio de Lucas si el precio —que va marcado en la etiqueta de nuestro
corazón— concuerda con el valor del rescate que el Sagrado Corazón de Jesús ha
pagado por cada uno de nosotros.
* Rev. D. Pedro IGLESIAS Martínez (Rubí, Barcelona,
España)
Santoral Católico:
San Carlos Lwanga y compañeros
Mártires de Uganda
Entre
los años 1885 y 1887, apenas iniciada la nueva evangelización de África negra,
un centenar de cristianos de Uganda, católicos o anglicanos, fueron condenados
a muerte por el rey Mwanga que se propuso acabar con todos los cristianos,
entre otras razones porque se oponían a la esclavitud y a la venta de esclavos.
Hoy se conmemora en particular al grupo formado por Carlos Lwanga y sus doce
compañeros, todos ellos de edades comprendidas entre los catorce y los treinta
años, que pertenecían a la corte regia de jóvenes nobles o al cuerpo de guardia
del rey Mwanga, y eran neófitos o fervorosos católicos; pues bien, porque,
coherentemente con su fe en Cristo, no cedieron a los deseos impuros del
monarca, murieron en la colina de Namugongo en Uganda, el 3 de junio de 1886,
unos degollados y otros quemados vivos. Estos son sus nombres: Calos Lwanga,
Mbaya Tuzinde, Bruno Seronuma, Santiago Buzabaliao, Kizito, Ambrosio Kibuka,
Mgagga, Gyavira, Aquiles Kiwanuka, Adolfo Ludigo Mkasa, Mukasa Kiriwanvu,
Anatolio Kiriggwajjo y Lucas Banabakintu.
Oración: Señor, Dios nuestro, tú haces que la sangre
de los mártires se convierta en semilla de nuevos cristianos; concédenos que el
campo de tu Iglesia, fecundo por la sangre de san Carlos Luanga y de sus
compañeros, produzca continuamente, para gloria tuya, abundante cosecha de
cristianos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
© Directorio Franciscano
La frase de hoy
“Entra
en este Sagrado Corazón
como
convidado al banquete de amor
de
tu único y perfecto amigo,
que
quiere embriagarte
con
el deleitoso vino de su puro amor”
Margarita de Alacoque
Tema del día:
Devoción al Sagrado Corazón de Jesús
La
devoción al Sagrado Corazón de Jesús tiene por objeto el Corazón de Jesucristo
y el amor inmenso en que se abrasa por nosotros.
Tiene
por fin devolverle amor por amor, darle gracias por sus beneficios y reparar
los ultrajes que no cesa de recibir.
Esta
devoción es la más excelente sea por su objeto material, que es el corazón de
carne del Hombre Dios, manantial de la sangre que ha salvado al mundo, sea
sobre todo por su objeto espiritual que es el amor de este divino Salvador.
Este
divino Corazón ha sido formado para nosotros en el seno de María; ha palpitado,
ha orado, se ha conmovido, ha sufrido. Él ha dictado las hermosas páginas del
Evangelio; es la fuente de los Sacramentos.
Él
es quien, desde el Tabernáculo santo, sostiene, dirige, consuela a las almas;
este Corazón es el que inspira todos los sacrificios, el que santifica todos
nuestros dolores, el que hace nacer todas nuestras virtudes.
Este
Corazón es el que perdona en el santo tribunal de la Penitencia, que se
manifiesta a nosotros por sus inspiraciones interiores; es el que nos ha dado
por madre a María, y el que, en la Eucaristía, hace sus delicias al habitar
entre los hijos de los hombres.
Esta
devoción es una de las más completas, porque resume la religión entera, que no
es otra cosa sino un comercio de amor entre Dios y el hombre.
Esta
devoción es una de las más amables y más consoladoras, puesto que nos muestra
todos nuestros padecimientos sufridos por el corazón de nuestro Dios, antes de
llegar a nuestros corazones; porque nos da a conocer el Corazón de Jesús, ese
Corazón en el cual abundan todas las cualidades que forman los corazones
buenos, los corazones nobles, grandes, generosos, heroicos.
El
Corazón de Jesús es el corazón del amigo más adicto y más fiel, el corazón del
mejor y del más tierno de los padres, el corazón del libertador más
desinteresado y magnánimo, el corazón de un Dios que posee todos los
atractivos, todas las perfecciones que puedan agradar, conmover y atraer.
Oración al Sagrado Corazón de Jesús:
Señor
mío Jesucristo, que por un nuevo beneficio de tu amor, te has dignado abrir a
tu Iglesia las riquezas inefables de tu Corazón, haz que podamos devolver amor
por amor a ese adorable Corazón, y con nuestros homenajes de respeto y
adoración, reparar los ultrajes con que la ingratitud de los hombres no cesa de
ofenderte. Te lo pedimos a ti, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
Consagración al Sagrado Corazón de Jesús:
¡Oh
Sagrado Corazón de Jesús! Te adoro con toda mi alma y te consagro para siempre
jamás, todos mis pensamientos, mis palabras y obras.
¡Ojalá
pudiera, oh divino Corazón, consagrarte tantas adoraciones, tanto amor y tanta
gloria como Tú consagras a tu eterno Padre! Sé el reparador de mis defectos, el
protector de mi vida y mi amparo en la hora de mi muerte. Esta gracia te la
pido también para los pobres pecadores, los corazones afligidos, los enfermos y
los agonizantes; para mis parientes y bienhechores, amigos y enemigos; por las
personas que se encomiendan a mis oraciones, especialmente por aquellas por
quien tengo obligación de pedir y, en fin, para todos los hombres que existen
en la tierra, a fin de que los méritos de tu preciosa Sangre no se pierdan para
ellos. Haz también que sean aplicados en sufragio por las almas del Purgatorio,
para que todos en el Cielo podamos bendecirte, adorarte y amarte. Amén.
Junio mes del Sagrado Corazón de Jesús
¡Oh Sagrado Corazón, refugio del Niño Dios!
- Meditación:
En una Doncella latía un Pequeño que renovaría la tierra vacía, ya que en ella
sembraría semillas para llenarla de Vida. Aquel pequeño Corazón era el Sol que
con Su calor nos enseñaría lo que es el Amor, con Su Luz a no perdernos en la
oscuridad, con Su Omnipotencia a aumentar nuestra Fe, con Su silencio el valor
de hacernos pequeños y con Su Presencia la Única Senda, pues Él es el Rey.
- Jaculatoria:
¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús!
¡Oh
Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en
mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el
Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este
modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.
- Florecilla:
Comulguemos pidiéndole al Señor tener un corazón pequeño, y que sea El nuestro
único sustento.
- Oración:
Diez Padre Nuestros, un Ave María y un Gloria.
* Reina del Cielo
Mensaje de María Reina de la Paz
Mensaje de María Reina de la Paz del 2 de Junio de 2016
“Queridos hijos, como Madre de la Iglesia, como vuestra Madre,
sonrío mientras os veo venir a mí, cómo os reunís en torno a mí y cómo me
buscáis. Mis venidas entre vosotros son prueba de cuánto el Cielo os ama. Ellas
os muestran el camino hacia la vida eterna, hacia la salvación. Apóstoles míos,
vosotros que os esforzáis en tener un corazón puro y a mi Hijo en él, estáis en
el buen camino. Vosotros que buscáis a mi Hijo, buscáis el buen camino. Él dejó
muchos signos de Su amor. Él dejó esperanza. Es fácil encontrarlo si estáis
dispuestos al sacrificio y la penitencia, si tenéis paciencia, misericordia y
amor por vuestro prójimo. Muchos de mis hijos no ven y no escuchan porque no
quieren. No aceptan mis palabras ni mis obras, pero mi Hijo, a través de mí, os
invita a todos. Su Espíritu ilumina a todos mis hijos en la luz del Padre
Celestial, en la comunión del Cielo y la tierra, en el amor recíproco. Porque
el amor llama al amor y hace que las obras sean más importantes que las
palabras. Por tanto, apóstoles míos, orad por vuestra Iglesia, amadla y haced
obras de amor. Por cuanto haya sido traicionada y herida, ella está aquí,
porque proviene del Padre Celestial. ¡Orad por vuestros pastores!, para que
podáis ver en ellos la grandeza del amor de mi Hijo. ¡Os doy las gracias!”.
Los cinco minutos de Dios
Junio 3
Dios ha hecho libre al hombre. Por la libertad, signo
supremo de la imagen divina en el hombre, Dios deja al hombre en poder de su
propia decisión; no quiere autómatas que sirvan, sino hombres libres que lo
amen.
El hombre, dueño de su destino, con su inteligencia y su
libertad, debe escudriñar en los signos de los tiempos y en la revelación para
restituir el primitivo equilibrio de la creación.
Fue necesaria la libertad para que la búsqueda y el
encuentro con Dios sean un honor y no una violencia en nuestras vidas.
Dios nunca puede ser un obstáculo en la persona humana.
Lo esencial es llegar a Él con libertad. El espíritu nos guía hacia la verdad
plena; y en ninguna mano está nuestra libertad mejor protegida y resguardada
que en la de quien la ha creado.
No es libre el que rechaza la verdad y el amor, sino el
que los acepta, los abraza y los vive en plenitud.
“Porque el Señor es el Espíritu;
y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad” (2 Cor 1,17). La
libertad de los hijos de Dios, que no es otra cosa que la libertad del amor; de
un amor verdadero, que ama al Padre por sobre todo y a los hermanos con el amor
al Padre.
* P. Alfonso Milagro
Jardinero de Dios
-el
más pequeñito de todos-
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Gracias por participar comentando! Por favor, no te olvides de incluir tu nombre y ciudad de residencia al finalizar tu comentario dentro del cuadro donde escribes.